La poesía de
Alejandro Schmidt
Luis Benítez
Nacido en
Villa María, Córdoba, el 3 de mayo de 1955, Alejandro Schmidt, poeta, editor y
periodista cultural, es considerado, hoy, como uno de los referentes
principales de la poesía argentina contemporánea.
Su obra
se caracteriza por una permanente insatisfacción respecto de la situación del
yo en el mundo, la relación entre el individuo y la colmena social, la
precariedad de la existencia en la historia y el devenir. A través de una obra
poética de las de mayor volumen a escala nacional, Schmidt perfila
coherentemente, desde comienzos de la década de los 80 y hasta la actualidad,
una imagen del individuo, de sus conflictos y peripecias, donde es posible
detectar el aporte de las grandes voces universales –no sólo del género
específico, sino también provenientes de otras disciplinas- digeridas por una
pluma que hace décadas logró establecer un trazo propio y personalísimo,
fácilmente reconocible. A diferencia de Sören Kierkegaard, que establece la
salvación del individuo a través de la fe como única vía de trascender la
alienación obligada por la desesperación de existir, Schmidt prefiere la
desesperación en sí misma, si no como tabla salvadora, entendida por él como
fuente de iluminación y conciencia. Es así que en su larga y fructífera obra
poética logra establecer un universo personal perfectamente perfilado, rara
factura, siempre, en el panorama de cualquier segmento de la producción
cultural actual.
Poemas de Alejandro Schmidt
Silencio al fondo
con pocas
palabras
puede
escribirse todo
pero al
escribir todo
algo se
borra
lo
comprendemos por
el vacío
que aparece
y su tajo
donde
-como una
mano que
saluda al
ausente-
hundimos
la lengua.
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Mi corazón era un hotel
mi
corazón era un hotel
vestidos
de fiesta
los
huéspedes se iban sin pagar
a los
portazos
es cierto
a veces
una mujer
lloró en sus ventanas
hasta
cansarse
es cierto
yo era el
que lustraba los zapatos
es cierto
hubo
temporadas malas
problemas
de humedad
palmeras
muertas
todo eso
es cierto
también
la luna
y el loco
que cantaba
mi
corazón era un hotel
ahora
parece una casa
una
casita blanca.
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Colegiales de la noche
¿Flotan
los muertos?
su agua
¿es el
temor?
¿qué
pasaría si fueran tu mesa?
¿si no se
corrompieran
y
bailaran?
¿si
fueran colegiales de la noche?
¿cómo
aprenderíamos la oscuridad?
¿hasta
dónde podríamos mirar?
Si entre
la muerte de todos
y la
muerte mía
sólo vos
estuvieras
viva
tropezando
con cantores de madera
con las
raíces muertas del mar
con nubes
de piedra
puerta
tras puerta
y atrás
muy atrás
de tu verde corazón
el viento
impulsara
en
papeles de oro
barcos y
leones muertos
donde
viven las palabras
¿sólo una
vez?
Y
entonces
con los
poderes que otorga
la
ignorancia o el amor
abrieras
los labios
y el
silencio cayera en mis manos
¿alguien
más sería estremecido
o nuevo
como una
gota?
¿y si el
silencio estuviera muerto?
¿y si la
luz estuviera muerta?
¿y si
caminaras hacia mí
como
otras veces
y
pudieras alcanzarme y sonreír?
¿y si eso
fuera todo?
¿y si la
muerte no existiera?
¿y si
fuera una idea del tiempo
mientras
aguarda bajo el hielo
su remo y
sus batallas?
¿Adónde
van
envueltos
en hojas
en
campanas?
¿Adónde
reúnen sus espumas?
¿Y si
dieran la felicidad?
¿Y si
completaran el sol?
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