sábado, 31 de mayo de 2014

Literatura y fútbol, polos que se atraen



Recientemente, los equipos españoles Real Madrid y Atlético de Madrid protagonizaron una final de la Copa Europea de Campeones cuyo dramático desenlace sólo podría haber sido imaginado por la mente de un escritor, un especialista en llevar al límite una situación y luego dar un giro para terminar contando una historia completamente diferente a la que la mayoría imaginó. Y es que como dice el escritor y músico argentino Alejandro Dolina: "En un partido de futbol caben infinidad de novelescos episodios".

La relación literatura y futbol es estrecha, dice el ex jugador de la selección Argentina y escritor Jorge Valdano. Sin embargo, aclara que leer un libro no sirve para jugar mejor al futbol ni jugar un partido sirve para hacer mejor literatura. "Dos juegos (futbol y literatura) que tienen diferentes modos de expresión y que resultan compatibles a fuerza de ser distintos".

El futbol es el deporte que más seguidores tiene en el mundo. Es una actividad que ha inspirado a escritores para plasmar el fenómeno social, psicológico y sociológico que representa. Muchos son los que se han ocupado de escribir sobre lo que significa ser parte de una afición, de anotar un gol, de cómo se forman los ídolos y de la pasión de multitudes.

Algunos de los escritores que se han ocupado de escribir o reflexionar sobre el futbol son Eduardo Galeano, Mario Benedetti, Osvaldo Soriano, Eduardo Sacheri, José Cantero Verni, Roberto Fontanarrosa, Alejandro Dolina, Alejandro Apo, Javier Marías, Augusto Roa Bastos y Juan Villoro, entre muchos otros.

Y a pesar de que, como dice Jorge Valdano, durante mucho tiempo los intelectuales se desmarcaron del futbol por considerarlo una expresión popular menor, por deducir que era, como la religión, “el opio del pueblo”, por desconfianza hacia la masa y, finalmente, por esnobismo, existe una amplia lista de títulos que se han ocupado de este juego, como El futbol a Sol y a sombra, de Eduardo Galeano; Fiebre en las gradas, de Nick Hornby; Futbol. Memorias del mister Peregrino Fernández y otros relatos, de Osvaldo Soriano; Futbol: una religión en busca de Dios, de Manuel Vázquez Montalbán; Dios es redondo, Balón dividido, de Juan Villoro; y Cuentos de Futbol, de Jorge Valdano, entre otros.

 El escritor mexicano Juan Villoro asegura que el futbol requiere de palabras, no basta ver los partidos. "Hay jugadas que en la cancha duran dos segundos y que nosotros podemos convertir en óperas de Wagner de tres horas de duración", dice el autor de Balón dividido, libro que reúne retratos y crónicas de las figuras recientes del balompié y sus conexiones con la literatura, la historia y la psicología.


 En su libro Apuntes del futbol en flores, Alejandro Dolina señala que un partido de fútbol tiene mucha similitud con una novela porque en ambos se reconoce la fuerza, la velocidad y la destreza del personaje, pero también el engaño astuto del que amaga una conducta para decidirse por otra, las sutiles intrigas que preceden al contragolpe, la nobleza y el coraje del que cincha sin renuncios.

“La lealtad del que socorre a un compañero en dificultades. La traición del que lo abandona. La avaricia de los que no sueltan la pelota. Y en cada jugada, la hidalguía, la soberbia, la inteligencia, la cobardía, la estupidez, la injusticia, la suerte, la burla, la risa o el llanto. Los hombres sensibles pensaban que el futbol era el juego perfecto, y respetaban a los cracks tanto como a los artistas o a los héroes”, dice Alejandro Dolina.

Eduardo Galeano tiene la teoría de que todos los uruguayos nacen gritando gol y por eso hay tanto ruido en las maternidades. “Yo quise ser jugador de futbol como todos los niños uruguayos. Jugaba de ocho y me fue muy mal porque siempre fui un pata dura terrible. La pelota y yo nunca pudimos entendernos, fue un caso de amor no correspondido”.

 Al reflexionar sobre el juego que atrae millones de miradas alrededor del mundo, Galeano considera que se ha convertido en un espectáculo con pocos protagonistas y muchos espectadores, futbol para mirar. “El espectáculo se ha convertido en uno de los negocios más lucrativos del mundo, que no se organiza para jugar sino para impedir que se juegue. La tecnocracia del deporte profesional ha ido imponiendo un futbol de pura velocidad y mucha fuerza, que renuncia a la alegría, atrofia la fantasía y prohíbe la osadía.

"Por suerte todavía aparece en las canchas, aunque sea muy de vez en cuando, algún descarado carasucia que sale del libreto y comete el disparate de gambetear a todo el equipo rival, y al juez, y al público de las tribunas, por el puro goce del cuerpo que se lanza a la prohibida aventura de la libertad", apunta el sociólogo e historiador Eduardo Galeano.

Rafael Alberti escribió en alguna ocasión un poema dedicado al arquero húngaro Franz Platko. Este guardameta, atajando en el partido de Santander contra la Real Sociedad en la final de la Copa de España de 1928, recibió un fuerte golpe en la cabeza. No obstante terminó el partido con un importante vendaje y con gran profesionalismo. Eso le valió inspirar al poeta para escribir Al gran oso rubio de Hungría. Mario Benedetti también dedicó a Diego Armando Maradona el poema Hoy tu tiempo es real.

Existe una anécdota que cuenta Jorge Valdano, en la que el Premio Nobel de Literatura Gabriel García Márquez, a quien no le gustaba el futbol, le regaló un libro con la dedicatoria “Gracias por el gol que le marcaste a Colombia en las eliminatorias”, en vísperas del Mundial de México 1986.

Gabriel García Márquez era un hombre al que no le gustaba el futbol, que odiaba los Mundiales porque todos sus vecinos hablaban de algo que a él no le interesaba. Por ello, cuenta Valdano, el “Gabo” le agradeció con una dedicatoria el tanto con que el 16 de junio de 1985 en el estadio Monumental, Argentina dejó fuera a la selección de Colombia de la Copa del Mundo de 1986.








Para  ir esperando el Mundial de Fútbol Brasil 2014, los invitamos a leer

El fútbol a sol y sombra y otros cuentos, de Eduardo Galeano


Treinta y seis - apuntes del fútbol en Flores por Alejandro Dolina


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