En qué está y hacia dónde va la Primavera Árabe
Frank Gardner
Vamos a comenzar sacando cuentas. De 22 países árabes, cinco han protagonizado insurrecciones populares; en uno se han escenificado fuertes enfrentamientos y una severa represión, mientras que en otros una tímida disidencia se ha tratado de hacer sentir.
El contagio de la llamada primavera árabe o de la búsqueda de cambios políticos en la esfera panárabe, de la cual se especuló tanto a inicios de 2011, todavía no ha tomado su rumbo con plenitud.
De hecho, sólo dos países, Egipto y Túnez, han logrado sacar del poder a sus gobernantes.
Sin embargo, muchos egipcios se han quejado de que el gobierno interino ha hecho poco para lograr una verdadera transformación.
Otros gobernantes como los Gadafi, los Assad, los Saleh, cuya inminente caída fue comentada en redes sociales, como Facebook y Twitter, no hace mucho tiempo atrás, todavía se aferran al poder en sus países y, en términos pragmáticos, controlan gran parte de sus territorios.
Es un escenario todavía complicado y en marcha, por lo que resulta prematuro asegurar que la primavera árabe ha perdido fuerza.
Viendo las diferencias
Un error que varios de nosotros cometimos en los medios de comunicación fue aplicar un mismo modelo de lectura a cada país árabe que estaba experimentado convulsión social.
Cualquier persona que ha sido lo suficientemente afortunada de pasar gran parte de su vida en varios países árabes, como me ha sucedido a mí, dirá que cada uno es tan diferentes como lo es Suiza de Albania.
El mundo árabe no tiende a comportarse como un bloque homogéneo. Existen mil diferentes tonalidades de gris, cada una de riqueza única.
En Egipto y en Túnez, el ejército se desempeñó de una manera similar: apoyando las manifestaciones contra el Ejecutivo, mientras que en Siria se ha mantenido leal al gobierno de Bashar al Assad.
Sin acabar
Ahora sabemos que el coronel Muamar Gadafi había deliberadamente descuidado su ejército regular y reforzado sus "brigadas especiales" -comandadas por sus hijos y sus aliados- con los mejores equipos.
Al recordar cómo Saddam Hussein había desafiado cualquier proyección hecha por expertos geopolíticos y sobrevivió a la Guerra del Golfo en 1991, envié un twitter el 22 de febrero: "Gadafi no está terminado aún. ¿Recuerdan cómo todo el mundo dio por terminado a Saddam tras la revuelta chiíta de marzo de 1991?".
En Yemen, país que se caracteriza por tener una compleja sociedad formada por tribus, los meses de masivas protestas populares le han dado paso a una intensa lucha de poder entre el presidente (Ali Abdulá Saleh), quien se encuentra hospitalizado en Arabia Saudita, y su clan, por un lado, y sus rivales, los Bani al-Ahmar, por el otro.
Pese a que muchos yemenís quieren ser gobernados por otro líder, el país por sí mismo enfrenta dificultades que son únicas, entre las que se encuentran problemas económicos y una peligrosa e innovadora rama de al-Qaeda que busca explotar un vacío de poder cada vez mayor.
Miedo al cambio
Siria, que ha visto un derramamiento de sangre de más de 1.300 vidas –según organizaciones defensoras de los derechos humanos y grupos de la oposición-, se presenta ante Occidente como un problema.
¿Por qué (dicen los críticos), la OTAN está lista para una guerra contra Gadafi y no contra el presidente sirio Bashar al Assad, si los dos representan una amenaza para grandes poblaciones de civiles?
La respuesta que usualmente se da es que, a diferencia de Libia, Siria no está desamparada. Su institución castrense y su aparato de inteligencia cuentan con el apoyo de Irán. También tiene una estrecha alianza con la organización libanesa Hezbolá.
Incluso si Occidente tuviese el apetito y la capacidad (que en realidad carece) de involucrarse militarmente en Siria, nadie quiere provocar un conflicto que podría arrastrar a Israel, Líbano e Irán.
Las manifestaciones contra el gobierno sirio han crecido con persistencia, tanto en lo que respecta al número de participantes como al territorio que abarcan.
Grupos de derechos humanos y opositores denuncian el uso sistemático, por parte de las fuerzas de seguridad, de técnicas de tortura e intimidación para reprimir las protestas.
La mayoría de los analistas dudan que Assad tenga, a largo plazo, la agilidad política o la determinación para sobrevivir las revueltas.
Sectarismo
Durante varios años, Bahréin ha sido uno de los escenarios más difíciles de entender y analizar debido a que existen otras fuerzas involucradas en este pequeño reino del Golfo Pérsico.
Es el hogar de la poderosa Quinta Flota de la marina estadounidense. Además, es el único estado en el Golfo que cuenta con una población polarizada entre musulmanes sunitas y chiítas.
El gobierno liderado por sunitas culpa a Irán de promover las protestas y el desorden.
Un sinsentido, dice la oposición, pues –aseguran- el pueblo sólo quiere democracia y un final a la discriminación contra los ciudadanos chiítas. Denuncian violaciones a los derechos humanos, algunas de los cuales yo mismo evidencié en abril.
Muchos trabajadores expatriados, sunitas bahreinís, y sus vecinos en Arabia Saudita temen que la democracia real conduzca a la destitución de la familia gobernante, los al Khalifa, y al establecimiento de un gobierno de mayoría chiíta con simpatía hacia Teherán. Este es un escenario al que se opone por todos los medios Riad.
Se trata de un complejo "diálogo nacional" el que se está llevando a cabo en ese reinado. Incluso los reformistas dentro del gobierno parecieran verse superados por la línea dura.
Moldes rotos
Vista como una región, los cambios que han empezado a producirse en el Medio Oriente y en África del Norte son profundos y, a largo plazo, irreversibles.
Podría pasar, al menos, una generación para que se materialicen.
Tras décadas de estancamiento en una especie de congelador criogénico, gran parte del mundo árabe ha dicho que ya no tolerará más gobernantes corruptos, privilegiados y despóticos.
Tanto los manifestantes como los reformistas podrían necesitar años para conseguir sus objetivos e, incluso, cuando elecciones libres y limpias se convoquen, no habrá garantía alguna de que realmente tendrán un buen gobierno.
Pero para aquellos, en el frente de los cambios, el mensaje es simple: el molde se ha roto y no aceptarán un regreso del estatus quo.
Fuente:www.bbc.co.uk
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