(1899-1986)
Jorge Luis Borges nació
en Buenos Aires el 24 de agosto de 1899 y murió en Ginebra, Suiza,
el 14 de junio de 1986. Escritor considerado una de las grandes
figuras de la literatura en lengua española del siglo XX. Cultivador
de variados géneros, que a menudo fusionó deliberadamente, Jorge
Luis Borges ocupa un puesto excepcional en la historia de la
literatura por sus relatos breves. Aunque las ficciones de Borges
recorren el conocimiento humano, en ellas está casi ausente la
condición humana de carne y hueso; su mundo narrativo proviene de su
biblioteca personal, de su lectura de los libros, y a ese mundo
libresco e intelectual lo equilibran los argumentos bellamente
construidos, simétricos y especulares, así como una prosa de
aparente desnudez, pero cargada de sentido y de enorme capacidad de
sugerencia.
Recurriendo a inversiones
y tergiversaciones, Borges llevó la ficción al rango de fantasía
filosófica y degradó la metafísica y la teología a mera ficción.
Los temas y motivos de sus textos son recurrentes y obsesivos: el
tiempo (circular, ilusorio o inconcebible), los espejos, los libros
imaginarios, los laberintos o la búsqueda del nombre de los nombres.
Lo fantástico en sus ficciones siempre se vincula con una alegoría
mental, mediante una imaginación razonada muy cercana a lo
metafísico. Ficciones (1944), El
Aleph (1949) y El
Hacedor (1960) constituyen sus tres
colecciones de relatos de mayor proyección. A pesar de que su obra
va dirigida a un público comprometido con la aventura literaria, su
fama es universal y es definido como el maestro de la ficción
contemporánea. Sólo su ideario político pudo impedir que le fuera
concedido el Nobel de Literatura.
Jorge Luis
Borges procedía de una familia de próceres que contribuyeron a la
independencia del país. Un antepasado suyo, el coronel Isidro
Suárez, había guiado a sus tropas a la victoria en la mítica
batalla de Junín; su abuelo Francisco Borges también había
alcanzado el rango de coronel. Pero fue su padre, Jorge Borges
Haslam, quien rompiendo con la tradición familiar se empleó como
profesor de psicología e inglés. Estaba casado con la delicada
Leonor Acevedo Suárez, y con ella y el resto de su familia abandonó
la casa de los abuelos donde había nacido Jorge Luis y se trasladó
al barrio de Palermo, a la calle Serrano 2135, donde creció el
aprendiz de escritor teniendo como compañera de juegos a su hermana
Norah.
En
aquella casa ajardinada aprendió Borges a leer inglés con su abuela
Fanny Haslam y, como se refleja en tantos versos, los recuerdos de
aquella dorada infancia lo acompañarían durante toda su vida. Con
apenas seis años confesó a sus padres su vocación de escritor, e
inspirándose en un pasaje del Quijote redactó su primera fábula
cuando corría el año 1907: la tituló La
visera fatal. A los
diez años comenzó ya a publicar, pero esta vez no una composición
propia, sino una brillante traducción al castellano de El
príncipe feliz de
Oscar Wilde.
En el mismo
año en que se inició la Primera Guerra Mundial, la familia Borges
recorrió los inminentes escenarios bélicos europeos, guiados esta
vez no por un admirable coronel, sino por un ex profesor de
psicología e inglés, ciego y pobre, que se había visto obligado a
renunciar a su trabajo y que arrastró a los suyos a París, a Milán
y a Venecia hasta radicarse definitivamente en la neutral Ginebra
cuando estalló el conflicto.
Borges
era entonces un adolescente que devoraba incansablemente la obra de
los escritores franceses, desde los clásicos como Voltaire o Víctor
Hugo hasta los simbolistas, y que descubría maravillado el
expresionismo alemán, por lo que se decidió a aprender el idioma
descifrando por su cuenta la inquietante novela de Gustav Meyrink El
golem.
Hacia
1918 lee asimismo a autores en lengua española como José Hernández,
Leopoldo Lugones y Evaristo Carriego y al año siguiente la familia
pasa a residir en España, primero en Barcelona y luego en Mallorca,
donde al parecer compuso unos versos, nunca publicados, en los que se
exaltaba la revolución soviética y que tituló Salmos
rojos.
En Madrid
trabará amistad con un notable políglota y traductor español,
Rafael Cansinos Assens, a quien extrañamente, a pesar de la enorme
diferencia de estilos, proclamó como su maestro. Conoció también a
Valle-Inclán, a Juan Ramón Jiménez, a Ortega y Gasset, a Ramón
Gómez de la Serna, a Gerardo Diego... Por su influencia, y gracias a
sus traducciones, fueron descubiertos en España los poetas
expresionistas alemanes, aunque había llegado ya el momento de
regresar a la patria convertido, irreversiblemente, en un escritor.
La
juventud ultraísta
De
regreso en Buenos Aires, en 1921 fundó con otros jóvenes la
revista Prismas y,
más tarde, la revista Proa;
firmó el primer manifiesto ultraísta argentino, y, tras un segundo
viaje a Europa, entregó a la imprenta su primer libro de
versos: Fervor
de Buenos Aires(1923).
Seguirán entonces numerosas publicaciones, algunos felices libros de
poemas, como Luna
de enfrente (1925)
y Cuaderno San
Martín (1929),
y otros de ensayos, como Inquisiciones, El
tamaño de mi esperanza y El
idioma de los argentinos,
que desde entonces se negaría a reeditar.
Durante
los años treinta su fama creció en Argentina y su actividad
intelectual se vinculó a Victoria
Ocampo y Silvina
Ocampo;
las hermanas Ocampo le presentaron a su vez a Adolfo
Bioy Casares,
pero su consagración internacional no llegaría hasta muchos años
después. De momento ejerce asiduamente la crítica literaria,
traduce con minuciosidad a Virginia Woolf, a Henri Michaux y a
William Faulkner y publica antologías con sus amigos; frecuenta a su
maestro Macedonio Fernández y colabora con Victoria Ocampo en la
fundación de la emblemática revista Sur (1931),
en torno a la cual se moverá lo mejor de las letras argentinas de
entonces (Oliverio
Girondo,Enrique
Anderson Imbert y
el mismo Bioy Casares, entre otros).
En 1938
fallece su padre y comienza a trabajar como bibliotecario en las
afueras de Buenos Aires; durante las navidades de ese mismo año
sufre un grave accidente, provocado por su progresiva falta de
visión, que a punto está de costarle la vida. Al agudizarse su
ceguera, Borges deberá resignarse a dictar sus cuentos fantásticos
y desde entonces requerirá permanentemente de la solicitud de su
madre y de su amigos para poder escribir, colaboración que resultará
muy fructífera. Así, en 1940, el mismo año en que asiste como
testigo a la boda de Silvina Ocampo y Bioy Casares, publica con ellos
una espléndida Antología
de la literatura fantástica,
y al año siguiente unaAntología
poética argentina.
En
1942, Borges y Bioy se esconden bajo el seudónimo de H. Bustos
Domecq y entregan a la imprenta unos graciosos cuentos policiales que
titulan Seis
problemas para don Isidro Parodi.
Sin embargo, su creación narrativa no obtiene por el momento el
éxito deseado, e incluso fracasa al presentarse al Premio Nacional
de Literatura con sus cuentos recogidos en el volumen El
jardín de senderos que se bifurcan (1941),
los cuales se incorporarán luego a uno de sus más célebres
libros, Ficciones (1944),
obra con que se inicia su madurez literaria y el pleno reconocimiento
en su país.
Del
peronismo a Videla
En 1945 se
instaura el peronismo en Argentina, y su madre Leonor y su hermana
Norah son detenidas por hacer declaraciones contra el nuevo régimen:
habrán de acarrear, como escribió muchos años después Borges, una
"prisión valerosa, cuando tantos hombres callábamos",
pero lo cierto es que, a causa de haber firmado manifiestos
antiperonistas, el gobierno lo apartó al año siguiente de su puesto
de bibliotecario y lo nombró inspector de aves y conejos en los
mercados, cruel humorada e indeseable honor al que el poeta ciego
hubo de renunciar, para pasar, desde entonces, a ganarse la vida como
conferenciante.
La
policía se mostró asimismo suspicaz cuando la Sociedad Argentina de
Escritores lo nombró en 1950 su presidente, habida cuenta de que
este organismo se había hecho notorio por su oposición al nuevo
régimen. Ello no obsta para que sea precisamente en esta época de
tribulaciones cuando publique su libro más difundido y original, El
Aleph(1949), ni
para que siga trabajando incansablemente en nuevas antologías de
cuentos y nuevos volúmenes de ensayos antes de la caída del
peronismo en 1955.
En esta
diversa tesitura política, el recién constituido gobierno lo
designará, a tenor del gran prestigio literario que ha venido
alcanzando, director de la Biblioteca Nacional, e ingresará asimismo
en la Academia Argentina de las Letras. Enseguida los reconocimientos
públicos se suceden: Doctor honoris
causa por la
Universidad de Cuyo, Premio Nacional de Literatura, Premio
Internacional de Literatura Formentor, que comparte con Samuel
Beckett, Comendador de las Artes y de las Letras en Francia, Gran
Premio del Fondo Nacional de las Artes de Argentina, Premio
Interamericano Ciudad de Sèo Paulo...
Inesperadamente,
en 1967 contrae matrimonio con una antigua amiga de su juventud, Elsa
Astete Millán, boda de todos modos menos tardía y sorprendente que
la que formalizaría pocos años antes de su muerte, ya octogenario,
con María Kodama, su secretaria, compañera y lazarillo: una mujer
mucho más joven que él, de origen japonés, a la que nombraría su
heredera universal. Pero la relación con Elsa fue no sólo breve,
sino desdichada, y en 1970 se separaron para que Borges volviera de
nuevo a quedar bajo la abnegada protección de su madre.
Los últimos
reveses políticos le sobrevinieron con el renovado triunfo electoral
del peronismo en Argentina en 1974, dado que sus inveterados enemigos
no tuvieron empacho en desposeerlo de su cargo en la Biblioteca
Nacional ni en excluirlo de la vida cultural porteña.
Dos
años después, ya fuera como consecuencia de su resentimiento o por
culpa de una honesta alucinación, Borges, cuya autorizada voz
resonaba internacionalmente, saludó con alegría el derrocamiento
del partido de Perón por la Junta Militar Argentina, aunque muy
probablemente se arrepintió enseguida cuando la implacable represión
de Videla comenzó a cobrarse numerosas víctimas y empezaron a
proliferar los "desaparecidos" entre los escritores. El
propio Borges, en compañía de Ernesto
Sábato y
otros literatos, se entrevistó ese mismo año de 1976 con el
dictador para interesarse por el paradero de sus colegas
"desaparecidos".
De todos
modos, el mal ya estaba hecho, porque su actitud inicial le había
granjeado las más firmes enemistades en Europa, hasta el punto de
que un académico sueco, Artur Ludkvist, manifestó públicamente que
jamás recaería el Premio Nobel de Literatura sobre Borges por
razones políticas. Ahora bien, pese a que los académicos se
mantuvieron recalcitrantemente tercos durante la última década de
vida del escritor, se alzaron voces, cada vez más numerosas,
denunciando que esa actitud desvirtuaba el espíritu del más
preciado premio literario.
Para todos
estaba claro que nadie con más justicia que Borges lo merecía y que
era la Academia Sueca quien se desacreditaba con su postura. La
concesión del Premio Cervantes en 1979 compensó en parte este
agravio. En cualquier caso, durante sus últimos días Borges
recorrió el mundo siendo aclamado por fin como lo que siempre fue:
algo tan sencillo e insólito como un "maestro".
LA OBRA DE
JORGE LUIS BORGES
Borges es sin
duda el escritor argentino con mayor proyección universal. Se hace
prácticamente imposible pensar la literatura del siglo XX sin su
presencia, y así lo han reconocido no sólo la crítica
especializada, sino también las sucesivas generaciones de
escritores, que vuelven con insistencia sobre sus páginas como si
éstas fueran canteras inextinguibles del arte de escribir.
Borges
fue el creador de una cosmovisión muy singular, sostenida sobre un
original modo de entender conceptos como los de tiempo, espacio,
destino o realidad. Sus narraciones y ensayos se nutren de complejas
simbologías y de una poderosa erudición, producto de su
frecuentación de las diversas literaturas europeas, en especial la
anglosajona (William
Shakespeare, Thomas
De Quincey, Rudyard
Kipling oJoseph
Conrad son
referencias permanentes en su obra), además de su conocimiento de la
Biblia, la Cábala judía, las primigenias literaturas europeas, la
literatura clásica y la filosofía. Su riguroso formalismo, que se
constata en la ordenada y precisa construcción de sus ficciones, le
permitió combinar esa gran variedad de elementos sin que ninguno de
ellos desentonara.
Los
inicios poéticos
Borges
había conocido en Madrid a los jóvenes escritores del grupo
ultraísta, que se nucleaban en torno al poeta andaluz Rafael
Cansinos Assens.
A su retorno a la Argentina, a comienzos de la década de 1920,
difundió entre sus pares esa nueva concepción de la poesía y las
imágenes poéticas, principalmente dentro del grupo de los
escritores vanguardistas. El primer libro de poemas de Borges
fue Fervor de
Buenos Aires (1923),
en el que ensayó una visión personal de su ciudad, de evidente cuño
vanguardista.
En 1925
dio a conocer Luna
de enfrente y,
tres años más tarde, Cuaderno
San Martín,
poemarios en los que aparece con insistencia su mirada sobre las
"orillas" urbanas, esos bordes geográficos de Buenos Aires
en los que años más tarde ubicará la acción de muchos de sus
relatos. Puede decirse que en estos primeros libros Borges funda con
su escritura una Buenos Aires mítica, dándole espesor literario a
calles y barrios, portales y patios. El poeta parece rondar la ciudad
como un cazador en busca de imágenes prototípicas, que luego
volcará con maestría en sus versos y prosas.
En 1930
publicó Evaristo
Carriego, un título
esencial en la producción borgeana. En este ensayo, al tiempo que
traza una biografía del poeta popular que da título al libro, se
detiene en la invención y narración de diferentes mitologías
porteñas, como en la poética descripción del barrio de Palermo.
Evaristo Carriego no responde a la estructura tradicional de las
presentaciones biográficas, sino que se sirve de la figura del poeta
elegido para presentar nuevas e inéditas visiones de lo urbano, como
se manifiesta en capítulos tales como "Las inscripciones de los
carros" o "Historia del tango".
Hacia
1932 da a conocer Discusión,
libro que reúne una serie de ensayos en los que se pone de
manifiesto no sólo la agudeza crítica de Borges, sino también su
capacidad en el arte de conmover los conceptos tradicionales de la
filosofía y la literatura. Además de las páginas dedicadas al
análisis de la poesía gauchesca, este volumen integra capítulos
que han servido como venero de asuntos de reflexión para los
escritores argentinos, tales como "El escritor argentino y la
tradición", "El arte narrativo y la magia" o "La
supersticiosa ética del lector".
En 1935
aparece Historia
universal de la infamia,
con textos que el propio autor califica como ejercicios de prosa
narrativa y en los que es evidente la influencia de Robert
Louis Stevenson y G.
K. Chesterton.
Este volumen incluye uno de sus cuentos más famosos, "El hombre
de la esquina rosada"; le siguieron los ensayos de Historia
de la eternidad (1936).
La madurez
de un narrador
El
accidente casi mortal que sufrió a fines de 1938 marcó el antes y
el después de su destino: de él saldría con la secuela del avance
irreversible de su ceguera y con la decisión de enfrentarse a la
creación de ficciones, cuyo primer fruto será el memorable
relato El sur,
y el libro que iniciará la ininterrumpida sucesión de sus obras
maestras:El jardín
de senderos que se bifurcan (1941).
A partir de ese momento, la vida y la obra de Borges entran en una
madurez y en una creciente divulgación en círculos concéntricos,
que sólo se interrumpirán con su muerte, casi medio siglo más
tarde.
Con ser
todo ello significativo para la vida del autor, lo más destacable
del proceso es el reconocimiento que Borges hace de sí mismo y de su
obra a partir del comienzo de los años cuarenta, y que le impulsa a
la creación de ese género a mitad de camino entre la narrativa, el
ensayo, la glosa, la sinopsis de libros que nunca serán escritos y
la investigación erudita, que definirá mejor que nada su título
acaso más representativo, Ficciones,
que en 1944 marca el ecuador de la obra de Borges, no sólo por el
nivel insuperable que alcanza, sino por la condensación genérica
que la caracterizará de allí en adelante.
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