La mitad de los grabados
atribuidos a Rembrandt no son suyos
Rembrandt, el maestro
indiscutible del Siglo de Oro holandés, no pintó ni grabó personalmente todas
las obras que se le atribuyen. Víctima de su éxito y de un tren de vida
arrollador, la autoría de sus lienzos ha sido objeto de escrutinio durante los
últimos 42 años. Ahora le ha llegado el turno a los grabados, una técnica a la
que se lo debe todo. Nadie ha igualado la perfección de sus dibujos, ejecutados
a veces sin boceto previo.
Tres momentos del proceso de grabado de 'Autorretrato con sombrero de ala ancha y abrigo bordado', de 1631, uno de los 315 modelos creados por Rembrandt. / RIJKSMUSEUM |
El artista estampaba todas
las hojas sobre planchas de cobre dibujadas antes a punzón. Les daba su toque
único de color y las entregaba al cliente. Entre 1625 y 1665 hizo 315 grabados,
pero la mitad de las 18.000 copias guardadas en los museos del mundo no son
suyas, aseguran Erik Hinterding y Jaco Rutgers, conservadores del Rijksmuseum
de Ámsterdam. Según sus cálculos, ni siquiera salieron de su taller. Fueron
ejecutadas tras su muerte y con papeles y tinta más modernos. Así las cosas, la
cotización de los verdaderos aguafuertes puede aumentar de inmediato en el
mercado del arte.
El problema de la autoría
presenta aquí características especiales. Las matrices de cobre de las copias
espurias sí eran las creadas por el artista. De modo que tal vez pudiera
hablarse de una especie de copia verdadera. Una teoría descartada sin
miramientos por ambos expertos. En su opinión, no se puede presentar como
auténtico un grabado de Rembrandt (1606-1669) impreso en el siglo XVIII por
manos mercenarias.
“Se han vendido como si
fueran de un pasado cercano al autor para aumentar el interés. Pero no le hacen
justicia. Son reproducciones de mala calidad con dibujos sacados de planchas
gastadas”, dijo Hinterding, durante la presentación del estudio. El Rijksmuseum
ha acompañado la investigación, que verá la luz completa en enero, con una
muestra para verdaderos amantes del pintor. Titulada Rembrandt al descubierto
reúne 36 grabados de los que se ha trazado el árbol genealógico.
El artista holandés marcó
el siglo XVII con la intensidad de sus retratos y el uso del claroscuro, dos
señas de identidad que le sitúan en un lugar privilegiado de la historia del
arte.
Con los grabados fue
también un innovador. La técnica le gustaba mucho, y en su tiempo, las copias
se vendían de maravilla. El que no podía adquirir un lienzo, colgaba en la
pared un grabado de la estrella del momento. Rembrandt necesitaba el dinero
porque gastaba mucho en su vida privada, y los aguafuertes fueron su salvación.
También cimentaron su reputación internacional. Una hoja era indudablemente más
fácil de transportar que una tela de grandes dimensiones, y los visitantes
extranjeros se las rifaban durante sus viajes.
Cuando tenía la imagen, ya
fuera un autorretrato, o bien motivos religiosos y mundanos, los retocaba hasta
conseguir el efecto deseado. Sus paisajes sentaron la pauta de la obra gráfica
posterior. Algunas imágenes tienen incluso gran carga erótica, algo que no
trasladó a la pintura. Con el papel y la tinta lograba luego juegos de luces y
sombras sorprendentes en obras muy pequeñas. Además de oscurecer grandes zonas,
también usó punta seca. Al principio de su aventura, prestaba mucha atención al
detalle. Dibujaba y mejoraba hasta obtener varios grados de profundidad visual.
Al final de la época, elimina lo superfluo y se concentra en las formas y el
objeto mismo, desprovisto de aditamentos.
Como en la pintura, se
autorretrató a menudo con diferentes tocados y distintos momentos vitales. Se
dedicó con tal ahínco a la estampación, que sus piezas eran únicas. Los conservadores
holandeses han visto, asimismo, que el papel preferido del artista era japonés.
Una exquisitez en su época que no usó ninguno de los copiadores posteriores. A
pesar de su carga de trabajo, y de las penurias económicas, Rembrandt solo dejó
de grabar cuando las deudas le obligaron a vender su taller. Una pena, porque
no pudo evitar la bancarrota final.
El tratado de Hinterding y
Rutgers se suma al del Proyecto Rembrandt, que ha rastreado la autoría de sus
cuadros durante las últimas cuatro décadas. La información sobre los lienzos se
ha traducido en cinco volúmenes que consideran auténticas 240 pinturas. Otras
162 han sido rechazadas como propias. Restan unas 80 por catalogar.
Si bien no es lo mismo
tener, o no tener, un rembrandt auténtico (otra cosa es el reconocimiento de la
valía de sus alumnos y del taller), el estudio de los grabados puede
revolucionar también las colecciones. Si lo hizo él, desde el buril a la tinta,
será muy valioso.
Pero a partir de ahí,
habrá grados de cotización. “Los realizados en su tiempo, aunque ya fuera de su
control, serán más apreciados que los siguientes. Al final, lo importante es
comprobar la procedencia real de lo que se exhibe al público”, han advertido
los conservadores.
Extraído de: http://cultura.elpais.com/cultura
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