Julio Ricci (1920-1995)
La cara secreta del mundo
Wilfredo Penco
Tuvo como preocupación central, para su
literatura, según el mismo indicó “servir al hombre y a la condición humana”.
Ya sobre el final de su vida, Julio Ricci volvió a confesar, sin equívocos, sus
objetivos literarios. “Escribo para mostrar los problemas del hombre de hoy”,
le dijo a Bernard Bretonniere, en el que sería
el último de sus libros, “Le désamement”, publicado el año pasado en
Saint Nazaire, Francia, como edición bilingüe. Junto a la entrevista, que
resume con precisión sus opciones ideológicas y estéticas, se incluye un par de
relatos concebidos como manifestación, casi denuncia, de la deshumanización
colectiva.
Esas narraciones cierran una larga serie
que Ricci comenzó a publicar en su madurez (el primer libro, Los maniáticos, es
de 1970), todas variantes de una misma visión desoladora e implacable,
abastecida por personajes patéticos perdidos en callejones sin salida que
protagonizan situaciones sórdidas, patológicas, abrumadoras, siempre
extremas paradigmáticas de soledad.
Cada cuento es una muestra perdurable de
incomunicación e incertidumbre, de ferocidad y desencanto y también de humor corrosivo. La cara secreta
del mundo, oculta bajo apariencia de lo normal, queda al descubierto en una
operación que invierte valores y costumbres y no deja lugar a la esperanza:
cuando ésta se realiza es inevitablemente “sin pena ni gloria”.
El grongo (1976), Ocho modelos de la
felicidad (1980))Cuentos civilizados (1985), Los mareados (1987), Cuentos de fe
y esperanza (1990) y Los perseverantes (1993) son, junto a los dos antes
señalados, los títulos de sus libros de narrativa, en los que apela a procedimientos
diferentes que pueden rozar el modelo de
la ciencia ficción, desplegar recursos alegóricos, desmedirse en inflexiones
grotescas, incursionar en parodias, incluso apoyarse en los límites de lo
fantástico, todo al servicio de la perspectiva de una
objetividad virtual, donde se confunden
miserias y abyecciones y se desploma el peso descomunal de la alienación
en las sociedades contemporáneas.
Su dominio de varios idiomas le permitió
trabajar sobre el lenguaje original desde estructuras diferentes. También el lunfardo abasteció con
naturalidad sus necesidades expresivas. Esos enfoques habilitaron una
compaginación deliberadamente buscada entre la marginalidad de seres devorados
por el vacío de una rutina demoledora, la precariedad de su desamparo y el
alienante desarrollo tecnológico sin control acompañado por una monstruosa
burocracia que aplasta vidas sin concesiones.
Egresado del Instituto de Estudios
Superiores como profesor de literatura española, se especializó en lingüística, materia sobre
la que dictó cursos en centros de formación docente y realizó trabajos de
investigación. Tradujo al español
diversas obras literarias, sobre todo del sueco, tuvo una acotada experiencia
como editor, promovió al injustamente olvidado y notable narrador L.S. Garini y
dirigió la revista “Foro Literario” (1977-1988) cuyos 17 números presentan
notorios desniveles en la calidad de sus colaboraciones.
En su bibliografía crítica se destacan
estudios de Fernando Aínsa, Giovanni Meo-Ziiio y Roberto Bula Píriz y dos volúmenes, “El hombre fracturado en la
narrativa de Julio Ricci” (1990) y “El inmovilismo existencial en la narrativa
de Julio Ricci (1993), que recogen cada uno de los siete ensayos (de Matilde Bianchi, Martha Canfield, José
Angeles, Ketty Corredera, Isolde Jordan, entre otros) sobre la obra y el
último también un entrevista de Fernando
Buttazzoni. A diferencia de su lo habitual, el reconocimiento a su labor no fue
póstumo.
- Semanario Brecha, 29 setiembre 1995, Montevideo.
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(*) Si desea seguir leyendo puede
encontrar más información sobre Julio Ricci y sus consideraciones sobre la obra
de L.S. Garini, puede encontrarla en la edición especial de HUM BRAL, “Garini, las máscaras de un raro”
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