Andrew
Warhola, conocido luego Andy Warhol, nació en Pittsburgh el 6 de
agosto de 1928 y murió en Nueva York el 22 de febrero de 1987. Hijo
de emigrantes eslovacos, inició sus estudios de arte en el Instituto
Carnegie de Tecnología, entre 1945 y 1949. En este último año, ya
establecido en Nueva York, comenzó su carrera como dibujante
publicitario para diversas revistas como Vogue, Harper´s Bazaar,
Seventeen y The New Yorker.
Al
mismo tiempo pintó lienzos cuya temática se basaba en algún
elemento o imagen del entorno cotidiano, de la publicidad o el cómic.
Pronto comenzó a exponer en diversas galerías. Eliminó
progresivamente de sus trabajos cualquier rasgo expresionista hasta
reducir la obra a una repetición seriada de un elemento popular
procedente de la cultura de masas, el mundo del consumo o los medios
de comunicación.
Dicha
evolución alcanzó su cota máxima de despersonalización en 1962,
cuando pasó a utilizar como método de trabajo un proceso mecánico
de serigrafía, mediante el cual reproducía sistemáticamente mitos
de la sociedad contemporánea y cuyos ejemplos más representativos
son las series dedicadas a Marilyn Monroe, Elvis Presley, Elizabeth
Taylor o Mao Tse-tung, así como su célebre tratamiento de las latas
de sopa Campbell, obras todas ellas realizadas durante la fructífera
década de 1960.
El
uso de imágenes de difusión masiva, fácilmente reconocibles por
todo tipo de públicos, como las ya mencionadas latas de sopa o los
botellines de Coca-Cola, se convierte en uno de los rasgos más
interesantes y estables de toda su producción. En otras ocasiones,
plasmó crudamente situaciones reales, como accidentes, luchas
callejeras, funerales o suicidios; dentro de esta temática Electric
chair es una de sus obras más
significativas.
Este
apropiacionismo, constante en los trabajos de los partidarios del pop
art, se extendió a obras de arte de carácter universal y de autores
como Rafael, De Chirico, Munch o Leonardo. Se caracterizan las obras
de esta época por su libérrima manipulación y la polémica que
suscitaron en su momento. Tanto por el uso del color, unas veces
monocromo y otras fuertemente contrastado, pero en todo caso vivo y
brillante, como por la temática, su obra resulta siempre provocadora
y, a menudo, angustiosa. Mediante la reproducción masiva consiguió
despojar a los fetiches mediáticos que empleaba de sus referentes
habituales, para convertirlos en iconos estereotipados con mero
sentido decorativo.
Otra
faceta destacada de su obra es su potentísima fuerza visual, que en
buena parte procede de sus conocimientos sobre los mecanismos del
medio publicitario. En 1963 creó la Factory, taller en el que se
reunieron en torno a él numerosos personajes de la cultura
underground neoyorquina. La frivolidad y la extravagancia que
marcaron su modo de vida establecieron a la postre una línea
coherente entre obra y trayectoria vital; su peculiar aspecto,
andrógino y permanentemente tocado con un rubio flequillo
característico, acabó por definir un nuevo icono: el artista mismo.
De
hecho, fue uno de los primeros creadores en explotar conscientemente
su imagen con objetivos autopromocionales; de ese modo, y mediante un
proceso de identificación, adquirió a los ojos del público
significaciones propias de un producto publicitario más. En 1963,
inició una carrera cinematográfica basada en los mismos principios
que su obra plástica (como la reiteración visual), de fuerte
contenido sexual y erótico: Empire, Kiss, Chelsea girls. En una
última etapa retornó a un formato más tradicional y rodó The love
y Women in revolt.
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