viernes, 27 de mayo de 2011

La nueva narrativa argentina: Reportaje a Pablo Dema

“Cada nuevo texto es un desafío”


Por Luis Benítez
(Especial para Hum Bral)




Nacido en General Cabrera en 1979 y residente desde 1998 en la ciudad de Río Cuarto, ambas localidades de la provincia de Córdoba, en la Argentina, Pablo Dema acredita la autoría del libro de relatos Hoteles (2010), una novela titulada De piedra o de fuego, publicada en 2009, y una colección de cuentos que integra su volumen Si nada permanece, editado en 2007, posterior a su debut autoral con el libro de relatos Fotos (2005).

 ¿Cuál es el impulso que lo lleva a escribir?
-Siempre me costó pensar en lo que escribo en términos de libros u obras completas y cerradas. Más bien se trata del deseo, el impulso y la necesidad de escribir algo que al principio es muy vago e indefinido. En ese sentido, siempre me pareció atinada la idea de hallar un correlato objetivo de algo impreciso que es del orden de lo subjetivo: intuiciones, sentimientos, sensaciones, experiencias. Escribir tiene que ver con visualizar, clarificar y comunicar eso que gana mi atención y requiere que me concentre en ello. La escritura traduce y hace asequible algo que, tengo la sensación, está dentro, llamando, reclamando. Entonces no pienso en un libro, luego en otro y en el siguiente, en general no es así. Lo que sucede es que las narraciones que voy escribiendo en determinados períodos tienen un aire de familia y, tal vez, vinculaciones temáticas que me permiten agruparlas en un volumen de cuentos, siempre bajo un solo título general. Esa es mi regla hasta ahora: un grupo de relatos bajo un solo título. Una vez que hay un conjunto y existe la posibilidad de publicar, intento encontrar las conexiones entre las piezas del conjunto, incluso trato de propiciar en los lectores determinadas asociaciones a través de la elección del título para darle unidad al volumen.

¿Qué nos dice de sus primeros libros?
-En Fotos (2005), la fotografía recorre de diversas maneras el libro: ya sea mediante la recreación del contexto en el que fue sacada la fotografía del cadáver del Che Guevara en Bolivia o a través de la reflexión de un hombre acerca de las fotos de una amante que lo ha abandonado. El segundo libro de cuentos que publiqué toma su título de un poema de José Emilio Pacheco: “¿Cómo atajar la sombra que nos hiere y nos cava/ si nada permanece,/si todo nos fue dado/ como tributo o dualidad del polvo?”. Ese pasaje funciona como epígrafe de uno de los cuentos, pero yo escogí la frase Si nada permanece (2007) para titular el libro. La decisión tuvo que ver con que el cuento en el que coloqué el epígrafe es el más representativo del libro, el que tiene más peso y el que mejor expresa el clima general de lo que he hecho y hago hasta ahora. La expresión “si nada permanece” está truncada, se trata de un condicional pero le falta la proposición que le dé sentido. ¡Pero es tan desoladoramente potente y sugestiva! Si nada permanece, entonces… qué hacer, cómo vivir, para qué, si ya existe la conciencia de la pérdida irremediable de todo. Dicho así suena tremendo, patético e insoportable. Por supuesto que los cuentos no enuncian directamente estas cosas, pero creo que de algún modo presuponen ese malestar en los personajes. Y aquí es cuando aparece la cuestión de la necesidad en relación con la escritura. Porque realmente no parece posible que hoy, desde Argentina, se pueda salir adelante recayendo en este tipo de tópicos que, de Dostoievsky a Sartre o Camus, ha tenido tantos desarrollos importantes.

Usted también es autor de una novela...
-Luego de Si nada permanece publiqué una novela: De piedra o de fuego (2009). Esta vez trabajé a partir de un hecho real, un robo a un banco ocurrido en la ciudad en la que vivo en el año 1987. Sin embargo, pese a que la novela se conecta con ese hecho, no difiere mucho de los temas y problemas que abordo en los otros cuentos anteriores. Sólo que aquí los dilemas cotidianos de los personajes están sobredimensionados, subrayados por la inminencia de un corte abrupto y completamente imposible de explicar: el asesinato a sangre fría de los empleados del banco. Hay tres grandes libros que están flotando en el trasfondo de esta novelita, uno es el de Capote, obviamente, otro es el extraordinario Operación Masacre, de Rodolfo Walsh, y el tercero es Plata quemada, de Ricardo Piglia. En esta novela me interesó subrayar, tomando elementos de estos tres textos mencionados, el anonadamiento ante la insensatez de la violencia que, súbitamente, trunca vidas y deja huellas que perduran por década. El contraste entre la fugacidad del hecho y la perduración de las consecuencias es lo que intento poner de relieve. La pregunta “¿por qué?” que queda suspendida en el aire para siempre porque no hay sentido, no hay razón, no hay lógica en ciertas acciones humanas.

Y el año pasado “reincidió” con los cuentos...
-Por último, en 2010 salió Hoteles, otro conjunto de cuentos. La unidad aquí está dada por ese ambiente común de las historias que son los lugares de paso, los cuales subrayan el extrañamiento que de por sí implica estar vivos y funciona bien como metáfora de la fugacidad. Hoy estamos en este cuarto, mañana en otro, nos mudamos, nos perdemos, desaparecemos… pero vienen otros detrás y así. Me cuesta objetivarme y describir una evolución en lo que he hecho. Realmente no la percibo, al menos no todavía. Siempre pienso que luego de publicado un libro ya tengo más oficio, ya el siguiente me va a costar menos, pero la verdad que no es así. Cada nuevo texto es un desafío que nunca sé si podré sortear. He perdido muchas cosas, he desechado muchos proyectos por falta de herramientas para solucionar ciertos escollos.

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