A 109 años del nacimiento de
Salvador Dalí
Salvador Dalí
Salvador Dalí nació el 11
de mayo de 1904 en Figueres, Gerona, y murió en Púbol en 1989. Hijo de un
notario y de una sensible dama aficionada a los pájaros. Más tarde escribiría:
"A los tres años quería ser cocinero. A los cinco quería ser Napoleón. Mi
ambición no ha hecho más que crecer y ahora es la de llegar a ser Salvador Dalí
y nada más. Por otra parte, esto es muy difícil, ya que, a medida que me acerco
a Salvador Dalí, él se aleja de mí".
Puesto que la persecución
sería incesante y el objetivo no habría de alcanzarse nunca y, dado que en
ningún recodo de su biografía estaba previsto que hallara el equilibrio y la
paz, decidió ser excesivo en todo, interpretar numerosos personajes y sublimar
su angustia en una pluralidad de delirios humorísticos y sórdidos. Se definió a
sí mismo como "perverso polimorfo, rezagado y anarquizante",
"blando, débil y repulsivo", aunque para conquistar esta laboriosa
imagen publicitaria antes hubo de salvar algunas pruebas iniciáticas, y si el
juego favorito de su primera infancia era vestir el traje de rey, ya hacia sus
diez años, cuando se pinta como El niño enfermo, explora las ventajas de
aparentar una constitución frágil y nerviosa.
Su precocidad es
sorprendente: a los doce años descubre el estilo de los impresionistas
franceses y se hace impresionista, a los catorce ya ha trabado conocimiento con
el arte de Picasso y se ha hecho cubista y a los quince se ha convertido en
editor de la revista Studium, donde dibuja brillantes pastiches para la sección
titulada "Los grandes maestros de la Pintura ".
En 1919 abandona su
Cataluña natal y se traslada a Madrid, ingresa en la Academia de Bellas Artes
y se hace amigo del gran poeta granadino Federico García Lorca y del futuro
cineasta surrealista Luis Buñuel, de quien sin embargo se distanciará
irreversiblemente en 1930. En la capital adopta un extraordinario atuendo:
lleva los cabellos largos, una corbata desproporcionadamente grande y una capa
que arrastra hasta los pies. A veces luce una camisa azul cielo, adornada con
gemelos de zafiro, se sujeta el pelo con una redecilla y lo lustra con barniz
para óleo. Es difícil que su presencia pase desapercibida.
En los revueltos y
conflictivos meses de 1923 sufre un desafortunado contratiempo. En la Academia de Bellas Artes
a la que está adscrito se producen manifestaciones en contra de un profesor, y
antes de que dé comienzo el discurso oficial y se desate la violenta polémica,
Salvador abandona la sala. Las autoridades creen que con este gesto ha sido él
quien ha dado la señal de ataque y rebelión y deciden expulsarlo durante un
año. Después, de nuevo en Figueras, los guardias vienen a detenerlo y pasa una
temporada en la cárcel.
A la salida de prisión
recibirá dos alegrías. La primera, una prensa para grabado que su padre le
regala, y la segunda, la visita de su excelente compañero de la Residencia de
Estudiantes de Madrid Federico García Lorca, quien, en las calurosas noches del
verano de Cadaqués, lee a toda la familia Dalí sus versos y dramas recién
compuestos. Es allí, junto al Mediterráneo, donde García Lorca redacta la
célebre "Oda a Salvador Dalí", publicada unos años después, en 1929,
en la Revista
de Occidente. Pronto será también Luis Buñuel quien llegue a Cadaqués para
trabajar con su amigo Salvador en un guión cinematográfico absolutamente
atípico y del que surgirá una película tan extraña como es El perro andaluz.
En 1927 Dalí viaja por
primera vez a París, pero es al año siguiente cuando se instala en la capital
francesa y se une al grupo surrealista que lidera el poeta André Breton. Este
último terminará expulsándolo del movimiento algunos años después, en una
memorable sesión de enjuiciamiento a la que Dalí compareció cubierto con una
manta y con un termómetro en la boca, aparentando ficticiamente estar aquejado
de fiebre y convirtiendo así el opresivo juicio en una ridícula farsa.
La triple acusación a la
que tuvo entonces que enfrentarse Dalí fue: coquetear con los fascismos, hacer
gala de un catolicismo delirante y sentir una pasión desmedida e irrefrenable
por el dinero. A esto precisamente alude el célebre apodo anagramático con que
fue motejado por Breton, Avida dolars, acusación que lejos de desagradar al
pintor le proporcionaba un secreto e irónico placer. De hecho, después de
conocer a la que sería su musa y compañera durante toda su vida, Gala, entonces
todavía esposa de otro surrealista, el poeta Paul Eluard, Dalí declaró
románticamente: "Amo a Gala más que a mi madre, más que a mi padre, más
que a Picasso y más, incluso, que al dinero."
Salvador se enamoró de
Gala en el verano de 1929 y con ella gozó por primera vez de las mieles del
erotismo. Es la época en que pinta Adecuación del deseo, Placeres iluminados y
El gran masturbador, pintura esta última que fue atacada y desgarrada por el
fanático grupo puritano los Camelots du Roy. Mientras tiene lugar una
exposición de sus obras en la Galería Goemans de París, la joven y apasionada
pareja se refugia y aísla en la
Costa Azul , pasando los días y las noches encerrados en una
pequeña habitación de un hotel con los postigos cerrados.
En su testamento, el
controvertido artista legaba gran parte de su patrimonio al Estado español,
provocando de ese modo, incluso después de su muerte, acaecida en 1989, tras
una larga agonía, nuevas y enconadas polémicas. El novelista Italo Calvino
escribió que "nada es más falsificable que el inconsciente"; acaso
esta verdad paradójica y antifreudiana sea la gran lección del creador del
método paranoico-crítico, de ese maestro del histrionismo y la propaganda, de
ese pintor desaforado y perfeccionista, de ese eximio prestidigitador y
extravagante ciudadano que fue Salvador Dalí. El chiflado prolífico del
Ampurdán, la llanura catalana barrida por el vertiginoso viento del norte que
recoge las suaves olas del mar Mediterráneo en una costa tortuosa y arriscada,
descubrió el arte de la mixtificación y el simulacro, de la mentira, el
disimulo y el disfraz antes incluso de aprender a manejar su lápiz con la
exactitud disparatada y estéril de los sueños.
Su longeva existencia,
tercamente consagrada a torturar la materia y los lienzos con los frutos más
perversos de su feraz imaginación, se mantuvo igualmente fiel a un paisaje
deslumbrante de su infancia: Port-Lligat, una bahía abrazada de rocas donde el
espíritu se remansa, ora para elevarse hacia los misterios más sublimes, ora
para corromperse como las aguas quietas. Místico y narciso, Salvador Dalí,
quizás uno de los mayores pintores del siglo XX, convirtió la irresponsabilidad
provocativa no en una ética, pero sí en una estética, una lúgubre estética
donde lo bello ya no se concibe sin que contenga el inquietante fulgor de lo
siniestro. Dalí exhibió de forma provocativa todas las circunstancias íntimas
de su vida y su pensamiento.
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