Crisis
capitalista en el marco de las democracias occidentales
Carmen Malarée
El derrumbe de lo que se conocía como modelo socialista
de la economía en los países de Europa del Este y la entonces llamada Unión
Soviética dio paso a una noción general de triunfo del otro modelo económico:
el capitalismo. Con la derrota del primero la única alternativa factible al
mundo era acoger y afianzar las estructuras que promueven la iniciativa
privada, el libre mercado, la competencia, la ganancia e inversión de capitales
para el crecimiento económico de las naciones. La ideología del libre
pensamiento y su libertad de expresión, el sufragio universal y el
funcionamiento de instituciones políticas que respondan a la voluntad popular,
son parte integrante de este proceso, aunque existen excepciones como la China , que se ha integrado
al mercado capitalista manteniendo estructuras de poder que no calzan con la
noción democrática de Occidente. A poco más de dos décadas del predominio
ideológico mundial de este modelo, cunde el descontento popular en la esfera de
países desarrollados, que se manifiesta en protestas callejeras organizadas
principalmente gracias al manejo de la moderna tecnología de comunicación. Las
protestas comenzaron en forma puntual cada vez que tenía lugar una conferencia
en la cumbre de los G20, pero actualmente intentan ser parte integrante, activa
y permanente de la sociedad. En esta nueva versión de protesta callejera son
visibles las pequeñas tiendas de campaña en donde se despliegan pancartas con
slogans apuntando el dedo acusador a la voracidad de inversionistas, expertos
en malabarismos financieros que tienen como objetivo crear dinero por medio de
la especulación. En el Reino Unido y los Estados Unidos se han levantado con el
nombre de “Occupy”, que las identifica con un objetivo común: ocupar con su
presencia emplazamientos urbanos notorios de operaciones de inversión capitalista
como Wall Street en New York. Desde allí el movimiento se ha extendido a otras
regiones del país con sus propias denominaciones, en las que se identifica el
propósito político y la situación geográfica en que se encuentran, como por
ejemplo “Occupy Boston”, “Occupy Oregon”, “Occupy Chicago”, “Occupy Los
Angeles”. En el Reino Unido, en Londres, el grupo “Occupy” se ha instalado en
el recinto de la Catedral
de Saint Paul, cercano a “The City” centro de operaciones financieras de la
capital. Esto ha desencadenado la condena del gobierno, divergencias de opinión
dentro de la iglesia anglicana y orden judicial de desalojo de los ocupantes.
Ante tal amenaza el lema de los que protestan en grandes letras ha sido “What
would Jesus do?” (“¿Qué haría Jesús?”). Este llamado remece la conciencia
cristiana, llama a recordar las enseñanzas de Jesús frente al dinero contenidas
en el Nuevo Testamento, que dicen que más fácil sería pasar un camello por el
ojo de una aguja que hacer entrar a un rico en el reino de los cielos, como
también su reacción ante los mercaderes, a quienes expulsó violentamente del
templo, y de dar al César lo que es del César. Con ello el movimiento de
protesta ha impulsado a la iglesia a pronunciarse ante el conflicto, objetivo
que ha logrado en parte. El primer ministro, David Cameron, ha declarado en
cambio que no se puede permitir que la gente monte sus tiendas en el primer
lugar de Londres que se les antoje, en tanto que el líder de la oposición, Ed
Miliband, escribiendo en The Observer, semanario nacional, ha
demostrado tener una actitud conciliatoria aduciendo que la protesta de
“Occupy” refleja el sentir de muchos ciudadanos con respecto a los valores que
representan la clase política y el mundo de los negocios, y que en definitiva
es una advertencia a los políticos acerca del sentir popular. Son, dice,
“señales peligrosas”, “una advertencia” que sólo políticos irresponsables
pueden ignorar. En el Reino Unido otras manifestaciones de descontento popular
han tenido lugar en los últimos meses: desde el norte de Inglaterra el 1 de
octubre salió una marcha cubriendo 330 millas organizada por “Youth Fight for
Jobs” (“La Juventud
Marcha por Trabajo”), rememorando la famosa “Jarrow March” de
1936, cuando 200 desempleados marcharon desde Jarrow, al noreste de Inglaterra,
a Londres, con una petición firmada por 12.000 personas para que el gobierno de
entonces creara puestos de trabajo. Principalmente compuesta por jóvenes, la
marcha actual tomó cinco semanas en llegar a Londres, donde terminó con una
petición en la casa de gobierno, 10 Downing Street, llamando a reabrir los
servicios comunitarios juveniles que el actual gobierno ha cercenado, a un plan
gubernamental para abrir nuevos puestos de trabajo para el aprendizaje de
ocupaciones técnicas y a una revisión de la política de gobierno acerca de las
matrículas universitarias, cuyo monto puede alcanzar 9.000 libras
esterlinas (cerca de 14.000 dólares) por cada año de estudios. Este movimiento
juvenil hace un llamado a la organización de la juventud a nivel mundial.
Consideran que la educación superior es un derecho ciudadano y un escape a la
pobreza. Declaran que la marcha Jarrow es parte de una revuelta a nivel mundial
de la juventud provocada por la crisis capitalista. Esta revuelta se manifiesta
en España con el movimiento “Los indignados”, una juventud desempleada que
reclama trabajos como medio de sobrevivencia; en Chile, con el movimiento
estudiantil de la educación superior y secundaria que exige fin a la educación
como medio de lucro, el derecho a la educación diciendo NO a la exclusión donde
el acceso a educarse es una mercancía.
Extractado de:
www.letralia.com
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