PIERO
DELLA FRANCESCA, MAESTRO DE LA
ARMONÍA
Piero della Francesca
(Piero di Benedetto dei Franceschi; llamado también Pietro Borghese, Borgo del
Santo Sepolcro, nació en el valle alto del Tíber, cerca de Arezzo en 1415, y murió el 12 de octubre de 1492.
Pintor italiano del Quattrocento, actualmente se le aprecia sobre todo como
pintor especialista en frescos, pero en su época fue conocido también como
ungeómetra y matemático, maestro de la perspectiva y de la geometría
euclidiana, temas en los que se concentró a partir del año 1470. Su pintura se caracterizó
por su sereno Humanismo y el uso de las formas geométricas, particularmente en
relación con la perspectiva y la luz.
Por su profundo
conocimiento de la pintura florentina, se cree que pasó una larga temporada en
Florencia, pero su presencia en dicha ciudad sólo está documentada en 1439,
cuando colaboraba con Domenico Veneziano en los frescos (perdidos) de San
Egidio. Su aprendizaje florentino parece indudable en obras como el Bautismo de
Cristo, deudoras del vigoroso planteamiento plástico de Masaccio, del riguroso
orden compositivo de Fra Angélico o de la luminosidad de las gamas cromáticas
de Domenico Veneziano.
Después de realizar otros
frescos, hoy perdidos, hacia 1452 Piero della Francesca empezó a trabajar en el
coro de San Francesco de Arezzo, donde dejó un magnífico ciclo sobre la Leyenda de la Vera Cruz. Esta obra,
que es considerada la más sobresaliente de toda su producción, está basada en
una leyenda medieval muy compleja, y plasmada con grandiosidad y solemnidad,
mediante un perfecto estudio de las proporciones, de tal forma que naturaleza,
arquitectura y personajes se entrelazan y relacion
an con una armonía y un
equilibrio perfectos.
Al acabar esta obra
(1465), Piero fue llamado a la corte humanista de Federico de Montefeltro, en
Urbino, donde permaneció casi hasta el final de sus días. Allí pintó el famoso
Díptico de Urbino, con los retratos y los «triunfos» de Federico y su esposa,
una de las obras más notables del Quattrocento italiano, y la enigmática
Flagelación, de la que se han hecho numerosas interpretaciones.
Tras La Virgen y el Niño con
Federico de Montefeltro (h. 1475) y la inacabada Natividad, Piero dejó la
pintura, quizá porque se estaba quedando ciego. A partir de este momento se
dedicó al estudio de las matemáticas y la perspectiva, y escribió tratados
sobre ambas materias. Después de su muerte, su obra cayó en un completo olvido
y hasta el siglo XX no se ha producido una auténtica revalorización de su
figura.
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