Cuentito
medieval
De como la
extensión de una vida puede ser medida tomando como patrón un año, y de los
miedos del hombre por facerlo.
Amados Cofrades:
¿Acaso alguno de ustedes se puso a pensar que nada hay de mas corta vida que el
año?...
El maldito llega cada enero en medio de
festejos; amasamos el mejor pan, matamos el mejor cordero, bebemos el mejor
vino, apostamos a él nuestros últimos maravedíes, rupias, monedas de oro, o
reales, pero lo que es aún peor, ponemos en el regazo del infante irresponsable
nuestras esperanzas. Luego –como hace siempre- el año se lanza en una loca y
absurda carrera hacia diciembre, mientras nosotros tratamos -¡ilusos!- de
alcanzarlo. Pero cuando –como ahora- aún
le quedan un par de meses a este año del Señor de 1512, uno ve con desazón que
vanos fueron los deseos y los festejos con los que fue recibido el muy cabrón.
Y así seguimos dejando nuestro dinero en las arcas del herrero que forjó
nuestras espadas, o en la del latero que dio forma a nuestras ollas. Y no
olvidéis pagarle al artesano que fabricó nuestro ábaco nuevo, pues a nadie se
le ocurre seguir usando el viejo.
Y el año avanza como loco, mientras
pagáis los nuevos cucharones y cazos que os pidió vuestra mujer, pues es
cuestión de orden que en su cocina esté “lo último” (siglos después seguro que
a esto le llaman “consumismo”).
Por eso, Nobles y pacientes Amigos que
me otorgáis con generosidad vuestra atención, es menester estar prestos al paso
del año, no para ganarle, pues esa industria es imposible, sino para sacarle el
máximo provecho. Exprimámosle el gaznate al muy traidor. Cada hora, cada
espacio ínfimo de tiempo debe ser sabiamente aprovechado, tanto en la labor
como en el placer.
Dígoles a los jóvenes mancebos y a las
vírgenes doncellas, que vivir intensamente no significa extenuarse en el
sacrificio ni refinarse en el jolgorio, sino poner en la balanza las medidas
justas de una y otra cosa. La juventud que no sabe trabajar tan desdichada será
como la que no sepa divertirse.
Dígoles que toda actividad debe tener un
propósito consciente; malo es no hacer nada sin saber en realidad por qué lo
hacéis, y malo es empezar obra alguna sin estar decidido a concluirla. Solo
habrá de llegar a buen puerto el navegante que confíe tanto en su vela como en
su brújula.
Por esas
y otras muchas razones lanzamos nuestra mirada y nuestra pullas al año,
como un espacio de tiempo marcado por el hombre, que convirtió a ese mismo
hombre en un esclavo.
No hablamos hoy de una vida…para qué, si
ella cabe en todo un año y a veces puede hasta sobrar. Recordad, fieles
Cofrades, que los grandes hombres que ha dado la humanidad han sido aquellos
que supieron contar sus minutos tal como el avaro cuenta su dinero, y que los
perezosos viven hastiados y se desesperan, no hallando entretenimiento para sus
días interminables. Los hombres activos no conocen el hastío, y tienen por
fortuna el don de multiplicar las horas del día, los días de la semana, y los
meses de los años, y he ahí el secreto de la victoria.
Pero sobre todo, no dudéis jamás de
vuestras fuerzas, ni os dejéis atrapar por el temor.
Manos que tiemblan no podrán nunca
apartar del paso obstáculo alguno; el cobarde no portará jamás bandera o
estandarte, y su mano no podrá nunca moldear una figura en la arcilla digna de
la historia.
Sin embargo para ello basta un año, y
buena cosa es –os lo aseguro- no dejar para diciembre el recuento de las cosas
que hicimos, y de las que aún nos restan por hacer. De esa manera quizá podamos
escatimarle al año algunas esperanzas, y cuando fenezca en el último día de
diciembre, estaremos mejor preparados para enfrentar a 1513 cuando irrumpa
berreando por la puerta de nuestro calendario.
Moraleja:
Joven que no tomáis el tiempo por el rabo; os digo que no se cosecha el grano sin
sembrarlo, y que además corréis el riesgo que el rey Joseph “El Feo”… os diga
nabo.
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