A 250 AÑOS DEL NACIMIENTO DE JOSÉ GERVASIO ARTIGAS
1:
ARTIGAS NO NACIÓ EN EL SAUCE
Artigas, El Sauce y Casupá (*)
Nelson Caula
Establecer la verdadera relación existente entre José Gervasio
Artigas y El Sauce, supone exponer algunos datos demostrativos que la misma fue
más bien leve.
José Traibel, uno de los mayores estudiosos de vida y obra de
Artigas advertía ya -como parte de los aportes al conmemorarse el centenario de
la muerte del Prócer-: “no sirve el argumento de que el lugar de residencia
habitual del padre (de José Gervasio) fuera la estancia del Sauce, ya que es
recién en 1772, cuando Martín José Artigas se hace cargo -unido a don Felipe
Pasqual (abuelo materno de José Gervasio)- de la referida estancia y solamente
después de la muerte de su suegro, ocurrida en 1773, se determina que el bien
pase a propiedad de la madre del héroe, comenzando don Martín a gozar de los
beneficios de su explotación en 1775 o 1776. En ese entonces José Artigas tenía
ya 12 años”1. Mucho antes Llambías de Olivar, experto en este
linaje llegaba a idénticas conclusiones2.
Todavía faltaban un par de décadas para el surgimiento de los dos primeros
tomos del Archivo Artigas con abundantes referencias de las propiedades
de abuelos y padres del futuro Jefe de los Orientales.
En 1774 la familia Artigas-Pasqual Aznar, completa, se
encontraba en Arroyo Carrasco, la actual zona residencial cuyo nombre es un
legado de Ignacia Javiera Carrasco, abuela paterna de Don José. Destaca un
padrón oficial: “Chacras... del Capitan D.n Mrn Jph (Martín Joseph) Artigas...
vecino su he.d (edad) 36,
A .s (años) Casado con cinco hijos, los
quatro varones, y todos demenor hedad”3.
Este documento –dicho al pasar- relativiza la niñez de Artigas casi exclusiva
en la Ciudadela
montevideana, con la que insisten historiadores cegados por una cosmovisión
urbanista.
El indudable gran establecimiento de campo de los Artigas fue
el de Casupá entre los años 1764 y 1839, como lo establece con precisión el
encomiable investigador Juan Alberto Gadea4 y se deduce
fácilmente de la documentación expuesta en el primer volumen del citado
archivo. Es de esta posesión familiar que José Artigas se aleja a la edad de
catorce años, conforme a la información vertida por Nicolás de Vedia y
Bartolomé Mitre5. Un par
de años después que su padre recién se interesa con mayor ahínco por la no muy
lejana propiedad canaria.
Otro “Padron del Partido de Sause y Pantanoso... de fecha de
31 de Maio de 1791” , señala a “Martín Jph Artigas años 50” y “Fran.ca Antonia Arnal (de) 45 Con
tres hijos- El primero de 30 El segundo 24 El tercero 20 y siete esclavos”3. O sea Nicolás, Manuel
Francisco (que tenía 21 en realidad) y Pedro Ángel, respectivamente; hermanos
de José Gervasio que entonces contaba con 26 años.
“La vida en la casa de piedra, techada con paja, levantada en
Pando (estancia del abuelo Juan Antonio) –ha escrito Pivel Devoto-, en los
ranchos de los peones o en los campos de Casupá, donde había una cocina y unos
corrales de palo a pique; los trabajos para apartar ganados, la marcación de
los mismos, las faenas para ‘hacer cueros’ así como la conducción de
estos a Montevideo, no podían ofrecer bastante escenario al espíritu inquieto
de Artigas. Más allá de las casas, del cerco de tunas que las rodeaban y de las
mangueras de piedra que limitaban la heredad de sus abuelos, se ofrecía sin
vallas, a quien quisiera recorrerla, la campaña de la Banda Oriental ,
poblada de ganados que movían la codicia de los hombres e incitaban a la vez el
interés de estos por internarse en los campos lejanos, al norte del Yí y del
río Negro, hasta la frontera y aún más allá, donde sólo imperaban las leyes de
la naturaleza”6.
Si de inmediato a su
Las excepciones a esta regla son casi inexistentes. Apenas
estrenado el noventa y ocho, José Gervasio le escribe al Virrey expresándole su
agradecimiento por las “comisiones y empleos” con los que se lo
distingue; día en el que había ganas y tiempo para darle a la pluma y manda
otra correspondencia a la autoridad de su Cuerpo: “Arroyo del Sauce. Y
henero 1º. De1798... una baqueria del pueblo de la Cruz con algunos yndios
Charruas” andaban de tropelías según avisan; “pregunté siera
mucha la yndiada y me respondieron q.e hera mucha y tube por conbiniente el de
es Cusarme de ellos por nopoder nitener horden de acerles daño...”7. ¡Qué raro eso de pedir
disculpas e inventar motivaciones para no atacar a sus buenos amigos charrúas!
Durante el transcurso de las invasiones inglesas, alerta desde
la resistencia, que circulan órdenes del “Gral Britanico hasta Casupá para
que todo este vecindario reconozca el Govierno de aquel Pavellon”. Lleva su
rúbrica desde “Arroyo del Sauce 15 de Marzo de 1807”8. Al contraer matrimonio con Rosalía Villagrán
finalizando 1805, fija domicilio en el Cordón extramuros montevideano y desde
allí se traslada por semanas, poco se sabe, a la propiedad sauciana a pedido de
su padre, gravemente enfermo. En misiva conservada en el archivo del General
Leandro Gómez -y que éste subraya: “Toda esta carta es depuño y letra del
General (Artigas)”- se le anuncia a Tomás García de Zúñiga la remisión de
cueros entre los que “hay algunos de mis marcas” y de “quinze
nobillos que binieron” y gestiona “Por comision de mi Padre” desde “Estancias
del Sauce Diz.bre 10, de1807”8.
La
modesta estanzuela del Sauce: “Rodeo de Tamberas”
Por mediados de la década del setecientos setenta, momento en
el cual don Martín se hace cargo, sólo existían en el predio del Sauce una casa
y dos ranchos, todo ello muy rudimentario. Así consta en el expediente
sucesorio del año 1772, de María Rodríguez Camejo la abuela materna de José
Gervasio: “una casa, con paredes de piedra, de una y media varas de alto, 8
de largo y 4 y media de ancho, su techo de paja, con las maderas viejas, su
puerta servible y un candado en ella; tasaron toda ella en... $ 50.oo (...)
un rancho de quincha y techado de paja algo m. (menor) q.e el
antecede.te tasado en... $20 (...) otro... que sirve de cocina,
apreciaron en diez pesos”4. Como se aprecia, “a tenor de
lo afirmado en este expediente, no había ni la más insignificante señal que
hiciese pensar en esa famosa casa de azotea, tan citada en los discursos
patrióticos, que recién hizo construir allí Martín José Artigas, en el bienio
1780-82”4.José Gervasio
recién la conoció “justamente a los 17 años” de erigida, cuando se crea el
Cuerpo de Blandengues. Para nada dicha “azotea” debe confundirse con la única
construcción de piedra señalada, dado que lo descarta de plano su altura de una
vara y media de alto, o sea un metro y veintiocho centímetros, muy escasa,
especialmente para el tipo de construcción de la época. Ella es la que además,
explica el cometido específico del establecimiento.
En efecto, en el testamento ya citado de María Rodríguez
Camejo, mensura llevada a cabo por Luis
Ximenes el 24 de abril de 1772, se establece el tamaño del dominio y su valor:
“una suerte regular de estancia que se compone de media legua de frente, y
una y media de fondo, y siendo el frente tres mil varas castellanas... que
hacen... $ 562.04” . Reducida superficie a la cual Felipe Pascual Asnar
supo usufructuar exitosamente, tarea no abandonada luego por su yerno Martín
con la cría de ganado lechero -unos sesenta animales- fundamentalmente para la
elaboración de quesos, considerada toda una respetable explotación en su
tiempo. Pese a no dar para un tipo de producción pecuaria a gran escala, luego
de varios años de aplicación racional no estaban ausentes “en sus rodeos mil
ochocientos vacunos, sin incluir el ganado manso... se esquilaban anualmente
unas mil ovejas... se obtenían cultivos de trigo y maíz”. Y con ello bastaba y
sobraba, tal cual lo determinan los ingresos de la familia, en el entorno de
unos seiscientos a setecientos pesos anuales, de acuerdo a los cálculos de
Gadea.
La casa de piedra que apenas pasaba el metro de altura, sin
ventanas y con una puerta sólo cerrada por fuera con candado, era nada menos
que el sitio de almacenamiento de los quesos. Toda la superficie de su piso la
constituía un sótano al cual se descendía a través de algunos escalones desde
su única entrada, logrando la condición térmica necesaria. Ximenez describió allí
“el banco de hacer quesos” y las veintisiete unidades que contó “de
todos los tamaños” valorándola en “2 reales”4 cada
uno. El inventario agrega numerosos tachos y ollas en la cocina,
sólo justificables para la elaboración quesera. En el otro rancho conviven el
acaparamiento de las cosechas con las herramientas, los rincones para el reposo
de la peonada, “panes de sebo derretido... cuatro gatos de fierro... media
luna de raspar cueros... chuza de mano para toros”4,
infaltables cueros de vacunos junto con arados, hachas, palas, tijeras de
esquilar, instrumentos de carpintería, hileras colgantes de ajo...
A la vista está que no se radicaron sus propietarios, el
matrimonio que constituía Felipe Santiago Pascual Asnar–María Rodríguez Camejo.
Ni más tarde fue para los esposos Martín José Artigas Carrasco–Francisca
Antonia Pascual Rodríguez su residencia principal. Cinco esclavos conformaban
casi toda la población: Juan y Domingo “dos negros mozos, sanos y sin
adición”, un veterano “enfermo del pecho” y un muchacho “aun no
de trabajo”, junto a Tía Rosa, la “dueña” de la cocina, que a
Ximenez no le escapó: era “vieja, enferma y coja de un pié”4.
En el padrón ya referido del setenta y cuatro, en tanto se ubica a los
Artigas-Pasqual Aznar en Carrasco, se nombra en Sauce a “Su Capataz Santiago
Dominguez de Èdad De 60, años”.
Don Felipe y su señora –como ha sido apropiadamente
documentado- vivían en las calles De la Fuente o San Luis y San Benito
(Cerrito y Colón respectivamente, actual
Ciudad Vieja) de Montevideo, finca en la que se instaló esporádicamente el
novel matrimonio de Martín José y Francisca Antonia, pegadita a la cual, ambos
adquirieron e incorporaron terreno propio en febrero de 1773.
En el Sauce Martín Artigas “paraba su Rodeo de Tamberas”4
y si bien es posible que su hijo José, dado su innato espíritu siempre proclive
al universo rural le haya acompañado hasta allí en ciertas oportunidades,
resulta inaceptable que fuera ésa la tierra de su crianza. Algo más al norte se
adquiere más verosimilitud: “Digo yo, Martín José Artigas, vecino de
Casupá...”4, encabezando un documento con una parte de su
legado el 4 de marzo de 1822. Mucho antes, en 1790, cuando se le quiere ubicar
como custodio de la biblioteca de Ortega y Monroy, Juan López Fraga consigna “Que
habiendo solicitado en esta Ciudad (de Montevideo) al Depositario Don
Martin Joseph Artigas, se me dijo hallarse en la estancia del Pago de Casupá...”
como consigna el citado Ramón Llambías de Olivar.
Casupá:
gran estancia de estancias
En 1759, en principio preocupado por la demarcación de límites
del año cincuenta entre España y Portugal que llegó a rebanar las tres cuartas
partes del actual departamento de Lavalleja, el gobernador José Joaquín de
Viana implantó la Guardia
de Casupá. Cautivado con aquellos campos -en los que supo vivir y armar
toldería el Cacique Gasupá de la Nación Minuán
y en cuyas cercanías a la altura de 1715 desarrolló tareas típicas de
hacienda cimarrona el faenero Andrés Polanco (hoy día Asperezas de Polanco)-
en los que podían invernar alrededor de veinte mil cabezas de “Ganado mayor”,
pasaron a ser de su propiedad parte de ellos, invitando a Juan Antonio Artigas
y sus hijos Martín José, Esteban y José Antonio, amigos de su total confianza
para poblar la zona y compartir negocios rurales.
En tanto la solicitud de Esteban Artigas para poblar “estancia
con frente al arroyo Casupá lindando por la iz. con suerte de su hermano Martín
José” se documenta en el expediente número quince del Legajo 1764-65,
ubicable en el Archivo General de la
Nación ; la de su padre indica lo siguiente: “determino
poblár una Estancia, y saviendose alla vaco un terreno en el Arroyo Casupá
(sufrente al de Casupá y s
u fondo al de Chamizo), lindando por la parte Súr,
con Suertte de estancia de Joseph Molina, y al costado derecho aguas arriva,
con el arroyo Casupá... Montevideo, y Enero 30 de 1764”3. En su testamento, de años más tarde –ubicable en
Al morir Juan Antonio en el otoño de 1775, buena cantidad de
sus bienes, incluida esta rica porción de tierra, pasa a manos de don Martín.
Así lo dice él mismo por 1806: “Declaro que cuando contraxe matrimonio no
tenia vienes algunos, y q.e durante este heredé de mis padres suerte de
estancia en el lugar llamado Casupá”3.
Un par de años antes que su entrañable amigo Juan Antonio Artigas, también se
fue de este mundo el entusiasta donante ya ex gobernador Viana, lo que
permitiría al padre de José Gervasio continuar ampliando su estancia al acoplar
la de aquél: María Josefa de Viana le vende la suya, herencia que compartía con
su hermana Margarita “entre los Arroyos Casupá y Soldado, y su frente á
Santa Lucía que linda por el Sur con otro igual que le cupo en particion á Doña
Theresa Viana... Veinte de Abril demil setecientos noventa y ocho”3.
Para Juan Gadea, es indudable que éste pasó a ser el lugar en el
mundo de Martín José Artigas, “su verdadera y preferida estancia”. Ninguna otra
pertenencia propia o heredada se le comparaba con “su casco compuesto de
enramada, corrales, palenque, galpones y el grupo prieto de las casas. Estancia
de quince mil cuadras de superficie, con excelentes campos de abrigo, de
pasturas finas... feraces praderas... campos que atesoraban gran riqueza
maderera”.
¿Y cuál sería entonces la favorita de Pepe, aquel niño y
preadolescente tan rodeado de abuelos, padres, hermanos, tíos y primos; allí,
tan tierra adentro concentrados, prácticamente desde el mismo año en que nació?
Gadea proporciona nombres de los hacendados que se fueron
afincando en ese sitio cuyo pionero fue el gobernador de Viana; su
lejano antecesor: “Nicolás Gadea en el frente sobre el Santa Lucía”.
Arroyo “Chamamé por medio”: Manuel
Latorre y Porfirio Saravia. Y es entre estos vecinos que fija sus recuerdos
la sobrina de José Gervasio, doña Josefa Ravia, aquella requerida por Justo
Maeso en 1885: “Tío Pepe iba a las estancias por vía de paseo, en las cuales
adquirió relación de familia con los Latorres y los Pérez de del Valle
de Aiguá, frecuentó esas visitas a la campaña, y le fue tomando afición a las
faenas del campo; pero como no tuviera en las estancias de su padre una
colocación fija se ponía de acuerdo con los Latorres, con los
Torgueses, D. Domingo Lema y D. Francisco Ravia, y salía a los campos de D.
Melchor de Viana por autorización de este y del Gobernador de Montevideo
á hacer cuereadas, utilizándose también las gorduras y las astas”. Otro
vecino “de renombre” que difícilmente no
haya prestado su establecimiento para esta actividad, fue Francisco García de
Zúñiga. Más adelante, en parte de la ruta del corambre, no estarían ausentes
estos mismos hombres y estos Latorres de los pagos de Casupá: “don Martín Artigas –testimonia doña
Josefa- recibía las carretas de cueros que mandaba tío Pepe de campaña, siendo los conductores de ellas don Francisco
Ravia, don Domingo Lema, don Manuel
Latorre y sus esclavos. Don
Manuel vendía la carga, la metalizaba y repartía su importe...”.
El hijo de José Artigas heredero de Casupá
Uno de los quince hijos –más o menos
conocidos a partir de los dos volúmenes de Artigas ñemoñaré- de José
Gervasio Artigas, Pedro Mónico, vivió desde su mismo alumbramiento el siete de
mayo de 1792, siendo “sus padrinos D.n Manuel Francisco Artigas y D.a
Martina Artigas”4 en la estancia “del Casupá” de
su abuelo Martín, tal cual consta en el Libro Complementario de Bautismos
de la antigua iglesia de Las Piedras, años 1775 a 1813,
exhumado por Juan Gadea en 1975.
Fue su nieto preferido, así como la misma
devoción de su tía Martina. Es “mi voluntad que –dice el testamento de
1806 del aludido Martín- se le den 200 pesos a un niño que he criado
llamado Pedro Mónico y que, del
quinto de mi finada esposa, se le den otros 200 pesos... cumplido el comunicado
que dicha mi esposa, me hizo en su testamento”9.
En abril de 1833 aumenta el legado por
parte de su tía y madrina y se deposita en él los títulos de la tierra de su
padre, ausente en la selva guaraní del pueblo de Curuguaty: “Es mi voluntad
legar, como lego a mi sobrino don Pedro Mónico Artigas, el ganado que tengo en
la estancia sita entre Casupá y Chamizo,
que se compone de 160 a
170 animales vacunos; y una majada de ovejas, compuesta de 200 cabezas, que
tengo en Manga, en terrenos de mi propiedad”. Es “su voluntad legar
también a su sobrino Pedro Mónico Artigas, el pedazo de terreno que a
ella pertenece entre el que
vendió a don José Zavaleta y el que corresponde a su señor hermano el
general don José Artigas, cuyo deslinde y cantidad resultará cuando se
verifique enteramente, la partición de los bienes de la testamentaria de sus
finados padres”9.
En este terruño del Casupá y el Chamizo,
nuevamente con doña Martina como madrina, vendrá al mundo Mauricio Antonio, “hijo
legítimo de Pedro Mónico Artigas, y Felipa Gonzáles naturales de esta
provincia, y feligreses de esta parroquia” de Minas, apenas iniciada la
primavera del patriótico año de 1825,
el primero que descubrió la genealogía. Igualmente sus hermanos Florentina,
María Regina, Demetrio, María Canuta, Polinaria, Bárbara, y cuantiosos nietos, cuyos
descendientes actuales viven contiguos a la ciudad de Melo10.
Se cae de su
peso que José Gervasio Artigas no nació en El Sauce, como ha saldado la Historia. Tampoco lo
hizo en Casupá y –según mi humilde punto de vista- de ninguna manera en
intramuros de Montevideo. Pero esa es otra historia.
Corriendo el mencionado año 1825, otro casupense: Pantaleón Artigas,
hijo de Manuel Francisco, ya era uno de los Treinta y Tres cruzados a
las órdenes de Lavalleja; como antes, éste bien estuvo siguiendo a su padre en
el arranque mismo del estallido revolucionario de 1811.
En la madrugada de aquel abril todavía ardían los fogones y los
ánimos en Los Troncos, junto a la casa del bravo comandante Manuel
Francisco Artigas: “Penetrado de los sentimientos, que inspira el amor a la Patria , salí el 23 del
pasado del Arroyo de Casupá...” escribe.
Partieron comandados por él tres centenas
de patriotas con necesarios pertrechos y sabios consejos del viejo Martín José
hacia la toma de Minas, San Carlos y Maldonado, para intentar luego “ocupar
la fortaleza de Santa Teresa –como expresa el mismo Manuel- (e)
incorporarme con una partida que tengo en Solís, unida volaremos hasta Pando”,
para ser con su accionar, fundamental, en el triunfo de las Piedras “bajo la
dirección de su hermano don José” al decir de Rondeau.
Aquel estallido tan singular era cosa seria para todos los Artigas.
(*) Autor: Nelson Caula. Publicado
en el semanario El Corresponsal de
Sauce – Canelones, año 2005; Revista Raíces
de Montevideo, año 2006, Diario El
Heraldo de Florida, año 2007; el libro un tal Pepe Artigas, Rosebud Ediciones, año 2007; y el libro Artigas ñemoñaré, tomo 1, edición
definitiva – corregida y ampliada, Ediciones B de España en Uruguay, año 2010.
Referencias:
1. José María Traibel: Artigas antes de 1811. En El País. Montevideo, 1951.
2. Ramón Llambías de Olivar: Ensayo sobre el linaje de los Artigas en el
Uruguay. Montevideo, 1925.
3. Archivo Artigas, tomo I. Montevideo,
1944.
4. Juan Alberto Gadea: El ambiente hogareño donde nació José
Artigas. Montevideo, 1974. Los Artigas en Casupá. Montevideo, 1974.
Un hijo desconocido del General Artigas
en Casupá. Montevideo 1975.
5. Mariano De Vedia y Mitre: El manuscrito de Bartolomé Mitre. Buenos
Aires, 1940.
6. Juan Pivel Devoto: Raíces coloniales de la
Revolución oriental de 1811. Montevideo, 1957.
7. Archivo
Artigas, tomo II. Montevideo, 1944.
8. Archivo
Artigas, tomo III. Montevideo, 1944.
9. Boletín Histórico del Ejército. Números 71-72: Testamento
de Martina Antonia Artigas. Montevideo, 1957.
10. Nelson Caula: Artigas ñemoñaré. Tomo 1. Montevideo, 1999. Tomo 2, Montevideo
2004.
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