INTERTEXTUALIDADES
Fernando Vallejo y Hannah Arendt:
apátridas judíos, apátridas colombianos (II)
“Los hombres de
las SS sabían que el sistema que logra
destruir a su víctima antes de que suba al
patíbulo es el
mejor, desde todos los puntos de vista,
para mantener a un pueblo en la esclavitud, en
total sumisión.
Nada hay más terrible que aquellas
procesiones
avanzando como muñecos hacia la
muerte”
Les Jours de notre mort, 1947, citado por
Hanna Arendt en Eichmann
en Jerusalén
Matías Rótulo
La idea de que
exista alguien que cumpla órdenes crueles como las cometidas por los nazis en
los tiempos de hoy ¿se cuestionan? ¿Han generado una coraza alrededor del
sentimiento humano que nos permite estar protegidos para no repetir nuestros
errores? O ¿La coraza nos ha insensibilizado? ¿Hemos aprendido algo tras las
muertes primer, pero luego de los enjuiciamientos? Se ha juzgado, pero ¿Se ha
solucionado algo? La semana pasada
comparamos La Rambla Paralela de
Fernando Vallejo con parte de la obra de Hannah Arendt. En este caso veremos la
muerte, el cumplimiento de órdenes y el concepto de “musulmanes” (tal lo
plantea Primo Levi) aplicados en la obra de Vallejo. Arendt a reclama en Eichmann en Jerusalén:
“La generación de israelitas formada
después del holocausto estaba en peligro de perder su sentido de vinculación al
pueblo judío y, en consecuencia, a su propia historia: ´Es necesario que
nuestra juventud recuerde lo ocurrido al pueblo judío. Queremos que sepa la más
trágica faceta de nuestra historia´. Finalmente, otro de los motivos de juzgar
a Eichmann era el de “descubrir a otros nazis y otras actividades nazis, como,
por ejemplo, las relaciones existentes entre los nazis y algunos dirigentes
árabes" (EEJ, 12)
Berstein
cita a David Cesarini en su biografía:
“Ahora,
en el siglo veintiuno, en un mundo inundado de refugiados y víctimas de ´limpiezas étnicas´, en el que el
racismo y el fanatismo continúan
dominando la política, y en el que tribunales internacionales juzgan a militares de a pie de genocidio y a
sus superiores políticos y militares,
Eichmann aparece cada vez más como un hombre de nuestro Tiempo”.
En la
obra escogida de Vallejo se lee:
“¡Noticias de Colombia en la feria!
Que antier mataron al arzobispo de Cali unos sicarios. Y que ayer el país
amaneció tan indignado por el vil asesinato que casi tienen que suspender un
partido importantísimo de fútbol” (LRP, 45).
La lamentación
no es por la muerte del hombre o del representante de cierta institución, sino
por el partido de fútbol, aunque el narrador, -El Viejo-, desvalorizar lo
importante de la vida desvalorizando también el rol de Colombia como partícipe
del mundial de fútbol: "Colombia nunca tendrá un papa ni ganará el mundial
de fútbol, pese a lo arrodillada que es y a que tiene el alma en las
patas" (LRP, 44)
De la misma
forma en La virgen de los sicarios,
los asesinatos de hombres y mujeres no se cuestionan más que por la venganza, y
de hecho los asesinatos se dan sin que después ocurran cuestionamientos, aunque
sí hay una explicación de mandato:“me
buscan porque maté a su hermano”, explica Alexis después de asesinar a quienes
lo querían asesinar (LVS, filme).
Los
personajes, en particular el personaje Fernando (alter ego de Vallejo) en La
Rambla Paralela no idealiza al narcotráfico y parece condenarlo, pero lejos de eso, no hace
grandes análisis sobre causas de la violencia aunque se refiere a ella de una manera determinante,
sin mayores ambiciones explicativas:
“No era que
dijéramos la de las ilusiones. ¡Pobre Colombia, estaba salada! Le iba mal acá,
mal allá, mal en todo. Adonde quiera que fuera la perseguía la mala suerte, la
salazón. Menos mal que contaba, por compensación, con los colombianos... Y en
tanto el viejo se moría, la
Iglesia vil, mentirosa, asesina, impune... (LRP, 46)”.
¿A
quién le habla este personaje –narrador sino a sí mismo? ¿O nos habla nosotros
también? ¿No es lo que dice una representación de aquello que comentaba Arendt
sobre el parecido de un criminal nazi al hombre medio de nuestro tiempo y
espacio?
“El
mal ha probado ser más radical que lo esperado. En términos objetivos, los
crímenes modernos no son estipulados en los Diez Mandamientos. O: la tradición
occidental está siendo afectada por la preconcepción según la cual las cosas
más malas que los humanos pueden hacer surgen del vicio del egoísmo. Sin
embargo, sabemos que los males más grandes o el mal radical no tienen nada que
hacer ya con aquellos motivos humanamente comprensibles, motivos pecaminoso”
(Berstein citando a Arendt).
En
el caso de Colombia re-construida por el personaje de Fernando, y Fernando
construido por su Colombia ficcional, se transforma en una suerte de
construcción similar a un campo de Concentración, no por las intenciones
maniqueas que podemos suponer, sino por el resultado que el autor representa en
sus personajes a lo largo de toda su obra. Lo antes dicho sirve para comenzar a
cuestionarnos sobre, en qué medida, se puede aplicar el concepto de banalidad
del mal (impuesto y cuestionado a Arendt) a la realidad colombiana metonímicamente
mostrada por Vallejo en su obra.
“El asesinato en masa, el genocidio, la
tortura y el terror han ocurrido anteriormente en la historia. Pero el objetivo
del totalitarismo no es la opresión, ni siquiera la ´dominación total´ si por
ella se entiende la dominación total de seres humanos. El totalitarismo, como
Arendt lo entiende, se esfuerza por destruir la humanidad de las personas”
(Berstein).
Los absolutos sumergen al personaje en
una constante indefinición, aunque con absolutos que si bien parecen demostrar
la firmeza de una opinión formada, se torna por momentos contradictoria entre
sí a lo largo de la obra. Si el personaje es desplazado, desplaza también a
otros personajes. Si el personaje está muerto en vida, ubica a otro tipo de muertos,
a aquellos que están gozando de la vida. Para el personaje o es Colombia, o es
México. O es su vida o es su muerte. O es su presente muerto o es su infancia
también muerta aunque viva en un recuerdo:
“Luego se ponía
el viejo a hacer balances y a sacar cuentas. Balances de lo vivido y cuentas de
los que sobran.
—Como cinco mil ochocientos ochenta
y nueve millones ochocientos ochenta y nueve mil ochocientos ochenta y nueve
hijueputas son los que sobran. Hay más hijueputas aquí abajo pegados de una
teta que estrellitas en el cielo. ¡Cuánta bestia bípeda entregada a la cópula!
¡Caterva! Habéis vuelto el planeta una colmena. Y nentráis y salís, sacáis y
metéis, zumbáis y zumbáis. Nunca he sido yo partidario de las opiniones
drásticas. Él sí. Para él todo era blanco o negro, cielo o infierno. Y pues no,
también existen puntos intermedios, como por ejemplo el gris y el purgatorio”
(LRP, 22).
El
personaje recuerda, agrupa, banaliza el mal, no establece una zona gris de
pensamiento, donde –dice Levi con respecto a los horrores de los campos de
extermino y la imposibilidad de analizar a los protagonistas presos- “es una
zona gris, de contornos mal definidos, que separa y une al mismo tiempo a los
dos bandos de patrones y de siervos” (Levi, pp.502-503). El Viejo (Fernando en
la obra de Vallejo) se une con los patrones siendo un siervo, lo mismo el
narrador que es patrón de la palabra, del saber y se une con su siervo: con ese
personaje muerto.
Entonces
entramos en el establecimiento de una zona gris del pensamiento del personaje,
que es aquel que juzga y es juzgado, pero también es el musulmán (mencionado en
la obra de Levi) personificado, o incorpóreo:
“Y en calidad de tal introducía a los países por los
aeropuertos: material vegetal, material animal, armas de fuego, bombas sucias,
dinamita, TNT, ánfor, superánfor, pentonita, amonal, semtex, indugel, heroína,
cocaína, ántrax, semen, panfletos... Ni lo detectaban los sensores electrónicos
ni lo olían los perros.
—Soy inodoro, incoloro, invisible,
ingrávido: jamás me han preñado. Y entro y salgo como el viento. Un muerto en
una feria de libros muerta, ¿se imagina usted? Porque feria más desangelada,
imposible. Colombia le había traído la sal a España. Y después se quejan los
paisanos de que les pidan visa y no los quieran dejar entrar. ¿Para qué los van
a querer? ¿Para que dejen por donde pasan un reguero de cadáveres? Colombia es
como Atila, arrasa hasta con el nido de la perra y no respeta ni a su madre. O
sea a la madre patria, España” (LRP. 72)
El
culpable puede ser juzgado pero hacerse invisible, inocente por nunca haber
sido atrapado pero al fin de cuentas muerto, otro muerto culpable por sus
propios delitos, pero también acusador, acusa a Colombia como el gen de su
maldad. Cito un fragmento de Eichmann en
Jerusalén:
“…a medida que iba revelándose la
magnitud «de las penalidades sufridas por el pueblo judío en la presente
generación», y a medida que la retórica de Hausner adquiría más y más
ampulosidad, la figura del hombre en el interior de la cabina de vidrio se
hacía más pálida y fantasmal. Aquella figura no daba signos de vida, ni
siquiera cuando el dedo acusador lo señalaba, y cuando la voz indignada
clamaba: ´¡Y aquí está sentado el monstruo responsable de todo lo ocurrido!”
(Pp. 11).
El
Viejo de La Rambla Paralela
Juzga (además de ser juzgado), como si juzgar fuera preciso ante su condición
sub alterna, posición que le da derecho de reclamar. La zona gris del debate se
establece al nivel del lector sobre qué tan malo es el personaje, qué tan
bueno, qué tan víctima, qué tan culpable:
“La culpa del insomnio se la
achacaba al jet lag y a los incidentes del viaje. Pero no, la culpa no era más
que suya, suya propia. ¡Quién lo mandó a salir! ¡Quién lo mandó a venirse a una
feria de libros a morirse, si estaba vivo! Bueno, vivo lo que se dice vivo es
un decir: vivo a medías, medio vivo. Vivo de verdad no está nadie, ésas son
ilusiones de los tontos. Día con día nos estamos muriendo todos de a poquito.
Vivir es morirse. Y morirse, en mi modesta opinión, no es más que acabarse de
morir”. (LRP, 5)
Pero además los muertos se multiplican
y se acumulan, como si el mundo fuera un gran depósito, una acumulación de
cuerpos como la retratada por Daniel Defoe en Diario del año de la peste con la diferencia que es fácil encontrar
un culpable, o como los muertos del 11S, donde –tal como explica Berstein-
también es fácil encontrar culpables en el proceso de banalización del mal. Una
acumulación de cuerpos como las que nos revelaron las fotografías de los campos
de exterminio.
El Viejo supone ser un privilegiado. ¿O
será que estamos todos muertos? Vuelvo a preguntar. ¿O será que estamos
condenados, más allá de la acción de la naturaleza caduca de nuestra existencia
física, condenados ya por el sólo hecho de haber nacido? En el mundo ya ni
recuerdo queda, (particularmente en el mundo del personaje) y al perderse el
recuerdo se anula al sujeto (Arendt), se convierte a un sujeto sin un rasgo de
humanidad, un musulmán (Levi), pues además el mismo sujeto en la acumulación de
cuerpos queda sin identificación posible. Existe sí, una posibilidad de
recuerdo, la posibilidad de la identidad, de un pasajero que viaja en su tiempo
personal a la idealización del pasado.
“Los guardaba, vencidos y anulados, para poder
probarse un día que había vivido, aunque en general no conservaba nada. Pues
bien, viendo las fotos de los sucesivos pasaportes que se iban reemplazando
unos a otros en la larga serie de su vida, recordó que cada vez que le habían
tomado una de esas fotos se le había hecho muy mala, pero muy buena la
anterior” (LRP, 31)
Conservar las fotografías –creo- podría
tener como etapas: a) tomarse esas
fotografías de manera consciente del cambio posterior y la perdurabilidad de
estas, b) suponer que el cambio es
irremediable, y c) verlas tras
conservarlas es añorar el pasado, pero más que nada interrogarse hasta dónde el
sujeto se ha devastado.
Cito
a Berstein:
“En su
famoso intercambio con Gershom Scholem luego de la publicación de Eichmann en
Jerusalén, Arendt escribió: ´De hecho mi opinión actual es que el mal nunca es
<radical>, que es solo extremo, y que no posee ni profundidad ni
dimensión demoníaca alguna. Puede crecer y devastar el mundo entero
precisamente porque se expande como un hongo sobre la superficie. <Desafía al
pensamiento>, como dije, porque el pensamiento trata de alcanzar alguna
profundidad, ir a las raíces, y en el momento en que se preocupa del mal, se
frustra pues no hay nada”.
La devastación del sujeto lo podría llegar a ser un
devastado que no dudaría en devastar desde su posición, pero no en el sentido
que Levi presenta a aquellos judíos que fueron los verdugos sabiéndose también
muertos, sino que el personaje de El Viejo da un paso más allá: está muerto, es
un potencial verdugo, porque en realidad nunca estuvo vivo, salvo en su
infancia, donde está la inocencia latente. Aunque también sería (y siempre es
complicada la dualidad del pensamiento o la afirmación de contrarios), podría
ser El Viejo esos mismos judíos que deben extender su vida matando a otros, ya que
El Viejo, muerto ya, comprende que su existencia es posible sólo en el mundo de
los vivos, y mantenerlos vivos, en la dinámica del mundo moderno, ¿No será
mantenerlos muertos?:
“El genocida
se ha vuelto una figura común de la humanidad y en ese punto Eichmann es típico
y no aberrante. Esto no equivale a decir
<todos somos Eichmanns potenciales> ; significa, en cambio, que
las matrices que generan a los penetradores de atrocidades y genocidios se han
multiplicado. En estas circunstancias, las personas normales pueden cometer y
cometen asesinatos masivos o planearlos…
Ahora, en el
siglo veintiuno, en un mundo inundado de refugiados y víctimas de ´limpiezas
étnicas´, en el que el racismo y el fanatismo continúan dominando la política,
y en el que tribunales internacionales
juzgan a militares de a pie de genocidio y a sus superiores políticos y
militares, Eichmann aparece cada vez más como un hombre de nuestro tiempo”
(cit. Berstein a Arendt).
Tal
vez las afirmaciones que confirman lo que se citó recién es:
“Sí, los
exterminaron. A todos los mataron para hacer con sus pieles zapatos de puta y
cinturones de maricas. Colombia la vandálica los acabó. Ahora se está acabando
a sí misma esa demente, sacándose a cuchilladas las tripas. Eso es justicia
divina. Que sirva para algo ese viejo güevón de arriba” (LRP, 55)
Bibliografía
-
Agamben,
Giorgio. Lo que queda de Auschwitz. Homo
Sacer III: Valencia, 2000. Impreso.
-
Arendt, Hannah.
Eichmann en Jerusalén. Lumen:
Barcelona, 1999. Impreso.
-
Forero, Gustavo. La metonimia de
Colombia en La Rambla paralela de Fernando Vallejo. FCU: México, 2008. Impreso.
-
Levi, Primo. La trilogía de Auschwitz. Océano: Barcelona, 2011. Impreso.
-
Ludmer, Josefina. El género
Gauchesco. Anagrama: Buenos Aires, 2006. Impreso
-
Vallejo, Fernando. La Rambla Paralela.
Alfaguara: Buenos Aires, 2002. Impreso.
-
--- Los días azules. Santillana:
México DF, 1985. Impreso.
-
Otros
textos
-
Defoe, Daniel. Diario del año de la peste. Austral:
Madrid, 1972. Impreso.
Internet
-
Bernstein, Richard
“¿Son todavía relevantes las reflexiones de Arendt sobre el mal?”. Visto en http://textos.pucp.edu.pe/pdf/1650.pdf el 25 de octubre de 2013. Internet.
Películas
y videos
-
Schroeder, Babert. La virgen de
los Sicarios. RBC, y otros, Bogotá- París, 2000. Filme.
-
Entrevista de Günter
Gaus, a Ana Arednt en 1964, disponible en http://www.youtube.com/watch?v=DEvmtzg8JE0. Internet. Visto el 10 de setiembre de 2013.
No hay comentarios:
Publicar un comentario