PLINIO EL VIEJO, UN
CRONISTA DE SU ÉPOCA
Cayo
Plinio Segundo; nació en Comum, hoy Como, actual Italia, en el 23 A.C, y murió
en Stabies, hoy Castelllammare di Stabia, el 25 de agosto de 79. Escritor
latino de cuyas obras se conserva su Historia natural, obra
enciclopédica que durante la Edad Media fue considerada máxima autoridad en
materia científica. Tras estudiar en Roma, a los veintitrés años inició su
carrera militar en Germania, que habría de durar doce años. Llegó a ser
comandante de caballería antes de regresar a Roma, en el año 57, para
entregarse al estudio y el cultivo de las letras. A partir del año 69 desempeñó
varios cargos oficiales al servicio del emperador Vespasiano. Agudo observador,
fue autor de algunos tratados de caballería, una historia de Roma y varias
crónicas históricas, hoy perdidas. Únicamente se conserva su Historia
natural (77), que comprende 37 libros y está dedicada a Tito. Escrita
en un lenguaje claro y con un rico vocabulario, contiene gran cantidad de
información sobre las más diversas disciplinas y constituye un importante
tratado enciclopédico que recopila todo el saber de la Antigüedad.
Constituyen una preciosa fuente de información sobre la
vida de Plinio el Viejo algunas cartas de su sobrino Plinio el joven, aparte de las noticias que pueden extraerse
de su obra más importante y de la breve biografía seudo-suetoniana que la
antecede en los códices. Como muchos jóvenes de la burguesía itálica, Cayo
Plinio Segundo marchó pronto de la provincia a Roma para continuar sus estudios
y emprender una profesión. Había entrado hacía poco en la abogacía cuando hubo
de abandonar la capital para cumplir el servicio militar de levas en Germania,
donde, entre los años 47 y 51, sirvió en la caballería a las órdenes de Domicio
Corbulón.
Nada se sabe de su carrera en los años siguientes, pero
es probable, como se deduce de una alusión de su sobrino, que se mantuviera
alejado de la vida pública por hostilidad al gobierno y a la Corte neronianas.
Recibió, en cambio, importantes cargos de confianza, en reconocimiento a su
capacidad, en tiempos de Vespasiano y de Tito. Según una ingeniosa
reconstrucción, no siempre apoyada en documentos, habría sido procurador en la
Galia Narbonense (69?), en la provincia de África, y luego en España (73) y en
la Galia Bélgica (74); pero mientras la "procuratio" en la España
Tarraconense (aun siendo incierta la fecha) está comprobada por una alusión
autobiográfica, las otras continúan siendo hipotéticas.
El propio Plinio afirma, en cambio, que fue
"contubernalis" de Tito, muy verosímilmente como oficial de estado
mayor en Palestina; esta noticia hace más aceptable un testimonio epigráfico
(de lo contrario bastante incierto) que le atribuye la "procuratio"
en Siria. Ésta sería, pues, la primera ejercida por él, y podría situarse en la
época de los tumultos producidos en aquella provincia durante la guerra judaica
(70). Sabemos además que en sus últimos años solía dirigirse cotidianamente,
antes de salir el sol, al palacio del emperador Vespasiano (aunque él
solía trabajar de noche), quizá en calidad de consejero privado.
Plinio el Viejo era prefecto de la flota en Puerto Miseno
cuando, en el año 79, encontró la muerte en la famosa erupción del Vesubio que
destruyó y sepultó Pompeya y Herculano. La última jornada de su tío es narrada
con muchos detalles por Plinio el Joven en una carta a Tácito (Epístolas,
VI, 16): a la una de la tarde, su hermana le llamó la atención sobre una
gigantesca nube de forma extraña que apareció en el horizonte. Lleno de
curiosidad, se disponía a subir a una embarcación ligera para estudiar el
fenómeno de cerca cuando le llegaron las primeras peticiones de socorro. Hizo
entonces echar al mar los cuadrirremes para poner a salvo al mayor número
posible de personas, y se dispuso a dirigirse al lugar de peligro, en el fondo
del golfo. Desde cubierta no cesaba de hacer observaciones sobre el importante
y pavoroso fenómeno, dictando notas a su escribiente.
Habiendo atravesado el golfo bajo una lluvia de cenizas y
casquijos de lava, y siendo ya inaccesible la costa de Herculano y Pompeya,
llegó a Stabia, a casa de su amigo Pomponiano, y descansó allí tranquilamente,
después de haberse bañado y de haber cenado. Pero a la mañana siguiente, cuando
también aquella pequeña ciudad fue atacada de lleno por la furia del volcán y
todos trataban de ponerse a salvo en el mar, Plinio, al llegar a la playa, cayó
atacado de un colapso cardíaco, abrumado por los vapores sulfúreos que
contaminaban el aire.
Una interesante carta de su sobrino a Bebbio Macro (Epístolas,
III, 5) nos da también a conocer una laboriosa jornada de Plinio. Por ella
comprendemos cómo sus lecturas metódicas, sus asiduas dotes de observador, sus
frecuentes apuntes, así como las muchas horas sustraídas al sueño y a la mesa,
le habían permitido recoger, aun en medio de sus pesadas ocupaciones prácticas
a las que atendía puntualmente, aquel inmenso material erudito que sólo en
parte utilizó en sus obras; tras su fallecimiento, el resto quedó reunido en
160 legajos llenos de apretada escritura. "Acre ingenium, incredibile
studium, summa vigilantia": éstas son las grandes dotes que exalta en él
Plinio el Joven. En verano y en invierno, entre la medianoche y las tres, ya
estaba levantado, y salvo breves interrupciones dedicadas metódicamente al
descanso, su actividad continuaba incansablemente hasta la noche; también
durante la comida, o cuando viajaba, tenía junto a sí a un lector, para evitar
la menor pérdida de tiempo. Y nunca renunciaba a tomar apuntes: solía decir, en
efecto, que no había libro tan malo que no contuviera algo útil y digno de ser
aprendido.
En esa misma carta nos da Plinio el Joven el catálogo
completo de las obras de Plinio por orden cronológico. Durante el servicio
militar en Alemania escribió el pequeño tratado De iaculatione equestri,
fruto de su experiencia directa. En memoria de un amigo, poeta trágico que
había sido también compañero de armas, compuso en los primeros años después del
50 la biografía en dos libros De vita Pomponi Secundi. LosBellorum
Germaniae libri XX, que lo tuvieron ocupado durante mucho tiempo (47-54?),
contenían la relación de todas las guerras de los romanos en Germania y
fundamentalmente tenían por objeto celebrar la memoria de Druso y de Germánico.
A esta obra le siguieron (alrededor del año 60) los tres
libros del Studiosus (distribuidos, sin embargo, en seis
volúmenes a causa de su notable extensión), en los que Plinio el Viejo daba
consejos concernientes a los estudios y a la preparación del orador; de los
últimos años del principado de Nerón (65-68) son los Dubii sermoniis
libri VIII, que trataban de cuestiones gramaticales. Los treinta y un
libros de A fine Aufidii Bassi, escritos entre los años 68 y 77,
constituyen una historia cuyos límites cronológicos exactos no conocemos
(quizá, si a cada año estaba dedicado un libro, del 41 al 77), pensada como una
continuación de la historia aufidiana; en ella Plinio el Viejo se proponía
exaltar a los Flavios en contra de la dinastía Julia-Claudia, que había dejado
un triste recuerdo con su último representante, Nerón.
La Historia Natural de Plinio el Viejo
Pero el nombre de Plinio el Viejo se encuentra vinculado
a su última y más importante obra, que es también la única que ha llegado hasta
nosotros, la Historia natural. Presentada por Plinio a Tito (a
quien había dedicado la obra) en el año 77, fue publicada por su sobrino en el
año 79, con inclusión de otro libro (el I) que contiene el catálogo de las
fuentes y un sumario general de la obra. Plinio sigue en la Historia
natural la estela de Varrón Reatino en cuanto a tendencias culturales
y método de investigación, y alcanza una posición de primacía entre los
escritores enciclopedistas. Por esta obra, mina inagotable de noticias
científicas y de curiosidades, la Edad Media le reconoció fama de sabio
universal; también los estudiosos modernos le son deudores de infinitas
informaciones sobre el mundo antiguo.
La metodología seguida por Plinio el Viejo se opone
totalmente al concepto moderno de las ciencias naturales. Al contrario que
Aristóteles en su Zoología o de Teofrasto en su Botánica,
no indagó sobre las causas filosófico-naturales ni recogió hechos para obtener
conclusiones científicas. Pese a ello, las afirmaciones sin fundamento, las
fábulas, las exageraciones y la creencia en la magia y en la superstición de
la Historia Natural influyeron en la conformación de la teoría
científica y médica de los siglos posteriores. Tal influencia no es ajena a la
habilidad con la que Plinio el Viejo reunió de manera metódica hechos sin
relación entre sí, a su capacidad de reparar en detalles ignorados por otros, y
a los amenos relatos en los que mezcló hechos verdaderos con datos ficticios.
En el siglo XIX los estudios latinos destacaron la importancia histórica de
esta obra como uno de los más grandes monumentos literarios de la antigüedad
clásica.
La Historia natural se compone de
treinta y siete libros. El primero contiene el plan general de la obra y da
noticias sobre muchos escritores leídos y estudiados. Los libros II-VII tratan
de geografía, astronomía y antropología; los libros VIII-XI, de zoología; los
libros XII-XIX, de botánica; los libros XX-XXVII, de medicina vegetal; los
libros XXVIII-XXXII, de medicina animal, es decir, de cuanto puede obtenerse
como medios útiles de los animales y las plantas; y los libros XXXIII-XXXVII,
de mineralogía, y, en especial, de todo lo concerniente a los usos del vivir
humano y de las artes plásticas. Verdadera enciclopedia, Plinio el Joven la
definió como "obra amplísima y erudita, y tan varia como la
naturaleza". El material fue obtenido de la lectura de unos dos mil
volúmenes, y se citan cerca de quinientos escritores, entre griegos y latinos.
Con todo, no se limitó Plinio a ser un mero compilador.
Su pensamiento fundamental responde a la necesidad que tiene el hombre de saber
para poder vivir. Mientras los animales -dice- sienten cada uno su propia
naturaleza y según ella obran y resuelven sus dificultades, el hombre, por sí
solo, nada sabe si no lo aprende; por sí mismo tan sólo sabe una cosa: llorar.
La condición esencial de la vida humana consiste en aprender lo que debe el
hombre saber y conocer: los lugares en que habita y los hombres entre los
cuales vive, los aspectos y los fenómenos del cielo y la tierra y, sobre todo,
el mundo vegetal y animal de donde se procura el sustento cuando está sano y
los remedios y medicamentos cuando enferma.
Para la historia del arte antiguo encierra particular
importancia el grupo de los libros del XXXIII al XXXVII, que estudian la
mineralogía y la manipulación de los metales y de las piedras; es el único
testimonio que se ha conservado, junto al tratado De Architectura de
Vitruvio, de toda una rica floración de escritos sobre las artes plásticas en
la antigüedad clásica. Plinio trata del arte solamente de un modo indirecto y
desde un punto de vista secundario, en relación con los fines de su
enciclopedia. Sin embargo, halla oportunidad para dar valiosas informaciones
sobre muchas esculturas y pinturas existentes entonces en Roma y para aportar
juicios críticos generalmente emitidos por otros autores como Antígono Caristio
y el escultor de la escuela de Lisipo Jenócrates de Sicione (siglo III a. de
C.); traza asimismo un cuadro de conjunto del desarrollo del arte antiguo,
notabilísimo a pesar de sus imperfecciones.
Compilador concienzudo, más que experto en las artes,
Plinio se cuida de indicar, como en las otras partes de su obra, las fuentes
utilizadas, ofreciendo así una bibliografía del arte antiguo que es de gran
interés para la moderna arqueología. Estos libros dedicados al arte fueron
ampliamente conocidos incluso en el Renacimiento; Ghibert se aprovechó de ellos
para escribir sus Comentarios, y Cristóforo Landino los tradujo al
italiano, junto con el resto de la obra, en el año 1470.
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