Esa nena que escribía poemas
Aldo Roque Difilippo
Hace 125 años, el 24 de octubre de 1886 nacía Delmira Agustini, “la nena” que escribía poemas y que murió asesinada a manos de su esposo-amante. La que escribía “¡Poesía inmortal, cantarte anhelo!/¡Mas mil esfuerzos he de hacer en vano!”
En la tarde del 6 de junio de 1914 los uruguayos se estremecieron al conocer la noticia: en la calle Andes al 1206 encontraron el cuerpo semidesnudo de una mujer, con dos balazos en la espalda. Su amante se había suicidado desarrajándose un disparo en la cabeza. No era una historia más de la crónica policial, se trataba nada menos de la muerte de Delmira Agustini.
La poetisa había alcanzado el reconocimiento público por sus tres libros ("El libro blanco", 1907, "Cantos de la mañana", 1910, y "Los cálices vacíos", 1910), ganándose también la admiración de Eduardo Acevedo Díaz, Roberto de las Carreras, y Rubén Darío, entre otras destacadas "plumas" nacionales y extranjeras.
Delmira se había casado con Enrique Job Reyes el 14 de agosto de 1913, tras un noviazgo de seis años, pero el matrimonio duró tan solo mes y medio.
Poco antes del drama le escribió a Manuel Ugarte, escritor, político y galán, que fuera uno de los testigos de su boda: "Para ser absolutamente sincera, yo debí decirlas; yo debí decirle que Ud. hizo el tormento de mi noche de bodas y de mi absurda luna de miel... Lo que pudo ser a la larga una novela humorística, se convirtió en tragedia. Lo que yo sufrí aquella noche no podré decírselo nunca. Entré a la sala como a un sepulcro sin más consuelo que el de pensar que lo vería. Mientras me vestían pregunté no sé cuantas veces si había llegado. Podría contarle todos mis gestos de aquella noche... La única mirada conciente que tuve, el único saludo inoportuno que inicié fueron para Ud. Tuve un relámpago de felicidad. Me pareció un momento que Ud. me miraba y me comprendía. Que su espíritu estaba bien cerca del mío entre toda aquella gente molesta. Después, entre besos y saludos, lo único que yo esperaba era su mano. Lo único que yo deseaba era tenerle cerca un momento. El momento del retrato... Y después sufrir, sufrir hasta que me despedí de Ud...Y después sufrir más, sufrir lo indecible...
Ud., sin saberlo sacudió mi vida. Yo pude decirle que todo esto era en mi nuevo, terrible y delicioso. Yo no esperaba nada, yo no podía esperar nada que no fuera amargo de este sentimiento..."
Enrique Job Reyes disparó sobre Delmira, y poco después se suicidó.
Se habían casado el 14 de agosto de 1913, cumpliendo con todos los ritos de la Iglesia romana, y entre los padrinos de boda, además de Ugarte, se encontraban el poeta Juan Zorrilla de San Martín y el filósofo Carlos Vaz Ferreira.
Tras el brevísimo tiempo que duró la convivencia matrimonial, Delmira volvió a la casa paterna, pero pronto regresó a la cama de su ex marido, en la pieza arrendada por Enrique Job Reyes en Andes 1206, a Juan Manuel González.
Varias hipótesis se han tejido en torno al final trágico de los amantes, concitando incluso el interés de escritores como Carlos María Moreno, Guillermo Guicci, y Omar Prego Gadea. La más tradicional gira en torno a la discordia entre Reyes y su regordeta suegra, quien no habría consentido que su "nena" tuviera descendencia, donde doña María aparece como una especie de monstruo ligada a Delmira por una enfermiza relación destructiva.
Alejandro Cáceres (1) describe a doña María como una matrona adelantada a ese Novecientos burgués, que habría advertido que el matrimonio y los hijos terminarían destruyendo el "genio" de la "nena".
Los cronistas y biógrafos marcan la diferencia entre los cónyuges: Delmira, la poeta, la "nena" protegida por su madre, hija del hacendado Santiago Agustini, quien copiaba con devoción los poemas de su hija. Reyes, un hombre católico, rematador de ganado, y del cual se han dicho muchas cosas menos que era "sensible".
Tras la ruptura, el marido tomó conciencia que el único papel posible era convertirse en amante de su esposa, por lo que arrendó un cuarto en una casa de familia, forró las paredes con retratos de Delmira, y se resignó a encuentros furtivos dos o tres veces por semana.
Ella había escrito "Erase una cadena fuerte como un destino,/Sacra como una vida, sensible como un alma;/La corté con un lirio y sigo mi camino/Con la frialdad magnífica de la Muerte.. ." (2)
REVUÉLVASE A MENUDO CON UN PALO
En noviembre de 1913, a tan solo dos meses de promulgada la ley, Delmira se presenta en el Juzgado Departamental de Segundo Turno "contra Enrique J. Reyes", solicitando el divorcio. Aunque la ley se había promulgado y se podía hacer cumplir "por sola voluntad de la mujer", se contraponía con las arraigadas costumbres de la época. El masón José M. Tizón en "Logia Razón" expresó en 1914: "(la mujer) ama en el hombre la fuerza, éste encuentra en la mujer su mayor encanto en su candorosidad, pudor y timidez, peculiaridades de su sexo; y as¡ se aman de corazón, con amor ideal; perdiendo la mujer ese velo de ilusión, viene el amor de los sentidos, brutal, lascivo".
Costumbres que pueden apreciarse leyendo los periódicos de la época. "Remedio para que sea constante la mujer: Tómese bien, duros (pesos) bien contados y en un taller de modas derretidos, échese precaución por todos lados y polvos de malicia bien surtidos (...), dos onzas de regaños bien molidos, y de llave de puerta tres puñados, póngase todo a fuego y cúbrase la cosa con regalos, y si quedase floja esta tintura, revuélvase a menudo con un palo" (3)
Ya en el Siglo XX Carlos Albín, Jefe político y de Policía de Soriano, en noviembre de 1910, firmaba una ordenanza instaurando zonas de baños públicos para la ciudad de Mercedes, que es por demás sugestiva: "Siendo necesario designar en estación de baños los puntos de la costa de la margen izquierda del Río Negro a que el público pueda concurrir, se dispone:
Art 1- Destinar para baños de señoras los siguientes puntos:
El trayecto comprendido entre las calles Sarandí y Uruguay; -desde la de Bequeló al este y parte norte de la isla del Puerto.
Art 2- Destínase para baños de hombres los siguientes puntos: El trayecto comprendido entre las calles Sarandí y Uruguay; -desde la de Bequeló al este al norte de la isla del Puerto.
Art 3-Queda absolutamente prohibido a los hombres y niños bañarse en los parajes destinados a señoras, lo mismo que concurrir a ellos en horas de baños.
Art 4- No ser permitido que los menores de 12 años puedan bañarse solos.
Art 5- Los contraventores a lo dispuesto en el presente edicto ser n amonestados por los agentes de Policía por la primera vez, y en caso de reincidencia ser n remitidos a la oficina central para ser penados como corresponde.
Art 6- Los comisarios quedan encargados del fiel cumplimiento de lo dispuesto en el presente edicto".
ACTOS IMPUDICOS
Costumbres que no eran exclusividad del Río de la Plata , tal como lo documenta el diario "El Progreso" de Mercedes (19/06/1914), que comenta la aprobación de una ley en el Estado de Illinois, en Estados Unidos, bajo el título "Contra los escotes": "La legislatura de Illinois ha votado la siguiente Ley: Todo traje femenino destinado a una persona de m s de doce años deber ser cortado de modo que descubra el cuello sino por encima de la intersección de la clavícula.
El llevar en público un traje confeccionado de otro modo, ser considerado un acto impúdico, grosero, indecente y destinado a provocar el vicio y la corrupción en la sociedad.
Ninguna mujer o jovencita deber descubrir en público sus brazos por encima de la mitad del antebrazo, o llevar telas transparentes ni mangas caladas, ni faldas-pantalón, ni faldas abiertas por los lados. Las contraventoras sufrir n la pena de seis meses de cárcel.
Las mujeres de Illinois, furiosas, están celebrando mitines, en que piden la absolución de la ley tan severa".
VIVENCIA CULPABLE DEL PLACER
La ley de Divorcio suscitó controversias en la sociedad uruguaya desde el momento mismo en que se propusiera en el Parlamento. Tal como lo documenta el diario "La Democracia " (Montevideo, 10 de setiembre de 1905), donde en un artículo titulado "Sensible error" se informa de las primeros encontronazos entre quienes estaban a favor y en contra de la ley: "Ayer, en el Parlamento, informando sobre el Divorcio, el Miembro que dictaminaba en nombre de la mayoría de la Comisión de Legislación, tuvo frases injustas, de una severidad inmerecida, para las respetables damas que suscriben la petición anti-divorcista presentada a la Legislatura. Conceptuamos errado ese rumbo. El derecho de petición es indiscutible y su negación perjudica, más a quienes la hacen que a quienes son víctimas de ella. A este respecto no caben dos opiniones y abrigamos la certeza de que en este instante el distinguido Doctor Pérez Olave piense lo mismo que nosotros".
José Pedro Barrán agrega más elementos en esa desigualdad impuesta a ambos sexos frente al placer, acotando que la poesía erótica de Delmira Agustini es el primer testimonio preciso que se ha podido hallar "pero su envoltura estética tan cuidadosa y eufemística, sugiere la vivencia culpable del placer" (5)
Reyes insistía en lo imposible, volver a la vida matrimonial y que todo quedara enmarcado en la honra y el decoro de su masculinidad criolla y católica. Delmira pedía "Piedad para las manos enguantadas/De hielo, que no arrancan/ Los frutos deleitosos de la carne/Ni las flores fantásticas del alma". Llegando a la exacerbación de Reyes en su criollismo contrapuestos con la femineidad de Delmira rayando en el paroxismo. Agregándose algunos elementos como la amistad de la poeta y sus asedios al fino y homosexual escritor francés André Giot de Badet, o los elementos que se agregan al publicarse su correspondencia privada que la muestran como una mujer capaz de contestar con provocativas cartas, o proyectar sus deseos en varios hombres a la vez, aún en el día de su casamiento, como lo demuestra la carta al galán Ugarte.
GUARDAR LAS APARIENCIAS
La muerte violenta de los amantes sacudió la sociedad uruguaya, que apenas se atrevía a murmurar en diálogos de salón o café, descorriendo, en parte, el velo de pudor que mantuvo el secreto. Desde la década de los ‘60 la literatura y los relatos historiográficos se encargaron del tema.
La "nena" que escribía en 1909 a su novio el rematador de ganado, con ingenuidad e infantilismo pueril: "La Nena (ella misma) sigue hoy muy mejorcita. Gracias a Dios. Ya recibió la cartita de Q. men tempanito. Ya falta poquito para vernos si D. tiere (...)Yo queo que los días se han volvido más lago. Falta hoy, mañana y... despés? La Nena se quedó ayer tan mejorcita cuando sabió que Q. ven¡a que en la tarde pudió salir un poquito a tomar el sol (...) Dígame mucho mañana si D. tiere, que mene y que mene (...) Mena noche, mi viejo terido. Saludos respetuosos y mimitos de Yo" (6).
Algo que ha sido material de estudios eruditos y notables. No solo porque se vio envuelta en una situación límite, sino porque se atrevió a traspasar el cerco prepotente de la sociedad uruguaya de hogares "bien constituidos".
José P. Barrán (7) cita los estudios del médico José Ma. Estapé quien en 1929 publicó un artículo sobre situaciones clínicas en términos de un virtual reconocimiento al derecho femenino al placer en igualdad de condiciones que el hombre, incluyendo "la particular historia de una de sus enfermas, (que) le hizo 'pensar que en algunos casos, como éste que estudiamos, la virginidad constituye para la mujer una carga pesada y trágicamente dolorosa'; de otra enferma casada con un 'pederasta pasivo que no la satisface', dice: 'Esta desgraciada y joven señora, no ignora que su esposo es un homosexual, pero ante la sociedad para guardar las apariencias y el decoro de este matrimonio imposible, respeta la fidelidad conyugal y para huir de las torturas de una líbido insatisfecha, trata de aturdirse en el torbellino de una vida social intensa'".
DOS DISPAROS EN TRES NOVELAS
Ni Horacio Quiroga, Florencio Sánchez, o Roberto de las Carreras -por nombrar tres de nuestros destacados literatos-, han recibido tantos homenajes. La vida de ningún otro artista uruguayo ha sido tema de tantos análisis eruditos, novelas y poemas a su vida y destino. Actualmente Delmira Agustini es casi un objeto de culto, en una lista larga y variada. Algunos, como Hugo Achugar han descubierto la energía "en el espejo de tu cuerpo" ("Elegía por Delmira Agustini"), siguiéndolo novelistas y dramaturgos, como Milton Schincha que publicó su pieza dramática "Delmira", incursionando también el escritor argentino Pedro Orgambide con el relato "Un amor imprudente". Quizá por su peripecia trágica, contraria a lo que establecía la sociedad encorsetada de la época, y sobre todo por la valía de sus poemas cargados de erotismo y presunta esquizofrenia, que caracterizó la vida de esta mujer inconformista.
Carlos Martínez Moreno fue uno de los primeros novelistas uruguayos en centrar el tema en lo erótico. "Se ha dicho que Reyes la amo sin comprenderla y la mató de despecho, cuando la historia auténtica seguramente es muy otra y el verdadero motor fue en esa historia el demonismo semiangélico y semicarnal de la niña montevideana. Ella fue el centro de su drama, no el amor ni los celos ni el despecho ni el honor de un pobre aprendiz de corretajes, que le escribía prometiéndole lavar en sangre las manchas de su honra, manchas que ante la historia no cuentan, porque no cuentan allí lo bueno y lo insólito, porque no puede contar el pundoroso pequeñoburgués delante del genio y de la gloria, porque no cuentan las desventuras del zángano aunque la abeja real, en esta extraña historia también muera. Ella provocó el encuentro, ella provocó su muerte, ella fue la empresaria" (8).
En tanto Guillermo Giucci arma "arqueológicamente" la trama como las ficciones "históricas" que proliferan en la literatura nacional. "No tuvo tiempo. La mató por la espalda. Sin que se diera cuenta. No tendría tiempo de mirar alrededor, el cuarto tapizado de fotos suyas. Un cuarto de enamorados. Se habría visto joven, de perfil, sonriendo ante una cámara oscura. (...) Si solamente él le hubiera confesado que iba a matarla, que tenía cinco minutos para ver lo que nunca había visto antes, a Enrique desesperado, al asesino cara a cara, con quien acababa de abrazarse y de quien se disponía a despedirse con un beso, habría llorado de rabia, desesperada por no poder hacer nada con esos minutos postreros. Tampoco hubiera podido hacer nada con la noche que se avecinaba, ni con la mañana siguiente, nunca m s. Pero Enrique no se lo dijo. Quizá porque se hubiera arrepentido, llorando junto a ella, decidido que lo mejor era abrazarla hasta quitarle el aliento. Besarla otra vez, como pocas horas antes, bajar el revólver, sentir el alivio de la entrega. No lo hizo. Delmira moriría en ese cuarto, sin abrir la ventana para respirar sus minutos finales" (9)
En cambio Omar Prego Gadea recurre a la técnica periodística para armar su historia.
"¿Hubo un pacto suicida, como sugirieron algunos? Entonces, ¿por qué se estaba vistiendo Delmira? Si habían acordado morir juntos ese día, después de una última tarde de amor, parecía normal que ella hubiera permanecido en el lecho, desnuda o apenas cubierta por un viso. El detalle de las medias, piensa, es revelador de que Delmira se estaba vistiendo para partir. ¿Habían realmente llegado a un acuerdo de separación definitiva y esa era la despedida? Si es así ("Hoy quedar todo arreglado"), en el momento supremo de decirse adiós. Reyes tal vez en un instantáneo reflejo de furia homicida empuñó el revólver y disparó por dos veces, contra Delmira y luego, como relatan las crónicas, "se hizo justicia". S¡, piensa, pero en ese caso, si el arma estaba en el cajón de la mesa de luz (los peritos hallaron evidencias de que Reyes la guardaba allí) parece poco razonable que Delmira, al oír deslizarse el cajón, no se hubiera vuelto. Las heridas muestran que no lo hizo, que siguió poniéndose las medias. Lo más probable, entonces, es que Reyes tuviera el revólver oculto debajo de la almohada, bien al alcance de la mano, de tal modo que recostado como estaba, le habría bastado extender la mano para empuñarlo y disparar. Si así ocurrió, piensa, Reyes tenía planeado matar a Delmira y suicidarse. "Hoy todo quedar arreglado", recita. Pero no de la manera imaginada por Delmira. ¿Fue una celada? ¿El anunciado alejamiento de Reyes a Buenos Aires, la cita de amor, la despedida? La crónica, el relato, discurre entre fotografías de la "eximia poetisa" y de los cadáveres de Delmira y Enrique Job Reyes. En una de ellas Delmira aparece en un innoble primer plano, extendida en el piso, de cara al techo. La fotografía está tomada desde un ángulo según el cual la desordenada cabellera de la poetisa parece invadir el ojo procaz de la cámara. Todo en su actitud parece invocar la serenidad, como si hubiera escogido esa postura desinteresada de la ausencia para esperar a la muerte, esa muerte trágica por ella presentida desde la niñez, cuyo rostro esquivo había aprendido a conocer y tolerar o admitir. El brazo derecho está extendido sobre el piso ensangrentado, mientras que el otro, algo plegado pero sin crispación, descansa sobre su pecho. Las piernas están algo encogidas. Un poco más atrás, hacia la izquierda, se alcanza a distinguir parte del cuerpo de Reyes (puesto allí por los médicos, ya que el hombre fue hallado con la cabeza apoyada en el hombro de Delmira) quien aún con vida, ya que según el dictamen del forense murió en el hospital. Reyes yace en una confusión de sábanas salpicadas de oscuras manchas. A la derecha de la fotografía alguien que lleva una túnica blanca (el forense o su ayudante) a quien vemos de la cintura para abajo, se limita a observar. Sus manos perplejas, desmesuradamente agrandadas por el primer plano, sugieren una resignada aceptación de lo definitivo" (10).
Quizá el esclarecimiento total del drama nunca pueda ser develado, pero en medio, la vida, la muerte, y fundamentalmente la obra de Delmira Agustini, sigue concitando el interés de creadores y público. La figura de la "nena" que escribía poema y que eran primorosamente transcriptos por su padre. Delmira, irrespetuosa de las costumbres "morales", asfixiada por su madre, que terminó recortando de la foto de bodas de su hija a aquellos personajes que consideraba nocivos para su genio creador. Delmira, que con solamente 21 años escribía: "Yo encerré/Mis ansias en mi misma y toda entera/Como una torre de marfil me alcé (...) Yo sé que en nuestras vidas se produjo/El milagro inefable del reflejo/En el silencio de la noche mi alma/ Llega a la tuya como a un gran espejo".
Delmira, quien le escribiera a Rubén Darío: "A mediados de octubre pienso internar mi neurosis en un sanatorio de donde, bien o mal, saldré en noviembre o diciembre para casarme. He resuelto arrojarme al abismo medroso del casamiento. No sé: tal vez en el fondo me espera la felicidad. La vida es tan rara!".
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NOTAS:
(1) "Delmira Agustini. Nuevas penetraciones críticas", Alejandro Cáceres, 1996
(2) poema "La Ruptura " de "Los Cálices Vac¡os",1910.
(3) "La Democracia ", Montevideo, 30 noviembre 1882.
(4) "Delmira Agustini", Ofelia Machado de Benvenuto, 1944.
(5) "Historia de la sensibilidad en el Uruguay", José P. Barrán, 1990.
(6) "Correspondencia íntima de Delmira Agustini y tres versiones De lo inefable”, Arturo S. Visca, 1978.
(7) Idem 5
(8) "La otra mitad", Carlos Mart¡nez Moreno, 1966.
(9) "Fiera de amor. La otra muerte de Delmira Agustini", Guillermo Giucci, 1995.
(10)"Delmira", Omar Prego Gadea, 1996.
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El trágico fin de una poetisa
La sociedad montevideana se ha conmovido profundamente con este drama que ha arrebatado dos vidas jóvenes y bellas: Delmira Agustini conocida y talentosa poetisa, y su esposo, Enrique Job Reyes. El año pasado habían coronado sus anhelos amorosos realizando el matrimonio, entre todo género de hermoso presagio y parabienes.
A los posos meses, la faz de las cosas cambió y ambos solicitaban su divorcio por acuerdo mutuo, produciéndose la separación de cuerpos. Delmira volvió a la casa paterna y Reyes se instaló en casa de una familia de su amistad. Allí tuvieron lugar diversas entrevistas de los esposos, que fueron menudeando hasta ser diarias. Últimamente, producida la sentencia de divorcio, habían proyectado alejarse de Montevideo para reanudar una vida en los coloquios de su amor. No obstante, Reyes desconfiaba de Delmira, y la noche antes de la tragedia vio que aquella hablaba con otro hombre por el balcón. Después, ocurrió el triste drama que si el esposo tenía concebido, precipitó aquel detalle. Y al final de una entrevista, Reyes dio muerte a Delmira, descerrajándole dos tiros de revólver, y luego matándose él.
Fotos y textos: Revista Caras y Caretas, Buenos Aires, 14 de julio de 1914.
1 comentario:
Que información tan valiosa nos comparten aquí.
Lo que sucedió entre estos dos amantes sólo esas cuatro paredes y ellos lo mantendran en secreto para siempre.
Una gran poetisa que ha inspirado y seguirá inspirando a generaciones!!
Un abrazo y felicitaciones por la entrada!!
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