viernes, 29 de marzo de 2013


De qué murió Jesucristo, 
según los forenses



La muerte de Jesús fue analizada por médicos que concluyeron que la agonía provocada por la tortura romana fue muy dolorosa. Qué sufrió el cuerpo de Cristo cuando decidió dar su vida por humanidad.



Desde el siglo I se buscó alguna respuesta clara a los motivos que desencadenaron la muerte de quien, según las sagradas escrituras, diera su vida para limpiar los pecados de toda la humanidad como gesto de amor eterno.

Más allá de las creencias religiosas en torno a la resurrección como fenómeno de fe, la existencia de Jesús fue probada por científicos e historiadores y desde la medicina clínica y forense se hicieron innumerables estudios sobre las verdaderas causas de su muerte y del "milagro" ocurrido cuando, al ser atravesado por una lanza, largó agua de su cuerpo en lugar de sangre.

Los estudios realizados por especialistas renombrados coinciden en que el hombre debió soportar un tremendo dolor: "Él sufrió una de las formas más duras y dolorosas de pena capital jamás imaginada por el hombre", afirmó el portal Christian Answers en una investigación que concluyó que el sufrimiento se habría iniciado incluso antes de la vejación.

"Incluso antes de que la crucifixión empezara, Jesús mostraba claros síntomas físicos relacionados con un intenso sufrimiento. La noche antes de la ejecución sus discípulos dijeron haberlo visto en agonía sobre el Monte de los Olivos. No sólo no durmió en toda la noche, sino que además parece haber estado sudando abundantemente. Tan grande era el sufrimiento, que había pequeños vasos sanguíneos que se rompían en sus glándulas sudoríparas y emitían gotas rojas tan grandes que caían al suelo (Lucas 22:44). Este síntoma de intenso sufrimiento se llama hematohidrosis o sudor de sangre".

Según ese estudio, el hijo de Dios "estaba físicamente agotado y en peligro de sufrir un colapso". Además, al dar cada detalle de su mal estado físico menciona: "Ese era el hombre al cual los soldados romanos torturaron".

Después de sufrir la flagelación, el largo vía crucis y la dolorosa crucifixión, "Jesucristo murió de asfixia, insuficiencia cardíaca aguda y finalmente un infarto al miocardio, pero si hubiera necesidad de realizar un informe final de las causas clínicas de su fallecimiento, serían al menos diez los diferentes aspectos médicos que le causaron la muerte", expuso el doctor Jorge Fuentes Aguirre en la conferencia Las Causas Clínicas de la Pasión y Muerte de Jesucristo realizada en la Parroquia del Perpetuo Socorro, en México.

Los diez puntos a los que se refirió –según secuencia– serían: síndrome de estrés agudo, hipertensión arterial de origen psicosomático, anemia aguda por pérdida sanguínea, insuficiencia cardíaca congestiva, insuficiencia respiratoria aguda, síndrome pleural con derrame, shock por hipotensión, infarto al miocardio, ruptura de ventrículo y muerte.

Los tres momentos claves y de mayor sufrimiento a los que Jesús fue sometido


La flagelación

El doctor Rubén Darío Camargo, especialista en medicina interna de cuidados intensivos, analizó en una conferencia realizada en Barranquilla (Colombia) en 2003 el tipo de castigos que daban los romanos: "La flagelación era un preliminar legal para toda ejecución. A la víctima le desnudaban la parte superior del cuerpo, lo sujetaban a un pilar poco elevado y con la espalda encorvada, de modo que al descargar sobre ésta los golpes no perdiesen fuerzas. Golpeaban, sin compasión y sin misericordia alguna".

El instrumento usual era un azote corto (flagrum o flagellum) con varias cuerdas o correas de cuero, a las cuales se ataban pequeñas bolas de hierro o trocitos de huesos de ovejas a varios intervalos.

De este modo, cuando los soldados azotaban repetidamente y con todas sus fuerzas la espalda de sus víctimas, las bolas de hierro causaban profundas contusiones y hematomas. Los huesos de oveja –que las cuerdas de cuero tenían en las puntas–desgarraban la piel y el tejido celular subcutáneo.

Al continuar los azotes, las laceraciones cortaban hasta los músculos, produciendo tiras sangrientas de carne desgarrada, lo que creaba las condiciones para producir una pérdida importante de líquidos (sangre y plasma). Hay que tener en cuenta que la hematohidrosis (sudoración de sangre) había dejado la piel muy sensible en Jesús.



La corona de espinas

Después de la flagelación, los soldados solían burlarse de sus víctimas. A Jesús le fue colocada sobre su cabeza, como emblema irónico de su realeza, una corona de espinas. En Palestina abundan los arbustos espinosos, que pudieron servir para este fin; según los investigadores, se utilizó el Zizyphus o Azufaifo, llamado Spina Christi, de espinas agudas, largas y corvas.

Esa corona que fue impuesta sobre su cuero cabelludo era capaz de irritar gravemente los nervios más importantes de la cabeza, causando un dolor cada vez más intenso y agudo con el paso de las horas.

El estado de sufrimiento de Cristo, tras los crudos golpes que "habrían sido suficientes para matarlo, se agravó con la inserción de las espinas, profundas, en su cabeza". Su cuerpo ya estaba magullado, cortado y sangrante, y, siguiendo las escrituras y los dichos de los Apóstoles, no había tenido ningún alimento durante muchas horas, lo que se habría agravado por la pérdida de líquidos tras las abundantes hemorragias. Eso hizo suponer que Jesús estaría gravemente deshidratado. Esta tortura brutal ciertamente lo habría llevado a lo que los médicos llaman colapso o shock.

Cuentan las escrituras que al momento de la "coronación" congregaron a toda la corte conformada por entre 400 y 600 hombres para burlarse de él: "Allí lo desnudaron, lo hicieron sentar sobre cualquier banco de piedra, le echaron en las espaldas una capa corta color grana y le encasquetaron la corona de espinas con fuerza sobre la cabeza, le pusieron una caña por cetro en la mano derecha y empezó la farsa… ¡Salve, rey de los judíos! Y le golpeaban la cabeza con una caña y lo escupían, y puestos de rodillas le hacían reverencias. Después de haberlo escarnecido, lo desnudaron…" (Mr.15:15; Mt.27:26-30; Jn 19:1-3).

La palabra "corona" hace pensar en un cerco de espinas en torno a la cabeza, tal como lo presentan los crucifijos, pero la frase empleada por Marcos al igual que Juan es: "Plexantes stephanon ex acanthon… epethekan epi tes kefales autou", lo que significaría, según los investigadores: "Entretejiendo una corona de espinas que pusieron sobre su cabeza". Estas espinas de una planta local se entretejían alrededor de la cabeza horizontalmente de la frente a la nuca pasando por encima de las orejas.



La crucifixión

Los informes que analizan ese momento relatan que el dolor y el daño causado por la crucifixión fueron concebidos para ser sumamente intensos, "al punto en que se anhelaría constantemente la muerte". Según el doctor Frederick Zugibe, la perforación del nervio medio de las manos por un clavo puede causar un dolor tan increíble que ni la morfina sería de ayuda.

"Por ser un dolor intenso, ardiente, horrible como relámpagos atravesando el brazo hacia la médula espinal. La ruptura del nervio plantar del pie con un clavo tendría un efecto asimismo horrible". Además, la postura del cuerpo sobre ese tipo de cruz alargaría por varios días la agonía, ya que ésta fue pensada "para hacer extremamente difícil la respiración".

El doctor Frederick Farrar describió el efecto torturador pretendido por los romanos: "Una muerte por crucifixión parece incluir todo lo que el dolor y la muerte puedan tener de horrible y espantoso: vértigo, calambres, sed, inanición, fiebre, tétano, vergüenza, humillación, larga duración del tormento, horror de la anticipación, mortificación de las heridas no cuidadas...".

Lo resumió como "una sinfonía del dolor" producida por cada movimiento, con cada inspiración, incluso una pequeña brisa sobre su piel podría haberle causado un dolor intenso.

Por su parte, Zugibe dijo creer que "Cristo murió de un colapso debido a la pérdida de sangre y líquido, más un choque traumático por su heridas. Además de una sacudida cardiogénica que causó que su corazón sucumbiera".

El médico James Thompson consideró que Jesús no murió por agotamiento ni por los golpes o por las tres horas de crucifixión, sino "por la agonía de su mente, la cual le produjo el rompimiento del corazón". Su evidencia viene de lo que sucedió cuando el soldado romano le atravesó el costado izquierdo: "La lanza liberó un chorro repentino de sangre y agua" (Juan 19: 34). "Esto no solo prueba que Jesús ya estaba muerto cuando fue traspasado, sino que también es una evidencia del rompimiento cardíaco", opinó. Cualquiera que fuere la causa final de la muerte, no hay duda de que fue tan dolorosa como indescriptible.

Cerca del final de su agonía –cuentan las escrituras– un criminal cruxificado junto a Él se burló: "Si tú eres el Cristo, sálvate a ti mismo y a nosotros". Quizás, no sabía que el hombre al cual él hablaba estaba colgado allí voluntariamente.

Jesús permaneció en su agonía y vergüenza no porque era omnipotente sino por su increíble amor por la humanidad, dicen las escrituras. Sufrió para crear el camino necesario para la salvación de todos, de quienes creyeran o no en él.

Si hoy tan solo existiera en algún lugar una persona que profese la misma intensidad de amor y que se diga capaz de sacrificar uno solo de sus días para ayudar al prójimo, entonces, todo el padecimiento que sufrió el hombre considerado el inicio de la vida no fue en vano.



Extraído de: http://www.diariodecultura.com.ar

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