Acerca
de la necesidad que el arte deje de ser un instrumento de la economía para
retornar a su verdadera esencia: la moral
Ángel Juárez Masares
Proponerse encontrar el
momento histórico donde el arte se transforma en moneda de cambio para
“inversionistas” quizá sea una tarea imposible de abordar. Ante la dificultad
de hacerlo con certeza, ubiquemos tal circunstancia en el momento en que los
Médicis comienzan su mecenazgo impulsando y protegiendo el trabajo de artistas
de su época.
Recordemos que los Medici
-o Médicis- fueron una poderosa e influyente familia de Florencia, a extremo
tal que “aportaron” tres Papas, León X,
Clemente VII y León XI, además de numerosos dirigentes florentinos y miembros
de la familia real de Francia e Inglaterra, contribuyendo además al despegue
del Renacimiento. Los logros más significativos de los Medici fueron en el
campo del arte y de la arquitectura, de tal manera que los artistas que ellos
promovieron son hoy las referencias principales de ese período cultural en
Italia y Europa.
El primer patrocinador
financiero del arte fue Juan De Bicci de Médici, quien ordenó la reconstrucción
de la iglesia de San Lorenzo en Florencia.
Por su parte, Cosme de
Medici patrocinó a notables artistas como Donatello y Fra Angélico.
Pero sin duda la principal
“inversión” de los Medici a través de la historia fue Miguel Ángel, considerado
uno de los mejores en los campos de la arquitectura, la escultura, y la
pintura, quien produjo una serie de obras para distintos miembros de la
familia, comenzando con Lorenzo el Magnífico. Además de contratistas de obras
de arquitectura y mecenas artísticos, los Medici fueron prolíficos
coleccionistas, reuniendo multitud de obras que hoy forman la colección central
de la Galería Uffizi en Florencia.
Si bien el mecenazgo es un
tipo de patrocinio que se otorga a artistas, literatos o científicos a fin de
permitirles desarrollar su obra, ese apoyo no es tan desinteresado como se
presenta, pues mas allá de la remuneración de carácter íntimo que proporciona,
ya sea el placer estético o intelectual, o la llana satisfacción de la vanidad,
además trae consigo la expansión de las relaciones públicas que puede llegar a
ser muy útil, por cuanto justifica su posición social y mejora su reputación.
Las transacciones
comerciales con las obras de arte llegaron a convertirse en la base de un
oficio muy lucrativo en la Baja Edad Media, impulsando incluso preferencias por
determinados materiales, como tablas, tapices, y especialmente, la técnica más
manejable y exitosa: la pintura al óleo sobre lienzo, y la más propicia para la
difusión: el grabado.
El aumento del prestigio
social del artista vino a partir del Renacimiento italiano, cuando los más
afamados de entre ellos se llegaron a considerar humanistas al nivel de los
poetas y filósofos, codeándose con príncipes y papas. Los pintores de corte
llegaron a gozar de la confianza de los reyes, encargándoseles actividades
diplomáticas o recibiendo títulos nobiliarios (Jan van Eyck, Rubens,Velázquez);
además de tener un papel especial en la compra de objetos de arte,
especialmente en sus viajes al extranjero.
Sin embargo el motivo de
nuestra reflexión está centrado en otro punto, que trataremos de desarrollar
tras la anterior –y por demás somera- recorrida por la historia.
En realidad a lo que
planteamos al principio, acerca de “encontrar el momento histórico donde el
arte se transforma en moneda de cambio para “inversionistas”, podríamos
agregarle qué es una obra de arte, y cuales son los p
arámetros que se tienen en
cuenta para que la misma se transforme en un elemento de interés económico.
Interés que –por otra parte- probablemente estuvo lejos de la real intención
del creador.
Si tenemos en cuenta que
desde la filosofía del arte se niega que la obra sea física, ubicando su valor
en un marco de estética u objeto de percepción en el cual se puede incluir una
vasta diversidad de conceptos que nada tienen que ver con lo material, nos
encontraremos en una encrucijada o laberinto que nos impedirá atisbar siquiera
las razones de transformar la misma en un objeto económico.
Esa “mutación” de elemento
estético en “moneda de cambio” nos lleva a recordar –solo por tomar un caso por
todos conocidos- la vida miserable de Vincet Van Gogh, quien pintó sostenido
por su hermano Theo; o del uruguayo Raúl Javiel Cabrera –de quien ya hemos
hablado en Hum Bral- que en vida cambiaba sus acuarelas por un café con leche y
hoy sus obras cotizan en las mas importantes galerías del mundo.
Asunto no menor es la
pasividad de los Estados ante el mundo del arte pues todos los esfuerzos
apuntan a la actividad económica, importante por cierto, pero no fundamental
desde el punto vista moral. Los esfuerzos privados de promoción e incentivo a
las diferentes disciplinas artísticas han demostrado claramente que las mismas
pueden ser el camino mas directo hacia la convivencia entre los hombres, y por
lo tanto hacia sociedades –por lo menos- menos violentas. De esta manera,
continuaremos gastando recursos económicos en mas cárceles, sostenimiento de
sectores carenciados, o planes de “inserción social” que poco o nada aportan a
la génesis de los males que hoy nos abruman y que todos sabemos cuáles son.
Como profundizar en estos
asuntos sería ingresar en una tarea de nunca acabar, y sobre todo, por demás
compleja, dejaremos planteadas algunas interrogantes que –en realidad- forman
parte del verdadero motivo de nuestra
reflexión inicial: ¿vale la pena insistir en la creación artística? ¿A dónde
conduce tal actividad?... ¿No estarán los artistas acarreando agua con un
canasto?.
Lanzar una mirada a la
historia del arte a través de los tiempos lleva a pensar que tales dudas no
pueden ser calificadas como descabelladas. La mayoría de los grandes Maestros
tuvieron que luchar –no solo con sus propios fantasmas a la hora de crear- sino
además con la incomprensión del entorno. Asunto que aún persiste hoy día y que
no solo atañe a los genios, sino también al artista en ciernes que a esta hora
da las primeras pinceladas en cualquier pueblo perdido en un rincón del mundo.
Solo cabe esperar que el
entusiasmo por hacerlo no mengüe…tal vez el futuro le adjudique la razón.
Nunca callaron las voces
Fermín
Méndez
Por más fuerte que pisara la bota nunca pudo
cerrar las bocas, ni romper guitarras, mucho menos detener el vuelo incesante
de acordes y notas que volaban por lo alto y caían, como agua de lluvia, sobre
el pueblo y la lucha. Fue aún mayor; todo. A más represión igual respuesta
cantada. E incluso el exilio, que bien pudo ser - y lo fue - un sufrido
desarraigo para muchos, fue la caja de resonancia que escucharon todos. De la mano,
música y pueblo fueron juntos tras los pasos de una sociedad más justa e
igualitaria, o al menos democrática.
Leyendo, así es como me he nutrido de información
sobre aquellos años además de escuchar atentamente valiosos relatos, me
encontré con un muy buen análisis del historiador Tabaré Petronio llamado
"Desde las sombras, hasta abrir la noche". Y empecemos por esto.
Petronio refleja en el comienzo de su ensayo el panorama previo a la década del
70 de la música nacional, dejando en claro la situación "compleja,
incierta, fermental" que se vivía, donde surgían cada vez más
"posturas éticas y estéticas en nuestra música. La mayoría, se volcaron
hacia lo popular, pero manteniendo raíces con identidad uruguaya, agregando el
latinoamericanismo".
Al parecer aquellas viejas tradiciones de
cantores criollos y payadores que pululaban en los boliches capitalinos, y eran
la atracción de todos, fue cada vez más relegada a círculos restringidos como
La Rural del Prado o las “yerras” del interior del país. Asimismo, era el
comienzo de un aparato que lo cambió todo: la televisión. "Este nuevo
medio tecnológico tuvo y tiene una gran incidencia en la extensión de la
canción uruguaya. La aparición de sus interpretes fomentó, en escala menor a
los productos extranjeros, la nueva realidad musical uruguaya y difundió las
imágenes a todo el territorio", dirá el historiador. Pero mejor que suene
la música.
Ayer, como hoy, la lista de músicos era extensa y
algunos sobresalían notoriamente sobre el resto. Será de gustos y preferencias
del escucha elegir y disfrutar, pero teniendo que citar algunos seguro que
recordarán a Osiris Rodríguez Castillo, Aníbal Sampayo, Daniel Viglietti,
Tabaré Etcheverry, Alfredo Zitarrosa, Eustaquio Sosa, Washington Carrasco,
Danus Silvera “el indio Arachán”, Santiago Chalar, o el recientemente fallecido
Manuel Capella, entre muchos otros. También se escuchaban las voces
femeninas de Vera Sienra, Dianne Denoir,
Amalia de la Vega, Rubí Castillo, y Nila Quinteros, por citar algunas. Y entre
los grupos que hacían música encontramos a Los Olimareños, Los Vidalin de
Durazno, Los Zúcara de Rocha, Los Tacuruses de Rivera, Los Eduardos de
Tacuarembó, Los Guadalupanos de Canelones, etc.
Dice el autor de "Desde las sombras, hasta
abrir la noche": (este)... despliegue creativo de la música uruguaya,
comprendida con “los cambios” se resintió con el golpe de Estado y la
dictadura. Muchos de sus creadores pagaron su “toma de posición” con el
silencio de las proscripciones o el exilio. En el corto período que transita
desde 1971 a junio de 1973, la cultura artística, fundamentalmente en el teatro
y en la música, habían desarrollado una actividad plétora de protestas contra
el sistema de gobierno. Los teatros trabajaban con carteles de “agotado” y los
recitales de los músicos populares eran continuos. Es en este corto período que
aparecen tomando posición, las murgas,
destacándose La Soberana y Los Diablos Verdes.
Después del 27 de junio, a pesar de que en las
primeras horas la cadena de las Fuerzas Conjuntas irradiaba “A Don José”
canción de Ruben Lena, interpretada por “Los Olimareños”, la cultura artística
fue duramente reprimida, fueron perseguidos y expulsados del país Daniel
Viglietti, Alfredo Zitarrosa, Héctor Numa Moraes, Los Olimareños, Yamandú
Palacios, Manuel Capella, Marcos Velázquez, los integrantes de Camerata Punta
del Este y otros, como Aníbal Sampayo y R. Collazo fueron detenidos y después
de cumplir su sentencia, se exiliaron. Comenzaron a mermar las presentaciones
para los grupos fusionados, y muchos músicos buscaron otros países para seguir
desarrollando su actividad (Rada, Fattoruso, J.Roos, etc.)
EL SILENCIO y su retumbe
Es claro que no se admitieron voces de protesta
contra, y durante, el “Proceso Cívico- Militar”. Sólo eran permitidas las voces
oficialistas, "como sucedió y sucede en todos los regímenes
autoritarios" (Petrorio dixit), y se llevaban a cabo grandes espectáculos
de “exaltación nacional” con los artistas de confianza para el Proceso. Y las
radios, en tanto, no paraban de recibir las listas de músicos y canciones
vetadas para ser retransmitidas. Entre otros, Alfredo Zitarrosa, “Los
Olimareños”, Daniel Viglietti, Numa Moraes, José Carbajal, Mercedes Sosa y
Horacio Guarany, etc. La televisión, estrechó aun más las posibilidades para
todo el mundo artístico del país.
"Algunos festivales del Interior del País,
(Durazno, Treinta y Tres) fueron reductos de las fuerzas más regresivas y
exaltaron el patriotismo nacional ante el peligro subversivo internacional,
haciendo de estos eventos, una parodia de la tradición y no todos los artistas que surgían podían
asistir, si no comprobaban su “fe democrática”.
Los programas de radio, que difundían música
“folclórica”, en los primeros años de la dictadura, en su mayoría, irradiaban
intérpretes argentinos, apareciendo esporádicamente, algún interprete uruguayo,
de los permitidos o de los nuevos, de los que recién surgían, que no tenían
“antecedentes”, vinculados a la “canción protesta”
Es en el año 1974, que algunos estudiosos abren
la brecha y lo señalan como “el año bache del silencio” llegando este hasta
1976.", explica Tabaré Petronio, reafirmando que "sin lugar a dudas
1974, afirmación de la dictadura y 1975 “Año de la Orientalidad”, fueron muy
difíciles para las actividades culturales y artísticas no programadas por el
régimen, sin embargo, aparecen algunas grabaciones de músicos e intérpretes
“nuevos” que van ocupando los espacios dejados por los que fueron silenciados.
(“Como un Jazmín del país”) de Carlos Benavides y W. Benavides.
Nosotros afirmamos que fue en estos años tan
complejos, 1974-1975, que comienza un “arte de resistir”. Es un movimiento que
tiene sus raíces en el interior del país pero que se aloja en Montevideo. La
actitud de los sellos de grabación fue de apertura hacia el artista Nacional,
¿cuál fue la causa?. Todavía no podemos afirmar si fue solamente una coyuntura
comercial favorable o una actitud de resistencia por parte de sus
directivos"
EL PESO DE LA HISTORIA
Van apareciendo algunos álbumes que marcan la
cancha. Por un lado la versión oficialista con “Gesta de la Orientalidad” donde
participaron Jorge Villalba y los boyeros, José María Da Rosa, Graciela Castro,
Hilario Pérez y su conjunto de guitarras, Los Nocheros, Carlos López Terra y Rubí
Castillos.(Sello Sondor l976), y por otro lado la tenue resistencia se da en
“Soy del Campo” y “La Gesta de Aparicio”, que tienen entre ellos a Carlos
Benavides, Carlos María Fossatti, Cimarrones, Antonio González “El Pampa”.
"Creemos que es con estas situaciones que se comienza a perfilar el nuevo
Canto uruguayo", dice Petronio.
Recurramos a él para ver gráficamente el año a
año:
En 1976 fue un año de mucha represión por parte
de la dictadura, pero también fue un año de resurgimiento musical no obsecuente.
Washington Carrasco, presenta “Inti Canto”, en los teatros; “Alianza Francesa”,
y en el “Tinglado”.
Antes del cierre de la Institución El Galpón, en
1975, se presentaron con “La Escalera” Mateo, Pipo Spera, Urbano Moraes y “Pajarito Canzani”
junto a Vera Sienra.
En 1976, se realizan, “Peñas Folclóricas” en
varios lugares de Montevideo. “El Pericón” en la vieja cochera de Castro en el
Prado, en “Teluría”, en zonas vecinas
como La Paz, Las Piedras y Canelones.
En ellas se presentan; Carlos Benavides, Grupo
vocal Universo, Carlos María Fosatti, Los Guadalupanos, Los Eduardos, Tabaré
Arapí, Omar Romano, Los Trashumantes, Jorge Miranda, Miguel Villalba, entre
otros.
En 1977 W.Carrasco junto a Cristina Fernández,
presentan en “Teatro del Centro” “Ecos del Camino”.
En el ciclo de la música popular de la Alianza
Francesa, Eduardo Darnauchans presenta “Las diferencias”, también en 1977 en la
Cava del Virrey se presentan; Carlos Benavides, Grupo Vocal Universo, Los
Eduardos, Abel García, Santiago Chalar, Los Peyrou, Omar Romano, Los Hacheros,
etc.
En la “Alianza” se presentaron como “grupo de
trabajo”, “Los que ibancantando” (Trochón, Lazaroff, Bonaldi, da Silveira, Di
Pólito).y luego lo hicieron en el teatro Circular.
En 1978 se realizaron recitales en la “Alianza” denominados “cinco por uno de la ciudad” donde
participaron Carrero, Da Silveira, Di Polito, Larbanois y Luis Trochón
Es en este momento como dice W. Benavides; “el público
uruguayo reconoce sus perfiles y sus anhelos, en las voces y canciones de
nuestros artistas.
Los gustos son tan variados como los cauces del
Canto Popular, una línea de búsqueda cercana a ratos a la música de vanguardia
en “los que iban cantando”, una línea más cercana a las proyecciones del
neo-folcklore en los artistas que trabajaron en “La Cava”. Pero también resurge
en Dino, en Mateo, en Darnauchans y otros la variante del mundo; Rock y la
balada...”.
1980 – 1985 EL AUGE y el regreso
El No había triunfado, apenas un festejo íntimo,
satisfacción del - ¡vamos que se puede... !. Al tiempo ya era un hecho el
comienzo y los preparativos para organizar grandes espectáculos de “Canto Popular” en estadios Cerrados
(Platense, Palacio Peñarol) etc., con varios artistas en el escenario. Como no
podía ser de otra manera, estas oportunidades de transformaron inmediatamente
en grandes actos de masas, incluso desafiando la represión existente. "No
se prohibían los espectáculos, se prohibían los artistas, se debían presentar
los repertorios por triplicado en Jefatura de Policía, y muchas veces alguno de
los artistas anunciados, no podía subir al escenario.
Por supuesto esto traía una reacción negativa
para el régimen, ya que con mucha astucia y coraje, los organizadores y los que
animaban el espectáculo, colocaban sobre el escenario una silla vacía. Uno de
los primeros recitales de estas
características lo organizó un club de barrio de Montevideo, WeeK-end (Paullier
y Martín García) y se le denominó “Un mar de gente”, se realizó en el club
Platense y se presentaron, Los Zucará, (llegaron desde Rocha a cantar vestidos
de Frac), Juan José de Mello, Julio Julián, Abel García, Grupo Universo,
Cantaliso, Larbanoís- Carrero, Dino, ante un público que sobrepasaba las 1500
personas".
Grupos como Rumbo, Surcos, Baldío, Contraviento,
Los del Yerbal, Taipas y dúos como Pareceres, Los Hacheros, Los Peyrou,
Washington Carrasco - Cristina Fernández y solistas como Fernando Cabrera,
Rubén Olivera, Pablo Estramín, Enrique Rodríguez Viera, Leo Masliah, van afirmando su prestigio, “Canciones Para no
Dormir la Siesta”, que lideraban Nancy Gurguich y Horacio Buscaglia estuvieron
dedicados a la canción Infantil, creando algunas canciones memorables como fue
entre otras “Al botón de la botonera”.
Luego comienzan “los regresos”; de Alfredo
Zitarrosa, “Los Olimareños”, El Sabalero, Daniel Viglietti, Numa Moraes, Manuel
Capella, Aníbal Sampayo, Jaime Roos, Yamandú Palacios, Marcos Velazquez tratan
de reordenar el complejo espectro de la canción popular uruguaya. Y ya casi que
llegando al final del la dictadura se oía en las radios montevideanas la
propuesta de “La Nueva Trova” cubana,
liderada por Silvio Rodríguez y Pablo Milanés.
El 1° de marzo de 1985, cuando asume el Dr. Julio
María Sanguinetti, y comienza el proceso de redemocratización, en el acto
cultural callejero, realizado en la Explanada Municipal, estuvieron presentes;
“Los Olimareños”, Larbanois-Carrero, Los hermanos Mejía Godoy (nicaragüenses), Silvio Rodríguez y Pablo
Milanés(cubanos), cerrando o abriendo este ciclo cultural, artístico y político
de nuestra historia.
Callaron y desaparecieron voces, rompieron
guitarras, pianos, tamboriles, y todo lo que viniera; o lo acomodaron a su
antojo. Quemaron discos, rompieron locales musicales, afanaron a profesores de
música (entre ellos mi abuela). Quisieron atreverse con muchas otras cosas más,
pero hay algo que nunca callaron. Ni callarán. El canto al aire, el grito al
cielo, los acordes dulces y rabiosos; la melodía que unió al pueblo jamás será
vencida.
“El fuego destruye todo, libros
incluidos, pero nunca puede destruir los sentimientos, el saber y la memoria”.
Mempo Giardinelli
Hoy, 26 de
junio, hacen exactamente 33 años del día en que la dictadura ordenó quemar
millones de libros del Centro Editor de América Latina.
Ese 26 de
junio de 1980 está en la memoria más horrible de la Argentina y escribo esto
pensando una vez más en todo el dolor que todavía nos deben.
Propongo
recordar lo sucedido. Propongo que imaginemos aquel 26 de junio de aquel 1980.
Día frío y gris, pero no llueve. La acción en Sarandí, partido de Avellaneda,
provincia de Buenos Aires. A corta distancia de lo que entonces se llamaba
Capital Federal, vemos que de un gran depósito sobre las calles O’Higgins y
Agüero (hoy Crisólogo Larralde) entran y salen camiones cargados de libros. Son
veinticuatro toneladas de libros. En silencio, suboficiales, soldados y
policías vacían lentamente el depósito bajo las escrutadoras severas miradas de
oficiales del Ejército Argentino, algunos muy jóvenes.
El depósito
–un amplio galpón– y todos los libros pertenecen a la conocida editorial Centro
Editor de América Latina, una de las más prestigiosas y originales casas
editoras de libros del país y el continente, fundada y dirigida por Boris Spivacow,
un respetado matemático de 65 años, hijo de inmigrantes rusos. Entre 1958 y
1966 había sido gerente general de Eudeba (la Editorial de la Universidad de
Buenos Aires) y la había colocado en el pináculo de la consideración pública
por sus colecciones de extraordinaria calidad y cuidado a precios populares.
Hasta que la tristemente célebre Noche de los Bastones Largos, el 29 de julio
del ’66, junto con centenares de profesores e investigadores, Spivacow fue
forzado a abandonar Eudeba y la universidad.
Inmediatamente
empezó a soñar con una empresa independiente y autosuficiente. Y así, con toda
la experiencia acumulada, fundó la editorial Centro Editor de América Latina,
que llegó a convertirse en una de las más fuertes editoriales del continente, y
sus colecciones fueron formadoras de ciudadanía y fuente de conocimiento en
todas las disciplinas.
Las fuerzas
armadas de la época tenían a Spivacow, como se decía entonces, “marcado”. La
supervivencia casi milagrosa de la editorial durante los primeros años de la
dictadura tenía, por lo tanto, los días contados. Y el final fue ese día, ese
26 de junio del año ’80, en que llegaron las tropas en sus camiones y empezaron
a cargar libros, paquete por paquete, y en sucesivos viajes llevaron 24
toneladas de cultura y conocimiento desde el depósito de Agüero y O’Higgins
hasta un baldío que había entonces a muy pocas cuadras, en la calle Ferré,
entre Agüero y Lucena.
Allí, una
vez descargados los libros –posiblemente un par de millones de ejemplares– un
valiente oficial habrá dado la marcial y ceremoniosa orden de prenderles fuego.
“Procedan”, habrá dicho con firmeza y yo imagino que sin inmutarse, sin culpa
alguna, sin siquiera darse cuenta de la atrocidad que cometía en ese instante
miserable.
Así se
quemaron esos libros, aquel 26 de junio de 1980, y con ellos se quemaron años
de saber, de cultura, de investigaciones, de sueños y ficciones y poesías. Y se
quemó una parte esencial de la Argentina más hermosa, incinerada por la
Argentina más horrenda y criminal.
El expediente
judicial –informan ahora amigas y amigos que han guardado intacta la memoria de
esa jornada ominosa– dice que aquel día estuvieron presentes allí algunas
personas de la editorial: el fotógrafo Ricardo Figueiras, Amanda Toubes,
Alejandro Nociletti, Hugo Corzo y el propio Boris Spivacow.
Me cuesta
imaginarlos, ahora. Pero no los veo llorando sino concentrados y serios, dignos
y elocuentes en su silencio atronador. Los veo observando con dolor a las
bestias de uniforme que cumplían esa orden infame que algún oficial de alta
graduación, algún oscuro dictador habría dispuesto en algún oscuro lugar del
poder. Pero no veo que ninguno de ellos baje o desvíe la mirada. Como si
supieran que algún día y en una democracia, aunque plena de imperfecciones,
esos libros amados iban a renacer de entre las cenizas.
Y eso es lo
que sucede hoy, 26 de junio de 2013 y en Democracia: amigos de la Biblioteca
Nacional informan que hoy por la mañana se hará el primer acto simbólico en el
mismo lugar de
la quema, ahí en Sarandí. Lamento estar tan lejos, pero
simbólicamente voy a hacer con mi hija una casita de libros en el jardín de
nuestra casa. Y le voy a explicar cómo es que el fuego destruye todo, libros
incluidos, pero nunca puede destruir los sentimientos, el saber y la memoria.
(*) Nota
publicada esta semana por el escritor Mempo Giardinelli en Página 12.
EEUU retuvo un cuadro de Picasso
valorado en 11,5 millones dólares
Se trata de la obra
"Compotier et tasse" y lo hizo en nombre del gobierno italiano, que
emitió la petición en el marco de una investigación criminal sobre presunto
fraude a sus arcas, informó el Departamento de Justicia.
Se trata de la obra
"Compotier et tasse", pintada por el artista español en 1909 y que
está valorada en 11,5 millones de dólares, de acuerdo con la información
oficial.
Un juez estadounidense
emitió una orden que prohíbe el "traslado, venta o disposición" del
cuadro a petición del gobierno estadounidense, que a su vez actuó en respuesta
a una solicitud del italiano.
La fiscalía de Milán y el
Ministerio de Justicia de Roma trataban de este modo de impedir la venta
privada de la pintura en relación con una investigación criminal contra los
ciudadanos italianos Gabriella Amati y su ya fallecido esposo Angelo Maj. Ambos
están acusados en Italia de haber defraudado hasta 44 millones de dólares a las
arcas de Nápoles mediante cargos de falsa bancarrota, entre otros.
Según el Departamento de
Justicia, la pintura fue localizada el pasado 21 de mayo en Nueva York, donde
estaba siendo ofrecida en una venta privada por 11,5 millones de dólares.
"Nos satisface haber
desempeñado un papel para asegurar esta valiosa obra de arte del
celebrado artista Pablo Picasso en nombre del gobierno italiano", dijo el
fiscal del Distrito Sur de Nueva York, Preet Bharara, para quien este caso
demuestra el "compromiso" de Estados Unidos para impedir el lucro de
presuntos criminales que "trasciende las fronteras nacionales".
Publican 40 aguafuertes escritas
por Roberto Arlt en Rio de Janeiro
En las "Aguafuertes
cariocas", Arlt no necesita más que de sus ojos, un papel y un lápiz para
dar vida a un mundo supuestamente ajeno al del Río de la Plata pero afectado por los
mismos males y bienes: mediocridad, solidaridad, advenedizos y vividores,
trabajadores y paisajes.
El libro, publicado por la
casa Adriana Hidalgo, reúne 40 crónicas que el autor de Los siete locos
escribió durante una estadía de dos meses durante 1930 en la ciudad quizá más
hermosa y violenta de América del sur.
Arlt sólo vivió 42 años
pero le sobró el tiempo para escribir novelas como El juguete rabioso, Los
lanzallamas y El amor brujo, y obras de teatro como Saverio el cruel y La isla
desierta, además de bendecir a El pozo, la primera novela de Juan Carlos Onetti,
el más grande escritor uruguayo de todos los tiempos.
Y de viajar, del norte al
sur del país y fuera de las fronteras, sólo con su oficio de reportero y su
saber de escritor metido en ese mundo a causa de su fracaso como inventor de
excentricidades varias. Amigo de Raúl González Tuñón, despreció al credo
comunista y al populismo. Arlt era un anarquista de la estirpe de los
asesinados en el Kronstadt.
Estas crónicas, publicadas
en el diario El Mundo, son posteriores a la publicación de Los siete locos. Carlos
Muzio Sáenz Peña, director del periódico y editor de fuste, decidió mandar al
escritor a escribir crónicas, ese género hoy bastardeado sin piedad por la
industria cultural.
Arlt estuvo en Brasil,
Chile, España, Africa del Norte y el interior de la Argentina. Difícil
encontrar una referencia de semejante calado a pesar de no hablar una palabra
de inglés. El Brasil de Arlt -muy distinto al de Claude Lévi-Strauss- es un
páramo atrasado, si se lo compara con la Buenos Aires de ese
momento.
La ecuación ahora se ha
invertido. La Buenos
Aires contemporánea, laboratorio de la derecha más
atrabiliaria del continente, no era aquella a la que el escriba retorna en
hidroavión a recibir un premio de la Sociedad Argentina
de Escritores, pocos meses antes del golpe de Estado comandado por un militar
de apellido Uriburu.
Un artículo
plantea la posibilidad de que la vida apareciera muchos millones de años antes
de la formación de la Tierra. Numerosos expertos han criticado el trabajo.
Toda la
vida es extraterrestre. Hace 9.000 millones de años, mucho antes de que la
Tierra fuese siquiera un proyecto de planeta, las piezas con las que después se
construirían los organismos vivos ya existían en el universo. Alexei Sharov,
del Instituto Nacional del Envejecimiento en Baltimore (Estados Unidos), y
Richard Gordon, del Laboratorio de Especímenes del Golfo en Florida, han
planteado esta hipótesis apoyándose en una ley planteada en los años 60 para
calcular el ritmo al que crecería la capacidad de las computadoras. En 1965, el
cofundador de Intel Gordon E. Moore afirmó que el número de transistores por
unidad de superficie en circuitos integrados se había duplicado cada año desde
la invención de los circuitos en 1958 y que la tendencia continuaría durante la
siguiente década.
El tiempo
ha dado la razón a Moore y su ley ha mostrado su utilidad para hacer
predicciones en otros campos. Según se explica en la revista MIT Technology
Review, el número de publicaciones científicas, por ejemplo, se duplicó una vez
cada 15 años entre 1960 y 1990. Reconstruyendo ese proceso a la inversa, se
podría calcular el inicio de las publicaciones científicas hacia 1710, durante
la época en que vivió Isaac Newton.
En un
artículo publicado en Arxiv, Sharov y Gordon cuentan cómo tomaron como
referencia los niveles de complejidad de la vida en distintos niveles de la
evolución: desde los procariotas, un tipo de organismos formados por una sola
célula sin núcleo al que pertenecería el ancestro común a todos los seres vivos
del planeta, a los eucariotas, formados por la asociación entre procariotas, a
los seres más complejos, formados por varias células eucariotas, como los
gusanos, los peces o los mismos humanos. Con estas referencias calcularon que
el ritmo al que se incrementaba la complejidad de la vida era exponencial como
el predicho por la ley de Moore y que se doblaba cada 376 millones de años.
Con esa
estimación, hicieron el cálculo hacia atrás, desde los seres más complejos
hasta llegar al primero de los nucleótidos, una especie de ladrillos de ADN con
los que se empezaron a construir todos los seres vivos. El resultado colocaba
el origen de la vida hace unos 9.500 millones de años, con un margen de error
de 2.500 millones de años arriba o abajo. Si su cálculo fuese correcto, la vida
habría aparecido mucho antes de la formación de la Tierra, hace 4.500 millones
de años, y su nacimiento podría incluso estar muy cercano al Big Bang, el gran
estallido que dio origen a nuestro universo hace 13.600 millones de años.
El planteamiento,
que según reconocen los propios autores es muy especulativo, tiene varias
consecuencias interesantes. Por un lado, la vida habría llegado a la Tierra
desde el espacio viajando a bordo de cometas o asteroides, pero la hipótesis
descartaría que una especie extraterrestre superior hubiese sembrado de vida
nuestro planeta. La vida necesitó unos 5.000 millones de años para alcanzar la
complejidad de las bacterias y, por lo tanto, no sería posible que cuando
apareció la Tierra ya hubiese seres inteligentes en otros lugares del cosmos.
“Nuestra
hipótesis implica que la vida sería muy similar en otros planetas, al menos en
la parte vecina de nuestra galaxia, pero eso no significa que los ritmos de
evolución sean los mismos en todos los planetas”, explica Sharov. “La vida
evolucionará más despacio en planetas con ambientes hostiles”, pero las
civilizaciones como la humana estarían empezando a surgir justo ahora porque
“todos los planetas con condiciones favorables mostrarán similares ritmos de
evolución, porque esos ritmos estarán determinados principalmente por factores
intrínsecos”, añade.
Críticas al
estudio
Las
implicaciones de que Sharov y Gordon tuviesen razón serían enormes, pero muchos
científicos ya han mostrado su escepticismo. En otro artículo publicado en
Arxiv, un equipo dirigido por Caren Marzban de la Universidad de Washington,
recuerda la escasez de datos que existen sobre los organismos que vivieron en
la Tierra durante sus primeros 2.000 millones de años de historia. Por ejemplo,
señalan, “el tamaño del genoma funcional de los procariotas se estima a partir
del genoma más pequeño de este tipo de organismos” y hay incertidumbres de
millones de años sobre el momento en el que sus genomas se transformaron.
Además,
según explica el líder del grupo de Genómica Comparativa del CRG, Toni
Gabaldón, “sabemos que el tamaño del genoma no tiene por qué incrementarse
linealmente”. “En el caso de la endosimbiosis, por ejemplo, cuando las células
procariotas se asociaron para formar células eucariotas, el pool de genes se
duplicó en un evento”, añade. “Por otro lado, sabemos que en otras ocasiones
los genomas han disminuido. Por ejemplo en algunas bacterias, se ha perdido
parte del genoma por adaptación a un nicho muy reducido”, concluye.
Otro de los
defectos que detecta Marzban en su artículo es que solo se utilicen regiones
codificantes como medida de la complejidad del genoma, sin tener en cuenta que
el papel de regulación de las zonas del genoma que no codifican pueden agregar
una complejidad que se ignora. “Basar la complejidad del genoma de organismos
extintos basándose en una estimación incierta del tamaño del genoma funcional
de organismos actuales, puede ser doblemente defectuoso”, afirma. En resumen,
si se incluyen factores de incertidumbre como los mencionados, Marzban y su
equipo consideran que el origen de la vida podría situarse sin problemas por
debajo de los 4.500 millones de años de edad de la Tierra.
Pese a
todo, los autores del estudio siguen defendiendo la validez de sus
planteamientos como ejercicio para superar el pensamiento convencional. “Muchos
libros de texto y artículos científicos presumen que la vida comenzó en la
Tierra sin cuestionar esa asunción”, enfatiza Gordon. “Nuestro artículo abre la
puerta para que esa asunción se evalúe más a fondo”, afirma.
Pese a las
discrepancias, todos los investigadores están de acuerdo en una cosa: “Lo que
nos daría pistas sobre si la vida se originó en la Tierra o en otros planetas,
sería encontrar restos de vida en esos planetas”, asevera Gabaldón. Sharov
también cree que un hallazgo de ese tipo es la única manera de zanjar este
debate. “Si la Tierra fue contaminada con la vida, entonces otros objetos del
Sistema Solar también fueron contaminados, pero como los entornos de otros
planetas y satélites suelen ser muy hostiles, es probable que la evolución de
la vida haya sido más lenta que en la Tierra”, explica el investigador de
Baltimore.
“Por lo
tanto, es posible que encontremos bacterias que sean mucho más cercanas a las
que viajaron por el espacio”, añade. “No obstante, es posible que algunas
bacterias hayan viajado desde la Tierra a otros objetos del Sistema Solar, así
que necesitaremos modelos matemáticos para distinguir los colonos originales de
otras adiciones posteriores que pudiesen llegar por medio de viajes
interplanetarios”, remacha.