Otras formas épico-juglarescas
Angel Juárez Masares
Ya hemos visto que el juglar –ambulante o estable- constituye el eje de la literatura oral, que se encarga de difundir los grandes temas de la vida colectiva; la guerra y la devoción, tantas veces unidos, por cuanto en la España del Siglo XIII la preocupación se unifica en el concepto guerra santa. Los historiadores sociólogos, como Américo Castro, han pensado que la “razón de ser” de la Castilla de este período se construye como una réplica necesaria al fanatismo musulmán cuya religión promete “el paraíso a la sombra de las espadas”. De ahí que: “Mahoma la Castilla medieval alce el de “Sant Yago” que, sobre su caballo blanco combate a los infieles al lado de los cristianos”.
Ya hemos visto todo ello en el “Cantar de Mio Cid”, grande y complejo “monumento” inicial de nuestra literatura castellana. ¿Podía ser este poema el único que hubiese llegado hasta nosotros? No parece razonable. En efecto, aparte del gran cantar cidiano, podemos rastrear la existencia de otros relatos épico-juglarescos apoyándonos en:
a) La existencia misma de los juglares
b) La presencia de grupos de breves episodios o “romances” que son como “ramas desgajadas de un tronco inicial hoy perdido.
c) Las leyendas de carácter épico que aparecen en las crónicas y que los historiadores tomaron como cantares de gesta.
De esta manera podemos asegurar que han existido cantares épicos, entre otros: sobre el Rey Rodrigo –recordemos que la pérdida de España había de obsesionar a la gente- donde las leyendas giran en torno a los pecados del Rey.
Otras historias llegaron fragmentariamente, como la que nos narra un momento de la Batalla de Roncesvalles, o las hazañas de héroes como Bernardo del Carpio, símbolo del heroísmo español que lucha con Roldán, el sobrino de Carlomagno.
La figura del Cid Campeador aparece en el Cantar de Sancho II, y en el Cerco de Zamora, que describe la traición de Bellido Dolfos, asesinando al Rey Don Sancho, y narra cómo Alfonso VI exigió al Cid que jurara no haber intervenido en la misma.
Los siete infantes de Salas (o de Lara), centran un grupo de leyendas en verso épico-juglaresco que aparecen entre la prosa de la Crónica General de Alfonso X el Sabio, y que ha sido devuelta a su forma rítmica por Menéndez Pidal.
Se trata de una terrible leyenda donde los siete infantes del Condado de Lara son asesinados por los moros, y sus cabezas llevadas por Almánzar a su padre -Gonzalo Gustios- que se encuentra prisionero en Córdoba.
Naturalmente habría incontables historias que avalen y confirmen el carácter y la importancia del “eje literario oral” –referido al principio- pero estimamos suficientes los ejemplos anotados.
Recordemos que la intención de este tipo de artículos es proporcionar información documentada sobre determinados temas que -muchas veces- suelen llegar a nuestros días deformados o alterados por un ligero manejo de los mismos
Fuente: “Tesoro Breve de las Letras Hispánicas”
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