ARTE CONCEPTUAL, NEO-DADÁ O SIMPLE IMBECILI-DAD-Á
Hace algún
tiempo estuve en el Museo Nacional de Artes Visuales, efervescente de
curiosidad por ver la muestra de los Premios Nacionales de Artes Visuales
(Carmelo Arden Quin). Para mi sorpresa y desagrado, la gran mayoría de las
obras pertenecían a la tan ambigua y desconcertante parcela denominada “Arte
Conceptual”. Parrillas con leña, cuadros negros, videos ridículos, un tapón de
termo, montoncitos de tierra… Esa gran tropelía de absurdas y descerebradas
propuestas “artísticas”, y un par de cuadros bastante mal pintados (los Premios
a lo mejor del Arte Nacional), convivían con la belleza pictórica del joven
Sáez, de Cúnheo, de Barradas, de Figari, y etcétera. No les da vergüenza (a los
vivos), no les dará tristeza (a los muertos). Pasó, esto se adhería, como con
moco, a una reciente revisión de los “artistas” que Uruguay había enviado en
los últimos años a las Bienales de Arte mas importantes del mundo, pero… pasó.
Ahora bien, recientemente tuve oportunidad de retornar al Museo mas
significativo del Arte uruguayo. En planta alta, una de las salas mas amplias y
seductoras del Museo, me topé, choqué, colisioné, embestí con la muestra
artística del aburridísimo Bassi, de quien Abbondanza dice: rara vez como aquí la maestría comparece con
tan pocos halagos (yo diría ninguno)
y tanta exigencia (si, hay gente que
se exige mucho para ser un epígono estúpido y tardío de los mas cuestionables
modismos). Luego continúa: lo notable
(escaso o nulo a mi humilde juicio) del trabajo de Bassi, es que no desenvuelve
del todo lo que presenta…Y aquí casi estuvimos de acuerdo. Cuando entré a
la sala pensé, al ver esos grandes rectángulos negros con algunas rayitas
blancas que lo atravesaban, que Bassi se había olvidado de desembalar los
cuadros que trajo envueltos al Museo con esas grandes telas negras atadas con
piolitas blancas. Grande fue el desconcierto al acercarme y comprobar que eso,
en realidad, eran los cuadros. Las obras de un “artista” contemporáneo, no de
un artista muerto hace 50 o 60 años. Completaban la muestra algunas jaulitas de
pájaros de tamaños disímiles. Un bodrio. Para culminar con esta enumeración de
exabruptos podríamos hablar de la reciente Bienal de Salto, una idea
maravillosa malograda nuevamente, por criterios críticos y curatoriales que
casi desestimaron por completo la gloriosa y trascendente “Pintura”, para
seguir festejando este carnaval inconducente que nos impuso la maquinación del
hombre y el culto a lo efímero, a lo tecnológico, y a la ocurrencia del
fogonazo mas que a la luz inextinguible de las Bellas Artes. En fin, el estilo
tamaño y forma de los insultos que podamos proferir sobre determinados críticos
de arte uruguayos, y la reconfortante y sustentable complicidad de algunos
artistas (o viceversa) se los dejo a
total criterio de sus buenas y malas costumbres.
Dicen que a
partir de los últimos años de 1800, todas las corrientes o vanguardias sucumben
en pocas décadas (a veces no llegan a serlo). Convengamos que estas
manifestaciones, que ahora no son mas que payasadas, deben buena parte de
origen al dadaísmo y a tantos buenos artistas que en su momento marcaron un
oportuno y desconcertante rumbo para el Arte, y por ende, ya deberían estar
oliendo a podrido.
Artículo firmado por Untal “El Sepulturero”, y
publicado en el número 22 de la Revista Hipoética (Paysandú).
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