sábado, 26 de marzo de 2011

Hace 108 años nacía en Mercedes Héctor Manuel Urdangarín Zarauz, para el mundo literario L.S.Garini. Sus pequeños libros son objeto de culto para muchos estudiosos, pero paradójicamente en la actualidad es casi un perfecto desconocido para el lector medio. Al punto que en las bibliotecas públicas son  escasos los ejemplares que podemos ubicar.  En la anterior etapa de HUM BRAL, allá por los lejanos años 90, nos  ocupamos de rescatar algunos de  sus manuscritos, y hoy insistimos en esta tarea con un trabajo de investigación y análisis a cargo de Wilson Armas Castro y Aldo Difilippo, para poner en la consideración  de los lectores a un autor que debería ser revalorizado; fundamentalmente en el escenario departamental.
Muchas historias se han tejido en torno a su figura. El enigma de su seudónimo, sus manías de mantenerse al margen del ambiente literario, su obsesión por corregir y re corregir sus textos. Al punto que muchos autores repiten errores en torno a las fechas de su nacimiento y muerte. Aquí intentamos descorrer algunos de esos misterios donde aportamos datos y  fotos exclusivas e inéditas hasta ahora, como el reportaje que su amigo y editor Julio Ricci le realizara en 1979.
EDICION DOBLE
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L.S.Garini
Un raro de nuestras letras

Aldo Roque Difilippo

Es uno de los raros de nuestra literatura nacional. Raro por su estilo narrativo. Raro, porque se empecinó a ocultarse tras las máscaras del lenguaje, enmascarándose también, en una manía casi enfermiza, tras un seudónimo que nada decía y mucho sugería: L.S.Garini.


Hace 108 años, el 31 de marzo de 1903 nacía en Mercedes Héctor Manuel Urdangarín Zarauz (1903-1983), para el mundo literario L.S. Garini. Un autor de culto para los asiduos a la literatura, que pasó casi toda su existencia escribiendo y reescribiendo mucho, publicando apenas, cuando casi se lo exigían sus amigos, tramando un mundo narrativo por momentos críptico, pero que refleja una visión del mundo y de la sociedad donde todo sucede regido por mecanismos absurdos, incomprensibles, pero que en gran medida no son más que el reflejo de esas contradicciones que rigen la condición humana.
En los primeros años de la década de los '60 aparece en Montevideo un delgado libro de cuentos "Una forma de la desventura" (Editorial Alfa, 1963) de un perfecto desconocido, L.S.Garini. En ese libro desconcertó a la crítica por los enigmas dejados. Por lo que no decía de su autor, y fundamentalmente por esa visión de los pequeños mundos reflejados donde las cosas y los individuos parecen cumplir con los designios de un titiritero, a veces torpe, o poco convencido. Donde los objetos y los animales se ciñen a estos esquemas, reduciéndose a ser simplemente "un ave", "un objeto", o "una cosa"; encajonados en una narración por momentos opresiva, plagada de comillas y etcéteras. En donde los personajes aparecen sin nombre, limitados a su condición social: el "señor", la prostituta, el mozo, el ladrón, la dueña de la pensión, el "jovenzuelo", o aún más, el "ex hombre".

El Señorito


Partida de nacimiento de Héctor Manuel  Urdangarín Zarauz




Arturo Sergio Visca opinaba "no se trata de seres que viven su soledad, sino de seres que son excluidos del medio -de cualquier medio que sea- por los demás". El escritor Julio Ricci (su amigo, admirador y quien casi lo obligó a que continuara publicando) opinaba que "ha sido considerado un raro de nuestras letras, tal vez porque se atrevió a calar demasiado hondo en el alma de los hombres. Hacer esto es riesgoso. No se perdona"; mientras que a Mario Benedetti le disgusta ese mundo entre comillas. "Acaso Garini utilice la carga peyorativa de las comillas para dar a entender que es apenas una parodia de realidad la que adviene a sus cuentos; -expresa Benedetti-pero también puede ser que, al poner virtualmente al mundo entre comillas, quiera simplemente llamar la atención sobre su condición subsidiaria, sometida, lamentable parodia de algo que no existe".
Más allá de estas visiones, despreocupado de  quienes lo criticaban, y más despreocupado de quienes lo veneraban, L.S.Garini siguió escribiendo, y viviendo en diferentes zonas de las afueras de Montevideo.
En 1966 publica otro delgado libro de cuentos, "Equilibros", en el mismo año  que Ángel Rama incluye uno de sus textos en la antología "Cien años de raros".
Por esos delgados libros los lectores pudieron saber que había realizado dos viajes a Europa, París y Francia, donde "no tuve contactos literarios con nadie", como lo repetiría en un reportaje que le realizara Enrique Estrázulas en 1977 para el diario El Día. "Yo trataba únicamente franceses que estaban completamente alejados del problema  -agrega Garini- ya había fracasado en casi todo. Menos, lógicamente, en mi tenacidad por leer y escribir. Vivía simplemente, de una herencia".  En algo que fue una constante en su vida, leer, escribir, y reescribir hasta los límites de la esquisofrenia, viviendo como el "señorito" que nunca dejó de ser, que, si bien deteriorado cuando el dinero de la herencia comenzó a escasear, mantuvo esa postura de de dandy criollo, entrajado y con su vaso de whisky en la mano; viendo sin comprender muchas veces a ese mundo absurdo que le tocó vivir.
Héctor Manuel Urdangarín Zarauz
(1903-1983)

31/03/1903- Nace en Mercedes, en calle Colón y Minas (actual calle Rodó), en el seno de una familia de terratenientes de origen vasco. Hijo de José Manuel Urdangarín y Águeda Zarauz.

Entre los 16 y 17 años se radica en Montevideo, donde comienza estudios universitarios que rápidamente abandona (Derecho y Arquitectura)

1931- La Editorial Bartesaghi de Mercedes edita "Cuentos Divinos" de Casimiro Cassinetta. Años más tarde se descubriría que Cassinetta, Garini, y Héctor Urdangarín son la misma persona. 2da. edición en Montevideo, Editorial Signos, 1990.

1937-1938 -  Viaja a Francia. "Viví en esa ciudad (París) desde 1937 a 1938, dos años. Allí no tuve contactos literarios con nadie. Yo trataba únicamente franceses que estaban completamente alejados del problema (...) ya había fracasado en casi todo. Menos, lógicamente, en mi tenacidad por leer y escribir. Vivía simplemente, de una herencia". Recordaba Garini en 1977 en un reportaje realizado por Enrique Estrázulas en el diario El Día, Montevideo.

1952- Viaja por segunda vez a Europa, esta vez a España y nuevamente a Francia.

1960- Según su entrañable amigo, editor y crítico de su obra, el escritor Julio Ricci, en la década del 60 el editor Benito Milla le inventa a Urdangarín el seudónimo de L. S. Garini.

1963- Se publica "Una forma de la desventura", Montevideo, Editorial Alfa.

1966- Aquí Poesía, Montevideo,  publica el volumen  "Equilibrios"
1966- "Cien años de raros", antología preparada por Angel Rama, donde se incluyó el cuento inédito "Exceso de sensibilidad".

1968- "Antología del cuento uruguayo. VI. Los nuevos", prólogo  y comentarios de Arturo S. Visca, donde se incluye el cuento "El objeto desprestigiado". Ediciones de la Banda Oriental, Montevideo.

En la década del 70 y 80 vive en una casa del Camino La Cabra, zona rural de Montevideo.

1976- "Nueva Antología del cuento uruguayo", prólogo y comentarios de Arturo S. Visca, donde se incluye el cuento "El artista fuera de su medio o, La composición con verdes". Ediciones Banda Oriental, Montevideo.

1979- La editorial Géminis publica "Equilibrio y otros desequilibrios".

1982- "La ciudad de los tres curas rebeldes" (relato histórico), publicado en Correo de los Viernes, Montevideo (22/11/1982), presentación de Wilfredo Penco.

28/08/1983- Muere en Montevideo.

1994- "Obra completa de L. S. Garini", Yoea Editorial, Montevideo.

Un cuento

 “Los zapatos” o, “La Rebelión

 

L. S. Garini

La mujer joven ha entrado en la habitación de la mujer ya madura, pero no vieja todavía, y le ha pedido unos zapatos para completar un traje de disfraz. Desearía ir a un baile con su novio, y le ha pedido también que los acompañe.
Las “niñas” de la casa ya han salido y ella ha quedado sola. Además, será su primer baile.
La mujer madura ha demorado en responder, y después, casi gritando, le dice que se mire los pies, que es asombroso que pretenda meterlos en sus zapatos, que ni aún rompiéndolos, cabrían, y que no irá ni a ese ni a ningún baile en lo que le queda de vida. Que está aburrida de ir a fiestas y permanecer en un rincón, viendo como los otros se divierten.
Tenía que rebelarse. Ya comenzaba a estar por debajo del perro que había tiempo integraba el conjunto familiar. Tenía que rebelarse, y saldría de la posición de cosa-mueble, utensilio, o lo que fuera, y les haría frente a todas aquellas personas.
La parienta lejana, la parienta pobre, la esclava para todo uso, y ni parienta lejana era talvez. La habían utilizado para criar a todos aquellos pequeños salvajes que un poco más grandes, le habían pagado sus cuidados con insultos, y con puntapiés.
Y para lavar ropas sucias, con sangre coagulada y otras “porquerías”, y llevar a esos mismos niños a sus clases de la escuela, y después darles la “papita rica” y aguantar todas sus impertinencias. Y para acompañar a las niñas ya casaderas y sus novios a fiestas donde la dejaban sola.
Y para atender enfermos malhumorados y con malos olores. Y jamás un solo momento agradable, ni un solo elogio.
Sus pies, por ejemplo, de líneas armoniosas, de dedos unidos, largos, que nadie ha mirado una sola vez siquiera. Y las manos, y el aspecto general de su persona. Siempre ocupando el lugar de acompañante de otros. Una cosa útil para eso solamente. Y nunca una palabra de reconocimiento.
Toda esa belleza ha quedado desaprovechada. Y no han sido los zapatos los “importantes” –los pies, han sido los “importantes”.
Los zapatos parecían excelentes, porque han estado colocados sobre sus pies. Siempre había cuidado de sus pies, y también de sus manos. Pero había cuidado más sus pies. Las manos tenían a veces que ocuparse en  trabajos en los que no podía usar guantes. Los pies estaban siempre metidos en zapatos de buena calidad. Era su única satisfacción y su único lujo, poder usar esa clase de zapatos. En ningún momento usaba zapatillas. Ya desde que dejaba la cama, estaba calzada con zapatos. Les hacía colocar una y hasta dos chapas complementarias a los tacones. Estaba así más aislada del suelo. Y casi todos los trabajos los hacía con guantes; guantes de goma, o guantes viejos de cuero. Los contactos con las carnes, o aún con las verduras, la molestaban. Eran materiales un tanto repulsivos para ella. Le traían el recuerdo de otros, los que aparecían cuando las “señoras” o “señores”, expulsaban al exterior a sus crías. Y tenía que atender a esas “señoronas”, las ex – niñas, que volvían a repetir por tercera vez, o cuarta, o quinta, las ocurrencias de la madre.
Y tenía que moverse con rapidez, caminando sobre los líquidos semisanguinolentos, con el riesgo de caer y estropear uno de sus pies, o los dos.
Eso era la “vida”, decían las personas de la “casa” o la continuidad de la vida.
Y era ella, con su virginidad  inalterable, la que tenía que aguantar las consecuencias de la continuidad de la vida, o las consecuencias de que, primero la madre, y después las “niñas” o ex – niñas, se acostaran con sus hombres o maridos.
Para ella no era indudablemente la “vida”.
Todo aquellos no era otra cosa que una porquería o una gran suciedad. Y después tenía que hacer dormir y cuidar y encargarse de la limpieza de aquellas “consecuencias” de actos no muy bien vigilados, y más tarde llevarlos a sus clases, y etc., etc.
Y podía aparecer todavía, aparecía seguramente, un tercer grupo, cuando ya estuviese muy vieja y muy cansada.
Y había tenido que ver aquellas vulvas dilatadas al máximo, y la aparición del nuevo ser, y los líquidos de siempre.
Y en cambio ella, no había usado sus órganos nada más que para la expulsión del líquido de su vejiga, y nadie, además, los había visto nunca.
Y cordones umbilicales y placentas, emparedados y tortas de festejos de cumpleaños, y velitas, y flores, y gorritos de papel y canciones, y trajes de novia y ceremonias en los templos, y más flores pisoteadas, y mujeres y hombres agitándose bajo las ropas de la cama, y los niños haciendo sus necesidades y baños y llantos, y huevitos frescos pasados por agua, y mamaderas de leche tibia, y novios y más novios, y besitos y gritos, y excrementos y perfumes, y ella siempre metida dentro de toda la “inmundicia”, y al mismo tiempo, lejos de los que la producían.
Y siempre moviéndose dentro y sin poder salir de la pasta asfixiante. El “animalejo” para todo servicio y lleno de cargas, o el objeto útil que se usa y después se deja, y se vuelve a usar hasta que ya no sirve para nada.
Y jamás una mirada para sus pies tan bien hechos, o para sus manos. Y había tenido y tenía que preparar las “papitas infantiles”. Y no una; eran tres, cuatro y hasta cinco “papitas” para aquellos tiranos, semisalvajes, llenos de impertinencia, que necesitaban canciones o pequeñas escenas para comer sus “cositas ricas”.
Y después, unos años después, continuaban con sus impertinencias, y había tenido que prepararles platos especiales. Todo hecho por ella, la empleada o sirvienta, sin un solo día de descanso y sin sueldo fijo, siempre adherida a la “casa” y a toda aquella gente.
Era ella la única pieza esterilizada, en aquel conjunto. Quedaba siempre fuera del juego de la fertilidad y de la fermentación. No había nunca para ella un lugar en el pequeño mundo de cambios, entradas y salidas, acoplamientos, nuevas vidas, etc., etc.
Y toda aquella gente, siempre comiendo –cuatro, cinco veces- todos los días, y corriendo a los cuartos de aseo, y teniendo que ordenar lo que desordenaban, y vigilar los lugares donde depositaban las comidas que ya eran otra cosa.
Bailes, nacimientos, bodas, comidas especiales, líquidos y sólidos tomados, sólidos y líquidos expulsados, llantos, canciones, malos olores, más fiestas, nuevos nacimientos, molestias, velatorios, gritos.
Carnes cortadas, carnes, y sangre, y más sangre, sangre de animales y sangre de personas, y jugos, y vida nueva, y vida que se acaba.
La habían utilizado para todo. Pero no la utilizarían más. No iría a ese baile, ni a ningún otro baile. No soportaría más impertinencias. No la utilizarían nunca más.
Unos cuantos zapatos atravesaron el hueco de la puerta entreabierta y cayeron junto a una tinaja con una planta de adorno. Eran hasta tres pares, o tal vez cuatro. Con sus altos tacones a la vista, se balancearon un momento, y quedaron inmóviles junto a la tinaja. Desde el interior de la habitación llegaban a oírse  todavía algunas palabras dichas a gritos. Que sus zapatos en los pies de ese animal gordo, o los pies de ese animal gordo en sus zapatos, que era lo único que le faltaba, que ya la habían humillado bastante, y que todo terminaría esa misma noche.

Febrero 1951 – Marzo 1965
De “Equilibrio”,  Aquí Testimonio, Montevideo, 1966

Opiniones sobre Garini

Deprimente

"Estamos en el mundo de la humillación, de la caída, del desastre lento y cotidiano. Y sobre todo de la inercia. En abrumadora mayoría, sus protagonistas sufren este tipo de estructura narrativa: alguien indeterminado arranca en una situación de incomodidad o de engañosa tranquilidad: ocurre algo que complica su vida o que lo somete a la total vulnerabilidad o penuria o despojo; esa situación no se resuelve, salvo por la muerte.
Hay lectores para quien Garini es "deprimente". Pero más que deprimente es misteriosa, poética, literariamente inerte. Se niega a las catarsis tanto como a los vuelos poéticos o las exposiciones dramáticas. El lenguaje se reduce al extremo, y cuando es atravesado por un contenido emocional ese impulso mismo es fallido o de aspecto sospechoso".

* Elvio E. Gandolfo, "El peso de la inercia" en El País Cultural, Montevideo, 1994.
Ubicación de Garini escritor

Wilson Armas Castro

Hay individuos que escriben, que jamás han pensado en publicar. He oído muchas manifestaciones sobre esta actitud, desde que es un tímido, hasta que no publica por querer permanecer en su torre de marfil, intacto, conservadito dentro de un frasco de formol.
Apartándonos de este particular modo de vivir, el abordaje a un escritor, el querer  exponerlo a las críticas de los lectores, significa, y lo digo con el mayor respeto, poseerlo, sin ambages ni delicadezas. Por eso, y quizás por algunas otras razones, ciertos escritores se niegan o  se cierran y no publican, porque temen ser descubiertos en su intimidad. De ahí, que publicar  exige una valentía a toda prueba. El coraje implica una experiencia amasada con dolor, alegrías y decepciones. Y ser valiente  significa mandar al diablo el prurito de qué dirán. Es posible que a Garini le hayan faltado al principio los elementos impulsadores para publicar en su debido tiempo. Él declara haberse retardado veinte años. A mi juicio no fue la falta de oportunidad. Ya veremos cuáles son las razones por las cuales me atrevo a emitir esta idea.

L. S. Garini -seudónimo de Héctor Urdangarín- murió en agosto del ochenta y tres, a los ochenta años, soltero, solitario, pobre.  Últimamente compartía una casita en un balneario, con otro amigo,  también soltero y pobre. Pero Garini no fue un hombre ajeno a este mundo -debemos resaltarlo- ni dejó correr el tiempo indiferentemente: la prueba surge de su producción, aunque no publicó. Estudió, viajó a Europa, y leyó a todos los escritores importantes franceses de su época y de  la literatura universal. Lo que quiere decir que estuvo viviendo conjuntamente con los acontecimientos de su tiempo, en esa caldera de hechos de principio del Siglo XX,  que marcaron toda la centuria. Según referencias de testigos amigos, el impacto de la revolución bolchevique le parecía monstruosa, y era, si se quiere, lógico, puesto que rompió los cánones referenciales de la historia. Este viraje tan poco ortodoxo de poner en manos de la clase obrera la marcha de una nación, no era fácil de entender. Mucho más fácil para el entendimiento general, masivo, era el advenimiento del nacional socialismo alemán o el fascismo en Italia. Garini, por su extracción socio-económica, y educación, no podía compartir esa postura internacional. De ahí, me atrevería decir, que  su visión nihilista encajaba dentro de su postura  con respecto al absurdo. Cuando se le pregunta- en una entrevista hecha por su amigo  Julio Ricci, -"¿Qué intenta decir en su narrativa? ¿Es un formidable alegato, no?", él contesta: -"No, yo tengo una visión del absurdo del mundo y de la vida. El mundo es incomprensible, muchas veces inexplicable, no le encuentro explicaciones…" No podía explicar el absurdo del mundo, como tampoco nadie lo puede explicar apelando sólo al irracionalismo  aparente que envuelven los hechos sin tener en cuenta las causas por las cuales se producen los mismos. Quizás sería preciso investigar las leyes que regulan la convivencia de los hombres dentro de esa complejidad de factores que nos envuelven y determinan. Garini debió entender el absurdo como  si fuera una especie de fatalismo inexorable.
Un escritor como Garini prefiere no explicar  el absurdo. Parecería que  no quiere aceptar que la historia tiene sus leyes de juego que poco o nada son manejables. Su literatura se arrincona en una especie de absurdo inexcusable, que el mundo no sólo es contradictorio sino inmodificable. Una lectura atenta de sus cuentos me deja esa sensación. - "¿Qué puede decir de los escritores hispanoamericanos?" -le interroga Ricci- "En general tengo poco que decir" -responde, desganado- "No me atrevería a emitir juicio. Me cuesta trabajo meterme en sus mundos y maneras narrativas. Yo diría que admiro a algunos uruguayos". "¿Cuáles son los maestros que usted admira?". "El eterno Flaubert". - "¿Por qué?". -  "Por varios motivos" -vuelve a responder, indeciso. "¿Cuáles son?"  Y contesta con esta ambigüedad: “Lo admiro por los enormes problemas resueltos con profunda capacidad, con sagacidad, con detalles enormes…"

Un intento de explicación
   La obra de Garini es un producto estético y, en consecuencia, motivo de estudio, en su forma y fondo. No en vano los que  la han abordado hallan en sus relatos elementos muy particulares. Desde los que  no consideran a Garini un expositor de temas importantes, hasta aquellos que lo tratan de un revolucionario por su modo expositivo.
Julio Ricci, amigo personal de Garini,  ha dicho: “La brevísima obra de Garini se destaca por la originalidad o heterodoxia del enfoque con que construye su visión de lo humano. Esa visión parece como proyectada desde un ángulo de inexplicable objetividad en que los personajes son vistos en una suerte de ajenidad existencial”.
En 1929, con veintiséis años, no es aventurado imaginar al universitario, con las primeras herramientas puestas al servicio de la defensa de su credo político-ideológico tratando de explicar las causas y los efectos de la crisis económica mundial. También, es posible, que haya tomado posición intelectual y política cuando el presidente Terra disolvió el Parlamento, el Consejo Nacional de Administración e intervino los entes autónomos.
Garini pertenecía a las familias agrícola-ganadera de este país, en consecuencia, afectadas por la crisis.  Nadie,  podía ver la salida de ese estado de postración económica, situación que  incide de forma decisiva en la configuración moral y psicológica de los ciudadanos uruguayos. Agreguemos a este panorama la coyuntura económica que se arrastraba de la guerra del catorce que se suma al  desajuste europeo de la década del 20. El canciller Adolfo Hitler  -como dije- maniobraba en la Reichstag para culpar a los comunistas de los desmanes que sus secuaces provocaban; en Italia, Benito Mussolini (Il Duce) del partido fascista, modificaba los parámetros de la política internacional. Estalló la guerra civil española. La muerte del poeta Federico García Lorca (1936) provocaría una reacción sin precedentes  en nuestra Iberoamérica y la declaratoria de la Segunda Guerra Mundial, setiembre de 1939, culminaría ese proceso de  desgastamiento moral de la humanidad.
En el año 1937, Garini hace su primera visita a Europa. París lo fascina. Mirado desde esa metrópoli, Montevideo es un átomo inidentificable, succionada por la importancia de la cosmopolita Buenos Aires.
Cuando nuestros críticos del 45 incursionan en la vida nacional, y tratan de explicar  el "desfasage" en el pensamiento  uruguayo, la Generación Crítica del 45, para explicar el cambio de mentalidad de los intelectuales, considera  la guerra como el detonante de situaciones irreversibles. Uruguay también se fractura, está dentro de esa gran marmita mixturadora de ingredientes socio-políticos internacionales. Ninguna nación queda indemne después de semejante conmoción, ningún estado, ningún hombre escapa a estas determinantes. Encuadrar al escritor Garini, en función del entorno de esa época, quizás sea un  método apropiado para explicar su obra.
Prefiero meterme en su estilo expresivo –partiendo del principio que “el estilo es el hombre”-. Siendo así,  su conformación psíquica e intelectual  se adviene  mejor para explicar –aproximarse– a su discurso expresivo. Ricci, por ejemplo, tratando de explicar este aspecto lo compara con otros escritores de talla con la forma de iniciar un cuento o relato. En el procedimiento del arranque se percibe una diferencia que, a mi juicio, obedece a la contextura cerebro-emocional.  Ricci  atribuye  esta diferencia  al grado de apreciar el contexto, a una virtual diferencia  de modalidad estilística. Dice Ricci: “Con variantes de sensibilidad, unos y otros se mueven dentro de coordenadas semejantes que contrastan con las que configuran el estilo de Garini”.  Esta apreciación está directamente relacionada a sus enfoques temáticos, vinculados a sus intereses emocionales. La manera de presentar, pues, uno u otro de sus temas, no es otra cosa que su conformación psíquica muy personal. “Heterodoxa”, como dice Ricci cuando trata de explicar su “ajenidad o extrañeza, o rareza”. Nos pone en contacto con su visión “sui-generis”, de su particular mundo –que algunos suponen onírico, y nos mete en esa especie de realidad sin emociones, puramente descriptiva, sin adornos adjetivales ni connotaciones sugerentes. Sus personajes, los objetos y alguna referencia locativa o paisajística, se nos antoja alejadas de nuestro mundo cotidiano. Claro, que para explicar estos efectos es preciso, también ubicarle sus artilugios léxicos y sintácticos, como son, por ejemplo, la reiteración de nombres, el abuso de las conjunciones, los etcéteras,  (cuando busca minimizar la importancia de la descripción), y, finalmente, y no es menos llamativo, el gusto por la doble titulación del cuento. No creo que todos estos recursos sean fruto de su especulación estética; ni de su afán por querer ser singular. Apoyándome en la cita mencionada, de  que el estilo es el hombre mismo, me inclino a calificarlo de hombre diferente. De ahí, su originalidad, la ajenidad y la extrañeza que sirven para  calificar a lo que resulta ser tan inexplicable.
Ahora si, los textos que escribimos y lo que nos hubiera gustado escribir, todo podrá encontrarlo en http://hbral.blogspot.com

la biblioteca
de
HUM BRAL

Cuentos
Poesías
Crónicas.


 Y los grandes maestros que siempre es bueno tenerlos a mano.

Opiniones sobre Garini

Desmañado y antiliterario

"La desolación y la desgracia no son temas originales ni en la vida ni en la literatura, pero es absolutamente original la mirada con que Garini las descubre y las palabras con que las dice. Los hombres que atraviesan por sus cuentos tienen urgencias elementales, necesidad de ser amados o de ser comprendidos. Y a ese personaje que a Garini le preocupa le es negado el alimento o un cuarto de baño; una mirada tierna de madre o un poco de piedad para su sufrimiento, para su absurdidad o para su anomalía. El estilo de Garini es el más desmañado y antiliterario que pueda esperarse. En lugar de aplicar la energía creadora a la persecución de las palabras, los ritmos y los efectos, corta con frecuentes etcéteras los períodos gramaticales. Echa por la borda todo lo que no sea la desgarradora situación de sus criaturas y así consigue crear el mundo más patético  e ilevantable para la esperanza de la narrativa de los 60".

* Mercedes Ramírez en "Los nuevos narradores", Capítulo Oriental, la historia de la literatura uruguaya", Nº 38, Montevideo, 1969.
Garini y HUM BRAL

El 11/12/1992, El País Cultural le dedicó su nota de tapa a L.S.Garini, en un artículo titulado  “Las vidas de un escritor secreto”, del crítico literario Pablo Rocca. En la portada de este suplemento se incluye este dibujo de  Guillermo Fernández, y en el desarrollo del artículo Rocca comenta (y a la vez se queja) porque HUM BRAL  publicó  un par de cuentos de Garini. “Un mundo extraño”, subtitula Rocca, y expresa:  “Hace poco, Ricci (Julio) recibió en Mercedes, de manos del historiador local Manuel Santos Pírez, un brevísimo volumen firmado por Casimiro Cassinetta y editado en aquella ciudad en 1931. Estos breves “Cuentos divinos”  habrían salido, así se afirma sin pruebas concluyentes, de la escritura de Garini. O de Urdangarín. Curisamente, una revista de circulación limitada que aparece en Mercedes, Hum-bral, republica en setiembre de 1990, dos cuentos que pertenecen al libro “Equilibrios” (“La cacería” y “Las botas amarillas”) conteniendo leves variantes y una advertencia apocalíptica con inquietantes mayúsculas: “Para el caso de este cuento de Garini, QUEDA EXPRESAMENTE PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN TOTAL O PARCIAL, NI AUN MENCIONANDO LA FUENTE. Si bien los derechos  sobre el mismo no son de nuestra pertenencia, así lo fue acordado entre Hum-bral  y la persona que nos lo acercó”.
¿Cuál era el origen? ¿Quién decide el destino de sus aparentes inéditos?” .

Reportaje en “La Cabra”

Esa propensión de Garini por mantenerse al margen del mundo ha llevado a que apenas si conozcamos algunas de sus opiniones literarias, muchas veces por terceros, o por ese escueto reportaje realizado por Estrázulas. Resultando valiosísimo el testimonio de un casete atesorado por Wilson Armas donde se registra un diálogo a medio camino del reportaje realizado por Julio Ricci a Garini, y donde participa también (como uno de los personajes de sus cuentos)  Ricardo González.

Julio Ricci- “Hoy es primero de Enero de 1979. Hemos venido a la casa de Héctor Urdangarín, como escritor Garini, y de Ricardo González, en las afueras de Montevideo, y vamos a hablar de nuestros proyectos para este año, proyectos  literarios, sobre todo. ¿Cuales son sus proyectos entonces?...”
L.S.Garini- “Y publicar el libro de cuentos, con la editorial del querido amigo Julio Ricci.”
J.R.- “¿Qué otros proyectos?”
L.S.G- “No, casi ningún otro proyecto.”
J.R.- “¿Tienen pensado salir de Montevideo para instalarse en algún apartamento?”
L.S.G.- “No, por el momento, mientras no nos expulsen de de este pequeño castillo... (ríe)”
J.R.- “¿Están bien, se sienten bien aquí en el campo?”
L.S.G.- “Si.”
J.R.- “¿Cómo se siente de salud actualmente, después de estos...?”
L.S.G.- (No lo deja terminar) “Bien, bien”
J.R.- “¿Está comiendo mucho?”
L.S.G.- “No. Estoy comiendo correctamente”.
J.R.- “Ahora quería hablar un poquito de la literatura actual si a Ud. le parece correcto. Los escritores...”
L.S.G.- “¿Hispanoamericanos?”
J.R.- “Si en general”
L.S.G.- “En general, no me atrevería casi a emitir juicios. Me da un poco de trabajo entrar en sus mundos, y en sus maneras narrativas. Diría casi que prefiero, en general a algunos uruguayos, viejos y algunos muy nuevos.”
J.R.- “González. ¿Que proyectos tiene para el año que viene?”
Ricardo González - “Y, los proyectos míos son tan pocos, son demasiado pocos, con no mucho optimismo”
J.R.- “¿Por qué poco optimismo?”
Julio Ricci y L.S. Garini
G.-  “Y, es mi manera de ser, y de pensar así”.
J.R.- “Pero con poco optimismo no se llega muy lejos”
G.- “Es que yo estoy enfermo”.
J.R.- “¿Enfermo de qué?”
G.- “De espíritu”
J.R.- “¿Del espíritu?”
G.- “Y claro, cuando uno está enfermo del espíritu no se hace muchas ilusiones.  Nos pensamos quedar en la chacra, por ahora. En este momento hemos tenido la grata visita de nuestro amigo, que lo podemos considerar así”.
J.R.- “Yo he tenido la grata comida”
G.- “Nos comieron todo el conejo”
J.R.- “El conejo estaba muy bueno”
G.- “Nos tomaron todo el té, todo un pan de dos kilos, pero yo quedo satisfecho porque creo que les gustó”
J.R.- “Bueno, sigamos hablando un poco más de literatura. Sus grandes maestros, los hombres que usted...”
L.S.G.- “¿Los que admiro?”
J.R.- “Los que más admira, si”
L.S.G.- “Bueno, en primer lugar el eterno Roberto” (Arlt)
J.R.- “¿Por qué motivo?”
L.S.G.- “Por varios que son los que más importan en literatura”.
J.R.- “O sea”
L.S.G.- “Su técnica, más profunda de lo que parece, su enorme, capacidad de profundizar en detalles que otros no tratarían, detalles aparentemente insignificantes, que quedan resueltos por Flaubert de una forma en detalles enormes. Y después, Maupassant, (no se entiende lo que dice), eh...”
J.R.- “¿Zolá?”
L.S.G.- “No tanto”
J.R.- “No tanto”
L.S.G.- “Voltaire, Proust...”
J.R.- “¿En general los franceses entonces?”
L.S.G.- “No. Y una admiración muy, muy grande, por un Aldous Huxley, Lord Byron, más atrás. El “Hamlet” de Schakespeare. Y después en los americanos Ambrose Berice, Sheldon, Anderson, y...”
J.R.- “¿Y Faulkner en los modernos?”
L.S.G.- “No. Faulkner más o menos, lo admiro en algunas cosas, en otras no, pero no es de los escritores que me estusiasmen”
J.R.- “¿No es de su mayor agrado?”
L.S.G.- “Que me entusiasmen verdaderamente, no”.
J.R.- “¿Qué es lo fundamental en un escritor para usted? ¿El tema, la técnica, el contenido?”
L.S.G.- “No, es otra cosa más profunda. Yo no hago una gran separación entre fondo y forma. Que le tengo que dar, entre paréntesis, después cuando tenga la carpeta se la voy a llevar, se la voy a llevar porque son varias, mis apuntecitos sobre fondo y forma”
J.R.- “¡Ah, si! Me interesa mucho los apuntes”
L.S.G.- “Creo que no se puede separar. Cuando se tiene cierta forma, necesariamente, y aunque uno no lo quiera tiene cierto fondo, y cuando se tiene cierto fondo se tiene cierta forma, porque si yo voy a decir algo, y lo quiero decir de cierta manera lo tengo que decir con determinadas palabras, ciertos sustantivos, con,  por ejemplo si quiero un estilo de cierta profundidad, y a donde el autor desaparezca  tiene que haber muy pocos adjetivos, o a veces casi ninguno, casi reemplazados por adverbios o formas adverbiales. No puedo poner símiles ni metáforas con determinados temas, porque si no, no los realizo, no queda realizado”.
J.R.- “Usted es  muy económico en su expresión”
L.S.G.- “Si”
J.R.- “Una economía de evitar incluso los nombres propios”
L.S.G.- “Todo eso es premeditado, y después de -aunque le parezca increíble- largos estudios. No se olvide Julio, que yo estoy atrasado en unos 25 a 30 años”
J.R.- “¿Con respecto a qué?”
L.S.G.- “Con respecto a lo que tendría que haber hecho. Yo estoy haciendo ahora lo que tendría que haber hecho, estamos en el 79, lo que tendría que haber hecho  en el  49, ya tendría que estar hecho. Y este libro que su editorial me va a publicar tendría que haber salido en 1948, o 50, a lo sumo 50. Ahora yo tengo un libro, por ejemplo “Equilibrio”  lo terminé en el invierno del 51, y se publicó en el  66”.
J.R.- “¿Y estos cuentos?” (haciendo mención a “Equilibrios y otros desequilibrios” que se editaría en junio de 1979)
L.S.G.- “Estos cuentos son de varias épocas”
J.R.- “¿Anteriores a “Equilibrios”?.”
L.S.G.- “Posteriores. Estos cuentos que usted tiene son todos posteriores a “Equilibrios”. Posteriores en varios años. “Equilibrios” lo empecé en enero del  50 y lo terminé en agosto, principio de setiembre del  51. Otro que tengo, que es un relato largo que después se lo voy a entregar lo empecé en San Sebastián en el año 52 y lo terminé, lo escribí casi después en La Floresta, me lo pasaron en limpio, en Atlántida, en el  55, y está ahí todavía sin publicar”.
J.R.-  “¿Cual es ese?”
L.S.G.- “Uno se que llama Un sitio donde continuar viviendo”
J.R.- “¿Es una especie de novela?”
L.S.G.- “Es una novela un poco más larga que Equilibrio 
J.R.- “Ah, eso me lo tiene que pasar también para verlo”
L.S.G.- “Si. Un ejemplar lo llevó Aguerrebere”
J.R.- “¿Cuando?”
L.S.G.-“Hace tiempo ya, pero Agerrebere como buen inglés lo debe haber mandado a Inglaterra para imprimirlo. No lo vi. más”.
J.R.- “¿Pero tiene otro?”
L.S.G.- “Tengo otro si, se lo voy a pasar. Mañana mismo de doy el último vistazo...”
J.R.- “Si lo trae cuando venga a casa, así lo puedo leer”
L.S.G.- “Se lo voy a llevar, tengo que darle una última corrección y se lo voy a llevar”
J.R.- “Un sitio donde vivir”
(posiblemente  González) - “Donde continuar viviendo”
L.S.G- “Donde continuar viviendo. Si”.
J.R.- “A si. ¿Usted que intenta decir en su narrativa? ¿Qué es lo fundamental, la idea fundamental que hay detrás de todo lo suyo? ¿Hay un alegato a la sociedad?”
L.S.G.- “No. Hay una visión, como le diré, del absurdo del mundo y de la vida. Hay un libro que se llama “El mundo no es absurdo”, que creo que es de un ex profesor y ex director de liceos don Washington  Lockhart, y  yo diría que no.Yo siempre al mundo lo vi absurdo, muy absurdo”.
J.R.- “Yo también”
L.S.G.- “Si. Aún incomprensible muchas veces”
J.R.- “Inexplicable”
L.S.G.- “Inexplicable, por más que uno busque explicaciones no las encuentra”.
J.R.- “Bueno, hemos hablado bastante, está por terminar la cinta así que...”
L.S.G.- “¡Ah!, bueno entonces”
J.R.- “Entonces todos nos deseamos un feliz año 1979.”

Felipe Novoa, González, Domingo Bordoli, Julio Ricci, L.S.Garini. Novelli, Márquez, y Ariel Méndez,  en 1979, en la casa de Camino La Cabra, quizá el mismo día que fue realizado este reportaje.  Habitualmente los amigos se reunían los domingos, comida y mucho alcohol de por medio, a dialogar sobre literatura y arte.