La niñez y su
abordaje periodístico
El abordaje
periodístico de la niñez debe encararse con “un inmenso afecto, con alma de
abuelo”, porque de esa manera las posibilidades de los niños se ven con lente
de aumento, reflexionó Javier Darío Restrepo.
Aldo Roque Difilippo
Temas de niñez deben tratarse "con alma de
abuelo", dijo el periodista colombiano Javier Darío Restrepo en Seminario
Internacional “Comunicación, niñez, adolescencia y género: Promoción y
protección de los derechos en la Agenda
Pública. El rol de los medios. Desafíos éticos y profesionales”
realizado en Montevideo.
El evento fue organizado por la Agencia Voz y vos, UNICEF-
Uruguay, y el Proyecto “Uruguay unido para poner fin a la violencia hacia mujeres, niñas y
adolescentes”.
Javier Darío Restrepo es un referente para el periodismo
latinoamericano, con más de 50 años de experiencia profesional, experto en
ética periodística. En su disertación sobre “Un periodismo adulto para informar
sobre los niños” definió a los niños
“como gotas de agua”, porque “siempre están buscando soluciones” a los
problemas que se les presentan, en tanto el mundo adulto “buscamos la negativa
porque creemos que no se puede”.
Indicando que “el niño tiene mucho que aportarnos, ese es
un punto de vista que debería destacarse en el periodismo sobre ellos”, ya
que “puede surgir un periodismo nuevo y
revelador”.
Afirmó que el abordaje periodístico de la niñez debe
encararse con “un inmenso afecto, con alma de abuelo”, porque de esa manera las
posibilidades de los niños se ven con lente de aumento. “Nos hacen sentir
padres o abuelos universales”, y “porque en afecto que son capaces de elimina barreras de todo tipo”.
Lo que sigue es un
resumen de su extensa e interesante conferencia.
Como gotas de
agua
“Porque tan impropio como un niño que está trabajando o
como un niño que es llevado a la guerrilla, o como un niño que es explotado para la prostitución, también es impropio un
periodista inmaduro, comercializado, que pretende informar sobre niños. Informar sobre niños supone una
gran madurez personal y profesional”.
Reflexionado “qué es lo que no se informa sobre los niños,
teniendo en cuenta que esa parte de la humanidad exhibe unas características
totalmente distintas, y tal vez por esa razón no hace parte de nuestra agenda informativa”.
Explicando: “los niños son humildes, y que falta le hace a
la humanidad una buena dosis de humildad. Son humildes porque saben
que son débiles y lo aceptan sin reticencias. Saben que dependen de los
demás y no lo disimulan”. Agregando “ellos no tienen ningún empacho en admitir
que tienen hambre o que quieren comer más o que tienen frío, o que tienen
miedo. Aunque pocas veces los niños tienen miedo. Una gran enseñanza que
consigné en un libro es que los niños no le tienen miedo a morir. Pensaba yo, ¿Por qué no le tienen miedo a
morir? Y encontré la respuesta porque no
tienen nuestros miedos de adultos. Salvo que nosotros se los hayamos contagiado;
y además porque ellos no ven la muerte rodeada con los mitos que nosotros la
rodeamos. El Ser Humano acude al mito cuando no tiene una explicación, y ante la muerte no hay muchas
explicaciones. Ellos la admiten así, espontáneamente. Esa frescura para
enfrentar la vida y la muerte es otro
aporte que los niños le dan a la sociedad y la sociedad no se da cuenta.
Porque siempre decimos, son cosas de niños, una frase que
hemos acuñado para desacreditar la sabiduría que ellos están practicando y
comunicando constantemente”.
Agregando más adelante: “los niños están siempre inventando soluciones. Son como
las gotas de agua. El agua llega, tropieza con un muro y busca un camino
alternativo. Los niños tropiezan con una
dificultad y buscan un camino
alternativo”. Ya que “el niño cree en lo posible. Los adultos afincamos
nuestros pesimismos en creer en lo
imposible. El niño cree siempre en lo
posible”.
La blancura del
niño
“¡Hay del abuelo que crea que cuando dice “No”, es definitivo! Es provisional, porque ellos buscarán otros caminos para llegar al si. Esa
creatividad del niño, proviene de que cree en lo posible. Los adultos afincamos
nuestros pesimismos en creer en lo imposible. El niño cree siempre en lo
posible. ¿Por qué los niños aman tanto a los súper héroes? Esas figuras emblemáticas que combaten contra el mal. Los adultos nos
reímos de los súper héroes. Los niños se disfrazan súper héroes porque creen en
ese mundo posible en donde el mal puede ser derrotado. Y esa es parte de la
sabiduría que los niños nos dan.
El niño mantiene una capacidad de sorpresa constante. Todo
lo sorprende. Todo lo alegra. Vive la
fiesta de las sorpresas, y es porque el niño tiene la humildad de reconocer: “esto no lo conocía”. Los
adultos nos reconocemos adultos cuando exhibimos esa coraza de cinismo para
decir “ya eso lo conocía yo”, “yo ya
nada tengo que me pueda llegar a sorprender”. El niño dice lo contrario “todo me sorprende porque todo
para mi es nuevo”. Y es la
realidad, ellos están descubriendo el
mundo, y por eso mantienen intacta la capacidad de sorpresa que es la que ha permitido
los grandes descubrimientos. Métanse ustedes en la mente del científico y el
científico echará de menos la transparencia
y la blancura del niño. Cuando uno va a acometer una investigación
cualquiera lo primero que tiene que hacer es limpiar la mente para que los
prejuicios no se conviertan en obstáculos. El
niño mantiene limpia la mente y
mantiene intacta la capacidad de sorpresa.
Alguna vez haciendo un decálogo de lo que pueden ser las condiciones del buen
periodista, con mis colegas periodistas anotamos en la última (condición):
mantener intacta la capacidad de sorpresa. Un periodista que haya perdido la
capacidad de sorpresa, la capacidad de dudar, de preguntarse, es un periodista
que se anquilosó y que ya no avanza más.
Esa capacidad de sorprenderse, necesaria para el
científico, el niño la da espontáneamente.
Es otra de las contribuciones que niño hace a la humanidad.
Pónganse la mano sobre el corazón y pregúntense como
periodistas, o como simples lectores: ¿han visto que esto que hemos estado
mencionando se haya convertido en noticia en los medios de comunicación? Y se
van a dar cuenta que es una parte ignorada acerca del niño.
Yo mismo en alguna ocasión con una de mis hijas me preguntaba
qué es lo que los niños le aportan a la humanidad. Y la pregunta nos cayó a los dos de
sorpresa. Por eso me propuse hacer esta reflexión que me ha dado frutos, y sobre todo una inmensa
admiración por el niño. El niño está
aportándole a la humanidad, no elementos
materiales ni económicos, sino aportándole factores del espíritu. De ahí esa
recomendación si no os hicieres como niños, no entrareis al reino de los cielos. ¿Por qué? Ahí está la
respuesta, y sin embargo esa dimensión positiva, enriquecedora del niño no
hace parte de nuestra agenda.
En cambio, si hacen parte de nuestra agenda otros capítulos: los niños de la guerra. ¡Ese
es un tema fascinante! ¡Espectacular! Que da lugar a unas crónicas muy vivas, y
de pronto es una crónica que merece premios. He leído más de una crónica
vivísima, ejemplar, desde el punto de vista técnico sobre el dolor de los niños
de la guerra.
Otro tema, los niños que están vestidos de trabajadores, tiznados después de salir de
las minas de carbón. Los niños doblegados por el peso de unos ladrillos que acababan de ser cocinados en el sur de
Bogotá. El niño que ya tiene cara de adulto, camina como adulto, porque alguien
le robó el paraíso de la niñez. Esos niños si entran en nuestras noticias”. (…)
El otro
“¿Qué se necesita para cubrir el tema de la infancia? Hay
un primer elemento. Se necesita una fina sensibilidad hacia el otro y todo aquello por lo cual el
otro es otro. Es decir, un respeto por
las diferencias, y no solo respeto que
sería una actitud pasiva, hay que llegar activo: una admiración por lo que nos diferencia del
otro. Y desde luego frente al niño nos diferencian muchas cosas.
Hay un periodista que yo he considerado mi maestro y
admiro profundamente que es el polaco Ryszard Kapucinksi. Cuando a él le dieron el doctorado
Honoris Causa en la Universidad
de Barcelona, comenzó su discurso de
aceptación haciendo alusión a lo que son sus pensamientos en el momento en el que está aterrizando
el avión en el que llega a hacer un
nuevo cubrimiento informativo. Hace parte de las rutinas de este hombre el pensar quién será ese otro con el que me
voy a
encontrar. Y dice él: de las relaciones que yo tenga con ese otro depende todo. Es decir los Seres Humanos, y particularmente nosotros los
periodistas dependemos del otro, que es fuente, que es receptor de la
información, del otro que está trabajando conmigo. Uno depende del camarógrafo,
del fotógrafo, depende de un maldito chip. Es decir, dependemos constantemente cuando hablamos de autonomía
con una cierta soberbia, estamos haciendo metáforas porque de hecho nosotros
estamos dependiendo constantemente. Pero la
gran dependencia es la dependencia del otro, que tiene que convertirse
más bien en admiración y gusto de estar con el otro. Uno como reportero, llevo 53 años, llega a
convencerse que está ejerciendo el oficio
más bello del mundo porque te da
la oportunidad todos los días de ingresar en un continente inexplorado
que es el otro. Cada Ser Humano es un continente que no ha sido
explorado. Y si lo estoy diciendo así en general. Cuando pienso en el niño, pienso en ese continente,
ese sí doblemente inexplorado, porque apenas se está inaugurando, pero
además ese continente es difícil de
escrudiñar. Creo que para los reporteros
una de las tareas más difíciles que existen es la de
entrevistar a un niño. Todas tus
habilidades reporteriles, toda esa capacidad que uno tiene de sacar
información a fuentes a veces tan inconmovibles como una piedra. Todo eso fracasa frente a un muchacho. Porque tú
llegas y le preguntas y te desarma con un “si”, “no”, y de ahí no lo sacas, porque él no está para esos juegos.
Él está para poner el tema no para que se lo pongan ni se lo impongan, pero es
el continente que hay que empezar a explorar,
y uno se da cuenta que allí hay toda una riqueza que está oculta, y que es
necesario llegar a descubrir. ¿Y cuáles son las llaves para ese descubrimiento?
Allí es donde uno se da cuenta de que el arte de convivir con el otro es un arte que se enriquece cuanto más está
en contacto con los niños, que ese si es el verdadero otro. El vive en su
mundo, que es siempre diferente del nuestro”.
(…)
“A medida de uno
ahonda en el mundo del niño se da cuenta que es el paraíso que los
adultos hemos perdido. ¿Cuál es el gran
atractivo los relatos sobre niños?
Particularmente cuando son relatos que interpretan cabalmente el mundo del
niño. De modo que cuando uno tiene esa sensibilidad hacia el otro –sensibilidad que tiene su
manifestación en obras cumbres como El Principito-, allí es donde se da cuenta que ser periodista que cubre habitualmente
el mundo del niño exige un alto costo para disfrutar de ese privilegio.
Esa sensibilidad hacia el otro se manifiesta particularmente cuando uno reconoce y encuentra la razón de
ser de los derechos de las personas. Y cualquier persona civilizada sabe que lo es porque
respeta espontáneamente los derechos de las personas con tanta mayor
razón si se trata de los derechos de los
niños”.
La
responsabilidad social
(..) “Otro valor: la responsabilidad social. Con el niño toda precaución es
poca para no herir su sensibilidad ni entrar en su mundo como un elefante en una
cristalería. Con el niño hay que tener
en cuenta que su mundo es distinto, y que sus derechos son superiores si
cabe esa palabra a los derechos de las otras personas. (…)
Cuando se trata de informaciones sobre los niños o para
los niños, todo cuidado es poco en
materia de prevención de los efectos que
puede llegar a producir. Lo que está de
por medio en todo es un valor: responsabilidad social. Ser responsable es tener capacidad de
responder los efectos que esto tendrá.
Implica una visión de futuro y hacerse
cargo de los efectos que tiene lo que uno está comunicando.
Lo sabemos muy bien los periodistas que no hay
comunicación sin efecto, y las comunicaciones sobre niños tiene un efecto todavía mayor. Tienen efecto
sobre la población, pero tienen particulares efectos sobre los niños. Por tanto si hemos de pensar
en una calidad necesaria para ser periodista
que cubre este tema, esa calidad está vinculada a la responsabilidad social.
Es decir capacidad de respuesta ante
toda la sociedad. ¿Cuál es el efecto que están produciendo todas nuestras
informaciones sobre la mente de la
sociedad?; y allí es donde caben muchas preguntas, muchas dudas sobre
el periodismo que estamos haciendo sobre niños. ¿Estamos nosotros creando una
sociedad permisiva frente a los abusos
contra los niños? ¿Estamos nosotros creando
una sociedad indiferente ante el
drama de los niños? Hay que recordar que
uno de los efectos que tienen las
informaciones, cuando son frecuentes y superficiales, es crear una
especie de costra impenetrable en la opinión pública de modo que la
gente ya no se conmueve ante nada que
sucede ante los niños. (…)
Como el tábano
Al
reflexionar sobre el papel que debe desempeñar el periodista Restrepo afirmó “nosotros no hacemos periodismo
para entretener a nadie”.
Definiendo al periodista “como el tábano” que parado en el lomo del
caballo lo pica, evitando que se duerma. Por tanto en su definición el trabajo
del periodista es “impedir que la sociedad se duerma”.
(…) Que yo
busque una noticia hoy porque me parece que los niños o los adultos necesitan
conocer un aspecto sobre “La verdad” y
acomodo todo”, puso a modo de ejemplo, “ese, es una especie de periodismo
moralista que deforma la realidad y que
la acomoda a condiciones ideológicas previas.
El periodismo no es eso. Ese s es un periodismo
de tesis. Lo acostumbran los políticos, los religiosos; porque están
siempre tratando que la realidad
demuestren lo que ellos previamente han
pensado. Es la realidad la
que nos tiene que estar enseñando; y como periodistas estamos
interpretando. Lo importante es llegar a
la convicción de que para nosotros los
periodistas la principal arma es
el hecho. Son los hechos los que tienen
una contundencia propia, y los hechos hablan más que muchos discursos. Hay una
frase muy sabida, que una imagen vale más que mil palabras. Yo utilizaría esa expresión para decir un hecho vale más que mil discursos, y por tanto los hechos presentados como ellos son, están contribuyendo a crear una cultura, y es esa cultura la que los periodistas tenemos que construir alrededor de la defensa
de los derechos del niño.
Antes que
cualquier tema, yo pondría la siguiente palabra: hechos. Pueden ser hechos que sean desalentadores,
desconocimientos de los derechos del niño.
Pueden ser hechos inmensamente
positivos, el reconocimiento que se hace
de esos derechos con alguna conducta colectiva o individual. Pero siempre el
hecho; y un hecho mirado a través de
esa preocupación por los derechos del niño”.
La noticia más noticia
(…) “Hay
una pregunta que a veces los periodistas nos hacemos: ¿Cuál es la noticia más
noticia? Que aplicada a nuestro caso, ¿cuál es la noticia sobre niños que es más noticia? Ustedes saben que en cualquier Concejo
de Redacción se proponen 20, 30 hechos y los periodistas tienen que resolver
cuáles son los más importantes, puesto
no que vamos a poder cubrirlos a todos. Entonces de 30 se escogen 20. ¿Con qué
criterios se escogen esos 20 como si
fueran las noticias más noticias?
Hay que
tener en cuenta los siguientes elementos. Una noticia suscita comentarios. Y si
la noticia que yo publiqué es la que más
comenta todo el mundo, la que comenta la radio, la televisión, yo tiendo a
pensar que esa es la noticia más noticia.
Esa sería una percepción.
Hay sin
embargo otra: noticia más
noticia es la que produce cambios,
y por tanto es mucho más exigente que la
anterior. No solo comentarios, sino produce cambios; y es a esto a lo que habría que tender. Cuando hago
periodismo y convencido que es un
instrumento que me ayuda a cambiar algo, aquí tengo que recordar las palabras
de García Márquez: ser
periodista es tener la oportunidad
de cambiar algo todos los días.
Pues bien,
si esa es mi preocupación, mis noticias deben aspirar a producir cambios y ya esto es mucho más exigente”.
Eficacia e
ineficacia del trabajo periodístico
(..) “Si una denuncia no da resultado inmediatos es porque la
sociedad se ha vuelto incapaz de asimilarla. O de dar una respuesta. Es
preocupante en nuestro tiempo. Creo que nunca antes el periodismo había hecho
tantas denuncias sobre corrupción. En todos los países hay unidades
investigativas que están destapando
todas esas cañerías de la corrupción. Hay trabajos que se destacan sobre los
demás. Sobre todo cuando uno asiste a premiaciones de concursos de periodismo, generalmente hay
dos o tres trabajos de
investigación maravillosos, y sin
embargo la corrupción sigue galopando. Más aún, está entrando a ser parte de la cultura,
hasta el punto de pensar que quien no
aprovecha el momento es porque es bobo.
Y los honestos son mirados algo así como
una especie de tarados que no aprovecharon su momento. Eso está entrando
en la cultura, sobre todo en las clases altas, lo digo por mi país, donde todo
lo que se ha destapado últimamente en
materia de contratistas tiene que ver con gente de muy alto nivel. (…)
Uno como
periodista tiene que mantener cierta austeridad en materia de reclamos de resultados.
Tiene mucho de vanidad, de arrogancia
creer que lo que uno escribió tiene valor. La cuestión es que nosotros estamos
manejando un material del instinto, y moviéndonos en el interior de las
conciencias. O sea, manejando movimientos del espíritu, y eso no se ven ni se
pueden registrar en estadísticas (…) Los periodistas somos trabajadores del espíritu, por tanto necesitamos
creer en esa realidad que no se ve ni se
toca pero que se vive, y por esa razón siempre que estamos haciendo
trabajos como estos. ¿Eso va a cambiar
de hoy a mañana?, no. Por tanto me parece muy importante tener muy claro que el
poder del periodista no es un poder de
resultados inmediatos, sino que se va gestando.
Me acuerdo de la célebre anécdota del arqueólogo que en
una de las tumbas de los faraones
encontró una semilla de trigo. Se
maravilló que a los faraones los enterraran con semillas de trigo. Tuvo la
audacia de robarse unas semillas, y tuvo la lucidez de sembrarla: y la inmensa
sorpresa de ver que las semillas reventaban.
Lo que nosotros
hacemos es sembrar semillas con la seguridad que la vida de las semillas
es tan larga que supera el lapso de
nuestra propia vida. Hay que tener fe,
confianza en la fuerzas de las ideas, y
tener la generosidad y la humildad de pensar que eso reventará después que
nosotros hayamos muerto”.
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