70 años de Búsqueda
El Hombre de Pekín emerge de nuevo
El Hombre de Pekín, perdido
durante 70 años podría estar debajo de un estacionamiento
de Qingdao. Su primer hallazgo en 1921 dio un vuelco a la historia de la
paleontología cuando se le tildó de “eslabón
perdido”, tópico eslogan ya de la época y que por fin se
materializaba en un estudio científico. El Hombre de Pekín, de un millón de
años de antigüedad, revolucionó el estudio sobre nuestros antepasados, porque
llenaba uno de los huecos de la cadena evolutiva apenas atisbada por Charles
Darwin en 1859. Sin embargo, aquellos valiosos restos óseos se perdieron
durante la Segunda
Guerra Mundial.
La escena podía haberla escrito Steven Spielberg: En 1941 mientras
los japones invadían china, el ejército
estadounidense trataba de sacar las cajas con los restos óseos del puerto de
Quingdao. Durante la batalla se perdió el rastro: uno de los hallazgos más
importantes de la historia de la humanidad se perdía de nuevo.
El profesor sudafricano Lee Berger de la Universidad
de Witwatersran cree haber encontrado los restos
óseos en el mismo Quingdao. Según el estudio histórico que ha elaborado junto a
investigadores chinos del Instituto de Paleontología de Pekín, los restos nunca
salieron del puerto. Berger se basa en el testimonio de Richard Bowen, que
afirma haberlo visto en 1947 mientras servía como marine en la localidad.
Bowen, que hoy tiene más de 80 años, estaba destinado en la base
de Quingdao durante la Guerra Civil china que
sacudió el país tras ser repelida la invasión de los japoneses. EEUU apoyaba
los nacionalistas del Kuomintang liderados por Chiang Kai-Tsek en contra de los
comunistas de Mao Zedong. En 1947 mientras avanzaba hacia Pekín, Mao rodeo la
base con 25.000 hombres.
El testimonio del ex-marine que ha recogido el China Daily
tras haberse publicado en South African Journal of Science pone los pelos de punta:
”Cavamos un montón de agujeros para colocar ametralladoras, y en uno de ellos encontramos cajas llenas de huesos.
Era de noche y nos dio un poco de miedo, así que rellenamos aquel agujero e
hicimos otro… Después fuimos evacuados a Tientsin (la actual Tianjin) y luego a
Estados Unidos”.
El
marine Richard Bowen alrededor
de 1947, cuando vio las cajas con
los huesos en
Quingdao.
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El relato es creíble ya que lo que se sabe es que los restos
estuvieron en manos de militares estadounidenses en ese mismo lugar, el
conocido entonces como puerto de Qwingdao, -a 500 km de Shanghai en la
costa del mar de China- por los occidentales en 1941, lo que hace muy plausible la
versión.
Las detalladas pistas que ha dado el ex-marine sobre la ubicación
donde se produjo el incidente de 1947 , han llevado a Berger a determinar que
las cajas con los restos óseos se hallan en un estacionamiento
de unos a almacenes de la Compañía de Exportación e Importación de
Comida de Hebei, la provincia vecina a Pekín donde se halla Qinhuangdao.
Si sus colegas Johan Gunnar Andersson, de Seucia, Otto Zdansky, de
Austria y Davidson Black de Canadá lo arrancaron a la tierra de las leyendas del Dragón entre
1921 y 1927,
Bergery el resto de científicos tenían que arrancarlo de las veliedades y
vericuetos de la Historia.
Los restos podían haber quedado enterrados otra vez, quizás hasta
que no pasara otro millón de años y de forma casual alguien lo encontrase como
ya ocurriera la primera vez en 1921, en Zhoukoudian
a unos 40 km
de Pekín.
Lo cierto que Gunnar Anderson localizó los restos en un mercado de
Zhoukoudian, un lugar alejado de todo sobresalto y donde se venían las
preciadas piezas como dientes de Dragón.
Para todos eran la personificación de un concepto tan crucial en
la cultura china como el yang, simples amuletos, de una intensa carga
masculina, que preveían problemas de salud o acababan con las malas cosechas.
Sin embargo, a Johan Gunnar se le revelaron como una cruciales reliquias de la Prehistoria que era
preciso estudiar y que pasaban totalmente desapercibidas.
Tras unas primeras pesquisas entre los habitantes de Zhoukoudian
el sueco llegó a una cueva conocida como la Colina de Huesis de Dragón. En ese punto se
unieron a las investigaciones, el peleontólogo austriaco Otto Zdansky, el
anatomista alemán Franz Weidenreich el religioso francés Pierre Teilhard de
Chardin y por último el paleontólogo canadienswe David Black.
Este último acabaría con los laureles de la investigación ya que
fue el único que se quedó tras otro de los accidentes de la Historia : las revueltas campesianas de 1925 que hicieron marcharse al
resto de investigadores y que puso en peligro el proyecto.
En 1926, Black publicó su estudios, que supusieron un punto de
inflexión, y que reescribían el Árbol
Genealógico del hombre al introducir aquellos restos dispersos de
huesos fósiles como Sinantrophus pekinensis que desde entonces se conocería como
Hombre de Pekín.
Con una capacidad craneal media de 1.093 centímetros
cúbicos (aproximadamente el 80% del Homo Sapiens) el hombre de Pekín
representaba una forma humana muy cercana al hombre de Java descubierto por
Eugene Duvois en 1891. Finalmente su importancia paleontológica hizo que en
1950 el biólogo Ernst Mayr asignara las dos especies al género Homo y que
acabara teniendo su propia subespecie, el Homo Erectus, uno de los antepasados
directos del Homo Sapiens del que derivamos.
Extraído de: www.laaventuradelahistoria.es
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