Neoclasicista
y competidor con los grandes de su época

A
partir de 1745 trabajó como pintor de la corte de Sajonia en Dresde,
pero su amor a los clásicos le llevó a efectuar un nuevo viaje a
Roma en 1748 y a establecerse definitivamente en la ciudad en 1752,
después de contraer matrimonio con una italiana.
Este
hecho resultó decisivo, pues le permitió conocer a un hombre con
quien le unió una estrecha amistad, Winckelmann, por entonces uno de
los principales promotores de la nueva corriente artística del
neoclasicismo, a la que Mengs se adhirió con fervor y de la cual se
convirtió, a su vez, en uno de los grandes propagadores, con sus
obras teóricas (Reflexiones sobre la belleza) y sobre todo
con su pintura.
En
1761 pintó, en el techo de la Villa Albani, en Roma, el fresco de El
Parnaso,
que se convirtió en una especie de manifiesto del neoclasicismo por
su evidente empleo de soluciones tomadas de los maestros del
Renacimiento, en particular de Rafael.
Ese mismo año fue llamado por Carlos III a Madrid, donde permaneció
de 1761 a 1771 y de 1774 a 1777, trabajando en la decoración de los
palacios reales de la capital y de Aranjuez.

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