Historia de las letras
A
La A es la primera letra del alfabeto
español y la primera de sus vocales. Aparece en el 13% de las palabras; sin
embargo, es la segunda que más palabras encabeza. De las 88.431 palabras
registradas en el diccionario dela RAE (edición 22.ª, año 2001), 10.392
empiezan con esta letra, el 11’38%.
Es la letra más sonora, que se pronuncia
emitiendo la voz con la boca regularmente abierta, sin esfuerzo, por lo que es
la primera en ser proferida por los niños.
La A proviene de la letra fenicia áleph, que significaba ‘buey’ y que se escribía como la
mayúscula nuestra, solo que al revés, con las patas arriba porque representaba
los cuernos del buey, la raya que los atraviesa marcaba las orejas y el vértice
formaba el hocico. Según los paleógrafos, los fenicios la tomaron de un antiguo
jeroglífico egipcio que representaba la cabeza de un buey. Con el tiempo, los
fenicios tumbaron este signo a la derecha, dejándolo muy parecido a una
trompeta. De los fenicios la copiaron los griegos, para usarlo como letra A, ya
puesta como nosotros la conocemos.
La a minúscula apareció en el siglo II, al
redondearse los trazos angulosos de la mayúscula con la escritura rápida y
uniendo las letras. Y la forma menos redondeada y que aparece ahora en todos
los teclados de ordenador (a) nació para la imprenta.
Aunque la a ha desaparecido con el paso
del tiempo de algunas palabras, como pócima (apócima todavía en 1513), sentar (Nebrija la registró a finales del s. XV
aún como assentar) o tambor (atambor todavía en 1251), probablemente son muchas
más las palabras que han evolucionado incorporándola a su inicio, comoacontecer (contecer en El poema del Mio Cid), aderezar (del
antiguo derezar, s. XIII), arrepentirse(repentirse en el Cid), así (sí a mediados
del s. X, que procedía a su vez del latín sīc ‘así’), atribular (del antiguo tribular), ayer (yer escribía Berceo), azufre (sufre hasta
principio del s. XVI), atestiguar (el
desusado testiguar sigue en el diccionario académico)
o zaguán (azaguán en
1535). Durante siglos, la letraa ha tenido que
disputar con la e un puesto en algunas
palabras, con desigual resultado. Esto fue lo que sucedió con añadir, que en los orígenes del español era eñadir o eñader; arrecife (arracife hacia
1280);esconder, escuchar y piedad, que en el Cid aparecen
como asconder, ascuchar y piadad, más acordes con sus raíces
latinas ABSCONDĔRE, AUSCULTARE y PIETAS. También en
el Cid se lee emparar, pero hacia
1200 ya es común amparar, más fiel a su raíz
latina ANTEPARĀRE ‘prevenir’. Legaña fue lagaña hasta bien entrado el siglo XVIII y aún
ahora conviven en algunos países americanos, siendo en Costa Rica lagaña la única usada. En el caso de humareda y humarada (derivadas
de humo y con idéntico significado: ‘abundancia de
humo’) el resultado provisional es de empate, pues coexisten.
B
La B es la segunda letra del abecedario español y la
primera de sus consonantes. Es la décima letra con más palabras (3.833) que
empiezan por ella en el diccionario académico de 2001 (4’35%). Se
pronuncia be, si bien en fonética este sonido
se representa así: [b].Tiene un sonido suave, casi dulce, emitido con ayuda de
los labios como si fuéramos a dar un beso.
Cuando, en una palabra, la b va seguida
de s y de otra consonante, su pronunciación se
relaja, hasta el punto de que, en algunos casos, el grupo bs se ha reducido a s: obscuro/oscuro,
substancia/sustancia, substituir/sustituir…
El sonido de la B es compartido por la letra V y, en unos pocos casos, por
la W. Al margen de esta última, de origen extranjero, la causa de esta
coincidencia está en la historia ortográfica y fonética de nuestro idioma. O lo
que es lo mismo: coexisten las letras B y V por respeto a la tradición. En el
latín estas letras sí que representaban al principio sonidos distintos
(la v se pronunciaba de forma muy parecida a
nuestra u), aunque pronto empezaron a confundirse los sonidos
de las letras b y v. Confusión que heredó hace mil años el romance
castellano. Codicia (del bajo latín CUPIDITIA)
y codo (del latín CUBITUS), por ejemplo, son
dos vocablos con origen latino que pasaron al primitivo español como cobdicia y cobdo,
respectivamente. Algo parecido ocurrió con el DUBITARE latino, que
pasó al castellano como dubdar hasta el
siglo XV.
En el dilatado tiempo que duró la transformación del latín tardío en
castellano primitivo, muchas voces de origen latino que tenían v cambiaron esta por b (ADVOCATUS > abogado, AVIOLUS > abuelo, VULTUR> buitre, VERRERE > barrer, VULTUS > bulto), pero muchas otras pasaron al español
conteniendo uves. Durante mucho tiempo la confusión entre ambas letras o
grafías (b-v) quedó plasmada en los trabajos de nuestros mejores
escritores (alvedrío, alvergue, algaravía, algarrova, aljava, almivar,
arraval, arrova, bever, villar, villete, visagra, vizcocho, cavallo, carvón,
chibo, covarde, cordován, dever, esvelto, escarvar, escrivir, gaván, gavardina,
garvanço, governar, hava, aver, hevilla, yerva, imbierno, javalí, corcoba,
lavor, móbil, olbidar, provar, vermejo, ruvio, baxilla, bívora, bolver… y
hasta Miguel de Cervantes firmaba a veces con b.
Es posible que en el futuro se considere que esta razón no es lo
suficientemente importante como para mantener vigentes ambas letras en nuestro
abecedario, pero mientras tanto es necesario saber diferenciarlas al
escribirlas, que no al pronunciarlas, por cuanto hay palabras de significado
distinto cuya única diferencia reside en estas letras. Como por ejemplo acerbo ‘áspero’, ‘cruel’, y acervo ‘conjunto de bienes’; barón ‘título de dignidad’ y varón ‘hombre’; o basto ‘grosero’
y vasto ‘muy grande’.
El origen gráfico de la B se remonta a la letra fenicia bet, que quería decir ‘casa’. Los fenicios la tomaron
de un jeroglífico egipcio que en cierto modo recuerda una tienda de campaña.
Los griegos la copiaron de los fenicios, haciéndola ya muy parecida a como la
escribieron los romanos, que es igual a la nuestra.
Hay tres palabras que contienen tres bes: bebible, sobrebeber y turbobomba, y cuatro que terminan en esta palabra y que
han sido importadas de lenguas extranjeras: club y esnob (del inglés), ykebab y nabab (del árabe).
La b de la palabra ambos tienen
origen latino (AMBO) que sobrevive en el español actual gracias al dialecto
leonés. En el castellano antiguo lo común era amos y todavía
a mediados del s. XV se empleabaamos a dos, pero, a
partir de Nebrija prevaleció la versión leonesa, más acorde con sus raíces.
La b que parece estar condenada al olvido (pese a
haberse resistido y ser fiel a su raíz latina), es la que aparece en la
palabra lamber. Proviene del latín LAMBERE ‘lamer’ y
durante mucho tiempo significó eso mismo en español. Actualmente, en el
diccionario académico aparece como vocablo en desuso, aunque indicando que aún
se utiliza en Canarias, Extremadura, León, Salamanca y América, y está
plenamente vigente en México y Uruguay en su acepción ‘adular’, que tiene su
origen en el dialecto leonés. (Letra del día 24-10-12).
C
La C es la letra por la que empiezan un mayor número
de palabras recogidas en el diccionario académico (versión 22.ª, 2001) con un
total de 12.577 entradas (incluidas las que empiezan porla Ch), lo que
representa el 14’29% del total.
Tiene su origen en un jeroglífico egipcio con forma de bastón, que los
fenicios adoptaron para su alfabeto con el nombre de gimel. Este signo fue copiado a su vez por los griegos,
con el nombre degamma, que tenía varias formas,
entre ellasla C. De ahí pasó al alfabeto latino, que en un principio empleaba
la misma letra tanto para el sonido C como el sonido G, hasta que Espurio
Camilio inventó esta última letra. Y así, ya diferenciadas, llegaron ambas, C y
G, al español.
Es una letra polivalente puesto que representa varios sonidos. Cuando va
precedida por las vocalesa, o, u (cama, cosa,
cuna) o está al final de la palabra (bloc, cinc), representa el sonido [k], también
representado por las letras k y q. Cuando precede a las vocales e,i (cena, cima) representa el sonido [z], aunque
también, tal como veremos cuando hablemos del seseo, representa en muchos
sitios el sonido [s]. Y con la h forma un
fonema singular (chapa). Hay palabras con dos
ces seguidas, las cuales se pronuncian con un sonido diferente: calefacción, occipucio. Como esta última, muchas
palabras españolas han heredado las dos ces juntas del latín, aunque con el
tiempo no pocas de ellas han perdido una por el camino, como por ejemplo: accelerar y accento, ambas con
dos ces en el Diccionario de Autoridades(1726).
Cuando la c va seguida de la letra t, la tentación que han tenido de siempre los
hispanohablantes ha sido la de suprimirla. Así, hubo un tiempo en que la c de dictar estuvo
en trance de desaparecer (en la Edad Media y el Siglo de Oro se vacilaba
entre dictar y ditar), a pesar de
que provenía del latín DICTARE, pero al final prevaleció con la c. Algo parecido le ocurrió a la c de doctor, doctrina y eructar (del
latínDOCTOR, -ORIS, DOCTRĪNA y ERUCTARE, respectivamente), que
se pronunciaron y escribieron hasta el s. XVII sin esta letra. Y esto mismo le
sucedió al grupo formado por factor, factoría y factura, que en el Diccionario de Autoridades (1732)
aparecen sin la c. No tuvo tanta suerte, por el
contrario, la c del vocablo
latino DELICTUM, que pasó al español como delicto (en
la Celestina aparece con y sin c), pero que ha acabado perdiéndola: delito.
Hasta 1726 coincidía en su forma con otra letra,
la ç, conocida como «ce cedilla», hija como veremos de
la z y que podía representar un sonido sonoro (esparçir se escribía en tiempos de Berceo el
actual esparcir) o un sonido sordo (alcaçaba escribía
Nebrija en vez de alcazaba, pero con idéntica
pronunciación).
CH
La Ch (che) es un dígrafo: Signo ortográfico compuesto de dos letras para representar un
fonema.
Entre 1803 y 1993 la Ch fue considerada
letra independiente, pero en 1994 perdió esta condición al ser devuelta al
apartado dela C, en el orden alfabético que le correspondía (entre las palabras
que empiezan por Ce~ y las que empiezan por Ci~). Y así es como debe buscarse
las palabras que empiezan por Ch en los diccionarios modernos.
Cuando toda la palabra que empieza o contiene la Chestá en mayúsculas, esta
se escribe con la C y la Hmayúsculas (CHAVAL). Pero cuando
empieza una palabra que va detrás de un punto o que comienza un párrafo, solo
se escribe mayúscula la C (Chaval).
Tanto cuando era considerada una letra independiente como ahora, la Ch
siempre ha tenido el mismo sonido, peculiar y distinto de los demás sonidos
representativos de letras; excepto en palabras que, por tradición, se escribían
en español como en latín hasta hace dos siglos, tales como Christo, chrónica o chimera, que fueron sustituidas por la c o la q, con las que eran
pronunciadas. Tambiénbachanal, chaos, choro, épocha, eunucho, melancholía,
monachal y patriarcha recordaban
con la h su origen latino.
Al pasar del latín tardío al romance castellano, muchas palabras sufrieron
cambios fonéticos, tal como veremos más adelante. Pues bien, las causas de
estos cambios las encontramos en grupos latinos tales como -lt-, que pasó al español como ch (ejemplos: MULTUS > mucho y AUSCULTĀRE -latín clásico-
>ASCULTĀRE -latín vulgar- > escuchar), o como el
formado por -ct-, que, a través del -yt- común a muchas lenguas románicas antiguas,
pasó también al español como ch (ejemplo: LACTE > leyte > leche). (Dígrafo del día 9-10-12).
D
La D (de) es la quinta letra con más palabras
recogidas en el diccionario académico que empiezan por ella: 5.793, un 6’58%.
Procede de un ideograma egipcio que representa una puerta con una forma
triangular que en efecto recordaba el trozo de piel que cerraba la puerta de
las tiendas de campaña. Los fenicios la adaptaron simplificándola y le dieron
el nombre de dalet (también los hebreos),
que quiere decir ‘puerta’. Los griegos la tomaron llamándola delta, redondeándola en una de sus variedades. Así la
adoptó el alfabeto latino, creando además una minúscula (d) por acomodación de la mayúscula a la escritura
práctica. Y así llegaron la mayúscula y la minúscula al español.
Su sonido es muy parecido al de la t, pero más suave
(al pronunciar la t no vibran las cuerdas
bucales, que sí lo hacen al pronunciar la d). Esta diferencia
tan sutil explica que algunas palabras latinas cambiaran sus tes por des al ser
adoptadas por el romance castellano: PATER > padre, MATER > madre,ACŪTUS > agudo, PRATUM > prado… No ocurrió así con el latín TRITĬCUM, cuya
evolución fonética en el español fue trídigo > tridgo (hacia
1100) > trigo. En nuestro idioma, el sonido
de esta letra se relaja unas veces hasta desaparecer y otras veces sufre
transformaciones que la disimulan. La d en las
palabras que acaban en ~ado y la que
aparece al final de una palabra (ardid, merced, ataúd)
se pronuncian muy poco o nada.
Una d que acabó desapareciendo fue la de odir (procedente del latín AUDĪRE), plasmada
con frecuencia en el Cid y los
textos de Berceo; pero pervive en todos sus derivados cultos: audible, audición, audiencia… Lo mismo sucedió con
la d de paradiso (voz
de origen iránico que nos llegó a través del avéstico, el griego y el latín),
perdida entre el Cid y Berceo; pero que se
mantiene en su derivadoparadisíaco. Y también con la
palabra radiz (Berceo la escribe con y sin d), procedente del latín RADIX, ~ĬCIS, que ha
quedado reducida a raíz, aunque no así
su derivado radical.
E
La E es, después de la a, la vocal más frecuente en el español, con un 11’75%
de ocurrencia. Y en el diccionario académico hay recogidas 7.174 entradas con
palabras que empiezan con esta letra (la tercera), con un 8’15%.
Era representada por los egipcios por la
figura de una persona con los brazos extendidos hacia el cielo, adorando a una
divinidad celestial. Los fenicios esquematizaron esta figura al adoptarla a su
alfabeto con una línea vertical cortada por tres horizontales que apuntan a la
izquierda. Los griegos la adoptaron dándole la forma que ha llegado hasta
nosotros como la E mayúscula. La minúscula nació siglos más tarde, como
consecuencia de la comodidad y rapidez al escribir.
La e era la conjunción copulativa del español en el
siglo XIII, un homenaje a la antigua conjunción latina ET, solo que sin
la t. Todavía en el siglo XVII, valía tanto como la y en esta función, según Covarrubias. Más modernamente
y en la actualidadsustituye a la y como
conjunción copulativa para evitar el hiato (‘encuentro de dos vocales que se
pronuncian en sílabas distintas’) antes de palabras que empiezan por i (Juan e Ismael)
o hi (padre e hijo). Pero
no la reemplaza cuando la y está en
principio de interrogación o admiración, ni cuando la palabra siguiente empieza
por y o por la sílaba hie.
Muchas es del español aparecieron
durante el dilatado tránsito del latín y al romance, ya fuera para encabezar
palabras, como escala (latín SCALA), escaño (del lat. SCAMNUM > scanno > escanno) y escuela(SCHOLA > escola), o para sustituir a otras letras o grupos de
ellas: la i latina de LINGUA o
de SICCUS se convierte en e en lengua y seco, el
diptongo ai de LAĬCUM se vuelve e en lego, y el ae de CAESAR se transforma en césar. Por el contrario, hay palabras españolas que han
perdido la e latina con el transcurrir
del tiempo: césped (latín CAESPES)
pasó a ser céspede, vulgarismo que sobrevive
en el diccionario. Y palabras en las que la e fue
desplazada por otra vocal, como en amatista (lat. AMETHYSTUS): ametisto > ametista > amatista.
Con posterioridad, la e ha servido
para adaptar al español muchas voces provenientes de lenguas extranjeras que
empezaban por consonante. Varios ejemplos: svelto (esvelto >
esbelto), sbirro (esbirro) yspaghetti (espagueti) del italiano; slalom (eslalon) del noruego; slogan (eslogan), smog (esmog), smoking (esmoquin), sniff (esnifar), snob (esnob) y stress (estrés) del
inglés; sloerie (esloria > eslora) del
neerlandés; sternon (esternón) y store (estor) del francés.
Hay palabras que se escriben con dos es seguidas: reemplazar, creer, leer, poseer…, aunque algunas veces
se les intercala una h: dehesa, rehén, vehemente. Fe tenía dos es (fee) en los orígenes del español y aparece aún en
textos del siglo XVI.
Por e empieza la palabra más larga que se encuentra en
el diccionario académico:electroencefalografista ‘persona
especializada en electroencefalografía (sistema para registrar las descargas
eléctricas de la corteza cerebral’.
Elucubración también puede escribirse sin e: lucubración. Ello es debido a que ambas palabras
existían ya en latín (ELUCUBRATĬO, -ŌNIS y LUCUBRATĬO, -ŌNIS). Ahora
significan ‘acción y efecto de elucubrar (elaborar una divagación complicada y
con apariencia de profundidad / imaginar sin mucho fundamento)’, pero
antes elucubrar significaba ‘trabajar velando’ (en
desuso, según el diccionario), mucho más relacionado con el significado latino:
‘trabajar a la luz del candil’.
F
La letra F (efe) es la 13.ª que
encabeza más palabras en el diccionario, con 2.860, el 3’25% del total.
La F mayúscula procede del signo fenicio para el vau, del que también han derivado otras tres letras: U,
V, Y. Los griegos importaron la letra fenicia sin cambios apreciables y lo
mismo hicieron los etruscos, que le dieron una forma más reconocida para
nosotros; el alfabeto latino invirtió sus trazos y la dejó tal cual la
conocemos hoy. Los rasgos rectilíneos de la F mayúscula fueron suavizándose,
redondeándose, para formar la f minúscula.
Los griegos tenían una letra, phi, que sonaba
parecido a la actual f. Los romanos la
adoptaron comoph, respetándola en la escritura para aquellas palabras
que procedían del griego o del hebreo. Así pasó al español primitivamente este
dígrafo, ph, con el mismo sonido que la f, en multitud de palabras de origen griego: alphabeto, asphalto, diáphano, diaphragma, elephante, emphasis,
epitaphio, esphera, esphinge, esóphago, estropha, geographía, geroglyphico,
grypho, hermaphrodita, huérphano, lympha, nympha, orphandad, orthographía,
metáphora, metamorphosis, pámphilo, párrapho, peripheria, phalange, phantasma,
phase, phenómeno, philosophía, pharmacia, phantasía, phrase, physico, phoca,
phósphoro, propheta, sarcóphago, symphonía, triumpho tropheo, zaphiro,
zéphiro… y mucha gente firmaba comoAlphonso o Joseph. Hasta que en 1803 terminó desapareciendo por
completo el dígrafo ph, a favor de
la f. Sin embargo, muchas de las palabras latinas
con f perdieron esta al pasar al español, a favor de la h (FILIUM, por ejemplo, pasó al español como hijo, y FOLIA como hoja, aunque ambas con el fijo y la foja medievales
de por medio). Hasta el FIDES latino se trocó en he entre el vulgo, si bien la f culta acabó imponiéndose, primero como fee y luego como fe; lo mismo ocurrió
con febrero, nombre de mes que venía del latínFEBRUARĬUS, y
que antiguamente se llamaba popularmente hebréro; y con feo (lat. FOEDUS), hedo en el habla vulgar durante mucho tiempo; y
con fiebre (lat. FEBRIS), que a finales del s. XV
todavía sobrevivía como hiebre; y con fuego (lat. FOCUS), que hacia 1500 prefería
escribirse con h aspirada: huego (esta haspirada tiene su
reflejo en la pronunciación juego, predominante
hoy en el habla vulgar de varios países americanos). Durante años, esta fobia
contra la f llevó incluso a intentar
sustituirla por h en palabras que no tenían
etimología latina, como alfombra (de
origen árabe), que durante el siglo XV se escribióalhombra, o andrajo (también de origen árabe), que se
pronunció con h aspirada durante un tiempo,
ohalago y halagar (del
árabe hispano ẖaláq ‘palomo ladrón’), que Berceo escribía falago y falagar, o fieltro(del
germánico filt), que Nebrija escribe hieltro. Pero con la aparición de la imprenta surgió la
tendencia contraria, recuperando las efes cuando se podía; por ejemplo: allá
donde los notarios acostumbraban a escribir al pie de los documentos «hecha
esta carta» pasó a escribirse «fecha esta carta», de donde apareció
nuestra fecha ‘data’; y lo mismo sucedió con algunos nombres: Alonso y Alfonso, Hernando (oHernán) y Fernando, y apellidos: Hernández y Fernández.
Sobrevivieron a esta enconada y larga pelea habida entre las letras f y h las
siguientes parejas de palabras: fundir y hundir (ambas derivan del
latín FUNDĔRE ‘derramar’, ‘desparramar’, ‘derretir, fundir’, y ambas
siguen vivas pero con significados distintos); faba y haba (con un mismo origen, el
latín FABA); hallary fallar, con idéntica raíz(lat. AFFLĀRE), pero con
significados diferentes (‘decidir, determinar un litigio’ el de fallar); filo e hilo, también con distintos significados pero hermanas
al tener el mismo origen: el latínFILUM; fincar ‘adquirir
fincas’ y su derivada hincar.
La letras f y b también sostuvieron una dura disputa hasta el s.
XVII por las palabras estufa, estufar, estofar,
pero al final prevaleció la etimología latina de la f.
El diccionario recoge cinco palabras terminadas en f, aunque, salvo la interjección onomatopéyicauf, las demás tienen una procedencia extranjera muy
reciente: golf y rosbif (inglesa), naif y puf(francesa).
G
La G es la decimotercera letra con la que comienzan
más palabras: 2.934, el 3’33%.. El latín heredó de los griegos, a través de los
etruscos, la letra C con la que representar dos sonidos: el [k] que
aparece en cama y [g]. De manera que,
como no existía la G, se escribía VIRCO aunque se pronunciara virgo. Esto era así porque los etruscos no conocían el
sonido [g]; pero lo romanos sí, por tanto les resultaba un problema no tener
una letra específica para este sonido y diferenciarlo así del [k] de la C.
Podrían haber adoptado la gamma griega (
Γ ), que sí representaba el sonido [g], pero los romanos creían erróneamente
que también tenía el sonido [k]. Así que no resolvieron este problema hasta que
Espurio Carvilio inventó la G, en el siglo III a. C., añadiendo una rayita a la
C.
La G tiene dos pronunciaciones
distintas:
Una de ellas es blanda y suave, cuando hiere a las vocales a, o, u y también cuando entre ellas y las
vocales e, i se interpone una u muda, como en guerra, si la u conserva el sonido debe llevar diéresis, como
en vergüenza, argüir, antigüedad. Cuando entre la g y alguna de las vocales se interpone la l o la r es asimismo
suave su pronunciación, como en gloria.
La otra pronunciación de la g es fuerte,
cuando hiere a las vocales e, i sonando
entonces como j:gente, género. Es
aquí donde persiste un conflicto entre ambas letras (g, j)
que aún no ha sido debidamente resuelto. Se ha ido admitiendo que se escriban
con j voces que empezaron escribiéndose con g (como hospedaje, forajido, jinete, mujer o traje), oprocedentes de una clarísima g: las terminaciones más usuales en ~aje, como equipaje, maridaje, menaje,
paje, peaje, potaje, masaje, utillaje (de la que se exceptúa,
por cierto, ambages) proceden en su mayoría de
voces francesas con ~age; pero
también extranjero, granja y verja, igualmente procedente del francés, o hereje, follaje, homenaje, jerigonza, lenguaje, linaje, mensaje y monje, de origen provenzal, o viaje, tomado del catalán. Asimismo se han ido
admitiendo alternancias como gibraltareño / jibraltareño,
hégira / héjira, gineta / jineta y otras. Pero las reglas no
están claras.
Con el paso del tiempo se ha ido suprimiendo la g en algunos casos: el más notable es el de las
palabras que empezaban por gn~, para las que
desde 1959 se admite la escritura con n: gnomo o nomo, gnóstico o nóstico. También la
palabra aumento perdió su g
(augmento) entre los siglos XV y XVI, que tenía su origen en el
latín AUGMENTUM; y flema (del
lat. PHLEGMA), que se escribía phlegma hasta
bien entrado el s. XVIII; y maestro (del
lat. MAGISTER), que sin embargo mantiene la g en sus derivados cultos:magisterio, magistral; y ruido (del lat. RUGITUS), que la mantuvo no
obstante en el verbo rugir y,
posteriormente, en su derivado culto rugido; y vaina (lat. VAGINA), que se mantiene en su
derivado vagina. Todo lo contrario ha ocurrido con la
palabra benigno (del latín BENIGNUS), que perdió
su g muy pronto, pero que la recuperó no hace mucho,
pues todavía en el Siglo de Oro se escribía benino. Y magdalena es un vocablo que se resiste a
desprenderse de su g, pese a admitirse
académicamente madalena.
La g mantiene o ha mantenido duras luchas con otras
letras a causa de varias palabras sinónimas. Ejemplos:
Con la b sostuvo una lucha por agujero / abujero que se resolvió muy pronto a
favor de la g, seguramente porque el vocablo en
cuestión era claramente un derivado de aguja. Sin embargo,
su lucha con la b por buhardilla / guardilla, en su significado ‘ventana que
se levanta por encima del tejado de una casa’, ha estado más reñida; hasta
ahora, aunque ambas palabras se mantienen vivas, existe una clara ventaja para
la b.
Lo mismo le sucede con la c en garrucha / carrucha ‘polea’: si bien con la g procede de carrucha(derivado
de carro), parece que aquí la g tiene bastante ventaja. También le ha ganado la
batalla a la c en la lucha que han
mantenido durante siglos por gangrena (más
fiel a su raíz latina) y cangrena (ya
en desuso); por grieta y crieta, a pesar de que aquí es esta última la que,
hasta los siglos XIV-XV, era la que preservaba un mayor vínculo con su
origen latino; y por lágrima y lácrima (más fiel a su raíz, razón por la cual sus
derivados cultos preservan la c: lacrimal, lacrimoso). Hace mucho más tiempo que le ganó
la batalla a la c por lago (del latín LACUS), sagrado (del lat. SACRATUS) y sencillo (lat. SINGULUS), si bien se han
vengado con sus respectivos derivados cultos lacustre, sacramento, sacristán, sacrificar,
singular. Y también hace mucho que la g le ganó a c la batalla
por gato, siendo esta una historia que merece la pena
conocer: Los romanos antiguos conocían al gato montés como FELiS (de
ahí los derivados cultos felino, félido…),
pero no tenían un nombre para el gato doméstico. Ya en el s. IV, de procedencia
incierta, aparecieron en el latín tardío las palabras cattus y catta, teniéndose
por seguro que ya hacia el año 600 se usaba cattus para
referirse al gato doméstico. Pero en su adaptación a los romances de las
penínsulas ibérica e itálica, cattus se
convirtió en gattus, estando documentado ya
un gatu en los orígenes del español (año 967).
De las tres letras de la palabra gag dos son
ges. También acaban en esta letra iceberg, tuareg yzigzag.
H
La H es la letra decimoquinta que más palabras
encabeza en el diccionario: 2.189, el 2’48%. Su hombre es hache, del francés hache, y este del
bajo latino hacca, modificación de ach, pronunciación vulgar en lugar de ah (con h aspirada),
que fue el antiguo nombre latino de esta letra. Paradójicamente, empezó su
andadura en el español escribiéndose sin h: ache en un
texto de 1433.
En el alfabeto fenicio había una letra conocida con el nombre de het que es la antepasada de nuestra H y que se
representaba con una figura de dos rectángulos superpuestos, algo inclinados.
No está muy claro de donde procedía esta het fenicia. Se
pronunciaba como una j suavemente
aspirada. Los griegos la adoptaron de los fenicios dándole la forma mayúscula
que hoy conocemos por eliminación de los trazos superior e inferior, y
manteniendo la suave aspiración. Pasó al latín, donde fue perdiendo el sonido
hasta quedar muda. Y así llegó al español: se escribe pero no se pronuncia.
Como ya hemos visto en el apartado de la letra f, muchos de los vocablos latinos que empezaban por esa
letra pasaron al romance castellano cambiándola por una h aspirada: harina (farina escribe Berceo;farinato es un
tipo de embutido salmantino), hacer (facer y fazer en el
castellano arcaico), hambre(fanbre en
el Cid), hablar (fablar en el Cid), harto (farto en
el Cid), hastío (fastío todavía en el s. XVI, de donde vendría
luego fastidio), hebilla, heder (feder en Berceo), helecho (felecho en la Edad Media),hender (fender en
Berceo), herir (ferir en la
Edad Media), hermoso (fermoso en los
orígenes del idioma),hervir (fervir en Berceo), hez (fez en Berceo y con f en sus derivados cultos: fecal, fécula), hígado(fígado y fégado medievales), higo (figo en
el Cid), hinojo (finojos se lee en el Quijote), horadar (foradar, Cid), horca (forca, Berceo), hormiga (formiga aún en el s. XIV y con f sus derivado fórmico), horno, hostigar (fostigar en
Berceo, con un derivado culto, fustigar, ya en el
latín tardío del s. IV), huen (efe) es la 13.ª que
encabeza más palabras en el diccionario, con 2.860, elsloerie
/i/iQuijote(e/iflema islori/i/ia /i 3’25% del total./iu ir (fuir, 1054, y también huída, pero no sus
otros derivados: fuga, fugar, fugaz, fugitivo…), humo (fumo, 1088, así
como humear, pero no sus otros derivados: fumigar, fumar, esfumar, perfumar…), hurto (furto, 1076, y
también su derivado hurtar, furtar en el Cid)… Mención
especial merece hierro (fierro en 1065,ferramienta en
1251), ya que la forma fierro permanece
hoy en una buena parte de la América rural, así como en Chile, donde forma
parte del vocabulario general. También sufrieron esta transformación, por
supuesto, palabras que contenían esta letra, aunque no empezaran por ella,
como búho (del latín vulgar BUFO) que Alfonso X aún
escribió en sus glosas bufo, aunque ya
aparece comúnmente con h en el s.
XIII. En consecuencia, el español llegó al siglo XV con un vocabulario parvo en
palabras con efes, pero con muchas que las recordaban con esas haches que la
gente culta (que no la rústica) diferenciaba de las mudas con una ligera
aspiración. Pero a finales del siglo XV la tendencia cambió por completo. Con
la aparición de la imprenta, la expulsión completa de los musulmanes de la
Península ibérica, el descubrimiento de América y el Renacimiento, los
españoles cultos observaron las haches aspiradas con desprecio, demasiado rudas
y arabizadas para su gusto. Así que empezaron a recuperarse las efes en
numerosas palabras, aunque no fueron pocas las que mantuvieron las haches. La
aspiración de estas haches se conserva aún en algunos lugares (Andalucía,
Extremadura, Canarias y ciertas zonas de América). A veces, esta aspiración
llega a convertirse en el sonido [j], pronunciación que en algún caso tiene su
reflejo en la escritura: el cante jondo (de hondo); jalar, variante
de halar usada en varios países americanos; jolgorio, grafía hoy mayoritaria frente a la
etimológica holgorio; juerga, variante andaluza dehuelga (del
lat. FOLGARE ‘descansar’). Jaca procede de
la desusada haca (con h aspirada), que
anteriormente se escribía faca. Y hasta
el malsonante joder (del
lat. FUTUĔRE ‘practicar el coito’), que empezó siendo foder en el español primitivo (fodido sea es una maldición que se lee en una
inscripción cristiana de Granada de 1332-34), pasó a ser luego hoder, con la característica h aspirada que propició la posterior aparición de
la j. En el caso de huracán, vocablo de
origen taíno que se escribió furacán al
principio en español, el carácter aspirado de la h se conserva en la pronunciación juracán de los dominicanos. También algunas
palabras procedentes de idiomas extranjeros la h se
pronuncia aspirada o con sonido cercano al de la [j]: hámster, holding, hachís, hall, hockey, Hawai… Y
el grupo -hi- en posición inicial de palabra seguido de
una e tónica se pronuncia normalmente como [y], salvo
detrás de pausa o de palabra que termina en vocal, en que la pronunciación
oscila entre [ié] y [yé]; así, es normal que palabras como hierro, hielo, hierba, hiedra se pronuncien
[yérro, yélo, yérba, yédra], llegándose a fijar incluso esta pronunciación en
la escritura, como ha ocurrido en hierba y hiedra, que pueden escribirse también yerbay yedra. Por cierto
que, en los orígenes del español, lo más común era escribir ierba y elar.
Pero la norma actual es que la h sea muda,
razón por la cual ha habido muchos intentos por suprimirla. Pese a ello,
la h se ha conservado hasta hoy por tradición y
porque ayuda a diferenciar palabras homófonas (que suenan igual) como huno y uno, hojear y ojear, hola y ola, hala y ala. Por el momento,
hay varias palabras que se pueden escribir con o sin h: harmonía o armonía, harpa o arpa, harpía o arpía, harpillera o arpillera, harrear o arrear, harriero o arriero,
hujier o ujier, hurraca o urraca. De otras palabras, sin embargo, la h desapareció hace tiempo, como por ejemplo ardilla, diminutivo de arda (perro ardero ‘el que caza ardillas’), procedente a
su vez de harda, de origen incierto pero
documentado en el español del s. XIII; o arrumaco,
escrito harrumaco en la Loçana Andaluza(1528).
Desapareció también en los orígenes del español la h de haber (lat. HABĒRE),
pues aparece escrita aver en
el Cid, pero los renacentistas la recuperaron, si bien
tardó todavía cierto tiempo en asentarse. La misma experiencia
sufrieron hombre, hombro, honor, honrar, hora, huerto, hueste (ombre, ombro, onor, onrar, ora, uerta, ueste en la literatura medieval)
y hoy (oy todavía en
el Diccionario de Autoridades, 1737). Algo parecido le pasó a historia, pues hasta finales del medievo era muy
frecuente la forma sin h estoria. Hasta es otro vocablo (de origen árabe) que empezó
en español sin h (asta) e incluso con f (fasta), pero en Nebrija ya aparece con esta letra.
Hueco,
hueso y huevo empiezan
con h pese a proceder de étimos (étimo: raíz o vocablo de que procede otro) latinos que
carecían de ella. Esto se debe a la antigua costumbre, tal como veremos más
adelante, de utilizar indistintamente la u o la v ya como consonantes ya como vocales, provocando una
confusión con la que se pretendió acabar colocando una h delante de vocal. En el caso de hueco (OCCĀRE) resultó que las formas
primitivas ocar y aocar derivaron en hueco;
pero no así otro derivado: oquedad.Hueso (OSSUM) aparece ya así en el español primitivo,
con h, así como algunos de sus derivados: huesoso uososo, huesudo u osudo, osamenta (antes osambre), osario, óseo. Y el
medieval uevo (OVUM) pasó a escribirse huevo, quedando no obstante sus derivados liberados de
la h: aovar, ovar, oval, óvulo, ovario.
Si ya de por sí parece una letra inútil, mucho más se antoja cuando aparece
intercalada, como enadhesivo, ahí, alcohol, anhelar, bahía,
cohorte, parihuela, tahona, tahúr, zaherir, zanahoria… En cadalsonos libramos de ella (cadahalso)
hacia el s. XVI; en traer hacia el
s. XVIII (traher y contraher todavía
en el Diccionario de Autoridades,, de acuerdo con su étimo
latino TRAHERE); y ahora (del
latín HAC HORA ‘en esta hora’) llegó al castellano primitivo
sin h (aora escribía
el Arcipreste de Hita, siendo aún más antiguo unagora que
todavía se oye en el habla rústica de muchos lugares). Por lo general, estas
haches intercaladas permanecen en el español actual, aunque no así, por
fortuna, las que formaban los dígrafos etimológicosph, rh, th, y varias
de las del ch. Como sabemos, en 1803 el
dígrafo ph se transformó en f. Pues bien, previamente, en 1779, se acabaron los
dígrafos rh (diarrhéa, myrrha, rhetórica, rheuma, rhythmo, rhinoceronte,
rhombo) y th (arithmética, éther,
ethéreo, góthico, hypotheca, hipothesis, orthographía, pantheon, panthera,
parenthesis, pathético, phythonissa, sympathía, systhema, thé, theatro,
theología, theoría, thesis, thesóro). En cuanto al dígrafo ch (con h muda, a
diferencia de la che), con el que se escribía, por ejemplo, mechánica, fue suprimido en 1754, aunque subsistieron
algunas palabras hasta 1803, como Christo, tal como
vimos en el apartado de la Ch.
Se escribe con esta letra el término gramático hipocorístico ‘dicho de un nombre: que, en forma
diminutiva, abreviada o infantil, se usa como designación cariñosa, familiar o
eufemística; p. ej., Lola Charo’.
Seguramente los hipocorísticos más extendidos son Pepe/Pepa y Paco/Paca. Pues
bien, Pepe proviene de PATER PUTATIVUS (que se tiene por padre, no
siéndolo), ya que en los libros religiosos se añadía tal aclaración al nombre
del padre de Jesucristo, abreviado: San José, p.p.; y de
tales pes salió, al parecer por ocurrencia de los monaguillos, el Pepe en
sustitución de José. Algo similar sucedió con el fundador de la comunidad
franciscana: San Francisco, PATER
COMUNITATIS (pa.co.).
I
La vocal i es la undécima letra que más
palabras encabeza en el diccionario, con 3.105, el 3’52% del total. La i es, junto con la u,
la vocal más cerrada para cuya emisión basta separar las mandíbulas unos
cuatro milímetros. Es la vocal más aguda, o sea, la que se produce con el
máximo de vibraciones por segundo.
La antepasada más remota de la i de la que se
tiene seguridad es la yod fenicia.
Los griegos la empezaron a escribir tal como nosotros conocemos la I mayúscula.
El alfabeto latino la copió, pero poniéndole al principio dos circulitos en
cada extremo. Durante mucho tiempo, en español se escribió en minúsculas sin el
actual puntito, lo que ocasionó muchos trastornos para su lectura correcta,
pues se confundía a menudo con otras letras; para diferenciarla, a veces se
escribía prolongándola por arriba (como una I mayúscula) o por abajo (de donde
salió la j), y hasta con algún circulito en algún extremo, casi
como los romanos. En la Edad Media se decidió acentuarla, y así quedó el
puntito actual tras inventarse la imprenta.
La i comparte sonido con la y, a quien cedió en 1726 el uso como conjunción
copulativa. En 1815 se decidió que i es vocal en
todos los casos, excepto cuando es final de palabras que acaban en ai, ei, oi y frecuentemente en ui (Uruguay, ley, doy, muy).
Hay palabras con dos ies seguidas, como antiinflamatorio.
La i rivalizó con la letra e por las siguientes palabras, logrando por fin
imponerse ya en el español:amarillo (del
bajo latín AMARĔLLUS): amarielo >
amarialo > amariello > amarillo; ciruela, en la primera vocal,(del
lat. CERĔOLA ‘que tiene color de cera’): cirula > ceruela > ciruela; dibujar (del francés antiguodeboissier): debuxar >
dibuxar > dibujar; en la segunda vocal de experiencia (lat. EXPERIENTĬA): espiriencia> esperiencia > experientia >
experiencia; en la segunda vocal también de gemir (lat. GEMĔRE): gemere > gemer > gemir; en la primera
de ingenio (lat. INGENĬUM): engeño > engenio > ingenio; en hinojo ‘rodilla’ (del lat. vulg. genucŭlum, con i resultante de yenojo): enojo > inojo >
hinojo; en la primera de historia(lat. HISTORIA): estoria > historia; también en la primera
de iglesia (lat. ECCLESĬA): eglesia > iglesia; en igual(lat. AEQUĀLIS): equal > egual > igual; en la primera
de jeringa (lat. SIRINGA): siringa > xeringa > jeringa; enplañir (lat. PLANGĒRE): plañer > plañir; en maestro (lat. MAGISTER): maistro > maestro; en disparar (lat.DISPARĀRE): desparar > disparar; en la segunda de regir (lat. REGĔRE): reger > regir; en la primera de rincón(del ár. hisp. rukán, y este
del ár. clás. rukn): rencón > rincón; en ninguno (lat. NEC UNUS ‘ni uno’):nenguno > ninguno; riñón (lat. RENIS): reñón > riñón; en sanguijuela (de sanguja, y esta del
lat.sanguisūga; de sanguis ‘sangre’,
y sugĕre ‘chupar’): sanguisuela >
sanguesuela > sangrusuela > sangujuela> sanguijuela.
Pero en otras el resultado fue adverso para la i,
como en campeón (del italiano campione):campion > campeón.
En otras quedaron ambas letras en tablas, como en fiesta (del latín tardío FESTA), ensien (del antiguo sen,
y estedel germánico sĭnn) y en siervo (lat. SERVUS), donde conviven
pacíficamente; o en selva y silva (del lat. SILVA), gracias a que esta
última varió su significado, como en témpano y su
derivado tímpano (lat. TIMPANUM); o, por la segunda
vocal, en cerner y cernir (lat. CERNĔRE), siendo sinónimas (que
tienen una misma o muy parecida significación); y también por la segunda vocal
en las sinónimas hender y hendir, y sus derivados hendedura y hendidura. También son sinónimas las palabrasinfernillo e infiernillo, ambas
derivadas de infierno (lat. INFERNUM),
donde la i se colocó muy al principio del español; al igual
que mierda (lat. MERDA), pie (lat. PES), piedra (PETRA), piel (PELLIS), pierna (PERNA),tiempo (TEMPUS), tierra (TERRA), tiesto (TESTUM)
y viento (VENTUS), ya en los albores del idioma.
Por su parte, compañía recuperó su i etimológica muy pronto, pese a que el
latín COMPANĬA (de CUMy PANIS) pasó al español primero
como compaña, pero no ocurrió lo mismo con su derivado compañero.
J
La consonante J es la decimonovena letra que encabeza más palabras del
diccionario: 961, el 1’09%. La j es hija de
la i. No existía en los alfabetos fenicio, griego ni
latino. El sonido consonántico peculiar de la j se produjo en
el paso del latín al romance castellano por múltiples procedimientos: la
propia i (IOCUM > juego);
una l seguida de e o i (MULIER > mujer, PALEA > paja); un grupo -cul- (AURICŬLA >oreja, OCULUS > ojo); un grupo -sc- (FACSIA > faja); e incluso por adaptación de sonidos árabes (šáyẖ>
jeque, aššuwár> ajuar, šuríl> jurel). Para este sonido también servía la i (causa de no pocas confusiones, pues la palabra viejo, por ejemplo, podía verse escrita vieio o vjeio), hasta que,
entre los siglos XVI y XVII, se separaron, quedando la primera como vocal y la
segunda como consonante y con sonido propio. El humanista francés Pierre de la
Ramée fue el inventor del signo de la J mayúscula y la j minúscula, para su adaptación a la imprenta en
el siglo XVI. Tiene un punto arriba por herencia de la i, que así se distinguía de la u. Su propio nombre, jota, procede del nombre de
la i en griego: iota. Pero cuando
la j se desligó de iempezó su
competencia con otras dos consonantes, la g y la x. Tal como veremos en el apartado correspondiente,
la x representó en español antiguo un sonido similar
a la actual sh del inglés (xabon, viexo, dixo, floxo, México, Texas, Ximénez) que
desapareció del español a mediados del s. XVI, pasando a escribirse
definitivamente en 1815 estas palabras con j (jabón, viejo, dijo, flojo, Méjico, Tejas, Jiménez), si
bien se conservan por tradición algunas con x, aunque se
pronuncian como j (México,
Texas). Esto resolvió las confusiones que había entre aquella x y la j, pero no entre
esta y la g cuando va seguida de e, i. Esta coincidencia de sonido de la j con la ge, gi, todavía
persiste, y sus posibles confusiones también.
En el apartado de la letra g expusimos
muchos ejemplos de palabras con origen extranjero (la mayoría francés) y
final ~age donde esta letra acabó siendo sustituida por
la j. Todavía hay alguna que se resiste, como collage, si bien ya existe una propuesta oficial para
adaptarla gráficamente al español comocolaje.
El sonido de la j es tan recio
que a menudo resulta demasiado fuerte, sobre todo cuando se juntan dos de estas
letras en una misma palabra (ajonjolí, cejijunto.cojijoso,
jambaje, mejunje, jauja, tejemaneje) o tres (jajajear) o va unido su sonido al de la doble ere (jarra, jarrete). Por el contrario, su sonido se
ensordece cuando finaliza el vocablo (boj, carcaj, reloj, troj).
K
La K (ka) es la vigésimo cuarta letra que más
palabras empieza en el diccionario: 101, el 0’11%. Se la ha considerado desde
siempre como una letra inútil y extranjera, pues ya los romanos contaban
solo con diez palabras que empezaban con esta letra, aunque la tomaron del
alfabeto griego que, a su vez, la copió de la kaf fenicia
(pero dándole la vuelta) y los fenicios, en fin, la tomaron de la escritura
jeroglífica egipcia, en donde representaba una mano o un puño. Entre 1815 y
1869 desapareció del diccionario académico.
Son muy pocas las palabras españolas que la contienen, pues en su mayoría
tienen un claro origen extranjero. El sonido que representa también lo tienen
la q, la c cuando va
seguida de a, o, u y, a veces, lach.
Ha habido prestigiosos lingüistas (y todavía los hay) partidarios de
cambiar la ortografía de algunas palabras a favor de la k; de modo que cama, como, cuna, queso, quiso,
se escribieran kama, komo, kuna, keso, kiso, a la
manera como se escribían ya muchos de estos vocablos antes del siglo XIII (kasa, cabestro, karrera, kauallo, kabalkata). Pero
estas propuestas no han prosperado por ahora. Hoy en día, la k también es utilizada como signo de rebeldía por
quienes viven a contracorriente, como los okupas. Pero tampoco
esta costumbre ha sobrepasado la marginalidad para extenderse entre la mayoría
de la gente; si bien es muy común utilizar esta letra en los mensajes
electrónicos. Asimismo ha habido intentos contrarios a los anteriores, en los
que se ha propuesto alternativas a palabras como kilómetro, kilo o kimono,
autorizándose el uso de quilómetro, quilo y quimono, pero tampoco ha prosperado esta propuesta, ya
que son muy pocos los que hacen uso de ella. De manera que la k se mantiene en esa situación de marginalidad
dentro del alfabeto, en la que de momento ni pierde ni gana terreno.
Se escriben con dos kas: kamikaze, karaoke, katiuska,
kayak.
L
La L (ele) es la decimocuarta
letra que más palabras encabeza en el diccionario: 2.495 (incluidas las 134 de
la LL), el 2’83%. Los fenicios tenían esta letra en su alfabeto con el
nombre de lamed ‘cayado’, con forma en
efecto de este utensilio que empleaban los pastores para azuzar a los bueyes.
Los griegos la adaptaron con el nombre de lambda pero
sustituyendo la curva de la letra en un ángulo agudo. Un ángulo que hicieron
recto los romanos cuando la copiaron para el alfabeto latino. Y así llegó al
español. Excepto por el tamaño, la L mayúscula y la l minúscula se escribían igual, pero al ligarla
con otras letras en la escritura manual, a la minúscula le apareció la panza
superior.
Representa el sonido consonántico más abierto y sonoro, por lo que se sirve
para acompañar el tarareo de cualquier melodía. Se ha definido su sonido como
cantarín y mojado o líquido, pues la lengua es verdad que se ensaliva más que
al pronunciar otras letras. De ahí que la l suela
aparecer en onomatopeyas del sonido del agua.
Umbral ‘parte inferior de la puerta de una casa’ era
antes lumbral (todavía en el diccionario como ‘escalón
de la puerta de entrada de una casa’), pero perdió su primera l para evitar confusión con el artículo (el umbral). Lo mismo ha sucedido con atril, antiguo latril. Y por el
mismo motivo (evitar confusión con el artículo), hubo un cambio en la consonante
inicial de lintel (del
lat. LIMITELLUS, derivado de LIMEN ‘linde, límite’) en el siglo
XVII, pasando a escribirse y pronunciarse dintel. También
perdió con el tiempo una l la
palabra apacible (de aplacible, ahora en
desuso pero muy frecuente hasta fines del s. XVI).
La l tuvo su particular conflicto con la letra b a causa de las palabras bombarda y lombarda en su
común significado ‘cañón antiguo de gran calibre’, quedando al final en empate.
La más antigua de ambas palabras es lombarda (de lombardo ‘natural de Lombardía’), que pasó a bombarda por influencia debomba.
LL
La LL (elle) es, como la Ch, un dígrafo ‘signo ortográfico compuesto de dos
letras para representar un fonema’, que durante mucho tiempo fue considerada
una letra independiente, pero que, desde 1993, ha vuelto a incluirse en el
apartado de la L. Hay 134 entradas en el diccionario académico que empiezan con
este dígrafo.
La mayúscula se escribe LL cuando toda la palabra es en mayúsculas (LLAVE) o Ll cuando las demás letras de la palabra son
minúsculas (Llave). La minúscula se escribe ll.
El sonido que representa la ll es peculiar
del español, distinto al que pronunciaban los romanos en palabras con ll que pasaron a la lengua romance con ligeras
variaciones, como VALLIS (leído val-lis) > valle yCAPILLUS (leído capil-lus) > cabello.
La ll rivalizó con su hermana l por mil (lat. MILLE)
hace mil años, en los albores del español, pues entonces se escribía mill. También rivalizó con la muy española letra ñ por su dominio en el verbodomeñar (domellar en el
s. XIII), pero al final perdió la batalla. E igual fin tuvo en su disputa con
la letra jpor toalla, que
antiguamente se escribía tobaja (más
acorde con su origen germánico thwahljô), usada aún
en Andalucía. Mejor parada salió de su pelea con la l por heredar el vocablo
latino LEVĀRE en su significado de ‘llevar’, pues en la Edad Media se
decía levar (de donde levante y levantar), hasta que en el s. XVI se hizo más
común llevar, quedando levar limitada
al vocabulario marinero. Algo parecido le pasó con la f enllama (lat. FLAMMA),
que empezó siendo en español flama, hasta que, a
partir de mediados del s. XIII, empezó a ser arrumbada por la ll, conservándose desde entonces como un sinónimo culto
(como cultos son sus derivados: flamante, soflama, inflamar);
y también con el grupo -cl- en llamar (lat. CLAMĀRE) cuyo significado fue
heredado primero en español por clamar, hasta que
este verbo hubo de variar sensiblemente de significado para sobrevivir como
cultismo (clamor, aclamar, declamar, proclamar, reclamar son
también derivados cultos del vocablo latino), y en llave (lat. CLAVIS), que en Berceo se lee
también clave, si bien esta última quedó pospuesta primero y
sobrevivió luego gracias a que se especializó en su significado como duplicado
culto (de donde derivaron clavija, clavícula, cónclave).
M
La M (eme) es la sexta letra que más palabras empieza
en el diccionario: 5.367, el 6’10%. La m es
considerada onomatopeya del balbuceo, del intento de hablar, por lo que es
la preferida para que los niños aprendan a llamar a su madre en muchos idiomas
(mama en el español tradicional, que se
acentuó, mamá, en el siglo XVIII por imitación francesa). Al
igual que la b y la p, la m es una letra
que los niños aprenden fácilmente a pronunciar porque se articula con los
labios de manera visible.
El origen de esta letra está en el símbolo con que se representaba el agua
en la antigua escritura jeroglífica egipcia. De este símbolo tomó el alfabeto
fenicio su letra mem ‘agua’, pero transformando
los trazos de manera que desaparecen sus evocadores aires acuáticos. Los
griegos la copiaron para su letramy, en versiones muy
parecidas ya a la M actual, como lo es ya la M latina.
Muy relacionada con el agua de la que procede esta letra es la
palabra Madrid, nombre de la capital de España. Viene del
árabe mairyt, palabra con que denominaban los canales
subterráneos que construyeron hace siglos para el aprovisionamiento de agua de
la ciudad. Y también el nombre del patriarca bíblico Moisés, Mouseh en copto, una de las lenguas
habladas en Egipto y en la que significaba ‘salvado de las aguas’ (mo ‘agua’ y useh ‘salvar’).
Con Moisés está relacionado el muy conocido Baño María ‘recipiente
con agua puesto a la lumbre y en el cual se mete otra vasija para que su
contenido reciba un calor suave y constante en ciertas operaciones químicas,
farmacéuticas o culinarias’. Según Corominas, este baño se llama por la hermana
de Moisés, probablemente por alusión a su hermanito, por quien ella velaba
mientras anduvo a flote, dentro de su cuna, por las aguas del Nilo. El
diccionario académico está de acuerdo con que proviene de la hermana de Moisés,
pero porque fue considerada la primera alquimista.
Debe escribirse m delante
de b y p (ambiguo, campo),
mientras que se escribe n ante la
letra v (inviable, invasión). No obstante, hay algún caso en
que por respetarse las grafías etimológicas, puede aparecer n ante b: Canberra, Gutenberg.
Antiguamente no existía esta regla ortográfica, por lo que es muy común leer en
textos medievales palabras tales como enxanbre (enjambre), emvío (envío) o embiar (enviar).
A partir del griego mnéme ‘memoria’,
existen en el español las voces mnemónico, mnemotecnia,mnemotécnico,en las que la m es muda. Ante la difícil articulación de este
grupo consonántico inicial, estas voces pueden escribirse también sin m (nemónico, nemotecnia, nemotécnico).
Existen varias palabras que acaban con esta letra, casi todas con claras
raíces latinas (álbum, factótum, médium, pandemónium, quórum,
referéndum, réquiem, solárium, tándem, ultimátum, vademécum), pero
también de procedencia árabe (Islam, imam, harem),
amerindia (tótem), e inglés (film), y de creación
mucho más moderna, como módem, acrónimo
(unión parcial) de modulación ydemodulación. Algunas de estas voces se han adaptado
gráficamente a nuestro idioma dando lugar a variantes con ~n, como ha sucedido con imán o harén.
Hay siete vocablos con tres emes: matemáticamente,
momentáneamente, mormonismo, omnímodamente, tres de lo cuales acaban
además en esta letra: memorándum, pimpampum y súmmum, esta última con dos emes seguidas.
Existen en español palabras que empiezan con m y que resultan muy sonoras al contar además con
dos as, tales como maca y macá, mama y mamá, maga, maja, mala, malla y maya, mana y maná, maña, mapa, mara, masa,
mata y maza. Sin embargo,
no existen maba, mada, mafa ni mava, con lo fáciles y sonoras que serían.
En el vocablo calumnia a la m le costó recuperar su lugar etimológico (del
latín CALUMNĬA), ya que en la Edad Media la forma más corriente era calunia. Y, en cambio, en comensal (del latín CUM ‘con’
y MENSA‘mesa’) su presencia fue doble, comemsal, hasta no
hace mucho, pues así escrita figura en el Diccionario de Autoridades (1729). En
este mismo diccionario aparecen commemorar y commover, pero la primera de estas emes etimológicas
(lat. COMMEMORĀRE y COMMOVĒRE) acabó por ser sacrificada a favor
de la n:conmemorar, conmover.
Lo mismo se puede decir de lema (lat. LEMMA),
que en Autoridades (1734) se escribe lemma. Así como
muchas de las palabras que hoy en día empiezan por enm~ o inm~, que en dicho
diccionario aparecen escritas con dos emes seguidas: emmaderar, emmarañar, emmascarar, emmohecerse, emmudecer,
immaculado, immaduro, immediato, immenso, imminente, immortal. Y
en este mismo diccionario (1732) se lee emphasis, así, de
forma idéntica al término latín del que procede, pero que cambió muy pronto
a énfasis, sustituyendo la m por la n, cuando se rompió
con el concepto radicalmente etimológico que se tenía.
Con la letra b disputó la m a cuento del verbo desmoronar, no en balde es un derivado de borona‘pan de mijo o de maíz’; desboronar aún aparece en el diccionario académico
como sinónimo en desuso. Según los fonólogos, este cambio de b en m es un
fenómeno corriente a lo largo de la historia de nuestro idioma, debido a una
dilación de la nasalidad en la pronunciación. También con la b tuvo la m su rivalidad
por vagabundo (lat. VAGABUNDUS), pues hasta el s.
XIX fue también muy corriente la variante vagamundo, hoy
considerada vulgar.
N
La N (ene) es la decimoctava letra que encabeza más
palabras en el diccionario: 1.287, el 1’46%. En los jeroglíficos egipcios
aparece representada como una serpiente. Esquematizada y con un rasgo más
quebrado pasó primero al alfabeto fenicio con el nombre de nun y luego al griego con la misma forma y el
nombre de ny. Así llegó al latín, con una
mayúscula, N, idéntica a la nuestra. La minúscula nació con el redondeo del
trazo al escribir letras juntas.
Fonéticamente, la n es en español
una consonante que, con la m y la ñ, completa el trío de nasales. Su sonido se forma con
una resonancia en el interior de las fosas nasales, al aplicar sobre ellas la
punta de la lengua. Es una consonante muy maleable. Al pronunciarse, se adapta
su sonido al de otras consonantes, suavizándose hasta el punto de casi
desaparecer. En el grupo -nm- (inminente, inmóvil,
conmigo), aunque se esboza la articulación de la n, lo que suena en la conversación corriente es
la m; de ahí las vacilaciones que ha habido entre los
ortógrafos a la hora de considerar el hecho de si escribir -imm-(ej.: immóvil, talcomo
prefería Nebrija), norma aprobada por la Academia en 1726, que corrigió no
obstante cuarenta años más tarde, para imponer el modo -inm- (inmóvil), todavía vigente. Pero donde mejor se
comprueba la costumbre de asimilar la n a las
consonantes que la siguen es el caso de las sílabascons, ins y trans. En esta última (transporte, transpirar,
transformar), se pronuncia tan relajada que a veces desaparece; de
ahí que, en 1970, se terminara oficialmente por aceptar la posibilidad de
quitarla en algunos de estos casos (trasporte, traspirar, trasformar).
En el caso de consciencia fue la pérdida de
la s y no de la n la que fijó
en el uso la grafía simplificada conciencia.
Algunas palabras se escriben con dos enes seguidas: connotación, ennegrecer, ennoblecer, perenne, connivencia, innato.
Durante mucho tiempo también se escribían con dos enes seguidas annexo, annexar, connexión (aún
en el Diccionario de Autoridades, 1726); innocencia (Aut.
1734); e innocuo(1843). Así como dinno (del lat. DIGNUS), que en la Edad Media
ya era dino, pero que acabó recuperando no obstante su g etimológica convirtiéndose en el actual digno.
La primera n de renglón se introdujo injustificadamente por
influjo de ringlera ‘fila o línea de
cosas’ en la más antigua reglón (aumentativo
de regla) y que sobrevive hoy en el diccionario con el
significado de ‘regla grande que usan los albañiles y soladores para dejar
planos los suelos y las paredes’.
De manera igualmente injustificada se produjeron las incjuegoson también
derivados cultos del vocablo latino), y en ‘agua’, pero transformando los
trazos de manera que desaparecen sus evocado/icuando va seguida
de
La res aires acuáticos. Los griegos la copiar/i/ichion para su
letralusiones de las siguientes enes: la segunda en el verbo intrincar, procedente de intricar (lat. INTRICĀRE), todavía en vigor
aunqi). Por el contrario, scontraher memorándum,
pimpampjbum dinno p/iu sonido se ensordece cuando finaliza el vocablo
(ue con mucho menor uso; y la primera n en invierno, que de), rivó de ivierno (lat. [TEMPUS] HIBERNUM), aún en el
diccionario académico con idéntico significado. En el caso de la primera n de manzana, que carecía
de ella hasta el s. XIV, cuando se escribía y pronunciaba mazana o maçana, los
fonólogos explican esta inclusión a causa de una extensión de la nasalidad
inicial, perteneciente a un tipo frecuentísimo (mancha, mancilla, manzana…),
parecida a la que afectó también a la palabra mucho, que sobre
todo en el s. XVI (pero todavía hoy en el habla vulgar) se pronunciaba y aún
escribía muncho.
En el caso de alondra, la n es producto de un error. Del
latín ALAUDŬLA, diminutivo de ALAUDA (voz de origen celta),
el aloa y el alodra del
español del siglo XIV se pasó a alondra por
confusión con olondra, como se llamaba entonces a
la golondrina.
El adjetivo pronto (lat. PROMPTUS)
pasó al español primeramente como prompto, pero ya en
el Siglo de Oro se simplificó con la introducción de la n en sustitución del grupo consonántico -mp-. Lo mismo sucedió con el adjetivo suntuoso (SUMPTUŌSUS), sumptuoso en el Diccionario de Autoridades (1739).
Por el contrario, en el tránsito del latín al español primitivo han perdido
una n varias palabras, como mes (MENSIS), mesa (MENSA)
o mostrar (MONSTRARE), que recuperaron no obstante
sus derivados cultos (mensual, menstruación, comensal, monstruo).
Alimaña es sinónimo de animal y ambas
palabras tienen un mismo origen, la voz latina ANIMAL,
plural ANIMALĬA, de donde pasó al español animalia hasta
los siglos XIV-XV, en que la n fue
sustituida por lal.
Ñ
La Ñ (eñe) es la vigésimo quinta letra que más
palabras encabeza en el diccionario: 80, el 0’09%. Es la letra patriótica, la
aportación española al alfabeto latino.El sonido de la ñ no existía en latín, pero la evolución de grupos
tales como gn, nn, ni o nh dio lugar a él durante la Edad Media entre las
lenguas románicas. El italiano y el francés se quedaron con gn, el gallego-portugués con el nh y el catalán con el ny. El castellano prefirió nn, que se abrevió por medio de una n con una raya encima y que acabó convirtiéndose
en una única letra en forma de n con tilde
ondulada (ñ) y un sonido nasal muy peculiar, que se pronuncia
juntando la lengua con el paladar de tal manera que impida la espiración por la
boca, y separándola rápidamente para que el aire salga por la boca y las fosas
nasales (ejemplos: PITINNUS >pequeño; DOMINUS > DOMNUS > donno > doño; SCAMNUM > scanno > escanno > escaño; TAM
MAGNUS ‘tan grande’ > tan manno > tamaño).
Pero también han pasado al español palabras con ñ cuyo
origen está en otros grupos latinos, como puño (PUGNUS),
aunque no ocurre lo mismo con sus derivados cultos: pugnar, impugnar; y como señor (SENIOR ‘más viejo’).
Del alfabeto castellano la ñ pasó a otros
idiomas en los que existía una consonante nasal palatal en su sistema fonológico,
como el euskera y el gallego en la Península Ibérica, el guaraní, el quechua,
el aymara, el araucano, el mapuche y el zapoteco en América, el tagalo en
Filipinas y el chamorro en las Islas Marianas. Y del mismo modo que el español
incorporó la letra germánica w, más modernamente
el inglés ha aceptado la ñ para poder
escribir con exactitud, sin falsearlos, los préstamos hispánicos con esta letra
que le han ido llegando, como cañada, cañón, jalapeño, niño,
piñata, vicuña…
Existen dos palabras que tienen dos eñes y que además empiezan por
una: ñiquiñaque y ñoño.
Del árabe hispánico alkúnya tomó el
español su alcuña ‘ascendencia, linaje,
especialmente el noble’ (ny > ñ), que
derivó poco después en alcurnia. El
Diccionario de Autoridades encabeza su artículo con alcuña y dice que alcurnia «es
voz baxa», pero en la actualidad aquella ha quedado como sinónimo en desuso de
esta.
El latín CALUMNĬA pasó al español primitivo y popular como caloña y, algo más tardíamente y de forma culta,
como calumnia, que ha sido la que ha terminado por
imponerse, arrumbando a caloña como un
vocablo anticuado, aún en el diccionario académico. Algo similar sucedió
con ingenio: INGENĬUM > engeño > engenio > ingenio.
De origen incierto, quizá prerromano, hay constancia documental en el
español del s. XIV de la palabra leganya, que derivó
pronto (ny > ñ) en lagaña y
después en legaña. El Diccionario de Autoridades(s. XVIII) prefiere
todavía lagaña y en el actual diccionario académico figura
como sinónimo de legaña, que «es la forma preferida
hoy en el habla culta de casi todo el ámbito hispánico, aunque en algunos
países de América convive en el nivel culto con la variante lagaña o, como en Costa Rica, es esta la
única forma usada», aclara el Diccionario panhispánico de
Dudas.
Como vimos en el apartado de la letra i, compañía es un derivado de compaña, de donde procede también compañero. Pero en la Edad Media el vocablo que más se
empleó fue compaño y, con menos
frecuencia, compañón, que más tardíamente solo
se aplicó a los testículos, llamados así como eufemismo (forma suave de decir
algo) por ser inseparables. La evolución de compañero fue
la siguiente: companiero> compannero > compañero.
La etimología de nube y de nublar es muy clara: latín NUBES, NUBILĀRE.
Pero como del latínINNUBILĀRE llegó también al español antiguo el vocablo
(nn > ñ) añublar, durante
mucho tiempo derivados de este (ñublo, ñublar, ñublado),
ahora en desuso, han coexistido con derivados de aquel (nublo, nublado). Lo mismo ocurrió con nudo (NUDUS) y ñudo (derivado
de añudar, que a su vez procedía del latínINNODĀRE, con
evolución nn > ñ), y sus
derivados: nudoso, nudillo y ñudo, ñudoso, ñudillo).
O
La vocal O es la decimoséptima letra
que más palabras encabeza en el diccionario: 1.390, el 1’58%. Hasta hace poco,
la o disyuntiva se acentuaba siempre; luego
solía acentuarse cuando, yendo entre números, podía confundirse con un cero
(40 ó 50); pero desde 2010 esta tilde se ha suprimido
definitivamente.
La letra o aparece en la escritura
jeroglífica egipcia con la forma de un ojo humano que miraba de frente. Los
fenicios esquematizaron el símbolo dándole una sencilla forma circular y
recordando su origen llamando la letra ayin ‘ojo’.
Reducida la adoptaron los griegos, después los romanos y, por fin, nosotros.
Considerada históricamente, la o en las
lenguas románicas procede de su antecedente latina; si bien hay palabras cuya
evolución demuestra que hubo oes latinas que fueron transformadas en el
diptongoue al pasar al español. Algunos ejemplos: Cuerno (lat. CORNU), aunque no así sus
derivados cornada, córnea, corneta; cuero (CORIUM), pero no sus derivados coraza, coriáceo; cuerpo (CORPUS),
pero nocorpóreo, corporación; cuesta (COSTA), pero
no costilla ni costa ‘orilla
del mar’. No sucedió lo mismo, pese a que se intentó, con conde (lat. COMES), que fue primero cuende, y con como, cuya evolución
fue la siguiente: latín clásico QUOMODO ‘¿de qué manera?’, ‘de la
manera que’ > latín vulgar QUOMO > quemo > cuemo > como.
Pero también han surgido oes por otro procedimiento. Por ejemplo, por
reducción de algunos diptongos latinos: au > o (MAURUS ‘habitante
de Mauritania’ > moro; AURICŬLA > oreja, pero no su derivado culto auricular; PAUPER > pobre, y su derivado pobreza, pero no el
cultismo paupérrimo; TAURUS > toro, y sus derivados torear, torero, pero
no los cultismos taurino y tauromaquia). Esta transformación ya existía en latín,
aunque era considerada un rasgo de la lengua vulgar. Pero, a fin de cuentas,
buena parte del vocabulario de las lenguas romances provienen del latín vulgar.
Precisamente esta monoptongación (au > o) es
la que dio lugar a la conjunción disyuntiva española o (este o aquel, blanco o negro),
ya que esta función gramatical la realizaba en latín la partícula AUT.
También la o española se ha nutrido de
muchas ues latinas (FURCA > horca), sobre todo
cuando iban seguidas de m (LUTUM > lodo, PLUMBUM > plomo) o de s(ANGUSTUS > angosto, ANNEXUS > anexo); si bien hay excepciones, como ángel (ANGĔLUS), pese a que Juan del Encina
(1468-1529) escribiera ángelo, como apóstol (APOSTŎLUS), que fue primero apóstolo y aún figura así en el diccionario
académico como sinónimo en desuso, o como risa (RISUS), que
al principio fue riso, vocablo que ahora figura en
el diccionario académico como poético ‘risa apacible’.
La o de estornudar (lat. STERNUTARE)
usurpó el puesto que, desde los orígenes del idioma, había ocupado la
segunda e de esternudar. Mucho
antes sustituyó la primera o de obispo a la e que figuraba
en su étimo (EPISCOPUS), puesto que este cambio se produjo en los albores del
español de forma espontánea y, según los fonólogos, por el influjo de
labialización de la b. Y la o de tortuga le robó
su puesto a una aetimológica (del latín
tardío TARTARŪCHUS) que sobrevivió no obstante durante los comienzos del
vocablo en el español. En el caso de los verbos sinónimos entremeter y entrometer, aunque
pueda parecerlo, la diferencia entre la e y la o no se debe a ninguna disputa entre ambas letras,
sino al distinto origen de cada uno de ellos: entremeter procede
del latín INTERMITTĔRE, en tanto entrometer viene
del también latínINTROMITTĔRE.
Hay muchas palabras que se escriben con dos oes seguidas (cooperar, coordinar loor, microondas, protozoo, zoo) y
con una h intercalada entre ellas (alcohol, cohombro, cohorte, moho). También son
numerosas las palabras que cuentan con tres oes (cogollo, fósforo, mocoso);
algo menos las que tienen cuatro (comodoro, horóscopo, oloroso);
aún menos las que tienen cinco (fosforoscopio, odontólogo,
todopoderoso); y solo hay una palabra que tenga seis: otorrinolaringólogo.
P
La P (pe) es la cuarta letra que más palabras
encabeza en el diccionario: 7.478, el 8’50%. Desciende esta letra de un
jeroglífico egipcio que representaba una boca abierta. Los fenicios le
dieron el nombre de pe, que quería decir
‘boca’. Aunque olvidándose de lo que representaba, los griegos la
llamaron pi y copiaron la forma fenicia, pero en varias
versiones. Una de ellas fue la que eligieron los romanos para su alfabeto, que
al final llegó al español.
De sonido explosivo, la única peculiaridad de esta letra es que puede
confundirse con su homófono (que suena de igual modo pero con diferente
significado) sonoro b. Esta igualación
sonora es la responsable de que en árabe no exista la p; y también de que haya muchos vocablos latinos
pasaran al primitivo español cambiando sus pes por
bes: CAPILLUS > cabello, CAPRA >
cabra, CAPITĬA > cabeza, RIPA >riba, LUPUS > lobo, SEPTEM > siete, POPULUS > pueblo, PROMPTUS > pronto, RAPUM > rabo, VIPĔRA > víbora. Ocurre lo contrario con columpiar, donde la b fue
sustituida por la p, pero esto fue porque su origen
no es latino, sino leonés (columbiar, como
término marítimo que significaba ‘zambullirse’) con raíces griegas.
Q
En el diccionario hay tan solo 506 palabras encabezadas por la letra Q (cu). En este sentido, la qestá en el puesto vigésimo primero, con un bajísimo
0’57%. A la q siempre la acompaña
una u muda.
Ya suponía esta letra un problema para los romanos, por tener un sonido
coincidente con la c y la k. Esta diferencia ya existía en el alfabeto fenicio,
con las letras kaf y qof, que las tomaron del jeroglífico egipcio,
esquematizándolo, en el que se representaba la cabeza de un mono y que
significaba esto mismo: ‘mono’. Los griegos hicieron suyas las letras fenicias
pero llamándolas kappa y qoppa. Esta última la adoptó el latín, como Q, que pasó
así al español.
El acuerdo definitivo es que se escribe c cuando le
siguen las vocales a, o, u (casa, comer, cuchara),
quedando para la q las e, i (queso, quiero). No obstante, todavía en el Siglo
de Oro era muy común escribir quatro, quanta, quaresma (Teresa
de Avila); qual, quantioso, cinquenta, quatrocientos,
quenta, quento (Cervantes); qualquiera, quales, quando,
quanto, eloquencia, quadrilla (Lope de Vega);quantidad, delinquente, pasquas, quidado (Tirso de
Molina); quenten, quadre, requa (Góngora). En un intento
por poner orden en este desbarajuste académico, en el siglo XVIII la
primera Ortografía académica estableció el principio
etimológico (por el que se respetaba la q en todas
aquellas palabras que la tuvieran en latín), pero posteriormente este criterio
fue corregido y, ya en 1815, la q solo se quedó
para que, qui, con su correspondiente u de apoyo y considerándola, por ello, letra
doble. En la última Ortografíaacadémica
(2010) se estableció que las palabras quásar y quórum pasaran a escribirse con c: cuásar yquórum; del mismo
modo que los nombres de los países Iraq y Qatar, pasarían a llamarse Irak y Catar.
Pero no solo con la c y la k ha debido competir la q para hacerse un lugar en según qué palabras,
sino que también hubo de disputar con aquella ch que
recordaba el origen latino del vocablo (Christo, chrónica): aniquilar (lat. ANNICHILARE), que era anichilar todavía al final del s. XV; arquitectura y arquitecto(ARCHITECTŪRA,
ARCHITECTUS), con ch aún en el Diccionario de Autoridades (1726); bronchio figura en este mismo diccionario,
antecedente del actual bronquio (BRONCHĬA);
del latín CHIRURGĬA viene cirugía, pero
también su derivado culto quirúrgico (lat. CHIRURGĬCUS); máquina (MACHĬNA), máchina en
el s. XVIII; en este mismo siglo orchestra, igual que
en latín (ORCHESTRA), antes de pasar a ser orquesta. Lo
mismo le ocurrió incluso con voces que tenían otras procedencias distintas a la
latina, como por ejemplo, alquería (del
ár. hisp. alqaríyya, y este del ár.
clás. qaryah), cuya evolución en el español fue alcaría > alchería > alquería; oesquela (de etimología discutida): eschela aún en el s. XVIII.
Tal como vimos en el apartado dedicado a la letra k, ha habido intentos académicos por sustituir esta por
la q (quilogramo, quilómetro, quivi),
pero no han prosperado por más que tales vocablos se mantengan en el
diccionario. Más suerte han tenido, aunque no han acabado por desbancar a
la k, las cus de quimono y quiosco.
Hay una palabra que se escribe con tres cus: quiquiriquí.
Nuestra lengua distingue bien estas letras (b, p), pero aún así
las ha igualado en varios casos:butaca procede
de la palabra amerindia putaca, y patata es el fruto de la confusión entre las voces
americanas papa y batata. En la actualidad, su sonido se relaja cuando
finaliza una sílaba (inepcia, eclipse) y prácticamente
desaparece cuando va seguida de t (baptisterio, septiembre, séptimo), razón por la cual se
permite escribir algunas de estas palabras sin ella (setiembre,
sétimo).
Hay palabras que empiezan por una p, seguida por otra
consonante,que no se pronuncia, comopsicología, psiquiatría,
pteridofito y ptosis (muchas
se pueden escribir sin ella: sicología, siquiatría, seudo,
y otras incluso se han visto liberadas definitivamente de ella: (p)tisana, (p)tísico, (p)salmo, (p)neumático, (p)neumonía);
otras que terminan con esta letra: clip, pop, top, vip,
autoestop o autostop, handicap;
y una que tiene tres pes: prosopopeya.
R
La R es la novena letra que más palabras encabeza en
el diccionario: 4.458, el 5’06%. Su nombre general es el de erre, pero puede llamarse ere cuando nos referimos a la suave o
vibrante simple. El dígrafo rr se
denomina erre doble o doble erre.
Es una letra muy particular dentro del alfabeto español porque tiene la
facultad de representar dos sonidos distintos que además pueden dar lugar a
significados distintos (pero / perro; caro / carro).
Para representar el sonido suave o vibrante simple se escribe una sola r (caro, pero). Para representar el sonido fuerte o
vibrante múltiple se escribe rr (carro, perro).
En este último caso, cuando empieza una palabra, se escribe también r aunque se pronuncie fuerte (rojo, rabo), y también tras b, l, n, s (subrogar, alrededor, Enrique, Israel),
pudiendo aparecer también tras d y z (ciudadrealeño, lazrar).
La r suave o vibrante simple es de pronunciación
instantánea y la lengua choca una sola vez contra los alvéolos, desplazándose
de fuera a dentro; mientras que para pronunciar la rr fuerte o vibrante múltiple la lengua va de
dentro a fuera, produciendo dos o más vibraciones (dos cuando va precedida
de n, l, s -honrado-; de tres cuando es inicial de sílaba
acentuada -roto-; y de cuatro cuando va
precedida de vocal tónica -parra-).
Esta letra procede de un jeroglífico egipcio que representaba una cabeza
humana vista de perfil. Los nombres que recibió esta letra en los alfabetos
fenicio y hebreo recordaban dicho origen: res o resh, que quieren decir ‘cabeza’. Los fenicios
simplificaron el dibujo egipcio reduciéndolo a una p al revés (q). La escritura
griega varió el sentido de la letra dejándola en P (forma que actualmente tiene
la r en los abecedarios griego y ruso). Los latinos
copiaron la letra griega, pero como ya tenían la p, para evitar confusiones crearon entre los siglos
IV-III a. C. la letra R (una P con una virgulilla inferior, para
diferenciarla).
Dos palabras tienen cuatro de estas letras; una de ellas con una rr (recorrer), la otra con dos(ferrocarril).
Estrella (del latín STELLA) se decía estela en el español antiguo, antes de que
la r se colara debido a la repercusión fonética de la
otra consonante líquida, la l. También se coló
la r, y por la misma razón, enbrújula (del
italiano bussola y este del latín
vulgar BUXIDA ‘cajita’). En el siglo XVIII, en plena fiebre
etimológica, hubo un intento oficial de recuperar la r latina de CROCODĪLUS, introduciéndola en la
palabracocodrilo, que había llegado a este estado después de
una evolución en el español donde nunca tuvo cabida esta letra (cocodrillo > coquedriz > cocodrildo >
cocodrilo); pero la forma culta crocodilo no
duró mucho, pese a conservarse en el diccionario académico como sinónimo. En el
caso de ostra, la introducción de la r tiene mucho que ver con el poder eclesiástico
que había en nuestro país en el pasado: Procedente del
latín OSTRĔA llegó al español primitivo la palabra ostia con el mismo significado que tenía para los
romanos, ‘ostra’, de donde derivó ostión ‘ostra
grande’; pero debido a los chistes que se hacían gracias al juego de palabras
que propician ostia ‘ostra’ y hostia ‘eucaristía’, la jerarquía eclesiástica
presionó para que ostia pasara a ser ostria o, mejor aún, fuera sustituida por la
palabra portuguesa (muchos vocablos marítimos españoles provenían de esa lengua
hermana) cuya raíz latina era tambiénOSTRĔA: ostra, cosa que
ocurrió paulatinamente durante los siglos XVI-XVII, y al mismo tiempo que ostiónfue convirtiéndose en ostrón.
Una r se desprendió del vocablo oprobio, que del latín OPPROBRIUM pasó al
español primitivo comooprobrio (así lo escribía
Cervantes y aparece aún en el Diccionario de Autoridades),
pero que ya en 1817 oficialmente se calificó de anticuada, permaneciendo aún en
el diccionario académico como sinónimo en desuso. Lo mismo le sucedió el
adjetivo propio, derivado de un proprio ahora
en desuso pero que, procedente del latín PROPRIUS, era el único utilizado
hasta el siglo XIII. Y, como vimos en el apartado de laq, otra r se perdió
de orquestra (del lat. ORCHESTRA), aun cuando
esta palabra se mantiene viva como sinónimo de orquesta y
el significado propio relacionado con el antiguo teatro griego.
En secuestro la r ha cambiado
de lugar con el paso del tiempo; procedente del latín SEQUESTRUM, llegó al
español primitivo como secresto. Lo mismo
le sucedió a la primera r del
verbo secuestrar (lat.SEQUESTRĀRE), que empezó
siendo secrestar. Ambas, secresto y secrestar, siguen en el diccionario académico en su
condición de palabras anticuadas. Y lo mismo ocurrió con la r de bodrio, que del bajo
latín BRODIO (y este del germánico brod ‘caldo’)
pasó al español primero como brodio, ahora en
desuso excepto en Cuba, donde sigue vivo todavía.
Entre la r y la d hubo una dura disputa por el adverbio alrededor o alderredor.
Ambas palabras vienen de redor (del
vulgar redol, este de redolar, y este
del latín ROTULĀRE ‘rodar’), que aún está en vigor en el diccionario
académico con varios significados. Con la preposición de formó el adverbioderredor (ya en
el Cid), a la que se unió posteriormente la
contracción al, formándose alderredor, muy frecuente hasta que poco a poco fue
convirtiéndose en alrededor (ya frecuente en s.
XVI), pero conservándose aún en el diccionario académico como sinónimo.
Lámpara también es una palabra por la que han disputado
las letras d y r. Del latín LAMPĂDA, tomó el español primitivo la
palabra lámpada (Berceo), que hacia 1280 ya había pasado a
ser lámpara debido a su pronunciación semiculta
(principalmente usada por los eclesiásticos).
Con la letra l la r ha librado varias batallas a lo largo de los
siglos y por las siguientes palabras:
Albañal. Del árabe hispánico alballá’a (literalmente
‘tragona’), hasta los ss. XIV-XV se escribíaalbañar.
Almadía y armadía. Ambas son
sinónimas en la actualidad ‘balsa’. La más antigua es almadía(del árabe hispánico alma’díyya), mientras que con r es una alteración secundaria debido al influjo
dearmar.
Arancel (del árabe hispánico alinzál, y este del árabe clásico inzāl), que en el español antiguo eraalanzel o alenzel.
Árbol, del latín ARBOR, de donde pasó al español
primero como árbor. Algunos derivados mantienen
la l (arbolar, arbolado, arboleda),
pero los cultos recuperaron la r etimológica (arbóreo, arborescencia, arboricida).
Almario y armario. Esta
última, más antigua, procede claramente del latín ARMARĬUM y es la
forma más conocida y usada; sin embargo, la variante disimilada almario fue igualmente común en los ss. XIII-XIV y
en la actualidad se mantiene como sinónimo.
Arrabal. Por tener origen árabe (del ár. hisp. arrabáḍ, y este del ár. clás. rabaḍ), en los albores
de nuestro idioma solía escribirse indistintamente raval o alraval (por la
costumbre de anteponer el artículo árabe al a los
vocablos de este origen), hasta que, más adelante fue evolucionando hacia arraval y la actual arrabal.
Cárcel. El latín CARCER, -ERIS pasó al español
primitivo como cárcere y luego como cárcer (2.ª mitad s. X), pero ya en el Cid se lee cárcel.
Cerebro. Aunque su étimo tiene una r (lat. CEREBRUM) esta palabra llegó ya al
español con una l,celebro, y así se
mantuvo hasta no hace mucho (era la forma más común todavía en el s. XVIII),
figurando aún en el diccionario académico como un sinónimo en desuso.
Espuela. Durante su evolución en nuestro idioma, este vocablo
ha ido alternando la l con la r: del gótico spaúra pasó en
el español como espuola > spuera >
espuera > espuela.
Esquilar también procede del gótico, esta vez
tardío, skiran. Hacia el año 1300 está documentada la
forma esquirar, hacia 1400 la forma desquilar, y la actual esquilar ya
es frecuente en textos desde 1600.
Flecha. Debido a la impopularidad que había entre los
castellanos antiguos al encabezamientofl~, ha habido
palabras en las que se intentó cambiar esta l por una r, como en flecha (del
francés flèche), pero la forma frecha (documentada
en texto de 1397) no resistió el cambio. Lo mismo sucedió con flete, que, pese a tener una r en el francés (fret, de donde lo
tomó el español), la forma frete (Nebrija)
no prosperó.
Mármol. Del lat. MARMOR pasó al español mármol, que todavía se halla en el Diccionario de Autoridades (s. XVIII) y aún hoy
aparece en el diccionario académico como sinónimo desusado. Mantiene la
segunda r el cultismo marmóreo.
Palabra. Con este vocablo se hicieron un auténtico lío las
letras l y r. Del
latín PARABŎLA tomó el español al principio el término parabla, que muy pronto intercambió de posición las
consonantes líquidas.
Roble y robre. La primera
(con l) deriva de la segunda, que es la más antigua en
nuestro idioma (del lat. ROBUR, ~ŎRIS). Aunque sinónimas, roble es hoy en día la más común.
Temblar. En este verbo ambas letras, l y r, provocaron a
causa de su lucha un mareo impresionante, que duró siglos. Del
latín TREMULĀRE tomó el español primitivo el verbo tembrar (aparece en el Cid), pero si bien pasó a temblar muy pronto (Berceo), antes de volver a
este sufrió una larga y sucesiva transformación. Corominas nos lo cuenta así:
«Hubo sin duda una época en que el vulgo de toda Castilla, como el de León,
Portugal y Galicia, desacostumbrado de pronunciar grupos de consonante
más l(que en la lengua común se habían cambiado en ll), alteraba toda l combinada
sustituyéndola por r (claro que
esto no ocurría en Aragón, donde se conservaban clamar,
pluvia, flama); en esta época se consumó sin duda la disimilación
de trembrar en tembrar, y cuando
más tarde se reaccionó contra dicho vulgarismo (no sólo restableciendo plaza, blando, flaco, etc., en lugar de praza, brando, fraco sino además cambiando los
etimológicos brandir, prática, combrueça en blandir, plática, combl(u)eça, etc.) tembrarpasó nuevamente a temblar, pero ya por entonces se había perdido memoria
de la primera y etimológicar».
Tiniebla, del antiguo tiniebra y este
del latín TENEBRA. El cambio de letra tiene la misma explicación que en la
anterior (temblar).
ino duró mucho, pese a conservarse en el
diccionario académico como sinónimo. En el caso del cultismo.
S
La letra S (ese) es la octava que más
palabras encabeza en el diccionario: 4.576, el 5’20%. Procede de un ideograma
egipcio que no representaba una culebra, como cabía esperar, sino un lago
del que salían juncos o lotos. En la escritura fenicia se simplificó eliminando
las plantas acuáticas y resumiéndolo en una W, que los griegos invirtieron
bautizándola sigmay dándole dos versiones: una
con tres líneas rectas y otra con las tres líneas redondeadas. Los romanos
recogieron esta última versión, que fue la que llegó hasta el español.
El español antiguo tenía una s sonora
(análoga a la francesa de rose) que escribía
cons sencilla, mientras que la s sorda (igual a la hoy corriente) se
escribía ss entre vocales (assar), o s tras consonante (mensaje). Pero fue
favoreciéndose el principio fonético a costa del etimológico y, en 1763, se
suprimió la ss de origen latino (así como
proveniente de otros idiomas:assesino, del
árabe ḥaššāšīn ‘adictos al cáñamo indio’) que hacía mucho sin embargo que no
representaba sonido diverso de la s y que se
había mantenido por tradición. Resuelto esto, pocos años más tarde (1770) se
decidió qué hacer con las palabras iniciadas con s seguida de consonante, también de origen latino
(scientia, studer, scribere, spiritus, scepum),
resultando que en algunas de ellas (scientia, sceptrum)
se omitió la s para pronunciarlas y
escribirlas ciencia, cetro, mientras que en
otras se añadió una e antes de
la s (tal como vimos en el apartado dedicado a
la e): estudiar, escribir, espíritu;
práctica esta última que se ha seguido empleando para adaptar vocablos
extranjeros (esmoquin, estrés, estándar, espagueti).
En los albores de nuestro idioma coexistían Dios (del
latín DEUS), que se empleaba solo como vocativo y sujeto, y Dío (lat. DEUM), que se usaba en los demás casos.
Pero ya a finales del s. XI triunfaba plenamente la primera forma gracias al
empleo del vocativo en oraciones y exclamaciones.
De origen caribe, sabana ‘llanura’ no se escribió con s hasta el s. XVIII. Anteriormente, en el español
se escribía çavána, con ç sonora.
Entonces es un adverbio de tiempo que proviene del más antiguo entonce (del latín vulgar INTUNCE), pero que hace
mil años, en tiempos del Cid, se escribía estonces (de
otro más antiguoestonce) y estoz (que Berceo escribió estonz y entonz), apareciendo
ya hacia 1250 entonçes. Tantoestonce como estonces y entonce aparecen en el actual diccionario
académico en su calidad de sinónimos en desuso.
Mientras lleva también incorporada la s desde hace
relativamente poco. Procede de mientra, que a su
vez viene de demientra, de un anterior domientre, y este del latín DUM ‘mientras’ e INTĔRIM
‘entretanto’. Menos esta última, las demás formas aparecen en el diccionario
académico como sinónimos anticuados y en desuso.
¿Quizá
o quizás? En el diccionario académico el
primero remite al segundo, con s, que a su vez dice
que viene del latín QUI SAPIT ‘quién sabe’. Quiçab aparece
en el Cid y quicá se
escribió también durante la Edad Media. El Diccionario panhispánico de
dudas explica que quizás se creó
por analogía con otros adverbios acabados en ~s, y Corominas
informa: «En cuanto a las dos formasquizá y quizás, esta es mucho más tardía, y tiene -s adverbial agregada (…) quizás no aparece hasta fines del s. XVI, en Sta.
Teresa (…), y es evidente que los clásicos la consideraban forma vulgar,
resabio que todavía no ha perdido completamente (… 165 quizá y ningún quizás en
Cervantes, 169 y 11 en Sta. Teresa; en Lope un solo quizás, en Tirso 2, en Góngora 2, en Rojas 3. Algunos
de éstos han podido achacárselos a estos autores los tipógrafos de la Rivad.,
de cuya colección se sacaron todos los datos. La proporción relativamente alta
de la forma en -s en Sta. Teresa es indicio
claro de su carácter vulgar)». En la actualidad se escribe de las dos formas
indistintamente.
¿Asechar
o acechar? Del latín ASSECTĀRI ‘seguir
constantemente’, ‘perseguir (con fines lascivos)’, ‘ir al alcance de alguien’
tomó el español primitivo el verbo asechar ‘poner
o armar asechanzas (engaños o artificios para hacer daño a alguien)’, de donde
posteriormente (hacia 1400) derivó acechar ‘observar,
aguardar cautelosamente con algún propósito’. Hubo un tiempo en que ambos
verbos se escribieron con ç, provocando una
lógica confusión. En la actualidad ambos verbos mantienen su vigencia, al igual
que asechanza y acechanza.
T
La T (te) es la séptima letra que encabeza más
palabras en el diccionario: 4.938, el 5’61%. No es una consonante muy frecuente
en español, donde se presenta con una proporción de 4’82%.
Procede la T de un ideograma de la escritura egipcia que representa dos
palos cruzados a modo de señal, del que se hicieron distintas esquematizaciones
ya entre los propios egipcios. Las más conocidas son las que pasan al alfabeto
fenicio con forma de X o de +, de donde derivan con ligeras modificaciones las
tes de los alfabetos griego, etrusco y latino arcaico, donde aparece en la
forma mayúscula que utilizamos hoy. Los tipos de imprenta definen la mayúscula
y minúscula actuales: T y t.
Terminan con t: boicot, compost, confort,
complot, argot, fagot, debut, deficit, entrecot, robot, salacot, superávit,
test, trust, zigurat, ballet, chalet y vermut (en todas ellas el plural se forma~ts). Las dos últimas
también pueden escribirse sin t: chalé, vermú.
Perdieron su t final: cabaré,caché, capó, carné, parqué, todas de origen francés.
Solo hay una palabra con cuatro tes: veterotestamentario ‘perteneciente o relativo al Antiguo Testamento’.
Como vimos en el apartado de la d, esta letra y
la t tienen un sonido muy parecido, lo que facilitó
que, históricamente, la t perdiese
mucho terreno frente a la d (CATĒNA
> cadena, CATHEDRA > cadera, AEQUĀTOR
> equator aún en s. XVIII > ecuador, LATRO > ladrón, MATERIA
> matera hacia 940 > madera, METUS > miedo, MONĒTA
> moneda, MUTARE > mudar, PALATARE
> paladar, PETRA > pietra en 1042
> piedra ya en 1074, PUTRĒRE > podrir > pudrir, ROTA > rueda, TOTUS > todo, VETĀRE
> vedar, UNIVERSĬTAS > universidad,
VITUS > vit en 1143 > vid en 1212, VITRĔUM > vidrio), y también frente a otras letras, como la c (GRATIA > gracia) o la z (RATIONEM > razón).
U
La U es la última de las vocales y la vigésimo
segunda letra que más palabras encabeza en el diccionario: 455, el 0’51%.
La u se pronuncia emitiendo la voz con los labios
algo más alargados y fruncidos que para pronunciar la o.
Es letra muda en las sílabas que (queso)y qui (quizá), y también, por regla general, en las
sílabas gue (guerra) y gui (guitarra);
cuando en una de estas últimas tiene sonido, debe llevar diéresis, como
en vergüenza y argüir. Por tanto,
se pronuncia en las sílabas qua (quásar), quo (quórum), gua
(guasa) y guo (antiguo).
Los romanos no le daban a la U un valor
exclusivo de vocal, pues era una variante gráfica por redondeo de la clásica V
y se utilizaba asimismo para señalar la vocal o la consonante. Como a la J
mayúscula, el humanista francés Pierre de la Ramée le dio a la U carta de
naturaleza en la imprenta, empleándose siempre para la vocal, mientras que se
dejaba la V para la consonante.
Solo hay una palabra que tenga cinco ues: la simpática y exótica sucusumucu, que en Colombia y Puerto Rico se utiliza
para la expresión a lo sucusumucu, que equivale a la chita callando.
La u sustituye a la o como
conjunción disyuntiva ante palabras que empiezan por o (diez u once) o por ho (belga u holandés). Pero no siempre ha sido así. En
el Diccionario de Autoridades(1739) se explicaba el uso de
la u como disyuntiva cuando la palabra anterior
también empezaba por o (cabo ú remate) o cuando la siguiente empezaba por d (excitar ú dar).
Casi se ha perdido la u del
adverbio cuasi (del latín quasi), que
sobrevive con plena vigencia en el diccionario académico y en el lenguaje
vulgar tanto de España como de América; según Corominas, en castellano antiguo
se decía hascas (sin reminiscencias hoy en día). También se
ha perdido ya casi la u de flueco (lat. FLOCCUS), todavía en el diccionario
académico como palabra en desuso, a favor de fleco.
Todavía en el siglo XVIII, por llevar una q en vez de
una c delante, la u de qüestion, freqüencia y eloqüéncia llevaba diéresis para poder ser
pronunciada.
La u se apoderó del puesto de la o en cuidar y cuidado hace siglos. Provenientes del latín
COGITĀRE y COGITĀTUS, respectivamente, antiguamente en español se decía y
escribía coidar ycoido. Lo mismo
sucedió con embutir, procedente de un
desusado embotir (aún en el diccionario académico), que a
su vez derivaba de boto ‘odre’, en
el sentido de ‘rellenar como un odre’. Y conescuela (lat.
SCHOLA), que en 1192 era escola. Y con jaula (del francés anticuado jaole), que en español fue primero jaola. Y con lugar, que viene
de logar (aún en el diccionario académico como
desusado), y este del latín LOCĀLIS, aunque hubo todavía entre medias en el
español antiguo (933) un locar. Y con muchacho, del anticuado muchacho,
y este de mocho en el sentido de
‘esquilado, rapado’, por la vieja costumbre de que los niños y jovencitos
llevaran el pelo corto. Y conmurciélago,
metátesis (‘cambio de lugar de algún sonido en un vocablo’) de murciégalo (del lat. MUS, MURIS ‘ratón’ y
CAECŬLUS, diminutivo de CAECUS ‘ciego’), que se escribía morciélago en 1251. Y con orina (lat. URĪNA), que Nebrija y Covarrubias aún
admitían como urina. Y con tullido y tullir(lat.
TOLLĔRE), que en la Edad Media se decía tollido y toller. En el caso de los verbos estofar yestufar, esta
disputa entre las vocales o y u quedó en tablas, toda vez que ambos sobreviven
aunque con significado distinto, siendo su evolución la siguiente: EXTUFĀRE
‘escaldar’ > stufar > estufar > estofar.
También con la letra b ha mantenido
la u duras batallas por un puesto en varias palabras.
Tales como raudo (lat. RAPĬDUS),
antiguamente rabdo; ciudad (CIVĬTAS), cibdad en
la Edad Media; yausente (ABSENS, ~ENTIS), que
Alfonso X escribía absente, todavía en
el diccionario académico como sinónimo en desuso.
V
La V es la decimosexta letra que encabeza más palabras
en el diccionario: 1.947, el 2’21%. Su nombre es uve: de la combinación de u ve, propiamente ‘u que tiene el
oficio de v’, en memoria del tiempo en que se
empleaba aquella letra con el oficio de esta. No apareció con esta denominación
(uve) en el diccionario académico hasta la edición de
1947.
Su origen hay que buscarlo en las inscripciones jeroglíficas de Egipto. La
adaptación fenicio dio lugar a diversas formas muy similares a nuestra actual Y
(letra que también tiene el mismo origen). La V mayúscula que hoy utilizamos es
bien reconocible en algunos alfabetos griegos donde alterna con la antigua
adaptación fenicia. El alfabeto latino le dio carta de naturaleza definitiva en
forma de V mayúscula que sirvió, además, para representar la U durante muchos
siglos, tantos que en la ortografía española ese problema no se resolvió de
modo definitivo hasta bien entrado el siglo XVIII. Con la imprenta se había
generalizado la práctica de diferenciar ambas letras apellidándolas U vocal y V consonante(pronunciada u consonante), entre otros apelativos, pero aun así
seguía escribiéndose tanto vozcomo uoz, ver como uer, uno como vno, hasta que el primer diccionario académico zanjó el
asunto.
La pronunciación de la v es idéntica a
la de la b. Todas las palabras que empiezan por br~ ybl~ se escriben
con b, ninguna con v.
Hay una palabra, muy peculiar, que tiene tres uves: vivalavirgen ‘persona
despreocupada e informal’.
Al establecerse en el s. XVIII que se respetaría en español la v en aquellas palabras que contaran con ella en
sus étimos latinos, se facilitó la incorporación a nuestro idioma de nuevas
palabras con esta letra, derivados de aquellas: improvisar,
revisar, revisión (de ver); eventual, interventor (de venir); controvertir, malversar (de verter). Además, fueron adaptadas al español muchas
voces con v provenientes del
francés: aval, avalancha, revancha, devenir, vivaque, vodevil, virola,
vedette… Y, por si fuera poco, debido a los derivados cultos
con que tanto se ha alimentado el vocabulario técnico-científico, muchas
antiguas uves romanas y griegas reaparecieron en el español de los últimos tres
siglos (velocímetro, velocista, vulcanólogo, vulcanizar, vermicida,
vermiforme), muchas de ellas bautizadas por eminentes inventores y
científicos: vitamina, palabra inventada en 1912
por el biólogo C. Funk; vaselina, por el
industrial Chesbrough en 1872; voltio, en 1827 por
el físico italiano Volta; vatio, hacia 1900,
por el físico escocés Watt…
A pesar de venir del latín vulgar AVIŎLUS y AVIŎLA, y estos del latín
clásico AVUS y AVIA,avuelo y avuela se dejaron arrebatar la v, que fue sustituida por la b. En el Diccionario de
Autoridades (1726) puede leerse en la entrada ahuelo, la: «Los Padres de nuestros Padres. Algunos
escriben esta palabra con b; pero es
improprio, por ser contra su origen, que es del Lat. Avus, y assi se debe escribir Avuélo», y en la
entrada avuelo, la: «El origen del Latino Avus, Avia, por lo que se deben escribir con v, y no con b estas
palabras, y las demás que se derivan de ellas, como Abolengo, Avolório,
Bisabuelo, Tatarabuelo. En los libros antiguos del Fuero Juzgo, Partidas y
otros se allanáis escritas: y aunque en los mas Autores modernos se hallan escritas
con b, es defecto notorio». Pero en la actualidad solo se
emplean abuelo y abuela, en
detrimento de la venerable v etimológica.
También está en trance de perder su v latina anchoa (APIUVA), ya que la forma anchova, de uso general hasta el s. XVIII y aún en
vigor en el diccionario académico, apenas si se usa. Y lo mismo ocurre
con vimbre (VIMEN), palabra todavía viva en Andalucía
y el Alto Aragón, pero que se ha visto muy superada por su derivada (por
dilación de la nasalidad) mimbre.
Vulpeja (lat. VULPECŬLA) defendió con éxito su v etimológica del asalto de una g que, durante la Edad Media, estuvo disputándole
el sitio con gulpeja. También salió victoriosa
sobre la ben vecino (VICĪNUS), bicino en el s. X y becino en el XI. Pero con esta misma b perdió sin embargo entrabajar (TRIPALIĀRE), travajar antiguamente.
W
La letra W (uve doble) siempre ha sido
considerada foránea, extranjera. Lo dice el diccionario académico: «No se
emplea si no en voces de procedencia extranjera».
Es la vigésimo séptima y última letra
que más palabras encabeza: 22, el 0’02%.
Básicamente son dos idiomas extranjeros de donde hemos exportado al español
con el transcurso del tiempo las palabras con w: alemán e inglés.
Pues bien, la recomendación académica para su pronunciación es la de [u] (Newton) o [g + u]para la w de origen
inglés (Washington, waterpolo, web) y la [b] (v en ortografía) para law de
origen alemán (Wagner, Westfalia).
En muchas palabras incorporadas al español, la w ha sido reemplazada por v: vagón, vals, vatio, váter; alternan las dos grafías,
como en wolframio / volframio, o existen dos variantes:wellingtonia / velintonia. En las que la w ha sido sustituida por una v el origen de las palabras suele ser inglés;
mientras que suelen ser alemanas en las que ha sido sustituida por gu (guerra, gualda, guardia).
Ha habido adaptaciones al español de palabras con w, cuyo resultado no ha sido todo lo exitoso que se
esperaba, aunque se mantienen, como es el caso de whisky > güisqui.
X
La X (equis) es la vigésimo sexta (penúltima) letra
que más palabras encabeza en el diccionario: 45, el 0’05%. Esta letra se dice
que fue invento del rey griego Palamedes. Normalmente los griegos
representaban el sonido [cs] o [gs] con dos letras hasta que se inventó un signo
suplementario simple con que sustituirlas, y aquí aparece el legendario
Palamedes y su invención. El nuevo signo pasa al alfabeto etrusco y de él lo
toma el latino arcaico. Pero en el griego clásico la letra X también
representaba otro sonido, aparte delcs/gs, que era
el ji (con el sonido parecido al de nuestra j). Y en el español, aunque la xheredada del latín suele pronunciarse como lo hacían
estos, con el sonido cs/gs (axioma, exento, que ante consonante suele reducirse
a s: extremo, exposición),
hay palabras de procedencia griega en las que la x se pronuncia como una j suave. De ahí que en el español antiguo se
escribiera con x palabras que, desde 1815, se
escriben con j: abaxo, caxa, cexar, coxin, coxear,
complexo, crucifixo, cruxir, dexar, dixo, enxaguar, enxanbre, exe, executar,
exemplo, exercer, viexo, floxo, fluxo, lexía, lixa, luxo, mexilla, paradoxa,
prolixo, roxo, texer, traxo, Ximénez, Xerez, Truxillo, Mexía, Xavier, Ximena,
Xuárez…
Por otra parte, desde la Edad Media la letra x aparece en el español con dos usos: el latino y
el patrimonial. El latino es el que todavía usamos hoy, con la pronunciación
actual. El patrimonial era característico del español antiguo y derivado de la
transformación del sonido x en algo
parecido a la sh inglesa o a la ch francesa; un sonido muy similar al que tenía
también algunas voces de origen árabe y que fueron adaptadas con x (xaque, xaqueca, xarabe, xeque,
axuar, xurel, xubón, xabalí, moxama). Este uso patrimonial
desapareció del español, pero cuatro siglos después su reminiscencia queda en
algunas palabras donde la x se transformó
en j. Además, cuando los españoles llegaron a América, les
pareció oír en muchas lenguas indígenas el sonido sh que ellos transcribieron con x (ej.: xícara, del
nahua xicalli): aquí el origen de las equis de México, Oaxaca, Xonacatlón, Texas… Hoy estos
topónimos (nombres propios de lugares) conservan su vieja ortografía, pero,
desde 1815, se pronuncian con j en español
(incluyendo a los mejicanos); no así en las lenguas extranjeras, donde las
pronuncian con sonido x. Hacen por tanto
el ridículo aquellos españoles que pronuncian México con el
sonido [cs], ya que hasta los propios mejicanos lo hacen
con j. Muchos de aquellos topónimos escritos con x perdieron esta a favor de la j con el tiempo, como Jalisco, Jamaica o Jauja.
Empiezan con x xenofobia, xilófono, xilografía;
y terminan con ella clímax, dúplex, ex, fax, fénix,
látex, réflex, relax, télex, támpax, tórax, tríplex, túrmix y unisex.
Chamuscar (del portugués chamuscar) y Chaqueta (de jaqueta, y esta del
francés jaquette) son dos palabras que, hasta 1815, se
escribían en español xamuscar y xaqueta, respectivamente; si bien jaqueta aún sobrevive en el diccionario académico
en calidad de sinónimo en desuso.
Hasta que, fruto de la fiebre etimológica que padeció el academicismo español
en el siglo XVIII, se recuperaran las equis latinas correspondientes,
tanto experiencia como exprimir, extraño ytexto eran palabras que se escribían con s (esperiencia, esprimir, estraño,
testo). Del mismo modo, la voz de creación expresiva cosquillas se escribía antiguamente con x (coxquillas y coxquilloso se lee en la Celestina).
Durante mucho tiempo, desde la Edad Media hasta el siglo XVIII, se decía en
español páxaro. Pero esta x castellana
era muy extraña porque no tenía un origen latino ni árabe. La palabra provenía
de un antiguo pássaro, que seguramente derivaba a
su vez del latín vulgar PASSAR, y este del latín clásico PASSER ‘gorrión’.
¿Anejo
o anexo? Tomado del latín ANNEXUS,
fue anexo hasta el siglo XVIII, que pasó a
escribirse anejo. Cambio en el que no le
siguió su derivado conexión. Hoy son
adjetivos sinónimos (más extendido con x), pero con
significados distintos como sustantivos.
¿Próximo
o prójimo? Son variantes de una misma
palabra, tomada del latín PROXĬMUS.Próximo es un
adjetivo que cuenta con dos acepciones (‘cercano’ y ‘siguiente’), en
tanto prójimosignifica ‘hombre respecto de otro’. Con este
último significado aparece próximo desde
los orígenes del idioma. Como adjetivo solo está documentado desde 1617.
Y
La Y es la vigésimo tercera letra que más palabras
encabeza en el diccionario: 248 el 0’28%. Su nombre es i griega o ye. La forma
de la y no ha cambiado en siglos. Ya se reconoce su
antepasada en la escritura hierática egipcia, en los alfabetos milenarios de
Medio Oriente (donde representaba una maza), en la vaufenicia, y es la misma antepasada de la f, la u y la v. Los griegos le dieron su forma definitiva y la
llamaron ipsilon; los romanos la tomaron tardíamente (en el
siglo I aproximadamente) para escribir palabras griegas que tenían dicha letra;
y del latín pasó al español.
En el español antiguo la representación del sonido [i] la compartían la i (conocida
comoi corta o media), la llamada baja o larga (origen
de nuestra j, como vimos en su apartado) y
la I (conocida como alta). A su vez, la i corta o media y lai baja o larga (j) podían
hacer oficio de consonantes, invadiendo el terreno de la y, con lo que la y se vio
obligada a invadir el terreno vocálico de las otras. Debido a tal confusión, no
era poco frecuente ver, por ejemplo, la palabra viejo escrita
también vieio o vjeio; o mayor y maIor; o sin y sjn; o isla eysla; o Pompeyo, Pompejo y Pompeio.
La solución empezó a darse con la aparición de la imprenta, pero tardó siglos
en llegarse al acuerdo actual: i es vocal en
todos los casos, i griega para la conjunción
copulativa más para el sonido [i] al final de
palabras que acaben en -ái, -éi, -ói y
frecuentemente en -úi (Uruguay, guiriguay, ley, doy, muy).
Así pues, desde 1726 la y se convirtió
oficialmente en la conjunción copulativa del español, menos cuando la siguiente
palabra empieza con i, en cuyo caso se
sustituye por una e.
Se pronuncia como la ll cuando hace
de consonante y como la i cuando hace
de vocal.
Hay algunas palabras que tienen dos i griegas: yeyé, yatay, yaya y yoyó; y algunas más que terminan con esta letra: muy, cocuy, carey, caray, balay, muley, ay, convoy, copey.
Como vocal, la y ha ido
perdiendo terreno. Muchos anglicismos, por ejemplo, han sido adaptados al
español sustituyéndola por la i al final de
palabra (grogui, penalti, güisqui). Todo lo contrario ha
ocurrido como consonante (desde 1870 se acepta escribir con y algunas voces que empiezan por hie- (yerba, yerro, yedra); hielo no es una de ellas, pese a que Berceo la
escribía yelo, y tampoco hiena, por más que
su raíz latina tuviera una y (HYAENA) y
el Diccionario de Autoridadesen 1734 la escribiera hyena. Y en cuanto a la pronunciación, es indudable que
la y está acabando con la ll, pues es práctica cada vez más general el yeísmo,
pronunciándose castiyo en vez decastillo, gayina en vez
de gallina, cabeyo en vez
de cabello.
Procedente del latín EQŬA, yegua al
principio no tenía y (egua en 949). Sobre por qué se llama yegua en
español al femenino del caballo y
no caballa, o el masculino no es yego o yeguo, ver la
explicación en el apartado Rivalidad.
¿Jaguar
o yaguar? Son voces sinónimas (‘felino
americano…’), pero la última (con y) es la forma más
antigua y de origen guaraní, aunque la primera (con j) es la mayoritaria en todo el ámbito hispánico. Yaguar se usa más en el área rioplatense, donde
también se emplea, en menor medida,yaguareté (del
guaraní yaguar ‘jaguar’ y eté ‘verdadero’)
o jaguareté.
¿Judo o
yudo? Se pueden escribir de las dos
formas, pero la que mejor se adapta al español es yudo (del japonés yu ‘blando’
y do ‘modo’). Quienes escriben judo pronuncian sin embargo [yúdo], lo que es una discordancia en español, ya que
deberían pronunciarla [júdo]. En el diccionario académico
aparece el derivado yudoca ‘persona
que practica el yudo’, pero no judoca.
¿Mahonesa
o mayonesa? Ambas formas son sinónimas e igual
de válidas. Más cercana a la etimología es con h (de
Mahón, capital de la isla de Menorca), pero la más frecuente es con y, seguramente porque es la más antigua y de origen
francés (mayonnaise).
Yo y
egoísmo. La segunda es palabra derivada de la
primera, procedente del francéségoïsme, que a su
vez viene del latín EGO ‘yo’ y el sufijo –ismo. Llegó al
español como derivado culto a fines del s. XVIII. El yo español aparece ya en los orígenes de nuestro
idioma, procedente asimismo del latín clásico EGO, que hacia el s. VI se redujo
a EO debido al gran desgaste que tuvo este vocablo gramatical.
Z
La Z es la vigésima letra que más palabras encabeza
en el diccionario: 771, el 0’87%. Su nombre es zeta,
ceta, ceda ozeda. representa un
sonido sordo, donde no vibran las cuerdas vocales; para pronunciarlo basta
morderse ligeramente la punta de la lengua y expulsar el aire. No suele ir
la z delante de e, i por cuanto
su pronunciación en tales casos está reservada a la c. Sin embargo, hay alguna excepción, como enzima (para distinguirla del adverbioencima) o zeta. Y también hay palabras que pueden escribirse
con c o z: cebra / zebra (en
desuso), cinc / zinc, cíngaro / zíngaro, magacín / magazín.
Durante mucho tiempo, en el español se acumuló tres letras con el mismo
sonido: la z, la cdelante de e,i, y la ç sorda. Esta última es hija de la z, ya que nació de la costumbre de los amanuenses de
escribir la z con un copete arriba a modo
de adorno que se fue exagerando hasta que se redujo la z original a una virgulilla inferior, dando lugar
así a una nueva letra. En consecuencia, en los textos de los ss. XVI-XVII no es
difícil encontrar prudencia, prudençia yprudenzia (pero con igual pronunciación), doze, doçe y doce, cauçe, cauze y cauce, o torzido, torçido y torcido. Hasta que, como ya hemos dicho, la ç desapareció del español en 1726. Pero todavía
durante el siglo XVIII era muy común escribir azeite, azeituna, azeña,
almazén, rezelar, zelos, zeloso, zenit, zizaña, zandalia, zandía,
La Z se origina en la escritura jeroglífica egipcia y pasa a la fenicia
donde, como la griega, se representaba de forma muy parecida a la actual I
mayúscula. No fue hasta el abecedario latino que formó la forma actual Z, donde
no fue una letra corriente y su empleo estaba limitado a nombres procedentes
del griego. En el español la z es una letra
bien definida y consistente.
Es la z una de las letras por las
que empiezan más palabras de origen árabe, tal como veremos en el apartado
correspondiente.
Del francés canezou, adoptó el español a
principio del s. XIX la palabra canezú, pero a lo
largo de este siglo la z perdió su
puesto a favor de la s: canesú aparece
ya registrada académicamente en 1884. Fue una pequeña venganza de la s por las muchas compañeras que, más antiguamente,
perdieron el lugar que les correspondía a favor de la z, como en ceniza (lat.
CINISĬA), que Berceo escribió cenisa; o cereza (del latín vulgar CERESĬA), ceresa en la Edad Media; o cerveza(del celtolatino CEREVISĬA), cuya evolución en
español fue servesa > cervesa >
cerbeça > cerveza; olápiz (LAPIS), lapis en Góngora. El mismo camino lleva la s de mesclar (del
latín vulgar MISCULĀRE), aún en el diccionario académico como sinónimo
anticuado de calumniar y mezclar, derivado este último que hace tiempo le
arrebató la supremacía en el español. Y empatadas están por ahora estas letras
en su disputa por los adjetivos sinónimos verduzco (recién
admitido en el diccionario académico en su avance de la vigésima tercera
edición) y verdusco, aunque con ligera ventaja
ya del primero (con z).
Extraído de: www.curiosidario.es/
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