De la ocasión en
que este Escriba tuvo que dejar su pluma ociosa
Escriba medieval
Amados Cofrades: nada mejor para acomodar el talante y
reforzar el ánimo, que un buen sol entrando por los ventanales sin importar la
pobreza que vista tu morada. Cuando la lluvia abunda y la humedad se corta como
queso de cabra, el carácter se estropea y el mal humor cunde. Acaso esa sea la
razón entonces, para que lleve varios días sin salir de mi scriptorium.
Verdad
es que basta para sustento de mi cuerpo un poco de vino y algún mendrugo, pero
también verdad es que mi espíritu padece una voracidad superior a los
requerimientos de mi estómago. Quizá por eso esta noche subido que he a mi
ático en busca de historias que contaros, aunque esta vez dejé a los dioses la
tarea de buscarlas. Solo cerré mis viejos ojos y deslicé al azar los huesos de
mis manos sobre los pergaminos y papiros que allí guardo, para detenerlas luego
en cualquier parte.
“Eneas
huye de Troya llevando a hombros a su anciano padre, Anguises, y de la mano a
su hijo Ascanio. A bordo de su nave pondrá rumbo a Tracia, Creta, Epiro, y
Sicilia…”, dice Publio Virgilio. Entonces me detengo y pienso: ¿cuánto pesa a
cada hombre llevar encima su pasado? ¿Cuánto, tener en la mano su futuro?...
Leo
por varias horas hasta que la candela del ático se extingue, y luego bajo aún
mas preocupado que antes de subir.
¿Qué
dirán los Cofrades deste viejo, que huérfano de ideas se confiesa, y que aún
los Maestros de las letras no logran animarle?
“Escribe
con el corazón si tu intelecto está ayuno de palabras que poner en tinta”,
díjome Aldux a través de un mensaje enviado en la pata de “Ad-Inet”, su paloma
morisca favorita. Sabe este pillastre que buen tiempo hace que nada de lo que
hago me conforma, y respondíle que si el gran Virgilio pidió en su lecho de
muerte que destruyeran “La
Eneida ” –su obra magna- por considerarla imperfecta, qué
quedaría entonces para este humilde, que acaso alguna vez al año logra hilvanar
dos frases seguidas con coherencia…
Pero
me quedo con la imagen de Eneas y pienso; todos llevamos a nuestro padre a
hombros pese a que no seamos conscientes desa industria, así como de la mano al
futuro, que representa nuestras acciones diarias. Somos arquitectos de nuestras
propias vidas, alentamos esperanzas, celebramos alegrías, y sufrimos la
tristeza. Ergo; nada de los que nos ocurra será ajeno.
Destos
pensamientos colmábase mi ánimo cuando la aurora restituyó la luz sobre la
pequeña y lejana comarca, y llamó a sus trabajos a los míseros mortales. Calcé
entonces mi jubón menos rotoso y un gregüesco de lanilla de seis reales, y
salí.
La
aldea, convertida en infame lodazal por la lluvia destos días, despertábase
perezosamente. Marchaba a su labor el campesino, a su harina el tahonero, a su
avaricia el prestamista, a su altar el Abad Charles, y a su palacio el Señor
Feudal.
Todo
está en orden, me dije, sintiendo el agua inundar inmisericorde mis sandalias.
Compraré
con mi último maravedí un pan para este día, y no habré de preocuparme por
entender el mundo, que al final la existencia es tan efímera que toda ella no
alcanzaría para sacar siquiera una respuesta del talego de interrogantes que
cargamos. Otro día escribiré sobre sucesos cotidianos. Os contaré de la
mezquindad de algunos hombres, y de la grandeza que convive en otros; de las
harto abundantes intrigas de palacio, de cómo se afana por sobrevivir la plebe,
y de las infidelidades de las Damas.
Hoy
dejaré mi pluma descansar en la madera. Mis antiguos pergaminos enrollados en
el ático, y esperaré paciente al viejo Diógenes, quizá el astroso miserable se
conduela deste Escriba, y le preste su farol para dar un poco…apenas casi…de
luz a su intelecto.
Cuando la mente de un Escriba se
quede sin sustento, es mas prudente dejar en paz la pluma, antes que ofender a
los Cofrades con mal cuento.
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