EL PERFECTO DOMINIO DEL CLAROSCURO
Rembrandt
Harmenszoon van Rijn nació en Leiden -Países Bajos- el 15 de julio de 1606 y
murió en Amsterdam en 1669. Nacido en el
seno de una acomodada familia de molineros, Rembrandt van Rijn recibió una
esmerada educación y llegó a ingresar en la Universidad de Leiden, donde
estudió un curso, ya que por entonces decidió dedicarse a la pintura. De los
dos maestros que tuvo, uno en Leiden y otro en Amsterdam, fue este último el
que más influyó en el artista y el que le transmitió las tendencias
italianizantes en boga. De hecho, sus primeras creaciones (como la Lapidación
de san Esteban) manifiestan una evidente influencia del estilo de Pieter
Lastman.
En 1625,
considerándose ya formado, abrió taller en Leiden junto con Jan Lievens (quien
después siguió una trayectoria muy distinta), y no tardó en contar con una
amplia clientela. Durante los años de Leiden, el arte de Rembrandt evolucionó
desde unos inicios de colores brillantes y gestos grandilocuentes hacia una
creciente afirmación del claroscuro. El sabio empleo que hizo el artista de
esta nota tan típica del Barroco es lo que confiere a su obra una fuerza y una
personalidad indiscutibles. Ya en época temprana, hacia 1630, el claroscuro se
convierte en el más poderoso medio de expresión del pintor, tal como evidencian
obras como Sansón traicionado por Dalila y La presentación de Jesús en el
templo.
En 1630, a
raíz de la muerte de su padre, se trasladó a Amsterdam, donde se asoció con el
marchante Hendrick van Uylenburgh, con cuya hija, Saskia, se casó. Comenzó
entonces para él una etapa de prosperidad económica y de vida mundana, que se
truncó repentinamente en 1642, año de la muerte de su esposa. Los reveses
económicos se sucedieron, hasta que en 1656 se vio obligado a subastar todas
sus pertenencias (casa, colecciones de arte, etc.). El consuelo le llegó de la
mano de Hendrickje Stoffels, que entró a su servicio para hacerse cargo de su
hijo Tito y con quien mantuvo una relación sentimental, sin llegar a casarse
con ella para no perder la herencia de Saskia.
Las dos
etapas, próspera y adversa, de la vida de Rembrandt van Rijn se reflejan en sus
obras, particularmente en los autorretratos, un género que el artista cultivó a
lo largo de toda su carrera; mientras que los primeros son alegres, brillantes
y un tanto superficiales, los de los últimos años tienen un carácter sombrío,
sereno, y reflejan una profundidad muy superior. De los numerosos géneros que
cultivó, el religioso y el retrato fueron los dos en que más brilló su talento
de maestro del Barroco.
A Rembrandt
se le recuerda, de hecho, sobre todo por sus magistrales retratos de grupo,
absolutamente alejados de los convencionalismos al uso. La maestría
compositiva, la perfecta caracterización de los personajes, el detallado
estudio de los ademanes, la agudeza de los rostros, hacen de sus tres grandes
creaciones de este género (La lección de anatomía del doctor Tulp, La ronda de
noche y Los síndicos del gremio de pañeros) unas obras llenas de vida y de
genio.
En las
creaciones de los últimos años (El hombre del yelmo de oro, Jacob bendice a los
hijos de José o La novia judía), el pintor eleva todas sus conquistas al plano
de la madurez, del estilo conseguido a base de años y de esfuerzo, y manifiesta
un absoluto dominio de las técnicas y de los efectos.
Rembrandt
fue también un gran dibujante y un grabador genial, que dejó cerca de 1.500
dibujos y alrededor de 400 grabados. Tanto los dibujos como los aguafuertes son
obras plenamente barrocas, dominadas por la acción, el dramatismo y un realismo
derivado de la observación del mundo circundante muy característico del arte de
Flandes y de los Países Bajos. En todo ello se asemejan a las pinturas del
artista, de las cuales se diferencian en la mayor importancia que en dibujos y
grabados tiene la línea sobre el claroscuro.
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