Sobre poesía y educación
Schumart
Pienso que es utópico creer que la poesía nos transforma.
Es deseable naturalmente que esto suceda, pero en un mundo tan tecnologizado y de base materialista, su poder de incidir en la vida práctica es por lo menos muy relativo.
Benedetti: “drenaje de la vida, que nos enseña a no temer la muerte”. |
La poesía, en mi opinión, es más bien compensación.
Puede servirnos de apoyo y de protección contra los maleficios de la realidad.
Quizá además nos ayude a superarnos, a mejorar nuestra vida espiritual, a pretender la dicha, a preservar lo humano en nosotros.
En cuanto a si “el arte verdadero nace por necesidad” como afirma Rilke, habría que agregar que puede ser así siempre que esté avalado , tenga un respaldo de cierta ilustración, cierto pulimento cultural, a mi entender, imprescindible.
Un poeta tiene valor siempre que lo es en serio, auténticamente. Si es así tiene –por modesto que sea- algo valioso que brindar a la humanidad.
La poesía –escribe Mario Benedetti- es un “drenaje de la vida, que nos enseña a no temer la muerte”.
La poesía pues -vista así- enseña, nos educa en la vida, por más que como ya señalé, su influencia sea relativa en el hoy histórico.
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Lo que sale del alma es bueno –se dice-. Si. Pero en arte al alma hay que tallarla.
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Rimbaud dejó de escribir para no enloquecerse. En mi caso yo precisamente escribo para no llegar a la locura, para tranquilizar mi espíritu.
Mi poesía nace por necesidad, esgrimo, recurro al arte porque me es necesario crear, expresar mi vida interior, comunicarme fuera de mi caverna.
Pero hay conflictos que toman la poesía como ciencia, como psicoterapia, como sucede en muchos casos, como abunda actualmente.
Esto es más bien una limitación, que una característica del arte puro. El arte poético romántico se basa mucho en una hipertrofia del yo, de la mayúscula subjetividad. Tiene mucho de “enfermedad”, sostenía Nietzsche, en tanto el arte clásico es sano por naturaleza.
Un arte neoclásico es, por ejemplo, el del poeta amigo Juan Francisco Costa, quien profundamente realizado en el amor y en la vida, crea más bien por riqueza que por necesidad, por supervivencia.
Como afirma Octavio Paz, “perder el yo no es perder el ser, tal vez sea ganarlo”. En ciertos casos –agregaré- es ganarlo enriqueciéndolo.
Precisamente Juan Francisco, de gran talento, no teme abandonar su identidad, no está dominado por la tiranía de la razón, ni por un yo obstaculizador, limitante. El se expande entonces en imágenes y conceptos brillantes, que tienen una cantera inagotable.
“El poeta está loco cuando poetiza”, decía Platón (según recuerda el propio Costa).
Y mi amigo no teme a la locura, a la intensa incertidumbre creadora. Es demasiado equilibrado, demasiado lúcido. Yo procuro que mi obra tenga un rastreo racional, sin dejar de lado el lirismo.
Rubén Darío: “dejando de ser soy mejor que si no siendo fuese”. |
Según he oído decir, Ruben Darío sostenía: “dejando de ser soy mejor que si no siendo fuese”.
Este dejar de ser para beneficiarse con la experiencia es, por supuesto, también peligroso. Por otra parte, muchos tememos la pérdida momentánea de la conciencia del yo, que representa y resulta un apoyo.
No podemos siquiera concebir la vida sin él, sin su poder, aunque a veces sea determinante y asfixiante.
Pero el arte nace de la “trastienda” del inconciente. Es intuición, antes que elaboración. La artesanía, todo virtuosismo de lenguaje es siempre posterior al arte de crear esencialmente un misterio.
Costa posee una estética ya no extrañavivista o Falqueana como la mía, atenida a la economía de las palabras, a una síntesis, a un ritmo interior, a cierta musicalidad disimulada, sino que apunta a una expansión, a un desarrollo fenomenal y vasto, de gran valor literario.
La inteligencia va unida a todo arte, le da coherencia y significado. Le es –en suma- imprescindible.
La obra de Costa es muy inteligente, “fiesta de la inteligencia”, como diría Valery. Me faltan conocimientos para comentarla a fondo como merece. Su obra maestra: “Versión de pájaros”, fue ignorada por la crítica en forma rotundamente injusta. Es una obra luminosa y trascendente que puedo apreciar, mientras otra parte de lo suyo, más difícil, se me escapa, me excede, me supera.
Juan Francisco Costa es una autoridad como estudioso y poeta de primer nivel, que deberá ser reconocido prontamente.-
* Schumart: semiseudónimo de Rinaldo Schubert Marotta Cáceres, nacido en Mercedes en 1944, autor de numerosos libros de poemas, amigo y constante colaborador de Hum Bral.
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