De qué murió Jesucristo,
según los forenses
La
muerte de Jesús fue analizada por médicos que concluyeron que la agonía
provocada por la tortura romana fue muy dolorosa. Qué sufrió el cuerpo de
Cristo cuando decidió dar su vida por humanidad.
Desde el siglo I se buscó alguna respuesta
clara a los motivos que desencadenaron la muerte de quien, según las sagradas
escrituras, diera su vida para limpiar los pecados de toda la humanidad como
gesto de amor eterno.
Más allá de las creencias religiosas en
torno a la resurrección como fenómeno de fe, la existencia de Jesús fue probada
por científicos e historiadores y desde la medicina clínica y forense se
hicieron innumerables estudios sobre las verdaderas causas de su muerte y del
"milagro" ocurrido cuando, al ser atravesado por una lanza, largó
agua de su cuerpo en lugar de sangre.
Los estudios realizados por especialistas
renombrados coinciden en que el hombre debió soportar un tremendo dolor:
"Él sufrió una de las formas más duras y dolorosas de pena capital jamás
imaginada por el hombre", afirmó el portal Christian Answers en una
investigación que concluyó que el sufrimiento se habría iniciado incluso antes
de la vejación.
"Incluso antes de que la crucifixión
empezara, Jesús mostraba claros síntomas físicos relacionados con un intenso
sufrimiento. La noche antes de la ejecución sus discípulos dijeron haberlo
visto en agonía sobre el Monte de los Olivos. No sólo no durmió en toda la
noche, sino que además parece haber estado sudando abundantemente. Tan grande
era el sufrimiento, que había pequeños vasos sanguíneos que se rompían en sus
glándulas sudoríparas y emitían gotas rojas tan grandes que caían al suelo
(Lucas 22:44). Este síntoma de intenso sufrimiento se llama hematohidrosis o
sudor de sangre".
Según ese estudio, el hijo de Dios
"estaba físicamente agotado y en peligro de sufrir un colapso".
Además, al dar cada detalle de su mal estado físico menciona: "Ese era el
hombre al cual los soldados romanos torturaron".
Después de sufrir la flagelación, el largo
vía crucis y la dolorosa crucifixión, "Jesucristo murió de asfixia,
insuficiencia cardíaca aguda y finalmente un infarto al miocardio, pero si
hubiera necesidad de realizar un informe final de las causas clínicas de su
fallecimiento, serían al menos diez los diferentes aspectos médicos que le
causaron la muerte", expuso el doctor Jorge Fuentes Aguirre en la
conferencia Las Causas Clínicas de la Pasión y Muerte de Jesucristo realizada
en la Parroquia del Perpetuo Socorro, en México.
Los diez puntos a los que se refirió –según
secuencia– serían: síndrome de estrés agudo, hipertensión arterial de origen
psicosomático, anemia aguda por pérdida sanguínea, insuficiencia cardíaca
congestiva, insuficiencia respiratoria aguda, síndrome pleural con derrame,
shock por hipotensión, infarto al miocardio, ruptura de ventrículo y muerte.
Los tres momentos claves y de mayor
sufrimiento a los que Jesús fue sometido
La flagelación
El doctor Rubén Darío Camargo, especialista
en medicina interna de cuidados intensivos, analizó en una conferencia
realizada en Barranquilla (Colombia) en 2003 el tipo de castigos que daban los
romanos: "La flagelación era un preliminar legal para toda ejecución. A la
víctima le desnudaban la parte superior del cuerpo, lo sujetaban a un pilar
poco elevado y con la espalda encorvada, de modo que al descargar sobre ésta
los golpes no perdiesen fuerzas. Golpeaban, sin compasión y sin misericordia
alguna".
El instrumento usual era un azote corto
(flagrum o flagellum) con varias cuerdas o correas de cuero, a las cuales se
ataban pequeñas bolas de hierro o trocitos de huesos de ovejas a varios
intervalos.
De este modo, cuando los soldados azotaban
repetidamente y con todas sus fuerzas la espalda de sus víctimas, las bolas de
hierro causaban profundas contusiones y hematomas. Los huesos de oveja –que las
cuerdas de cuero tenían en las puntas–desgarraban la piel y el tejido celular
subcutáneo.
Al continuar los azotes, las laceraciones
cortaban hasta los músculos, produciendo tiras sangrientas de carne desgarrada,
lo que creaba las condiciones para producir una pérdida importante de líquidos
(sangre y plasma). Hay que tener en cuenta que la hematohidrosis (sudoración de
sangre) había dejado la piel muy sensible en Jesús.
La corona de espinas
Después de la flagelación, los soldados
solían burlarse de sus víctimas. A Jesús le fue colocada sobre su cabeza, como
emblema irónico de su realeza, una corona de espinas. En Palestina abundan los
arbustos espinosos, que pudieron servir para este fin; según los
investigadores, se utilizó el Zizyphus o Azufaifo, llamado Spina Christi, de
espinas agudas, largas y corvas.
Esa corona que fue impuesta sobre su cuero
cabelludo era capaz de irritar gravemente los nervios más importantes de la
cabeza, causando un dolor cada vez más intenso y agudo con el paso de las
horas.
El estado de sufrimiento de Cristo, tras
los crudos golpes que "habrían sido suficientes para matarlo, se agravó
con la inserción de las espinas, profundas, en su cabeza". Su cuerpo ya
estaba magullado, cortado y sangrante, y, siguiendo las escrituras y los dichos
de los Apóstoles, no había tenido ningún alimento durante muchas horas, lo que
se habría agravado por la pérdida de líquidos tras las abundantes hemorragias.
Eso hizo suponer que Jesús estaría gravemente deshidratado. Esta tortura brutal
ciertamente lo habría llevado a lo que los médicos llaman colapso o shock.
Cuentan las escrituras que al momento de la
"coronación" congregaron a toda la corte conformada por entre 400 y
600 hombres para burlarse de él: "Allí lo desnudaron, lo hicieron sentar
sobre cualquier banco de piedra, le echaron en las espaldas una capa corta
color grana y le encasquetaron la corona de espinas con fuerza sobre la cabeza,
le pusieron una caña por cetro en la mano derecha y empezó la farsa… ¡Salve,
rey de los judíos! Y le golpeaban la cabeza con una caña y lo escupían, y
puestos de rodillas le hacían reverencias. Después de haberlo escarnecido, lo
desnudaron…" (Mr.15:15; Mt.27:26-30; Jn 19:1-3).
La palabra "corona" hace pensar
en un cerco de espinas en torno a la cabeza, tal como lo presentan los
crucifijos, pero la frase empleada por Marcos al igual que Juan es:
"Plexantes stephanon ex acanthon… epethekan epi tes kefales autou",
lo que significaría, según los investigadores: "Entretejiendo una corona
de espinas que pusieron sobre su cabeza". Estas espinas de una planta
local se entretejían alrededor de la cabeza horizontalmente de la frente a la
nuca pasando por encima de las orejas.
La crucifixión
Los informes que analizan ese momento
relatan que el dolor y el daño causado por la crucifixión fueron concebidos
para ser sumamente intensos, "al punto en que se anhelaría constantemente
la muerte". Según el doctor Frederick Zugibe, la perforación del nervio
medio de las manos por un clavo puede causar un dolor tan increíble que ni la
morfina sería de ayuda.
"Por ser un dolor intenso, ardiente,
horrible como relámpagos atravesando el brazo hacia la médula espinal. La
ruptura del nervio plantar del pie con un clavo tendría un efecto asimismo
horrible". Además, la postura del cuerpo sobre ese tipo de cruz alargaría
por varios días la agonía, ya que ésta fue pensada "para hacer
extremamente difícil la respiración".
El doctor Frederick Farrar describió el
efecto torturador pretendido por los romanos: "Una muerte por crucifixión
parece incluir todo lo que el dolor y la muerte puedan tener de horrible y
espantoso: vértigo, calambres, sed, inanición, fiebre, tétano, vergüenza, humillación,
larga duración del tormento, horror de la anticipación, mortificación de las
heridas no cuidadas...".
Lo resumió como "una sinfonía del
dolor" producida por cada movimiento, con cada inspiración, incluso una
pequeña brisa sobre su piel podría haberle causado un dolor intenso.
Por su parte, Zugibe dijo creer que
"Cristo murió de un colapso debido a la pérdida de sangre y líquido, más
un choque traumático por su heridas. Además de una sacudida cardiogénica que
causó que su corazón sucumbiera".
El médico James Thompson consideró que
Jesús no murió por agotamiento ni por los golpes o por las tres horas de
crucifixión, sino "por la agonía de su mente, la cual le produjo el
rompimiento del corazón". Su evidencia viene de lo que sucedió cuando el
soldado romano le atravesó el costado izquierdo: "La lanza liberó un
chorro repentino de sangre y agua" (Juan 19: 34). "Esto no solo
prueba que Jesús ya estaba muerto cuando fue traspasado, sino que también es
una evidencia del rompimiento cardíaco", opinó. Cualquiera que fuere la
causa final de la muerte, no hay duda de que fue tan dolorosa como
indescriptible.
Cerca del final de su agonía –cuentan las
escrituras– un criminal cruxificado junto a Él se burló: "Si tú eres el
Cristo, sálvate a ti mismo y a nosotros". Quizás, no sabía que el hombre
al cual él hablaba estaba colgado allí voluntariamente.
Jesús permaneció en su agonía y vergüenza
no porque era omnipotente sino por su increíble amor por la humanidad, dicen
las escrituras. Sufrió para crear el camino necesario para la salvación de
todos, de quienes creyeran o no en él.
Si hoy tan solo existiera en algún lugar
una persona que profese la misma intensidad de amor y que se diga capaz de
sacrificar uno solo de sus días para ayudar al prójimo, entonces, todo el
padecimiento que sufrió el hombre considerado el inicio de la vida no fue en
vano.
Extraído de:
http://www.diariodecultura.com.ar
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