¿Por qué se suicidan los arqueros?
Dixon Acosta
Un comentario breve que escuché en ese delicioso diálogo convertido en programa de radio llamado “El Pulso del Fútbol”1 entre dos grandes especialistas, Hernán Peláez e Iván Mejía, me hizo caer en cuenta sobre un fenómeno tan interesante como trágico, el suicidio en los arqueros, porteros, guardametas, guardavallas, o como se le defina en plural al último hombre de la defensa de un equipo de fútbol.
Como en cualquier actividad humana, el suicidio se hace presente de vez en cuando en el mundo del fútbol, y aunque el autor de esta nota no haya desarrollado una profunda investigación sobre la materia, desea exponer la hipótesis de que el mayor número de suicidios se da en el puesto del portero, inferencia intuitiva basada en varias noticias, algunas relativamente recientes, como las lamentables muertes del alemán Robert Enke, el inglés Dale Roberts, el paraguayo Martín Cabrera, el costarricense Lester Morgan y varios argentinos, entre los cuales destaco a Alberto Pedro Vivalda, el gran portero que siempre vivirá en el recuerdo de los hinchas de Millonarios de Bogotá.
Suponiendo que esta aventurada teoría resultara ser cierta, la pregunta que deviene es por qué los guardametas serían más propensos a la fatal determinación. Es claro que una persona se suicida porque se le agotan los motivos para justificar la vida, bien sea por ese desánimo crónico que suele llamarse depresión —al cual un viejo poema tildaba de “spleen” y cuya víctima era un cómico llamado Garrick—, que en nuestro lenguaje contemporáneo interpretamos como estrés, o por el impacto de una noticia trágica, o para anticipar el efecto último de una enfermedad terminal, o simplemente porque luego de una reflexión filosófica, como algunos existencialistas se anticipan a los demás mortales, llegando primero al último puerto, colándose en esa fila que todos hacemos sin darnos cuenta.
Cavilando sobre el tema, uno puede fijarse en la figura solitaria del arquero. En efecto, este personaje parece solista en medio de una orquesta que, dependiendo lo afinada que se encuentre, puede resultar en sinfonía excelsa o conjunto de ruidos incomprensibles. El portero es un hombre solo rodeado de la multitud expectante; mientras los demás jugadores pueden ocultarse en diversos rincones del césped, este ermitaño, cubierto por la vergüenza y los guantes, debe permanecer expectante, a la espera de algún ataque fulminante, un balonazo hiriente, sin contar los insultos, ofensas y burlas que el público vocifera a sus espaldas.
El guardameta es una especie de prisionero, un reo sin derecho a juicio en una pequeña cárcel que mide 5,50 metros de frente con tres grandes barrotes y una red de la cual no puede escapar. Este prisionero de la naturaleza imprevisible del fútbol será condenado sin remedio en caso de la derrota de su equipo, sobre todo si el infausto resultado se coló entre sus piernas cuando el tiempo del partido estaba a punto de expirar.
En esas condiciones, resulta explicable que de vez en cuando algún guardavalla termine suicidándose, el único gol que quizás pueda hacer en su vida.
Notas
1. Programa colombiano de radio dedicado al tema del fútbol, transmitido de lunes a viernes por Caracol Radio, conducido y coordinado por los veteranos periodistas Hernán Peláez Restrepo e Iván Mejía Álvarez.
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