“Había perros ya cocidos y bañados en
caramelo, perros laqueados, colgados con ganchos”
Entrevista
realizada por Rolando Revagliatti
Nilda Barba nació el
17 de junio de 1949 en Buenos Aires, ciudad donde reside, la Argentina. Es
Contadora Pública Nacional egresada de la Facultad de Ciencias Económicas de la
Universidad de Buenos Aires. Se formó en Civilización, Literatura y Arte en la
Alianza Francesa. Participó, entre otros, en 2006 en el Festival Internacional
de Zamora y en el Encuentro Internacional de Poesía en Cuernavaca, ambos en
México; en 2007 en el Festival Internacional de Poesía de Rosario, Santa Fe,
Argentina; en 2008 en el VII Encuentro de Poetas “Junín 2008” del Movimiento
Poesía, provincia de Buenos Aires;
en 2009 en el Encuentro auspiciado por la Casa del Poeta Peruano, en Chimbote,
Perú. Poemas suyos fueron traducidos al alemán, al inglés y al catalán.
Fue incluida en los siguientes volúmenes antológicos: “El placard” (2003),“Poetas
del mundo” (2006), “Antología de la
confederación latinoamericana en Austria” (2008), “No toda belleza redunda en felicidad” (2008), “Sin fronteras” (2011), “Antología
X Aniversario Grupo Alegría” (2015). Tradujo el poemario “Leblón, suelo y voz” de la brasileña
Solange Rebuzzi. Publicó los poemarios “El
cordón” (Grupo Editor Latinoamericano, 2005), “¿por qué me gusta tanto?” (Vela al Viento Ediciones Patagónicas,
2007), “doctora jeckyll y señora hyde” (Vela
al Viento Ediciones Patagónicas, 2009), “como
seda con la boca” (Ediciones del Dock, 2015), “al final del pasillo” (Editorial Vinciguerra, 2016).
1 — Comencemos retrocediendo hacia…
2 — ¿Cómo dirías que se fue generando
tu interés hacia las ciencias económicas? ¿Te desempeñaste en tu profesión?
NB — Mi pasaje por la UBA
lo percibo como de un pasado remoto, ese sedimento que hace que ésta que soy
tenga ciertos criterios incorporados y una educación vinculada al aprendizaje y
a la manera de leer, de dudar, de relacionar, de abstraerse, de concentrarse.
Es un sustrato importante, no por el orden temático y de contenido, sino por
una cierta disposición al método, a la reflexión. Diría que Ciencias Económicas
fue la carrera universitaria de la familia. Todos mis primos mayores, menos uno
que estudió veterinaria, seguían esa carrera. Yo era muy buena en matemáticas,
materia que me gustaba y me resultaba fácil, eso parecía indicar mi camino.
Creo que disfrutaba estudiar, fuera lo que fuera. La vida universitaria, el alejarme
tanto de la casa de mis padres, hacían fascinante esa etapa que comenzó a los
diez y seis años. Sentía que un mundo se abría a mi paso. El edificio de la
Facultad me resultaba imponente, las aulas gigantes, los anfiteatros,
increíblemente atractivos. La biblioteca silenciosa era para quedarse a vivir.
Tan pronto como entré, justo el único año que hubo curso de ingreso en la
Facultad de Ciencias Económicas, junto a tres chicos más formamos un grupo de
estudios que funcionó magníficamente bien y continuó hasta que me casé y me fui a vivir a Brasil dos años después. Cuando volví y retomé la carrera extrañé ese grupo, fue más arduo estudiar sola y con hijos y embarazos en el medio. Me recibí el día que cumplía siete meses de mi tercer embarazo. Recién cuando mi cuarta hija comenzó el jardín de infantes empecé el ejercicio de la profesión en un estudio contable en el área de auditoría externa, y esta labor se extendió durante apenas dos años. Si bien me complacía, no me fue posible sostener la organización y cuidado de mi familia numerosa con el trabajo, y decidí dejar.
3 — Es recién en este siglo cuando te
incorporás a un taller literario.
NB — Mi relación con la
escritura poética, como te
comentaba, tiene raíces que van hasta mis primeros
años. Sin embargo, los modos en los que he podido manifestar esa pasión ha
tenido vertientes diferentes. Cuando se me impuso, se hizo imperiosa la
necesidad de que eso comenzara a circular, entendí que tenía que iniciar un
proceso de dedicación, de interacción con grupos de poetas. Fue entonces que
comencé a concurrir al taller coordinado por Ana Guillot. Esa etapa de mi
formación me dio la posibilidad de escuchar otras voces, otras formas poéticas
y narrativas valiosas. Entre los poetas puedo mencionar a Florencia Abadi,
Paola Cescón, Isabel Krisch, Néstor Cheb Terrab y Matías Lockhart, y entre los
narradores a Lara Segade, Belén Ancisar, Diana Drexler. Ese momento de
encuentro en la literatura era una fiesta.
En la actualidad estoy trabajando con
Roberto Ferro. No se trata de un taller. Es de otra índole porque mi proyecto
poético transita otro carril. Roberto me ayuda a concentrarme sobre los matices
y afinidades que son propios a ese desarrollo. Además de las cuestiones
relacionadas con mi escritura, también tratamos temas de orden teórico y
crítico vinculado a aquellos aspectos que está explorando mi poesía; una mirada
integral incluso sobre mis proyectos narrativos.
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A los 2 años |
4 — Ya que has mencionado al
ensayista Roberto Ferro, me agradaría resaltar que él, respecto de tu “como seda con la boca”, adujo que “la textura de sus poemas tiene la
intensidad de la sugerencia asediada por el silencio”.
5 — Entiendo que también te sentiste
convocada por la filosofía.
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A los 15 años |
En mis obras anteriores se advierte
con nitidez que el cuerpo es una residencia sensible y vulnerable para el paso
del tiempo, y registra las marcas no solamente correspondientes al tiempo
biológico, sino que también hay huellas de otro tipo, indelebles, de las que
muchas veces no somos conscientes y son consecuencia de vivencias, de tanteos.
Mi impronta concierne a lo visceral. Las huellas que plantea Derrida. La huella
que siempre es la marca de otra marca de otra marca de otra marca. La huella es
la marca del fantasma. Y eso es casi central en “al final del pasillo”.
También ha incidido
en mis textos la lectura de Deleuze: en particular, el planteamiento del
pliegue; esto, según creo, se da a leer en los poemas de “como seda con la boca”. Los surtidos avatares me llevaron a
acercarme a distintas búsquedas, ya que desde muy chica indagué y me pregunté
sobre los temas trascendentes del existir. En otros términos, me refiero a
vaivenes y modulaciones en diferentes etapas de mi vida, tanto como ahora,
desde este presente las puedo visualizar.
Advierto que los modos en que en mi poesía han emergido la heterogeneidad,
la profundidad, la variación, no es a través de formas de representación
directa, sino en imágenes poéticas que no se presentan como una ilustración de
situaciones específicas, sino como modos de tratar y de comprender los
sentimientos y las ideas que me han atravesado.
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Al año y pico |
6 — ¿Tu única incursión en la
traducción de poesía es con la de Solange Rebuzzi? ¿Está prevista la edición
del poemario? ¿Te referirías a la poética de esa autora y a las circunstancias
que te inclinaron a trasladarla al castellano?
NB — Ésa es mi única
incursión. Conocí a Solange Rebuzzi en el Festival Internacional de Poesía de
Rosario y me atrajo la sonoridad de sus textos dichos en portugués. Más tarde,
la editorial Vela al Viento encaró con esta poeta el proyecto de hacer la
edición bilingüe del libro “Leblón, suelo
y voz”, y me pidió que hiciera la traducción al español. Acepté a partir del
interés que me producía esa poética en la que encontraba una serie de motivos,
de tonos, de vecindades que me resultaban concordantes con mi mirada poética,
sin que esto signifique que hubiera correspondencias nítidas: ecos y
resonancias que me permitían sentirme cómoda. Lamentablemente la edición
bilingüe aún no se concretó y a pesar del tiempo transcurrido, sigo siendo
optimista en relación con la posibilidad de editarlo.
7 — Puesto que sabemos que tenés
cuatro hijos y en la primera línea de dedicatorias de “El cordón” aparecen mencionados Luciano, Leopoldo, Carla y
Natalia, no puedo menos que imaginar que ésos son los nombres de ellos.
NB — Exactamente, ésos son
los nombres de mis cuatro hijos. Tengo la alegría de haberlos disfrutado mucho
durante su crecimiento, etapa por etapa. Y también fui y soy consciente de ese disfrute mientras sucedía y
sucede. Desde chiquitos, en varios sentidos, mis hijos fueron mis “maestros”, y
creo que de no haberlos tenido habría revisado menos profundamente
muchos conceptos dados por verdaderos. Son grandes ya, adultos. Los respeto y
admiro. Los cuatro diferentes, se quieren y se ayudan todo el tiempo. El mayor,
Luciano, es médico, neurólogo, especialista en ACV; el segundo, Leopoldo, ingeniero
industrial con master en finanzas; Carla, la tercera, y Natalia, la cuarta, son licenciadas en
administración de empresas. Entre los cuatro me convirtieron en abuela
de nueve nietos. Ésta es mi familia, mi red en este salto mortal que es vivir.
8 — En 2012, además de intervenir en
el ciclo Jornadas de Literatura, participaste en el Programa Cultural Barrios.
NB — Se trató de eventos con actividades
multidisciplinarias que incluyeron artistas plásticos, músicos, poetas y
narradores. Ese Programa Cultural Barrios se desarrolló en centros y espacios
culturales de la Ciudad de Buenos Aires, como los centros culturales “Recoleta”
y “General San Martín” (entre los más conocidos), los espacios culturales
“Carlos Gardel” y “Julián Centeya”, el Salón Dorado de la Casa de la Cultura y
escuelas de nuestra ciudad. Carlos Diviesti fue el coordinador del Programa;
Norberto Barleand, el coordinador de eventos especiales (literatura y tango);
Guillermo González Heredia, el director general de promoción cultural.
Los que leímos poesía tuvimos oportunidad
de llegar a lectores no
habituales de este género, o a aquellos que tienen una concepción relacionada
con lo que les fue trasmitido en el colegio. La poesía, así, deja de ser un
campo cerrado, hermético, para pequeños grupos, y entonces aparecen
determinados tipos de ecos, reverberaciones. Me resultaron, desde luego, productivas las
conversaciones que mantuve con las personas que se me acercaron, opinando,
indagando.
9 — En tanto has viajado por numerosos países, acaso no siempre como
simple turista: ¿habrás tenido contacto directo con diferentes culturas?
NB — A los once años viajé a Europa con mis
padres, mi hermana y mis abuelos paternos con el objetivo de acompañar a
Faustina, mi querida
abuela española, en el reencuentro con sus hermanos
después de cincuenta años desde su venida a la Argentina. Viajamos en barco, en
el “Anna C”. Los hermanos de Faustina residían en ciudades que fuimos
recorriendo emocionados, una a una, hermano a hermano. Con nuestra llegada no
sólo se conmocionaba la familia entera, sino todo el pueblo, o el barrio si se
trataba de una ciudad más grande. A los once años escuchaba y veía a mi
abuelita recordando su infancia actualizada en la mirada de esos hermanos en la
que había permanecido niña todo ese tiempo. Inolvidable. Ella nos hablaba
siempre de “su” España y de la fonda de su familia. Estar allí fue para mí como
haberme zambullido en el libro de cuentos del que surgían las historias que
Faustina me contaba.
Muchos de los viajes que hice más tarde fueron acompañando a mi ex
marido; eso me permitió el contacto con gente que nos recibía en sus casas o
nos llevaba a conocer lugares a los que no iba habitualmente el turismo. Como
también te comenté, residí en Brasil durante dos períodos. La primera
oportunidad fue al día siguiente de mi casamiento; luego de la luna de miel en
Guaruyá nos instalamos en Icaraí (Niteroi). No existía en ese entonces el
puente Río-Niteroi, y para ir a Río de Janeiro había que cruzar la bahía de
Guanabara con una barca que además de personas, trasladaba autos. Yo tenía diez
y nueve años, mi padre tuvo que firmar la autorización para que pudiera salir
del país. Había dado exámenes hasta apenas unos días antes del casamiento. Me
llevé el libro de Doña Petrona C. de Gandulfo,
la gran cocinera santiagueña,
como toda ayuda. Llegué a Icaraí y tuve la suerte de tener como vecinas en el
mismo piso a una chica de mi edad, también recién casada, y a una señora mayor,
sin hijos, los que constituyeron mi familia adoptiva. Además, Teresita Torres
Agüero, hermana del pintor Leopoldo Torres Agüero, argentina ella, y lectora
voraz, fue mi amiga desde entonces. Los brasileños son gente muy cálida, me
percibí integrada aunque extrañaba horrores. Nunca antes me había separado de
mi familia. Me sentía muy sola. Cuando nació mi primer hijo nos mudamos a
Copacabana para estar más cerca, mejor asistidos en caso de necesidad.
Recordarlo ahora parece increíble. Venía a mi casa una lavandera una vez por
semana, toda vestida de blanco como las bahianas, y desplegaba una sábana,
también blanca, con la que envolvía la ropa que se llevaba sobre la cabeza con
un caminar erguido y acompasado. Teresita me había hecho una lista de todas las
verduras con sus nombres en español y en portugués y con eso ibNilda Barba - Poema Ilustrado Bicentenario |
La segunda oportunidad en la que viví en Brasil fue en San Pablo,
también por trabajo de mi ex marido. Esta vez fue más complicado porque, al
poco tiempo de nuestra llegada, se desató una epidemia de meningitis muy
fuerte, no había vacunas y luego de consultar con epidemiólogos, allá y acá en
la Argentina, decidimos volver. Fue muy duro, mis hijos eran muy chicos, Carla
tenía siete meses. Esa decisión significó que mi marido se quedara allá y yo
regresara sola con los chicos. Mudanza tras mudanza, que sumaron diez y ocho
hasta el presente.
También viajé a Oriente: China, Japón, Corea del Sur, Tailandia,
Singapur, Hong Kong, Yakarta, la capital de Indonesia. Recuerdo en Bangkok una
cena en la que un matrimonio propietario de una arrocera nos describía cómo era
la estructura familiar y empresarial. Se trataba de un matriarcado en el que la
familia joven permanecía bajo el ala, y en la misma casa de la familia de la
mujer en la que la madre era la autoridad máxima, y la hija trabajaba en la empresa
familiar que dirigía.
En Hong Kong, lo inusitado: una reunión de negocios, luego de una cena,
con dos hombres del lugar y tres parejas en una gran disco que además era lugar
de citas: inmensa, con varias pistas en las que había shows eróticos. Todo muy
refinado y lujoso. Al llegar, se abrían a los costados dos salas con chicas de
todas las razas y
nacionalidades, que podían ser elegidas. Nos
fueron guiando hacia un reservado y para ello fuimos pasando delante de los
diferentes escenarios.
Nilda Barba con Amalia Mercedes Abaria, etc., en 2011 |
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Nilda Barba con Ana Guillot y Héctor Miguel Ángeli en 2005 |
En Cantón, China, tomé un taxi y le pedí al conductor que me llevara a
una feria de comida. Siempre me interesan las ferias, los supermercados. Eso me
indica bastante de la forma de vida del lugar. Esa feria fue absolutamente
fuera de lo común. Como entonces en pocos lugares había heladera, los animales
estaban vivos en jaulas de juncos o mimbre. Se trataba de serpientes y otras
especies que nosotros no comemos. Los clientes elegían el animal mientras
estaba vivo, luego lo mataban a la vista de todos, lo limpiaban y lo entregaban
todavía caliente. En el caso de las víboras les sacaban la piel como si se
tratara de un guante. También había perros ya cocidos y bañados en caramelo,
perros laqueados, colgados con ganchos.
El mismo taxista me llevó por calles donde la gente vivía en pasillos en
los que apenas entraba un colchón que iban usando por turnos. Ejercían en la vereda
sus oficios; por ejemplo, el de escribientes, con unos pinceles que sostenidos
en posición vertical con los dedos índice y pulgar, dibujaban los grafismos que
me resultaban mágicos. Todo esto parecía desarrollarse en cámara lenta mientras
en la calle enjambres de bicicletas no cesaban de enmarañarse. Varias veces, al
llegar al hotel, me percibí extraña al advertir mi imagen en el espejo y no el
rostro de una china.
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Nilda Barba con David Antonio Sorbille, O. V. Fernández y María Rodríguez |
La India me enfermó. El móvil del viaje fue la meditación en un ashram.
Aunque carente de afinidad, la meditación en sí misma fue enriquecedora en el
lugar ideal. De la misma manera que el contacto con gente de todo el mundo que
compartía la experiencia y con la que intercambiábamos charlas y ejercicios
guiados. Esa sensación de ir llegando desde distintas latitudes a un mismo
punto remoto, sin habernos puesto de acuerdo ni habernos comunicado por ningún
medio en ningún momento previo, es casi de ficción, realismo mágico. Nos
convocaba la misma inquietud, o no. Concluida la semana de meditación, durante
otras dos, recorrimos 3000 kilómetros en auto, entrando a las ciudades de Agra,
Jaipur, Pushcar, Udaipur, Jodhpur y Delhi.
Navegué por el río Ganges, en un bote a remo despintado que capitaneaba
un muchachito de diez y seis años. Conversé con él y me contó que estaba casado
y tenía un bebé, que los padres le habían elegido la pareja. Le pregunté qué
pasaría si se enamoraba de otra chica, a lo que me contestó que eso no iba a
pasar, que ellos aprendían a querer a la persona que sus padres elegían. Vimos
en los diarios los avisos de padres publicando el currículum de sus hijos y
buscando pareja con determinadas características. Desde el Ganges, ese río
sagrado, divisábamos en las orillas a la gente bañándose con jabón y shampoo,
lavar sus ropas y un poco más arriba, también en la orilla, dos crematorios,
uno al aire libre y otro cerrado. El chico
del bote nos contaba que se crema a
todos los muertos menos a la mujeres embarazadas y a los niños menores de dos
años. Y hay otra excepción también que no recuerdo en este momento. A éstos,
los que no son quemados, se los echa a sus seres queridos;
uno de ellos es frente a la ciudad, también sagrada de Varanasi, a la que
llegan desde largas distancias trasladando a los cadáveres sobre los techos de
los autos (sin ataúdes), rodeados de flores. No se puede permanecer indiferente
estando en la India, insisto. Son muy fuertes los contrastes. La sensación es
que todo se pone frente a tus ojos: acá estoy, mírame, acá pasa esto. No sólo
pasa lo del Ganges que te contaba, también se riega con aguas servidas. Se ve
por la calle mucha gente mutilada. El tema salud es desesperante, la medicina
preventiva no existe. El sistema de castas sigue vigente y la vida humana está
devaluada. Podría hablarte durante un año entero de este tema, Rolando. Me
quedo con la sensación de haber cometido una injusticia, ya que remarqué los
aspectos que me conmovieron negativamente. Sucede que aquello repercutió en mi
cuerpo, no pude digerirlo y regresé con un gran malestar físico y mucha
angustia. Es decir, estas imágenes dan cuenta más de mi imposibilidad de
comprensión que de una mirada objetiva, digamos, de una antropóloga sui generis.
Más arriba hice referencia a que mi poesía no tiene un dominante de
representación, por eso me animo a especular acerca del modo en que mi trajín
viajero se asoma en las imágenes que te he detallado; acaso el término más
apropiado sea el de espectros, especie de fantasmas inusuales que se cuelan
aquí y allá en ciertas formas de extrañamiento en mis metáforas.
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Nilda Barba con Aldana Gaggero, Roberto Goijman, Rubén E. Gómez, Alejandro Pizarro, Juan Verón, R. Revagliatti en 2007 - Foto Daniel Grad |
Mis otros viajes los realicé a países con culturas no tan diferentes de
la nuestra. La sensación en Oriente fue la de haber abandonado el planeta
Tierra y haber llegado a otro, quizás de otra galaxia.
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Nilda Barba - Comienzo de carta de Solange Rebuzzi |
10 —
Compartamos con nuestros lectores, y en el orden en que se presentan, los
títulos de las secciones de tu segundo poemario: ¿por qué no nos acunan?,
¿cuándo?, ¿mi última jugada?, ¿dónde los besos?, ¿quién diría?, ¿estás
despierto?, ¿cómo la perla?, ¿por qué me gusta tanto? (y hasta una última
“sección”, sin poemas, así nombrada: ¿ahora qué?).
NB — Muchos interrogantes. Un permanente surgir de nuevas
preguntas ante el suceder y su reflexión posterior o simultánea. En el curso de
este diálogo debo haber mencionado el vocablo extrañamiento, que para mí es una
condensación de mi gesto poético; diría que ese vocablo expresa de modo
confesional el momento anterior a la escritura de mis poemas, que los imagino,
digo ahora, y aquí los imagino como una respuesta ante el asombro. De ahí
quizás que vos como buen lector me señalás esa serie de preguntas; preguntas
que exponen un segundo movimiento que es el de caracterizar el secreto, el
enigma que tratan de nombrar mis imágenes, mis palabras, puestas en poemas. Si
tuviera que nombrar un tercer movimiento, lo caracterizaría como de
diseminación, es decir, el modo en que proliferan los sentidos, las
significaciones, sin quedar ancladas en una única interpretación.
11 — Lectores hubo que se preguntaron porqué
les gustaba tanto tu “¿por qué me gusta
tanto?” Y transcribo: “Me gusta tanto
porque es una poesía de a pinceladas delicadas, poemas sin título, sin piso ni
techo, donde uno puede entrar por una ventana y salir por una chimenea.”
“Poemas mamushkas. Cajitas chinas también.” “Me gusta tanto porque sí.”
NB — Cuando otro poeta celebra mi poesía para mí es una
celebración mayor. Entonces difícilmente yo pueda opinar, o dar cuenta sobre la
referencia de Máximo Ballester, excelente poeta, por otra parte, al que acabás
de aludir y citar. Atino a expresar que los lectores de poesía más ávidos son
los otros poetas y, en general, debo decir que hacia ellos me dirijo en primer
lugar.
12 —
¿Cuán lejos, o cerca, te hallás de aquella “doctora jeckyll”, de aquella
“señora hyde”?
NB — Cuando me detengo a pensar mi escritura en conjunto, no
tengo medidas espaciales ni temporales. No están lejos ni están en el pasado.
Cuando leo alguno de mis primeros poemas allí encuentro vibraciones actuales.
Tampoco creo que en el transcurso de mi poesía haya habido una evolución. Sí
hubo transformaciones, pero esas transformaciones no me alejan ni me acercan,
sino que, en todo caso, complejizan mi relación con la palabra. Sí es verdad
que no he dejado de ser la doctora jekyll, que nunca he dejado de ser la señora hyde, porque están ahí presentes y hay resonancias. Las variaciones que
se van dando en mis intereses poéticos, provienen de mi necesidad de indagación,
y acaso con una fantasía de efectuarla con modulaciones y de no caer en la
repetición. Esta Nilda Barba que escribe hoy es una versión polifónica de las
anteriores. Ese no olvidar los poemas que he concebido es lo que me conmina a
no convertirme en una máquina repetidora y a explorar permanentemente. Antes
aseveraba que no pienso el despliegue de mi escritura en términos de evolución;
agregaría que es como el soñar, a medida que pasa el tiempo uno no sueña mejor
que antes, sigue soñando.
13 — ¿Qué
hay “al final del pasillo”?
NB — Todo indicaría que al final del pasillo está
la inevitable finitud. Sin embargo, no es oscuro ni negativo. No amenaza ni
atemoriza. Al final del pasillo se abre un espacio propio mullido, cálido,
acogedor, único y a medida, dentro de un espejo de gelatina que sí es oscura. Al
final del pasillo están las sucesivas muertes, las pequeñas y numerosas
muertes, y además están los sucesivos duelos imprescindibles.
Hay oportunidades, hay cobijo, hay alivio.
Hay recuerdos, olvidos, hay sueños y hay ilusiones, hay desengaños y hay dolor.
Hay empuje para salir y seguir viviendo.
14 — Aludiste a tus proyectos
narrativos (en algún lugar leí que tendrías concluido un volumen de cuentos que
pudiera titularse “Origami” y que
estarías reescribiendo una novela, “La
flor engrillada”).
NB — Mis tentativas por explorar la palabra
literaria a través de otros géneros ha sido siempre asediada por la
meticulosidad y el pudor. He incursionado en la escritura de cuentos y relatos.
Algunos de ellos fueron publicados en la antología “El placard” (Ediciones de la Siesta). En la actualidad estoy
reelaborando varios de los textos que iban a formar parte de “Origami”; se han transformado: me
siento más proclive a expandir la escritura narrativa en forma de novela. Estoy
reescribiendo una nueva versión de “La
flor engrillada”. Y siguiendo el
consejo del escritor uruguayo Juan Carlos Onetti: “Cuando estás escribiendo un cuento o una novela, no lo repitas para
otros para no perder la magia”, aunque me tiene muy entusiasmada, me
abstendré de aludir a la trama. No estoy saliendo de la poesía para entrar en
la narrativa. La narrativa es una amplificación de mi proyecto literario.
15 — Tuviste
tu paso por la docencia.
NB — Tuve una experiencia con la enseñanza de la
filosofía de la Escuela Universalista, y luego también, en cursos de lectura de
poesía que pronto voy a retomar. Es una iniciativa en etapa de armado para
dictar cursos sobre modos de lectura de poesía. Una reflexión crítica sobre los
proyectos de escritura, recurriendo y valorando fuentes diversas.
16 — En
un mismo año, 2006, participaste en dos Encuentros de Escritores en México.
NB — No deja de ser una de esas coincidencias
maravillosas que mientras suceden creés que se van a repetir, y luego te das
cuenta de que no es tan frecuente ni simple que así sea. En Zamora, Michoacán,
en el encuentro organizado por Roberto Reséndiz Carmona, se generó un clima de
gran integración, afecto y respeto entre los asistentes, entre los que se
encontraban, de Argentina: Silvia Montenegro, Teresa del Valle Salinas y Ana
Guillot; de México: Thelma Nava, Raquel Huerta Navas y Lina Zerón; de
Pontevedra, España: Fernando Luis Pérez Poza. Cuando llegó el momento de
despedirnos nos costó como si nos tratáramos de toda la vida. Algunos seguimos
juntos camino al encuentro en Cuernavaca. En esa oportunidad estuvimos en
Ciudad de México, donde nos encontramos con Carmen Ollé, y nos alojamos en la
casa de otra poeta, la querida amiga Guadalupe Elizalde, que habíamos conocido
en nuestro santafesino Festival Internacional de Poesía de Rosario. Ella
organizó una lectura en la que también participaron poetas mexicanos.
Inolvidable.
17 — Nació
en Italia, en Bríndisi, en 1936. En 1964 fundó el “Odin Teatret” en Dinamarca.
Es el co-creador del concepto “antropología teatral”. Fue alumno de Jerzy
Grotowski y es uno de los más reconocidos maestros vivos del teatro occidental:
Eugenio Barba. ¿Has visto alguno de sus espectáculos? ¿Existirá con vos algún
parentesco? ¿Sos habitual espectadora en nuestra ciudad, acaso la que a nivel
mundial mayor oferta ofrece de puestas en escena?
Nilda Barba con Héctor Miguel Ángeli y Carina Paz |
NB — No he visto ninguno de sus espectáculos y, al
menos que yo sepa, no existe parentesco con él. Ojalá lo hubiera, me sentiría
muy honrada.
Soy habitual espectadora de teatro. Existe un vínculo innegable e
intenso entre teatro y poesía. Está dado por el hecho de que en teatro las
voces se encarnan, y no es casual que en algunos géneros haya un cruce entre la
lírica y la música, el melodrama operístico, por ejemplo. Fundamentalmente lo
que relaciona la poesía con el teatro es la modulación de la voz, y el modo en
que los actores y los directores trabajan los tonos, que, por otra parte, son
centrales para la producción de mi poesía: el cómo decido la espacialización,
la elección de un adjetivo, el gesto que caracteriza la construcción de una
metáfora. Eso construye un tono.
El otro hálito que destaca en una puesta es el ritmo. Y esto es claro, el
ritmo es una de las claves de la poesía. Si se atropellan las partes unas
con otras, además de violentarse, se extravía la cadencia. La manera en la que
en mi escritura trabajo con el ritmo es la secuencia.
La clave del ritmo es secuencia y corte.
Es por ahí donde el hecho teatral nutre mi reflexión sobre la impronta en mi
texto poético.
18 — ¿Cómo
te llevás con el granizo y cómo con el fuerte viento? ¿Cómo con las
instituciones, con la languidez, con las sorpresas?
NB — Preguntas muy sugestivas las tuyas, Rolando. Tanto el granizo como el fuerte viento connotan agresión, impotencia, desamparo. No me llevo
bien con ellos, por cierto. Y no soy nada temerosa, en general, amo las
tormentas y los truenos, caminar y hasta nadar bajo la lluvia. Quizás mi recelo
hacia el viento surgió en una
oportunidad en que tan pronto como terminaron de colocar los vidrios de unos
grandes ventanales que cerraban una terraza, se levantó un vendaval de cien
kilómetros por hora, y comenzaron a estallar los cristales uno tras otro y a retorcerse
la estructura que los sostenía, mientras yo oía los estruendos desde el piso de
abajo. Me sentí a merced del destino, en el que no suelo creer. Lo que acabo de
relatar no es un mito fundacional, es una contingencia que me ha llevado a
reflexionar sobre la ruptura de los límites, en el adentro y el afuera. Es por
eso que los vientos me perturban y es un modo de imaginar el quedar a la
intemperie. La intemperie sucede cuando se borran los límites. Por cierto, se
han producido acontecimientos estremecedores en mi vida, y que acaso no
aparecen en la superficie de los poemas. Lo que sí aparece en ellos son las
consecuencias, de manera lateral en mis imágenes metafóricas: el viento que
arrasa.
El granizo es la materialidad
de la agresión, incluso de la agresión no esperada, que es la peor de todas.
Así como el fuerte viento, el granizo puede no aparecer en la letra de mis
poemas, pero seguramente emerge en determinadas figuraciones en las que la
fuerza se convierte en imposición.
En cuanto a las instituciones, es un punto muy sensible, porque pone en juego lo
social en un sentido profundo. Si bien en su origen el objetivo es organizar la
sociedad, suelen ser poco flexibles y menos aún adaptables a lo individual.
Además, instalan una filosofía trascendental que permite entender el significado
de la existencia, del orden, de las tradiciones y convenciones. Hay un límite
muy fino y peligroso en las instituciones que abarcan la familia, la escuela,
la iglesia, lo político.
Fuera de esto, sucede también que llega un momento en
que esas instituciones se internalizan de manera tal que se transforman en
estructuras propias, constitutivas de los individuos de la sociedad que los
rigen, y pasan a conformar una necesidad, un postulado, un deseo a concretar. Y
eso me preocupa. Es como si se perdiera de vista el mero fin organizativo
social externo a nosotros, y pasaran a confundirse con un convencimiento moral
o hasta espiritual. Y se defienden como una cuestión de fe, de fanatismo, de
fundamentalismo, de fin en sí mismo. Ciertas modalidades en las que los
encargados de hacer funcionar las instituciones las imponen, producen en mí
resistencia y oposición. Considero que deberían organizar la vida social con el
objetivo de permitir que cada individuo o ciudadano pueda elegir y buscar la
mejor forma de vida sin perjudicar a los demás y alejándose del autoritarismo.
De lo contrario ahogan y obstaculizan la creatividad. Por otro lado, el
aparato, la estructura que se genera como una necesidad para funcionar,
posteriormente se burocratiza, se fagocita el propósito esencial y primario que
dio origen a la institución y en su lugar surgen luchas internas de poder que
las desvirtúan.
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Nilda Barba con Inés Manzano |
Hasta ahora me he referido a las instituciones como puntos de
concentración de poder de organización de la sociedad. Pero también podemos
inferir que la lengua es una institución
para la sociedad, acaso la más importante, en la que circulan todos los
sentidos que nos permiten vincularnos con nosotros y con el mundo. Ahora bien,
hacer poesía es intervenir sobre esos sentidos abriendo la posibilidad de otra manera de nombrar. Como
dice Proust, “el escritor arma una lengua
extranjera dentro de la propia lengua para nombrar lo que esa lengua no puede nombrar”. Entonces, desde esa perspectiva pienso
la palabra poética, no solamente en términos literarios sino, fundamentalmente
en términos humanos, en los que una variación abre una ventana hacia otra
dimensión de la vida. La palabra poética trabaja sobre el interior de la
palabra para enriquecerla, variarla, ampliarla y sustraerla del peor de los
males: el estereotipo. El estereotipo es la repetición y es la concepción de
significados uniformes sin dar lugar a la diversificación.
Para referirme a la languidez, permitime citar dos estrofas del poema de Alfonsina
Storni:
Languidez
He dejado mi alcoba
Envuelta en telas claras,
Anudado el cabello
Al descuido, mis plantas
Libres, desnudas, juegan.
Me he tendido en la hamaca,
Muy cerca de la puerta
Un poco amodorrada.
El sol que está subiendo
Ha encontrado mis plantas.
Y las tiñe de oro...
¿Cómo me llevo con la languidez? Casi suena a confesión esta respuesta.
Nunca fue la languidez una característica en mí, todo lo contrario, me
distinguí por mi disposición a la actividad. Me calificaban de pro-activa, no
necesitaba estímulo externo, creo que a eso se refiere el término. Sin embargo,
en los últimos tiempos, porque mis horarios ya no son estrictos, o quizás no
sea por esto, me siento más relajada, al punto de llegar a la languidez, tal
vez. No lo sé. Me sorprende, ya que no se trata del estado al que se llega con
la meditación, es diferente. Mi respuesta sería: me llevo bien, me hice amiga con
mis estados transitorios de languidez. Es frecuente que en aquellos momentos en
que me dispongo a la escritura poética, nunca programada, muchas veces los
poemas surgen como producto de la meditación, o de la divagación en estados de
languidez. Por lo tanto, esos estados de languidez para mí son productivos, en
el sentido de que esa flotación de mi cuerpo y de mi espíritu inducen a
conectarme con imágenes que por su extrañamiento me permiten arrimarme al
poema.
Las sorpresas
me encantan. Me gusta que la vida me sorprenda. Y estoy predispuesta: lo
inesperado va a superar a lo planificado, y me ha sucedido muchas veces, aun en
asuntos trascendentes. También he tenido, desde luego, sorpresas desagradables
que me dejaron de una pieza, y que fueron fundamentales y lo cambiaron todo. Aunque sigo siendo pro-sorpresas y no
tiene que ver con la magia, sino con poder aflojar el control. Valoro que acontezca en la producción
de mi poesía. Toda repetición no trae sorpresas, digamos, es lo ya previsto. La
sorpresa es la apertura a un campo de sentido inesperado. Entonces, ahí se
produce una dimensión, un abismar el sentido hacia un modo de intuir, de
especular, de prever, que avance sobre la superficie del
estereotipo.
19 — Hace
poco presentaste tu último poemario.
NB — A partir de 2014 había comenzado a indagar en
otra dirección, en cuanto al espacio, a la temporalidad, a través de un espejo
de características peculiares. Ante la invitación de la Editorial Vinciguerra
de integrar la colección SUMMA Poética con motivo de la celebración de los
treinta años de la editorial, seleccioné poemas para la ocasión y fui incluida
con “al final del pasillo”, editado en marzo. Lo considero un
anticipo de un volumen más abarcante del que formará parte, aún en gestación, ya
que esa línea de reflexión perdura, configura un núcleo inquietante, y perturba.
20 — ¿Cuáles considerás que han sido tus
modelos poéticos ilustres?
NB — Rolando, debo serte sincera, la palabra
modelo no me funciona para definir mi mirada hacia los poetas que admiro. A
ninguno de los que voy a mencionar quiero darles la rigidez de un modelo. Todo
lo contrario, son, desde mi perspectiva, inmensos mares poéticos en los que
constantemente trato de navegar. Han enriquecido mi escritura y aunque nunca de
manera directa, cada uno de ellos estuvo atravesado por los otros. Por
supuesto, tengo poetas que me atraen, los que busco en determinados momentos,
aquellos de quienes valoro el modo en que construyen su obra. Entre los
argentinos, Juan Gelman, Susana Thénon, Enrique Molina, Alejandra Pizarnik,
Oliverio Girondo, Olga Orozco, Javier Adúriz, Alfonsina Storni, Roberto
Juarroz… Entre los latinoamericanos, Marosa di Giorgio, César Vallejo, Pablo
Neruda, Octavio Paz y Gonzalo Rojas. Italianos: Giuseppe Ungaretti y Eugenio
Montale. Franceses: Antonin Artaud, Charles Baudelaire, Paul Valéry, André
Bretón y Guillaume Apollinaire. También Fernando Pessoa y el gran Paul Celan.
Toda enumeración es injusta porque promueve el olvido. Lo que agregaría es que
más que una relación de modelo, y jerárquica, mi relación con ellos es
apasionada, me desborda. Si yo considerara que esos escritores son modelos los estaría
congelando, encerrando, perderían movilidad. Esas grandes obras poéticas
conllevan inmensa movilidad en sí mismas y una movilidad para mí. Los llamaría
provocadores.
*
Nilda Barba selecciona poemas de su autoría
para acompañar esta entrevista:
la garganta untada de
silencio
en
caída de risas
(desprendo
la corteza)
apuro
el ritmo en el fervor
mastico
la
mezcla que la lengua desplaza y barre
en
el abrir y cerrar
la
escupo lejos
antes
probé el ciprés
y
no supe si estaba triste
(me
moví y también yo estuve afuera)
la
cáscara fue
mi
cielo raso
los
años pulcros
sobre
la cama estrangulados
con
harapos de luz
(de “El cordón”)
*
horizontes en la
insularidad
de un balde de zinc
las burbujas
deslizándose más allá
de los bordes
la ropa retorcida
entre las manos
no se distinguen
los hombros en los codos
cuelgan
en el piso
un charco
o un océano de jabón
escurren cabezas
en bajo relieve
habrían querido
escalar el metal
tomarse de las asas
crear minaretes de cuerdas y broches
un tendal de cruces
patíbulo
al sol
![]() |
Nilda Barba - Retrato-dibujo de Ioana Menéndez |
(de “¿por qué me
gusta tanto?”)
*
un tutor y la pérgola
para merecer
de noche
hormigas
que manos y ojos envenenan
no sé por qué
hojas con leche
las raíces garras
truena
amanezco en un matorral
salvaje
las hormigas me recorren
no sé por qué ni
náuseas
es fértil el terrón
agua de lluvia
gajos ajenos
ritos
luz apretada entre mis pétalos
canales de polen
perfume en las espinas
¿por
qué me gusta tanto?
(de “¿por qué me
gusta tanto?”)
*
las aguas quietas
son ganges que lavan
penumbra
entre gotas de cielo
llevan canoas
surcan las nubes
con remos empañados
y brújulas muertas / también
en voz baja las aguas
sangre celeste
aguas de fuego
disuelven cenizas
en camposantos de siembra
escoltan cestas con nacidos
en
voz baja
(de “doctora
jekyll y señora hyde”)
*
la toca
cuerdaella
todacuerda
cuerdatodouna
carnetierracielo
la toca
cuerdaire
lluvia rayo
ellacuerda
todaella
acuerda
latecuerda
a cuerda
desatada
la
toca
(de “como seda con la
boca”)
*
el espejo al final del pasillo
carga espejismos
simulacros
desde los orígenes
en los instantes de la memoria
la ve acercarse
por el pasaje angosto
ella lleva palabras para decir
lo que nunca había podido
lo que nunca
se había fabricado un mundo
el dorso de la nave recuerda
lo que ella había imaginado estar viviendo
ella se detiene
la superficie bruñida
le devuelve una imagen
que casi no respira
ahora entra
ahora intenta reconstruirse
con las palabras
es una cuestión personal
(de “al final del
pasillo”)
*
un derroche de incertidumbre
indaga duda cuestiona
busca la sustancia de su complejidad
intuye lo frágil
la desmesura
el exterminio
en ese camino enorme del pasillo
hacia el espejo de realidades urgentes
que distraen
confunden
alejan del adentro incierto y gigante
que reclama identidad
desde el no lugar
desde el otro lado del espejo
al
final del pasillo
(de “al final del
pasillo”)
*
Entrevista
realizada a través del correo electrónico: en la Ciudad Autónoma de Buenos
Aires, Nilda Barba y Rolando Revagliatti, 29 de julio de 2016.
![]() |
Nilda Barba con Rolando Revagliatti en 2004 |
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