Maternidad encarcelada
Ex presas políticas cuentan su peripecia post dictadura
Graciela Valdés y Nibia Díaz |
* “Fuimos condenadas a más tiempo. El silencio es horrible, es otra forma de tortura. El no poder identificarte, decir sí, yo viví esto”…
Aldo Roque Difilippo
“Somos las invisibles. Siempre se dice “los hombres”, incluso se menciona a los rehenes de la dictadura, y se olvidan que hubieron mujeres rehenes. Nunca se habla de nosotras. De las madres y los niños. Somos “las invisibles”, dijo Graciela Valdés, una ex presa política durante la pasada dictadura cívico militar, que estuvo en Mercedes junto a otras mujeres a presentar el libro: “Maternidad en prisión política. Uruguay 1970-
En Uruguay en la pasada dictadura cívico militar alrededor de 80 mujeres no solo padecieron la cárcel y la tortura, sino que parieron sus hijos en los cuarteles o en condiciones sumamente precarias. Otras perdieron sus embarazos en la tortura. Mujeres jóvenes que padecieron las aberraciones y los vejámenes de un régimen donde el brazo ejecutor no solamente fue el militar, sino que hubo también muchos civiles que contribuyeron en esta macabra tarea.
Nibia Díaz y Graciela Valdés dialogaron con HUM BRAL sobre estos temas y cómo pudieron reconstruir sus vidas luego de los años de prisión. Aunque su condena duró mucho más que los 12 años de la dictadura.
¿Como ha sido el recorrido después de haber salido en libertad, y cuál ha sido el proceso que ustedes han tenido que hacer con sus familias y especialmente con sus hijos para poder asimilar esta historia y seguir adelante con sus vidas?
Graciela Valdés: -Fue difícil. En todo el período de la prisión, durante la convivencia con los chiquitos, formamos una comunidad que nos permitió estar muy pendientes de ellos, vivíamos todo el día para ellos; más allá que igual nos tomábamos nuestros tiempo para otro tipo de cosas, para crecer, porque éramos muy jóvenes, para estudiar, hacer manualidades. Logramos una sociedad comunitaria muy linda, muy importante dentro de la cárcel. Tal es así que esa relación, más allá que pasemos años sin vernos, perdura en nosotros, y eso se trasmitió a los chiquilines.
Una vez que fuimos separados de los chiquitos en el 74, y nos llevaron al Penal (de Punta de Rieles), intentamos por todos los medios, mantener el vínculo a través de cartas, juegos, regalos, de tratar de estar cerca de ellos en todas las visitas.
Nibia Díaz: -Y fue fundamental la familia.
GV:-Las familias estuvieron en el 99% de los casos, pendientes de esos niños, y eso ayudó al vínculo, porque los llevaban a todas las visitas, siempre les hicieron ver que ellos eran los abuelos o los tíos, y que las mamás estaban donde estaban.
Hubo realidades muy distintas. La nuestra, va del 72 al 74, que fue esa experiencia de concentración en dos lugares, Blandengues y el IMES (Instituto Militar de Estudios Superiores). Nosotras tuvimos la suerte de tenerlos (a sus hijos) prácticamente dos años con nosotras. Hubo otros casos de maternidad en donde fueron apenas unos meses que se les permitió tener a los niños; hubo experiencias muy variadas.
Una cosa que nosotros quisimos reflejar en el libro, es que ellos (los militares) nos dieron determinadas condiciones, nos obligaron a vivir así, pero a eso nosotros opusimos otra forma de ver la vida, y eso no se perdió. El habernos organizado para la limpieza, para el cuidado, la comida, todo eso fue algo paralelo y enfrentado a las condiciones que se nos proporcionaban, y nosotros valoramos mucho a eso.
Esta concentración de madres e hijos fue una experiencia muy discutida, incluso dentro del Ejército. Había quienes nos decían nosotros queremos que ustedes estén acá porque están las 24 horas ocupadas y no van a conspirar. La que primó fue la otra postura, de separarnos de los niños y trasladarnos al Penal de Punta de Rieles.
ND:-Pero les costo dos años, del 72 al 74.
GV:-La coordinación represiva más grande ocurre a partir del golpe de Argentina en el 76. Allí se endurece. Nosotras cuando caímos embarazadas no nos pasaba por la cabeza el hecho de la desaparición. Todavía tengo cartas donde le escribía a mi madre y le decía, voy a entregar la niña solo a ti. Planificaba lo planificable, porque también estábamos en situación muy inestable, no sabíamos cuándo íbamos a ser procesadas y cuantos años nos iban a dar. Pero de alguna manera teníamos certezas que los niños no iban a desaparecer; no era algo que estuviera en la cabeza nuestra.
Lo que llama la atención que con todos estos casos se enfatiza en la participación militar o policial en la represión y la tortura, y no en la participación civil.
ND:-A nosotros también los llama la atención…
Ustedes fueron víctimas también de civiles: médicos, enfermeras, personal que se supone estaba para salvaguardar la vida y no para reprimir. ¿Qué reflexión les merece?
ND:- A nosotros nos llama poderosamente la atención que no se haga hincapié en ese tipo de cosas, y cada vez que tenemos la oportunidad lo decimos, que fue un régimen cívico militar, y que los cívicos también tuvieron gran parte de participación. Hay dos solamente presos, y sin embargo hay médicos que nosotros hemos denunciado y no ha pasado nada; incluso en la parte de ética médica.
¿Eso por qué, por un corporativismo o por una falta de énfasis en la denuncia?
ND:-No, es la realidad uruguaya.
GV:-Todo lo que ha sido judicializado no corre. Creo que en Uruguay hay muy poco hecho de concientizar a la sociedad, sobre todo cosas que han ocurrido y que no deben ocurrir más. El nunca más no tiene sentido si no se conoce.
El interés nuestro es un aporte a la memoria para que se conozca que son las cosas que no deben ocurrir nunca más.
Pero hay otros que sostienen el discurso de hay gente que pasa permanente mirando el pasado y hay que mirar el futuro.
ND:- Si la gente no conoce lo que pasó eso va a volver a suceder.
¿Ustedes sienten que el Estado uruguayo les ha dado las condiciones como para poder reconstruir sus vidas?
GV:-Yo salí a fines del 84. Había un hueco imposible de llenar. Si ibas a buscar trabajo no podías decir que te habías pasado 12 años preso. Fuimos condenadas a más tiempo. El silencio es horrible, es otra forma de tortura. El no poder identificarte, decir si yo viví esto…
ND:-Aparte hubo gente que salió antes y no pudo retomar su carrera universitaria o docente; era imposible. No se le permitía estudiar. Se conocen algunos casos de compañeros que fueron a
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