Cuentito
medieval
De como el hombre
suele ver, antes que la flor del cáctus, sus espinas…
Escriba
Medieval
Amados Cofrades
que tienen la bondad de leer estas historias: esta semana mi desvencijado
esqueleto se negó a subir a lo alto de las estanterías del scriptorium; allí
donde las arañas conviven con los pergaminos y papiros mas antiguos que el
humilde ha sabido atesorar.
Sin embargo estos inconvenientes físicos
obligáronme a recurrir al seso en busca de reflexiones para compartir con
vosotros, asunto en que debí ser muy cuidadoso para estar a la altura de la
inteligencia de quienes me siguen cada semana.
Tras algunos días de pasear por el
jardín en busca de un tema que esté en consonancia con vuestra erudición,
concluí en hablaros de lo relativo de las cosas del hombre. Quizá siglos mas
tarde alguien hablará a la humanidad destos menesteres, elaborando quizá hasta
una teoría de la relatividad…no se.
En realidad todo comenzó cuando uno de
los aldeanos desta pequeña y lejana comarca vio mis cactus florecidos, allá, en
un rincón del jardín rodeado de piedras de colores, y aludió a las espinas que
rodeaban las flores antes que a las flores mismas. Eso llevóme a pensar que hay
gentes que tienen algunas dificultades para ver la belleza; que ven el polvo
acumulado en las viejas escrituras en lugar de las escrituras mismas, y las
aves como alimento de los gatos, en lugar de ver en ellas una orquesta de
maravillas.
Esas gentes también suelen ver en el
prójimo lo malo que el individuo trae desde su condición humana, sin advertir
que en este mundo se puede ser bueno o malo, pero se necesitan mas condiciones
para ser malo que para ser buenos. De todas maneras, el malo que da la cara
merece –cuando menos- el honor de ser combatido, mientras el artero solo merece
ser aplastado.
Otra de las actitudes que suele tener el
hombre es intentar reducir el talento de quienes lo poseen, pues cuando piensa
que el otro “está demasiado alto” tiende a “bajarlo”, la mayoría de las veces,
sin causa alguna. Diríase entonces que es relativa la importancia que un sujeto
talentoso tiene para su comunidad, aunque ese hombre talentoso no caiga en la
cuenta que en realidad lo envidian. De ahí que termine encerrado ejerciendo la
vida a su manera, o en todo caso rodeado de cuatro o cinco locos como él, desos
que están convencidos que el mundo es tan relativo que hasta se puede dudar de
su existencia.
El hombre que ve las espinas de las
tunas antes que sus flores, cuando vea pasar al comerciante “acomodado”, dirá
también: “Yo lo he conocido cuando no tenía un maravedí. Iba de tarde en tarde
a esperar que un monje le alcanzara un
cazo de sopa de legumbres en la puerta del Monasterio”-
-¡No es por envidia que os lo digo!-
argumentarán de inmediato y alarmados.
Entonces uno seguirá su camino
arrastrando las sandalias en el polvo, y pensando que a estas gentes les
resulta mas fácil rebajar a los que “están arriba”, que hacer un esfuerzo por
elevarse y alcanzarlos. Claro que en este caso también “estar arriba” es
relativo, pero no abundaré en detalles, Amados Cofrades, pues hacerlo sería
menospreciar vuestra inteligencia.
Solo agregaré que al hombre “de las
espinas” no se le ocurrirá jamás que el otro debió poseer alguna condición
extraordinaria para elevarse sobre la senda que él mismo sigue.
Y el hombre sigue criticando en los
demás las cosas que él mismo hace; no tolera a los demás las cosas que pretende
que el mundo le tolere, y la lista podría ser interminable, además de inútil,
simplemente, honorables integrantes desta Cofradía…porque todo es relativo…
Moraleja:
Quizá pueda asegurarse que
verdad absoluta no exista, mas allá que el hombre dance con la mona, y que de
sedas del oriente a ella vista.
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