sábado, 22 de enero de 2011

UN CUENTITO MEDIEVAL


De cuando el vulgo hizo causa común con los grotescos, o la arrogancia traicionó a los traga-pergaminos

  Angel Juárez Masares

Había una vez en una pequeña comarca, un Señor feudal que reinaba sobre su pueblo desde un coqueto y antiguo palacio.
Hemos conocido a través de otras historias, cómo el Señor fue contratando escribas y sirvientes para organizarse y atender las necesidades de sus súbditos. Pero hete aquí que un día el Rey le ordenó que también contratara a quienes se les conocía como “los grotescos”. Eran éstos personas a las que nunca se tenía en cuenta, porque el vulgo suponía que no eran “naturalmente” eficientes.
Fue así entonces que –según el decreto Real- cuatro de cada cien servidores debían pertenecer a esta clase de la sociedad, asunto que el Señor feudal se apresuró a cumplir.
Y si bien la vida en la aldea siguió su curso, la gente comenzó a caer en la cuenta que “los grotescos” eran amables, educados, respetuosos, y muy responsables en las diferentes tareas que tenían asignadas, mientras los “inteligentes” eran soberbios, vanidosos, prepotentes, y muchas veces utilizaban su posición en provecho propio.
Hasta que un día el Señor despertó sobresaltado por los gritos de una turbamulta que se había congregado a las puertas de Palacio. Eran sus escribas y sirvientes que protestaban contra “los grotescos” agitando pancartas y golpeando ollas de cobre (no quemaban cubiertas porque aún no se había descubierto el caucho, pero estaban inaugurando “el caceroleo”).
-¿Qué ocurre con ustedes?- Preguntó el Señor feudal asomándose a los balcones.
-¡La gente no nos quiere!- Dijo uno de los manifestantes que se había erigido en vocero de los demás (¿Sería acaso este el primer dirigente sindical?).
-¡Desde que contrataste a “los grotescos” los pobladores sólo piden ser atendidos por ellos! -agregó el hombre siendo apoyado por el coro- ¡y eso es una afrenta a nuestra inteligencia superior!-
-¡Calma…calma…hablen de a uno que es razón fundamental para entendernos- dijo el Señor armándose de paciencia.
-A ver qué dice el pueblo- dijo dirigiéndose a los aldeanos que se habían congregado ante el tumulto.
-¡Queremos ser atendidos por “los grotescos”!- terció el tahonero hablando en nombre de todos (¿Sería acaso este el primer dirigente político?).
-¿Por qué?- inquirió el Señor feudal desde el balcón.
-¡Porque ellos tienen capacidades diferentes!- dijo el tahonero.
-¡Sed más precisos!- exigió el Señor.
-Es sencillo- respondió el hombre- tienen capacidad para atender nuestros reclamos y necesidades tratándonos como iguales…es decir….mejor que estos “traga-pergaminos” engreídos que se hacen llamar “inteligentes”.
Tras estas palabras, los manifestantes comenzaron a dispersarse en silencio arrastrando las pancartas ante la mirada asombrada del Señor, que –quizá sin percatarse- estaba asistiendo a la primera “pueblada” medieval (porque “los Partidos” aún no se habían inventado).



Moraleja:
Si a tu cotidiana relación con el prójimo le imprimes despotismo y soberbia, no serás digno de “atarle una sandalia” a los humildes.




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