sábado, 14 de diciembre de 2013

INTERTEXTUALIDADES

Fernando Vallejo y Hannah Arendt: apátridas judíos, apátridas colombianos (II)





“Los hombres de las SS sabían que el sistema que logra
 destruir a su víctima antes de que suba al
patíbulo es el mejor, desde todos los puntos de vista,
 para mantener a un pueblo en la esclavitud, en
total sumisión. Nada hay más terrible que aquellas
procesiones avanzando como muñecos hacia la
muerte”

Les Jours de notre mort, 1947, citado por
Hanna Arendt en Eichmann en Jerusalén





Matías Rótulo




La idea de que exista alguien que cumpla órdenes crueles como las cometidas por los nazis en los tiempos de hoy ¿se cuestionan? ¿Han generado una coraza alrededor del sentimiento humano que nos permite estar protegidos para no repetir nuestros errores? O ¿La coraza nos ha insensibilizado? ¿Hemos aprendido algo tras las muertes primer, pero luego de los enjuiciamientos? Se ha juzgado, pero ¿Se ha solucionado algo?  La semana pasada comparamos La Rambla Paralela de Fernando Vallejo con parte de la obra de Hannah Arendt. En este caso veremos la muerte, el cumplimiento de órdenes y el concepto de “musulmanes” (tal lo plantea Primo Levi) aplicados en la obra de Vallejo. Arendt a reclama en Eichmann en Jerusalén:

“La generación de israelitas formada después del holocausto estaba en peligro de perder su sentido de vinculación al pueblo judío y, en consecuencia, a su propia historia: ´Es necesario que nuestra juventud recuerde lo ocurrido al pueblo judío. Queremos que sepa la más trágica faceta de nuestra historia´. Finalmente, otro de los motivos de juzgar a Eichmann era el de “descubrir a otros nazis y otras actividades nazis, como, por ejemplo, las relaciones existentes entre los nazis y algunos dirigentes árabes" (EEJ, 12)

Berstein cita a David Cesarini en su biografía: 

“Ahora, en el siglo veintiuno, en un mundo inundado de refugiados y  víctimas de ´limpiezas étnicas´, en el que el racismo y el fanatismo  continúan dominando la política, y en el que tribunales internacionales  juzgan a militares de a pie de genocidio y a sus superiores políticos y  militares, Eichmann aparece cada vez más como un hombre de nuestro Tiempo”.

En la obra escogida de Vallejo se lee:

“¡Noticias de Colombia en la feria! Que antier mataron al arzobispo de Cali unos sicarios. Y que ayer el país amaneció tan indignado por el vil asesinato que casi tienen que suspender un partido importantísimo de fútbol” (LRP, 45).

La lamentación no es por la muerte del hombre o del representante de cierta institución, sino por el partido de fútbol, aunque el narrador, -El Viejo-, desvalorizar lo importante de la vida desvalorizando también el rol de Colombia como partícipe del mundial de fútbol: "Colombia nunca tendrá un papa ni ganará el mundial de fútbol, pese a lo arrodillada que es y a que tiene el alma en las patas" (LRP, 44)
De la misma forma en La virgen de los sicarios, los asesinatos de hombres y mujeres no se cuestionan más que por la venganza, y de hecho los asesinatos se dan sin que después ocurran cuestionamientos, aunque sí hay una explicación de mandato:“me buscan porque maté a su hermano”, explica Alexis después de asesinar a quienes lo querían asesinar (LVS, filme).

Los personajes, en particular el personaje Fernando (alter ego de Vallejo) en La Rambla Paralela no idealiza al narcotráfico y  parece condenarlo, pero lejos de eso, no hace grandes análisis sobre causas de la violencia aunque  se refiere a ella de una manera determinante, sin mayores ambiciones explicativas:

No era que dijéramos la de las ilusiones. ¡Pobre Colombia, estaba salada! Le iba mal acá, mal allá, mal en todo. Adonde quiera que fuera la perseguía la mala suerte, la salazón. Menos mal que contaba, por compensación, con los colombianos... Y en tanto el viejo se moría, la Iglesia vil, mentirosa, asesina, impune... (LRP, 46)”.

¿A quién le habla este personaje –narrador sino a sí mismo? ¿O nos habla nosotros también? ¿No es lo que dice una representación de aquello que comentaba Arendt sobre el parecido de un criminal nazi al hombre medio de nuestro tiempo y espacio?

“El mal ha probado ser más radical que lo esperado. En términos objetivos, los crímenes modernos no son estipulados en los Diez Mandamientos. O: la tradición occidental está siendo afectada por la preconcepción según la cual las cosas más malas que los humanos pueden hacer surgen del vicio del egoísmo. Sin embargo, sabemos que los males más grandes o el mal radical no tienen nada que hacer ya con aquellos motivos humanamente comprensibles, motivos pecaminoso” (Berstein citando a Arendt).


En el caso de Colombia re-construida por el personaje de Fernando, y Fernando construido por su Colombia ficcional, se transforma en una suerte de construcción similar a un campo de Concentración, no por las intenciones maniqueas que podemos suponer, sino por el resultado que el autor representa en sus personajes a lo largo de toda su obra. Lo antes dicho sirve para comenzar a cuestionarnos sobre, en qué medida, se puede aplicar el concepto de banalidad del mal (impuesto y cuestionado a Arendt) a la realidad colombiana metonímicamente mostrada por Vallejo en su obra.

El asesinato en masa, el genocidio, la tortura y el terror han ocurrido anteriormente en la historia. Pero el objetivo del totalitarismo no es la opresión, ni siquiera la ´dominación total´ si por ella se entiende la dominación total de seres humanos. El totalitarismo, como Arendt lo entiende, se esfuerza por destruir la humanidad de las personas” (Berstein).

Los absolutos sumergen al personaje en una constante indefinición, aunque con absolutos que si bien parecen demostrar la firmeza de una opinión formada, se torna por momentos contradictoria entre sí a lo largo de la obra. Si el personaje es desplazado, desplaza también a otros personajes. Si el personaje está muerto en vida, ubica a otro tipo de muertos, a aquellos que están gozando de la vida. Para el personaje o es Colombia, o es México. O es su vida o es su muerte. O es su presente muerto o es su infancia también muerta aunque viva en un recuerdo:
Luego se ponía el viejo a hacer balances y a sacar cuentas. Balances de lo vivido y cuentas de los que sobran.
—Como cinco mil ochocientos ochenta y nueve millones ochocientos ochenta y nueve mil ochocientos ochenta y nueve hijueputas son los que sobran. Hay más hijueputas aquí abajo pegados de una teta que estrellitas en el cielo. ¡Cuánta bestia bípeda entregada a la cópula! ¡Caterva! Habéis vuelto el planeta una colmena. Y nentráis y salís, sacáis y metéis, zumbáis y zumbáis. Nunca he sido yo partidario de las opiniones drásticas. Él sí. Para él todo era blanco o negro, cielo o infierno. Y pues no, también existen puntos intermedios, como por ejemplo el gris y el purgatorio” (LRP, 22).

El personaje recuerda, agrupa, banaliza el mal, no establece una zona gris de pensamiento, donde –dice Levi con respecto a los horrores de los campos de extermino y la imposibilidad de analizar a los protagonistas presos- “es una zona gris, de contornos mal definidos, que separa y une al mismo tiempo a los dos bandos de patrones y de siervos” (Levi, pp.502-503). El Viejo (Fernando en la obra de Vallejo) se une con los patrones siendo un siervo, lo mismo el narrador que es patrón de la palabra, del saber y se une con su siervo: con ese personaje muerto.
Entonces entramos en el establecimiento de una zona gris del pensamiento del personaje, que es aquel que juzga y es juzgado, pero también es el musulmán (mencionado en la obra de Levi) personificado, o incorpóreo:


 “Y en calidad de tal introducía a los países por los aeropuertos: material vegetal, material animal, armas de fuego, bombas sucias, dinamita, TNT, ánfor, superánfor, pentonita, amonal, semtex, indugel, heroína, cocaína, ántrax, semen, panfletos... Ni lo detectaban los sensores electrónicos ni lo olían los perros.
—Soy inodoro, incoloro, invisible, ingrávido: jamás me han preñado. Y entro y salgo como el viento. Un muerto en una feria de libros muerta, ¿se imagina usted? Porque feria más desangelada, imposible. Colombia le había traído la sal a España. Y después se quejan los paisanos de que les pidan visa y no los quieran dejar entrar. ¿Para qué los van a querer? ¿Para que dejen por donde pasan un reguero de cadáveres? Colombia es como Atila, arrasa hasta con el nido de la perra y no respeta ni a su madre. O sea a la madre patria, España” (LRP. 72)

El culpable puede ser juzgado pero hacerse invisible, inocente por nunca haber sido atrapado pero al fin de cuentas muerto, otro muerto culpable por sus propios delitos, pero también acusador, acusa a Colombia como el gen de su maldad. Cito un fragmento de Eichmann en Jerusalén:

“…a medida que iba revelándose la magnitud «de las penalidades sufridas por el pueblo judío en la presente generación», y a medida que la retórica de Hausner adquiría más y más ampulosidad, la figura del hombre en el interior de la cabina de vidrio se hacía más pálida y fantasmal. Aquella figura no daba signos de vida, ni siquiera cuando el dedo acusador lo señalaba, y cuando la voz indignada clamaba: ´¡Y aquí está sentado el monstruo responsable de todo lo ocurrido!” (Pp. 11).


El Viejo de La Rambla Paralela Juzga (además de ser juzgado), como si juzgar fuera preciso ante su condición sub alterna, posición que le da derecho de reclamar. La zona gris del debate se establece al nivel del lector sobre qué tan malo es el personaje, qué tan bueno, qué tan víctima, qué tan culpable:

“La culpa del insomnio se la achacaba al jet lag y a los incidentes del viaje. Pero no, la culpa no era más que suya, suya propia. ¡Quién lo mandó a salir! ¡Quién lo mandó a venirse a una feria de libros a morirse, si estaba vivo! Bueno, vivo lo que se dice vivo es un decir: vivo a medías, medio vivo. Vivo de verdad no está nadie, ésas son ilusiones de los tontos. Día con día nos estamos muriendo todos de a poquito. Vivir es morirse. Y morirse, en mi modesta opinión, no es más que acabarse de morir”. (LRP, 5)

Pero además los muertos se multiplican y se acumulan, como si el mundo fuera un gran depósito, una acumulación de cuerpos como la retratada por Daniel Defoe en Diario del año de la peste con la diferencia que es fácil encontrar un culpable, o como los muertos del 11S, donde –tal como explica Berstein- también es fácil encontrar culpables en el proceso de banalización del mal. Una acumulación de cuerpos como las que nos revelaron las fotografías de los campos de exterminio.
El Viejo supone ser un privilegiado. ¿O será que estamos todos muertos? Vuelvo a preguntar. ¿O será que estamos condenados, más allá de la acción de la naturaleza caduca de nuestra existencia física, condenados ya por el sólo hecho de haber nacido? En el mundo ya ni recuerdo queda, (particularmente en el mundo del personaje) y al perderse el recuerdo se anula al sujeto (Arendt), se convierte a un sujeto sin un rasgo de humanidad, un musulmán (Levi), pues además el mismo sujeto en la acumulación de cuerpos queda sin identificación posible. Existe sí, una posibilidad de recuerdo, la posibilidad de la identidad, de un pasajero que viaja en su tiempo personal a la idealización del pasado.

“Los guardaba, vencidos y anulados, para poder probarse un día que había vivido, aunque en general no conservaba nada. Pues bien, viendo las fotos de los sucesivos pasaportes que se iban reemplazando unos a otros en la larga serie de su vida, recordó que cada vez que le habían tomado una de esas fotos se le había hecho muy mala, pero muy buena la anterior” (LRP, 31)

Conservar las fotografías –creo- podría tener como etapas: a) tomarse esas fotografías de manera consciente del cambio posterior y la perdurabilidad de estas, b) suponer que el cambio es irremediable, y c) verlas tras conservarlas es añorar el pasado, pero más que nada interrogarse hasta dónde el sujeto se ha devastado.

Cito a Berstein:
“En su famoso intercambio con Gershom Scholem luego de la publicación de Eichmann en Jerusalén, Arendt escribió: ´De hecho mi opinión actual es que el mal nunca es <radical>, que es solo extremo, y que no posee ni profundidad ni dimensión demoníaca alguna. Puede crecer y devastar el mundo entero precisamente porque se expande como un hongo sobre la superficie. <Desafía al pensamiento>, como dije, porque el pensamiento trata de alcanzar alguna profundidad, ir a las raíces, y en el momento en que se preocupa del mal, se frustra pues no hay nada”.

La devastación del sujeto lo podría llegar a ser un devastado que no dudaría en devastar desde su posición, pero no en el sentido que Levi presenta a aquellos judíos que fueron los verdugos sabiéndose también muertos, sino que el personaje de El Viejo da un paso más allá: está muerto, es un potencial verdugo, porque en realidad nunca estuvo vivo, salvo en su infancia, donde está la inocencia latente. Aunque también sería (y siempre es complicada la dualidad del pensamiento o la afirmación de contrarios), podría ser El Viejo esos mismos judíos que deben extender su vida matando a otros, ya que El Viejo, muerto ya, comprende que su existencia es posible sólo en el mundo de los vivos, y mantenerlos vivos, en la dinámica del mundo moderno, ¿No será mantenerlos muertos?:

“El genocida se ha vuelto una figura común de la humanidad y en ese punto Eichmann es típico y no aberrante. Esto no equivale a decir  <todos somos Eichmanns potenciales> ; significa, en cambio, que las matrices que generan a los penetradores de atrocidades y genocidios se han multiplicado. En estas circunstancias, las personas normales pueden cometer y cometen asesinatos masivos o planearlos…
Ahora, en el siglo veintiuno, en un mundo inundado de refugiados y víctimas de ´limpiezas étnicas´, en el que el racismo y el fanatismo continúan dominando la política, y en el que tribunales internacionales  juzgan a militares de a pie de genocidio y a sus superiores políticos y militares, Eichmann aparece cada vez más como un hombre de nuestro tiempo” (cit. Berstein a Arendt).




Tal vez las afirmaciones que confirman lo que se citó recién es:
Sí, los exterminaron. A todos los mataron para hacer con sus pieles zapatos de puta y cinturones de maricas. Colombia la vandálica los acabó. Ahora se está acabando a sí misma esa demente, sacándose a cuchilladas las tripas. Eso es justicia divina. Que sirva para algo ese viejo güevón de arriba” (LRP, 55)



Bibliografía
-            Agamben, Giorgio. Lo que queda de Auschwitz. Homo Sacer III: Valencia, 2000. Impreso.
-            Arendt, Hannah. Eichmann en Jerusalén. Lumen: Barcelona, 1999. Impreso.
-            Forero, Gustavo. La metonimia de Colombia en La Rambla paralela de Fernando Vallejo. FCU: México, 2008. Impreso.
-            Levi, Primo. La trilogía de Auschwitz. Océano: Barcelona, 2011. Impreso.
-            Ludmer, Josefina. El género Gauchesco. Anagrama: Buenos Aires, 2006. Impreso
-            Vallejo, Fernando. La Rambla Paralela. Alfaguara: Buenos Aires, 2002. Impreso.
-            --- Los días azules. Santillana: México DF, 1985. Impreso.
-             
Otros textos
-       Defoe, Daniel. Diario del año de la peste. Austral: Madrid, 1972. Impreso.
Internet
-       Bernstein, Richard “¿Son todavía relevantes las reflexiones de Arendt sobre el mal?”. Visto en http://textos.pucp.edu.pe/pdf/1650.pdf el 25 de octubre de 2013. Internet.

Películas y videos
-            Schroeder, Babert. La virgen de los Sicarios. RBC, y otros, Bogotá- París, 2000. Filme.
-            Entrevista de Günter Gaus, a Ana Arednt en 1964, disponible en http://www.youtube.com/watch?v=DEvmtzg8JE0. Internet. Visto el 10 de setiembre de 2013.

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