Osvaldo Bayer: La historia oficial no
trae justicia
María Alejandra Crespín Argañaraz
En este momento me gustaría hablar del
Osvaldo Bayer en la niñez. ¿Cómo era? ¿Dónde fue tu infancia?
Yo nací en Santa Fe en 1927 y a los 40
días mi familia se trasladó a Tucumán. Viví desde los 40 días
apenas hasta los cuatro años en Tucumán. Me acuerdo de la casa, de
esas casas muy antiguas. A los cuatro años dejé Tucumán y me
acuerdo de todo. El otro día lo comentábamos con mi hermano Francis
que es mayor que yo. En la calle Lamadrid vivíamos nosotros.
Siempre, todavía me acuerdo, por la calle esta pasaban los carros
cargados de caña de azúcar. Me acuerdo también del amigo de mi
hermano mayor que siempre venía a visitarnos y de doña Josefa, una
criolla que venía siempre a conversar con mi madre y mi padre. A los
cuatro años nos trasladamos a Bernal en la Provincia de Buenos
Aires. En Bernal viví hasta los siete años y después vinimos a
vivir a Belgrano en Capital Federal, en esta casa misma, en el año
1934. Ahora vivo en una parte de aquella casona que era grande y que
después se subdividió.
La historia verdadera tiene que manejar
la historia, interpretar la historia a través de la ética, de la
defensa de la vida y nuestra historia no.
Fue una infancia con mucha curiosidad.
Mi padre nos traía siempre lecturas, mi padre era entre gran lector
y escritor, también escribía cosas. Empezamos ir al colegio acá
con mis hermanos, yo era el menor de los tres, tres varones éramos.
Íbamos al colegio de Belgrano, al colegio Casto Munita, un colegio
del Estado. Y justamente la semana que viene tengo que ir a Casto
Munita a hablar porque siempre me piden que vaya a hablar al colegio
donde estuve hace casi 80 años. Increíble. Se ha reformado un poco,
pero está en el mismo lugar que antes.
Me acuerdo de que jugábamos al fútbol
a la tarde e íbamos a jugar a la parroquia de Belgrano, en la parte
de afuera de la Iglesia, que había una especie de galerías hacia la
calle. Esa era nuestra vida. También jugábamos acá en la calle
Arcos, donde vivo actualmente, casi todo el día a la pelota porque
pasaba un carro cada media hora, cada veinte minutos, así que cuando
dejábamos pasar el carro seguíamos jugando a la pelota. Bueno,
ahora hay que ver lo que es esta calle Arcos, un auto atrás de otro
y dos líneas de ómnibus, así que no se ve ni un solo niño. Cómo
se ha perdido calidad de vida para los chicos. Yo les pregunto a los
vecinos: “¿Dónde están los chicos? No los veo”, y me dicen:
“Están ante la pantalla” o viendo televisión o en la
computadora. Cómo se ha cambiado la vida. Era otro Buenos Aires,
claro, con árboles por todas las calles y muchas calles de tierra
todavía. Acá, por ejemplo, la calle Blanco Encalada era de tierra y
la calle Arcos también, pero apenas llegamos ya las asfaltaron.
¿Cuándo comienza su amor por los
libros y por la historia?
Desde muy chico y esto se lo debo a mi
padre, que nos enseñaba con claro entusiasmo, siempre nos hablaba de
las novelas, de los libros de cuentos. Cuando éramos chicos nos
traía primero libros de cuentos de los hermanos Grimm, de Hans
Christian Andersen, de Charles Perrault, de todos ellos. Después,
cuando yo tenía 10, 11 años, nos traía la revista Bompland, era
una revista que salía cada 15 días con una novela completa. Pero
nosotros leíamos primero Alejandro Dumas, por ejemplo Los tres
mosqueteros, Veinte años después, y Emilio Salgari, todos los
libros de aventura primero y después ya nos fuimos metiendo en otros
textos. Nos fue trayendo libros de poesía, de Curter leímos mucho,
yo fui el principal entusiasta de Curter Buter, en mi adolescencia
todos sus libros, un clásico. Para mí su libro Alberta fue la mejor
novela de amor y gracias a Alberta me enamoré muy joven y varias
veces.
Seguimos con los recuerdos…
Después ya entré en el Colegio
Nacional Manuel Belgrano, allá en Palermo, cercano al centro hasta
tercer año. Después de tercer año comencé a trabajar y a rendir
libres las materias, entonces ya no fui más al colegio sino que
rendía libre, estudiaba solo en mi casa, siempre con mi hermano
mayor que me guiaba los títulos que tenía que leer en cuanto a las
diversas materias. Fui rindiendo libre y luego comencé a trabajar en
una oficina de seguros de un alemán, medio loco el alemán, se la
pasaba jugando a la lotería, a la quiniela, a todo lo que podía
jugar, se iba a Mar del Plata, pero obsesionado por el juego. Pero me
venía bien porque cuando ganaba siempre me regalaba algo de lo que
ganaba, así que yo quería que siguiera jugando y que ganara. Allí
empecé a trabajar en la oficina.
Mi hermano era oficial de un buque
mercante y me gustaba eso también, esa aventura, y entré y aprendí
como marinero timonero en los buques de carga que iban en el Paraná
de Buenos Aires hasta Asunción del Paraguay, todavía más allá del
norte hasta otros puertos paraguayos. Fue un tiempo realmente
maravilloso, vi lo que es la naturaleza, ese Paraná increíblemente
hermoso.
Me tocaba siempre la guardia nocturna
de cero a 4 de la mañana y también de 12 del día a 4, ocho horas.
El capitán Almiron era totalmente loco, veía bajar los fantasmas a
la noche. Los otros marineros me decían: “Mira, te toca a vos la
guardia y empieza a ver visiones este hombre, tené cuidado, no le
lleves el apunte”. Me acuerdo en la primera noche, muy oscura, de
pronto la luna se reflejaba en el río, y el capitán Almiron empezó
a hablar solo y me dice: “¿No ves? Ya bajan, están bajando”, y
yo no veía nada. Decía: “Están subiendo por la proa, ya suben”.
Yo pensé que me iba a llevar, porque es el que daba la dirección el
capitán. Pero no, me acostumbré y decía: “Sí, sí, los veo
venir a los fantasmas”. Fue un tiempo muy lindo porque así conocí
todos los puertos del río Paraná hasta el norte de Paraguay, esos
puertos de Chaco, de Formosa, ahí conocí mucho del país.
Navegué seis meses y justo me tocó la
gran huelga de marítimos en el año ‘50 porque Perón quería que
los marítimos ingresaran a la CGT (Confederación Nacional del
Trabajo) y ellos tenían su propia central obrera. Entonces
declararon el paro general. Yo fui a la asamblea, escuché los
argumentos y la mayoría votó por la huelga y yo cumplí con la
huelga. Ya habíamos salido a bordo cuando empezó la huelga, se dio
un plazo de 48 horas para empezar y empecé la huelga. Fui el único
en los años ‘50 que hizo la huelga en el barco Madrid. Entonces el
capitán llamó a prefectura en Rosario, entró una delegación de la
prefectura y me hizo bajar, me hicieron desembarcar, me llevaron a
prefectura detenido y de pronto entró el subprefecto de Rosario, me
miró y me dijo: “Mire lo que voy a hacer con su libre de
embarcación”, y la cortó en tiritas. Me dio una gran pena porque
para mí la libreta de embarque era un testimonio de los puertos que
habíamos tocado. Después de que rompió la libreta me dijo: “Ahora
puede irse y recuerde lo que le digo: usted nunca más, ¿me
entiende?, nunca más va a volver a pisar los buques de la patria”.
Y tuvo razón, nunca más pude entrar a los buques de la patria. Pero
lo que son las cosas, cincuenta años después, en el año 2000, el
Centro de Comisarios Navales, porque yo había entrado como aprendiz
comisario, pero porque no había lugar en el resido, pero fui como
aprendiz timonero, pero figuraba como aprendiz comisario, es el que
hace las oficinas, los papeles, las cargas y todo lo demás, me hizo
un homenaje cincuenta años después porque había sido el único
tripulante del barco Madrid que había cumplido con el paro. Fue todo
un orgullo. Me dieron un acta, aplausos, todo muy lindo.
¿Cuándo comienza su dedicación al
periodismo?
Esto va a ingresar después por lo
siguiente, yo me recibí de bachillerato haciendo cuarto y quinto año
libre e inmediatamente dije: “Quiero estudiar filosofía”, pero
cuando iba a ingresar a filosofía me dije que antes del alma y de la
mente del ser humano tenía que aprender al menos el primer año de
medicina, la anatomía descriptiva e histología, que eran dos
materias. Fíjese los principios que tenía en esa juventud.
Entonces, ingresé a medicina muy bien, hice el primer año con todas
las prácticas en Monte Grande para aprender la anatomía descriptiva
que aprendíamos con los libros de Testut, un libro famoso de aquel
tiempo. Aprobé las dos materias e ingresé a filosofía, pero
justamente eran los años del primer peronismo y Perón había
entregado en sí la Facultad de Filosofía a la Iglesia Católica y
yo me di cuenta. Conocí a David Viñas y Rodolfo Walsh, que estaban
allí. Éramos del mismo año, del 27. Rodolfo Walsh me decía que me
había ganado porque él era de enero de 1927 y yo era de febrero de
1927; David Viñas era de julio de 1927.
Solamente vi que aprendíamos a Tomás
de Aquino y David Hume. Además, como mi padre era socialista, yo
seguía la línea de mi padre políticamente en el socialismo.
Entonces en la Facultad de Filosofía estaba la Alianza Libertadora
Nacionalista, ultra de derecha que apoyaba a Perón y dominaba los
cursos ahí. Cuando se enteraron de que yo era socialista me dieron
tres o cuatros palizas, tremenda la violencia que había, y decidí
irme. Mientras tanto yo estaba de novio con una niña que se había
ido a visitar a Alemania a sus parientes así que me vino bien.
Cuando yo llegué a Hamburgo ella me estaba esperando. Esa misma
noche empezamos a vivir juntos. Fue muy linda estada. Ahí empecé a
estudiar filosofía. Pero digamos, ingresé en la puerta de
filosofía, pero otro cambio más hice, porque me dije: antes de
conocer el alma y el espíritu tengo que conocer la historia del
hombre, tengo que conocer la historia, y estudié historia en la
Universidad de Hamburgo. Fue una experiencia para mí porque Alemania
había perdido la guerra, las ciudades todavía cuando llegué
estaban totalmente destruidas, no había casi hombres porque habían
muerto millones y millones de prisioneros, estaban las mujeres, las
que reconstruyeron Alemania fueron las mujeres, es impresionante, las
veía yo trabajar levantando las ruinas, los ladrillos mano a mano y
los chicos colgándoles de las piernas. Qué calidad de trabajo, cómo
trabajaron y cómo se fueron levantando las ciudades. Fue una
experiencia porque esa juventud se atributaba cómo nuestros padres
judíos votaron locos como Hitler, un asesino con ese sistema, además
de que terminó en esas guerras, racismo y todas estas cosas.
Hice un gran aprendizaje en ese sentido
político e histórico. Allí me adherí a la juventud socialista del
Partido Social Demócrata, a un ala más izquierdista que era muy
antiautoritaria, un ala de ese socialismo quería luchar por un
socialismo antiautoritario, que todo se resolviera en asamblea y no
bajo autoridades o presidentes. Ahí tomé esa línea de socialismo
libertario. Mientras tanto fue mi distensión en el periodismo,
porque un periodista amigo de mi hermano se enteró de que yo estaba
en Alemania y de que yo escribía, porque escribía poesía, ya había
escrito un libro de poesía a los 14 años. Entonces este hombre
trabajaba en Revista Continente, que era una revista de notas
políticas, de filosofía, de historia y notas de actualidad. Muy
buena revista. Me pidió por favor que le mandara colaboraciones de
Alemania y así me inicié en el periodismo. Cuando salieron las
primeras notas también me empezaron a pedir notas de un diario de
música que se llamaba Buenos Aires Musical, sobre música clásica
que también traía todas las cosas del Teatro Colón y los
conciertos. Otra revista que se llamaba Gente de Cine, sobre cine
alemán principalmente que eso interesaba, así que todas las semanas
y meses salían mis notas en esas revistas.
A los cinco años regresé a Buenos
Aires, ya teníamos dos hijos varones con mi esposa. Acá
directamente ya me arrojé hacia al grupo del secretario de redacción
del diario Noticias Gráficas. El secretario me dijo: “¿Te
interesa hacer periodismo?”, le digo que me interesa mucho y yo
quiero hacer investigaciones históricas, pero quiero tener un estilo
muy directo, muy claro, no hacer idioma cita para que los demás me
digan profesor, sino traer al idioma muy periodístico diciendo la
verdad histórica, pero que la entienda todo el mundo; le interesó
mucho y entré en el diario Noticias Gráficas, donde estuve un año
y medio. Después del año y medio me dije: creo que he conocido
Buenos Aires y quiero conocer el interior del país, quiero hacer
periodismo en el interior del país.
Quería hacer periodismo en la
Patagonia y recibí un pedido interesante, ser secretario de nota en
Esquel, una ciudad en Chubut cercana a la cordillera. Entonces me fui
allí. Empecé con mucho entusiasmo, pero me di cuenta de que esa
zona vivía en la edad media, la explotación, las estancias, el
trato a los pueblos originarios. Comencé una defensa de todo eso, yo
siempre me dije que el mecanismo tiene que servir para llevar la paz
y la igualdad a la gente, y empecé a defender. Entonces al
propietario del diario no le gustó nada y me dejó cesante. Para no
pagarme la indemnización me acusó de doble tentativa de homicidio.
Un disparate total, yo jamás manejé un arma, ni un cuchillo, para
comer un bife sí uso. Me llevaron detenido, una experiencia en la
comisaría increíble porque allí hay descendientes de galeses que
son ingleses de Gales, un hijo de galeses llegó a ser comisario de
Esquel cuando me detuvieron, me llamó a su despacho y me dijo que
había cometido un gravísimo error, que iba a ser juzgado por la
justicia y que me iba a mandar al calabozo mientras tanto con los
chilotes presos. Además, me dice: “¿Ustedes saben que no hay
calefacción? ¿Usted juega al ajedrez?”, le digo que sí,
“Entonces puede jugar conmigo”. En la ciudad de Esquel nadie
sabía jugar al ajedrez y se encontró con Osvaldo Bayer que sabía.
Me arrepentí de haberle dicho que sí, porque jugamos toda la noche,
y le gustaba el whisky a este hombre, y mientras jugaba al ajedrez le
daba al whisky, en un momento tomó tanto que se cayó del sillón y
el preso Osvaldo Bayer lo alzó al comisario de la Policía. Después
eso me ayudó a que me dieran la libertad condicional, tenía un
abogado que me defendió a muerte, finalmente no pudieron comprobar
nada.
Decidí quedarme en Esquel y fundar un
periódico propio que llamé La Chispa, y puse el primer periódico
independiente de la Patagonia. Fueron cinco números hasta un día
que vino la Gendarmería Nacional, me tocó la puerta, salí y me
dijo: “La Gendarmería Nacional le da 24 horas a usted para dejar
porque sus publicaciones traen inquietudes en la población”, y me
mostraron una hoja firmada por el comandante de la zona que me daba
24 horas para dejar Esquel, porque si no me iban a detener. Yo lo
hablé con mi mujer, ya teníamos cuatro hijos, tres varones y una
nena, que les encantaba esa zona, es un lugar precioso Esquel con
lagos cercanos y montañas.
Fueron casi diez meses los que estuve,
conocí los pueblos originarios, los mapuches, las colonias de ellos
y de cómo eran explotados también, concurría a sus fiestas. Me
hice muy amigo de ellos y empecé a conocer su cultura, me sirvió
mucho. Mientras tanto, Rogelio García Grupo, mi amigo, tenía en
Buenos Aires una audición en Radio Belgrano, que antiguamente se
hacía en cadena con cinco o seis cadenas del interior. Tenía una
audición muy escuchada y todos los días comenzó a decir que yo
estuve preso. “Hay un nuevo parte de la libertad de la Patagonia,
Osvaldo Bayer”; hizo una gran propaganda y cuando llegué a Buenos
Aires ya era popular. Tanto es así que al segundo día de llegar a
Buenos Aires me encontré con un periodista de Clarín y me dijo
“Osvaldo, ¿qué te pasó en la Patagonia? Hemos escuchado todos
los periodistas”, y le cuento. Entonces me dice: “Mira, yo
trabajo en Clarín, ¿querés venir a trabajar a Clarín?”, yo como
no tenía trabajo le dije: “Bueno, cómo no”. Al día siguiente
empecé a trabajar en el diario Clarín, donde estuve trabajando 12
años en la redacción.
Me siguió interesando siempre el
periodismo, de cómo uno conoce, me gustaba el periodismo de calle,
pedir notas. Pero ya a los pocos meses vienen a verme del Sindicato
de Prensa, la organización de periodistas de aquel tiempo, que
habían leído todas mis actuaciones en Esquel, que yo había
defendido a los pueblos originarios, y yo tenía el nombre para ser
candidato a secretario general, cargo máximo del sindicato, entonces
yo digo: “No, no tengo ninguna experiencia en el mecanismo, si
quieren acepto otro cargo”, y fui secretario general adjunto, como
si fuera un vicesecretario. A los seis meses el secretario general
pasó a ser secretario general de la federación, de la organización
de toda la república, entonces yo quedé a cargo del sindicato de la
Capital Federal, que era el más grande de todos, aquí están los
diarios más importantes del país y demás.
Me interesó mucho el sindicalismo, la
vida de los trabajadores. Era delegado ante la CGT en 1958, eran los
tiempos en que ya había asumido Arturo Frondizi. Fueron años de
aprendizaje de la lucha obrera, de ver lo que era la CGT, de la
corrupción interna de ese nuevo sindicalismo que yo siempre lo
comparaba porque había leído mucho de la historia del movimiento
obrero, porque mientras tanto hacía investigaciones históricas. Lo
que había sido aquel sindicalismo libertario de las primeras
organizaciones de base de los anarquistas y mismo de los socialistas,
y lo comparaba con esa nueva organización, donde había mucha
corrupción, había también mucha gente sacrificada que daba todo su
esfuerzo, pero también habían corruptos.
Una vez me llaman de Coronel Rauch, una
ciudad en la Provincia de Buenos Aires, para dar una conferencia
sobre historia, porque yo había empezado a publicar notas e
investigaciones históricas en la revista Todo es Historia y en otras
también. Me invitaron a dar una conferencia sobre el patronímico de
esa ciudad.
Yo fui al Archivo General de la Nación
y realmente ese hombre fue un genocida con los pueblos originarios.
Es increíble lo genocida de ese tipo. Pero el primer culpable es
Rivadavia, que contrata al coronel provinciano Federico Rauch para
exterminar a los indios ranqueles; eso lo hizo Rivadavia en
contraposición a todos los documentos fundamentales de mayo, los
comunicados de Manuel Belgrano, de Juan José Castelli, y los
escritos de Mariano Moreno sobre los pueblos originarios. Belgrano
siempre luchó para darles los mismos derechos y él termina con la
forma de esclavitud con que habían sido sometidos los pueblos
originarios por los españoles. Belgrano al llegar al Paraguay hizo
expediciones en 1810, Castelli lo mismo al llegar al Alto Perú, y de
pronto Rivadavia apenas once o doce años después contrata a ese
coronel para exterminar a los indios ranqueles. Más todavía, en la
asamblea de 1813 se había dado la libertad de vientre, todo niño
que nacía del vientre de un esclavo quedaba libre. En Estados Unidos
en 1852 y en Brasil recién en 1874. El pensamiento de esos hombres
de mayo fue traicionado por Rivadavia.
Hay que leer los documentos de Rauch
cuando empieza la liquidación de los ranqueles; por ejemplo, el
primer comunicado de una sola línea dice: “Hoy para ahorrar balas
hemos degollado a 27 ranqueles”, y yo no lo podía creer. El
segundo comunicado era más filosófico: “Los ranqueles no tienen
salvación porque son anarquistas”. Era un sabio este señor,
porque todavía no habían nacido los grandes teóricos del
anarquismo, pero este señor ya sabía que había que liquidarlos. El
tercer comunicado dice: “Los ranqueles no tienen sentido de la
propiedad”, porque para los pueblos originarios todo siempre fue y
es comunitario, no tienen el derecho de la propiedad porque para
ellos no existe.
¿Existe o se puede hacer cierta
justicia del pasado? ¿Qué son los anarquistas?
Claro que se puede hacer justicia de la
historia y hay que hacerla, porque la historia oficial no trae
justicia, no es la justa. La historia verdadera tiene que manejar la
historia, interpretar la historia a través de la ética, de la
defensa de la vida y nuestra historia no. ¿Quiénes son los grandes
héroes acá? Los genocidas, como Julio Argentino Roca o Federico
Rauch, que el nombre de una ciudad tiene en su gloria cuando fue
realmente un asesino, lo dicen sus propios comunicados.
El peronismo positivista va a cambiar
la historia, todo lo que trajo el “progreso” como decían ellos
es lo bueno, lo ético. Entonces en base a eso Roca va a hacer el
gran exterminio de los pueblos originarios en contraposición de los
papeles de mayo, de la defensa de los hombres de mayo que hicieron en
1810 a los pueblos originarios. “Hay que exterminar a los
salvajes”, dicen los bárbaros en su primer discurso.
El exterminio de los pueblos
originarios comienza con Bernardino Rivadavia para quitarles las
tierras, cuando este país era tan tremendamente grande que había
tierra para todos, porque querían toda la tierra para ellos que
venían de afuera.
¿Cómo ve hoy que vivan las
comunidades indígenas en un mismo territorio junto con los que no
estaban dentro de las comunidades?
Llegó la reacción de los pueblos
originarios, que los llamaban “malones”, pero eran reacciones.
Tenían derecho de defender sus tierras; por ejemplo, ¿qué hicieron
los rioplatenses ante las invasiones inglesas de 1806 y 1807?
Recurrieron a las armas y desalojaron a los ingleses de la invasión.
Entonces esos pueblos originarios, que habían vivido durante siglos
acá cuando llegaron los colonizadores españoles, tenían derecho a
defender sus tierras, y en general, no hubo grandes guerras entre los
dos, porque fueron sometidos y muy pacíficos. Hubo defensa en
Mendoza, los españoles llegaban y esclavizaban a los pueblos
originarios, los llevaban a trabajar para ellos con el látigo en la
mano. Los pueblos originarios reaccionaron. Hay que comprender eso y
ponerlos en el análisis de la historia, no poner como héroes a los
que cometieron el genocidio, que mataron a miles y miles de pueblos
originarios. Otra cosa que nunca se nos enseñó, Roca restableció
la esclavitud que había sido terminada en la Argentina en 1813,
están los comunicados oficiales. Yo invito a todos a que vayan al
Archivo General de la Nación, donde están los diarios de 1879
cuando termina la Campaña del Desierto. Los archivos oficiales: “Hoy
reparto de indios. A toda familia que lo requiera se le entregará un
indio varón como peón, una china como sirvienta y un chinito
matadero”. Se esclavizó también a los niños. Están las crónicas
y los diarios cuando se repartían en las plazas públicas de Buenos
Aires los indios prisioneros. Siempre yo traigo cuando voy de
conferencia de la lectura una crónica tremenda del diario El
Nacional, muy conservador, que describe la entrega de indios en la
Plaza de Buenos Aires, y describe cómo las madres indias lloran,
gritan, abrazan y defienden cuando les van a quitar a sus hijos.
Entonces los cronistas se preguntan: “¿Así que los salvajes saben
llorar?”.
¿Por qué le parece, Osvaldo, que nos
enseñan la otra historia?
Porque fue una línea que se armó
liberal progresista, liberal positivista la de Bartolomé Mitre,
Domingo Faustino Sarmiento y Julio Argentino Roca. Por ejemplo,
Sarmiento tiene cosas positivas como la educación para todos y
gratuita, pero era un racista insoportable, hay que leer sus libros,
y su madre tenía la mitad de sangre india, pero él trató siempre
de olvidar eso. Para él el modelo era Estados Unidos de América,
por eso trae las maestras norteamericanas contratadas para que nos
enseñen a ser como los norteamericanos, que los norteamericanos
todavía en ese tiempo tenían esclavos.
Cuando Juan Bautista Alberdi hace un
análisis de lo que fue la Campaña del Desierto y dice: “Estas
enormes pampas han quedado vacías”, han sido exterminados los
pueblos originarios, y dice: “Ahora hay que poblar con europeos
esta zona”, y Sarmiento le responde: “Sí, pero con europeos del
norte”, es decir, él solamente quería que vinieran alemanes,
suecos, noruegos, holandeses e ingleses, porque esas fueron las
emigraciones de europeos a Estados Unidos y formaron Estados Unidos
de América. Pero yo digo con sorna que Sarmiento tuvo que
conformarse con italianos y españoles, porque ya esos europeos del
norte viajaban a Estados Unidos. Vinieron algunas minorías, pero en
general vinieron italianos y españoles, la gran inmigración
europea.
Todos esos documentos de ese
liberalismo positivista hay que analizarlos por la falta absoluta de
ética y ese racismo tremendo de Sarmiento, que siempre habla de los
indios con enorme desprecio y está en la documentación. Mismo ese
hecho cuando Mitre toma prisionero a ese caudillo de la Rioja,
“Chacho” Peñalosa, un verdadero héroe que defendía su
provincia contra los avances de Buenos Aires. Lo toma prisionero y le
pregunta al presidente Sarmiento: “¿Qué hago con el prisionero?”,
y está en el decreto de la carta de Sarmiento a Roca: “Córtele la
cabeza y exhíbalo en la plaza pública”.
Extraído de: www.letralia.com/
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