sábado, 14 de mayo de 2011

El derecho de saber



Ángel Juárez Masares


Luisa Cuesta (madre de Nebio Melo), coherencia y valentía en la defensa de los Derechos Humanos.  (foto: Juan Angel Urruzola)


Como todos los años el segundo domingo de mayo se celebra el “Día de la Madre”. Quienes la tienen consigo habrán de cumplimentarla -más allá del carácter comercial de la fecha- y quienes no la tengan, posiblemente dejen algunas flores en su tumba. Pero sobre todo eso habrá -en este segundo domingo de mayo- algunos hijos que no tendrán ni madre ni tumba donde dejar sus flores, porque como sociedad nos hemos pasado  un cuarto de siglo discutiendo desde aspectos  jurídicos, político sectoriales, y con mezquinas apreciaciones, sobre  cómo encarar la búsqueda de las madres, hijos y esposos que mató la pasada dictadura  cívico militar.
A 25 años del regreso a la democracia el panorama político está más que confuso, y la anulación o permanencia de la Ley de Caducidad se discute desde las consecuencias políticas, tanto para los sectores de derecha como los de izquierda, y sopesando las que podría ocasionar a la interna militar; pero pocos se han puesto a discutir sobre las consecuencias de la dictadura, que aún hoy permanecen vivas en muchas familias uruguayas.
Todavía resulta conmovedora la imagen del General Bertolotti y el entonces pro secretario de la Presidencia, Dr. Gonzalo Fernández, señalándole a Macarena Gelman  un pedazo de tierra dónde –aseguraban-  estaba enterrada su madre,   María Claudia García de Gelman.
Imagen  infame, y casi una burla que inundó los medios de comunicación -sobre todo televisivos- apelando al golpe bajo (antes de la tanda y en no más de 45 segundos), para  olvidarlo rápidamente casi en el otro corte publicitario.
Está bien entonces que celebremos el día de la madre  como cada uno entienda que lo debe hacer.  Quien quiera llevar una flor al cementerio que lo haga, quien quiera sumarse a la vorágine  consumista y  demostrar su amor con un primoroso regalo, que también lo haga, pero no debemos olvidarnos de incluir en la lista a aquellos hijos que  se quedarán con sus flores sin saber donde depositarlas, o lo que es quizá más dramático, a madres esperando el beso de un hijo que nunca regresó. No nos olvidemos que también a un cuarto de siglo de vida democrática todavía hay uruguayos  reclamando el derecho de saber.

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