JULIO SOSA, EL POETA
Hebert Abimorad
Los pocos transeúntes y
conductores que transitaban esa calurosa madrugada del 25 de noviembre de 1964,
cercanos a la esquina de la avenida Figueroa Alcorta y Mariscal Castilla, en la
populosa Buenos Aires, se vieron sorprendidos por un auto que se desplazaba a
excesiva velocidad llevándose por delante una baliza luminosa; el conductor del
DKW modelo Fissore, víctima del accidente, era el cantante uruguayo de tangos
Julio Sosa Venturini, de 38 años de edad.
Su vida y su obra son
leyenda para los amantes de la música ciudadana, pero su legado no es sólo su
voz, sino también un libro de poesías, Dos horas antes del alba, que apareció
en el año 1960. Mi
intención de presentarlo no es de crítico literario sino tratar de entregar al
público la herencia poética de un cantor de tangos.
Abro el libro con un
presentimiento que confirmo en la primera página a modo de presentación,
“Palabras del autor”, Sosa no se cree poeta y por eso se excusa escribiendo:
“Dos horas antes del albano ha nacido para desafiar a la crítica... pero puedo
jurar, en cambio, que es un libro sincero”. El cantor desafía y entiende que
todo ser es un artista y nos regala un sentimiento en su voz que es el mismo
que el de su poesía, el poeta no se divide.
El primer poema, “A ti”,
es el presagio de lo que serán los próximos: “...mi corazón cansado es un niño
que espera”, el poeta espera, el cantante espera, la cultura tanguera espera,
una espera sin ofrecer nada, “Sólo puedo ofrecerte / de la noche más triste /
su neblina”. El escepticismo gana sobre el amor, “Otra vez el inútil intento /
por creer que el amor está cerca”, nos dice en otro de sus poemas.
Avanzando en el libro me
llega el recuerdo de aquellos textos de los grandes poetas del tango, H. Manzi,
C. Flores, E. S. Discépolo y otros, que marcan las vivencias de un mundo de
hombres marginados que lucharon por su lugar físico y existencial sin
comprender más allá de sus limitaciones, es entonces que decido leer el libro
como un tango largo más, cantado por su autor; lo digo, porque los 23 poemas
que contienen este libro me llevan a reflexionar sobre la buena y mala poesía
sin llegar a ninguna conclusión.
Este hombre que ha hecho
del tango su vida refleja su niñez, la pobreza, el maltrato y su ciudad natal,
Las Piedras; el oriental no olvida, se desquita, quiere tomar todo y es
entonces que se expone al peligro, coches deportivos últimos modelos, mujeres
pasajeras en busca de su fama, y es por eso, por no entender la vida, llega
siempre tarde a lo que su interior prefiere, “Qué agonía espantosa / fue saber
que mis labios / no fueron los primeros que tus labios besaron...”. Otra vez
Julio responde a su ambiente arrabalero, es el tango mismo con sus sentimientos
que afloran a todo momento, para bien o para mal, sin el consentimiento de la
razón.
En su poema “Error”, que
es análogo al texto de C. Flores que tan bien interpreta Julio Sosa en su comparsita,
“...el erótico error de mis padres / me dio luz, yo me llamo Fracaso... / es
mentira que tenga otro nombre...”.
Y siempre la madre, el
amor por la madre, dudoso amor, la madre sacrificada, la madona, la única que
perdona, es parte de este mundo marginado, y en sus dos últimos poemas, “Tres
amores” e “Himno a la
Virgen María ”, el autor la recuerda; sus amores son su madre,
su perro y sus sueños, y dice: “Y te fuiste, ¡oh madre!, en silencio... sin
quejas / y me has dejado solo, aturdido y cobarde / ... / donde aprendí a
quererte ya demasiado tarde”.
La mala conciencia
persigue a Sosa, no ha atendido a su madre como es debido y sólo le causó
infortunios. Trágico final de un libro donde nunca asoma la esperanza con su
promisorio título; cuando su auto se estrella a dos horas del alba.
Fuente: www.letralia.com
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