DE
COMO LA TURBA SIEMPRE QUIERE SANGRE SIN IMPORTAR QUIÉN LA PROVEA
Escriba
Medieval
Amados
Cofrades; Nobles Caballeros que honráis con vuestra atención las
historias deste viejo Escriba, bellas Damas que seguís con bondadosa
condescendencia estos relatos. Invítoles hoy a compartir mi crónica
acerca de algunos sucesos acaecidos en esta pequeña y lejana
comarca, y que han tenido como protagonistas a los mozalbetes
prisioneros en las mazmorras de Palacio.
Ocurre
que de un buen tiempo hasta el presente, un grupo destos
desharrapados -que aún no han cumplido 216 meses de edad- ha venido
atacando a indefensas ancianas que caminan las calles de la aldea
faciendo sus compras domésticas. Suelen cometer sus fechorías en
los alrededores de las plazas donde llegan carruajes públicos que
traen y llevan viajeros hacia otras comarcas. Allí hay apostaderos
con sombra y agua fresca para gentes y caballerías, artesanos que
ofrecen sus productos, tejedoras voceando las bondades de sus telas,
y otros que venden dulces y comidas. Ese entorno que algunos llaman
“Terminal”, quizá porque allí acaba el viaje, pero que bien
podría llamarse “Inicial”, pues también allí comienzan otros,
es el sitio elegido por los susodichos para cometer sus fechorías.
Sin
embargo –queridos contertulios- los desmanes destos pilletes no se
remiten a tomar una bolsa de manos ajenas y echar a correr, también
acuchillan hasta la muerte y sin misericordia para hacerse de unos
pocos maravedíes, y suelen profanar la intimidad de jóvenes
doncellas que luego asesinan sin piedad.
Entonces
el pueblo sale a la calle, desborda las plazas públicas, rodea el
palacio, esgrime picas, palos , y espadas, y quienes no poseen otras
cosas que instrumentos de labranza los tornan en armas para
manifestar su indignación y rabia.
El
pueblo escribe en grandes papiros los nombres de sus muertos, los
llora, grita por sus hijas mancilladas, por sus abuelos condenados a
una silla a causa del ataque de los vándalos, y piden por los
derechos que aseguran tener como seres humanos.
El
pueblo todo quiere y desea la muerte de los que aún no tienen 216
meses, pero lo callan porque serán acusados de “barbarie”, por
miedo al Cura y al Abad, pero sobre todas las cosas por pura
hipocresía.
Entonces
los recibe un Noble Ministro de la Corte que promete justicia, reúne
soldados, los rearma, capturan algunos malhechores y los arrojan a
las mazmorras más oscuras de Palacio.
Pasa
un tiempo y la paz parece retornar a la pequeña y lejana comarca,
hasta que un día el pueblo se entera que los guardianes de la
prisión castigan a los condenados… y Troya arde nuevamente.
El
pueblo sale a la calle, desborda en las plazas públicas, rodea el
palacio, esgrime picas, palos , y espadas, y quienes no poseen otras
cosas que instrumentos de labranza los tornan en armas para
manifestar su indignación y rabia. Quieran la cabeza de los
guardianes que castigan a quienes no hace mucho querían ver muertos.
La
turba quiere sangre sin importar quién la provea. Los que ayer eran
objeto del más absoluto desprecio y cuyas cabezas querían ver en la
punta de las picas, hoy han adquirido los derechos como seres humanos
que ayer les fueron negados.
La
turba pide la sangre de los guardianes, verdad es, pero sólo será
hasta el próximo crimen. La indignación no suele durar mucho tiempo
en este convulsionado año del señor de 1515. Ojalá en un futuro
lejano, quizá en 500 años, la humanidad encuentre la manera de
educar a sus hijos en el bién, y queste no sea sólo el utópico
deseo de un humilde Escriba Medieval.
Moraleja:
Cuando la injusticia clave dolorosa daga en vuestra panza, inútil
será disimular tus ancestrales deseos de venganza.
No hay comentarios:
Publicar un comentario