Hablando de Bueyes
Perdidos
Las mayores inundaciones en la
historia del Uruguay
Para que nadie pierda de vista, que siempre las
cosas pueden estar peor
Ángel Juárez Masares
Allá por el año 1959, un
día comenzó a llover y no paró; los ríos y arroyos comenzaron a salirse cauce y
poco a poco las ciudades y pueblos levantadas a sus orillas vieron como el agua
avanzaba por las calles e inundaba las casas.
A partir del 24 de marzo
comenzó a llover en todo el territorio uruguayo y no escampó hasta el 23 de
abril. Esta inesperada situación desbordó las previsiones y los recursos y
generó una catástrofe nacional.
Padecida en todas partes,
la exuberancia pluvial inundó poblaciones enteras, tiró abajo líneas
telefónicas, alteró sustancialmente el sistema de transporte y creó serios
problemas en el abastecimiento de energía eléctrica. Particularmente grave fue
la situación de la represa de Rincón del Bonete sobre el río Negro, curso de
agua que recibió el mayor caudal. En el Norte del país las lluvias registradas
en el mes de abril arrojaron un promedio superior a 600 mm . En la zona de
Tacuarembó Chico se registró el máximo absoluto de 1.200 mm . La lluvia
promedio anual en esa región es de 1.100 mm .
En la cuenca del río Negro
las lluvias extraordinarias registradas alcanzaron un promedio de 608 mm , provocando una
crecida que excedió el doble de los caudales máximos anotados en 50 años de
observaciones. Las precipitaciones excedieron ampliamente las previsiones de
los proyectistas de la obra de la represa, que habían estimado la creciente
máxima en 9.000 m³/s. La onda de crecida que llegó al embalse tuvo un pico
máximo de aportes de 17.300 m³/s. Aguas abajo, dicho pico resultó reducido casi
a la mitad por el efecto regulador del embalse. El desagüe máximo alcanzó a más
de 10.000 m³/s, al llegarse al nivel +85 metros en el embalse.
Las lluvias del 15 y 16 de
abril, con registros de 70 y 94,7
mm , fueron las causantes de la crecida excepcional e
inundación catastrófica en la ciudad de Paso de los Toros, elevando de los aportes
al embalse de 10.000 m3/s a 17.300 m3/s, y la erogación de agua de la represa a
Paso de los Toros de 5.000 a
10.000 m3/s. De no haber existido la represa, el caudal en Paso de los Toros se
hubiera duplicado, con 17.300 m3/s para el día 23 de abril, de consecuencias
mucho peores que las que sucedieron. El día 16 de abril el lago sigue en rápido
ascenso, a pesar del desagüe por el vertedero y por las turbinas, subiendo a
razón de 40 cm
por día.
El día 17 de abril se
registró el nivel del embalse en la cota +82,33 (07:00 AM). Ese día la cota de
nivel del embalse y las lluvias ocurridas hasta esa fecha, superaba los máximos
caudales esperados en el proyecto del Dr. Ing. Adolfo Ludín, lo que dificultaba
la predicción de lo que sucedería en los días subsiguientes; el desbordamiento
de la represa e inundación de la población de Paso de los Toros. El mismo día 17 a la hora 18:00 el
Directorio de UTE, empresa propietaria de la Central Rincón del
Bonete, y el Consejo Nacional de Gobierno, emiten la orden de dinamitar el
dique lateral de tierra de la represa, en un intento por aliviar el caudal de
agua que desbordaba la misma, evitando un posible rotura del dique de hormigón
y que un aluvión de agua mucho mayor se abatiera sobre Paso de los Toros. La
urgente voladura del dique de tierra, para salvar a Paso de los Toros de la
rotura del dique principal, sería denominada “Operación Terraplén”.
Esta somera crónica de los
hechos deja fuera las angustias ocasionadas por el fenómeno climático que,
naturalmente tuvo una serie de connotaciones de todo tipo; económicas,
sociales, y políticas.
Sin embargo, de aquel
episodio nos quedó grabada la solidaridad de la gente. Aún recuerdo –pese que
entonces tenía diez años de edad- los camiones cargados con pertenencias de
familias “evacuadas” que llegaban al barrio, donde los vecinos hicieron lugar
en sus casas para alojar a esos hombres, mujeres, y niños, muchas veces
desconocidos.
Los hombres se movían bajo
la lluvia cargando muebles que hacinaban en los galpones de las casas, y los
infantes veíamos como nuestra casa se “dividía por la mitad” para que los
Martínez, Pérez, o Romero tuvieran su “privacidad” y protección.
Mientras todo eso
acontecía, la amenaza latente de una posible rotura del dique de Rincón del
Bonete reunía a los hombres, quienes especulaban acerca de tal eventualidad.
Algunos opinaban que
debían permanecer en los lugares altos de la ciudad, otros, que se debían
organizar para partir en camiones alejándose del río en cuanto se conociera la
noticia, y otros se aferraban a la idea de hacerlo llevando solo algunas ropas
y la documentación de las viviendas.
Si bien el Gobierno tenía
planes de contención, la preocupación de los hombres estaba en el pánico, y
quizá no estuvieron equivocados, pues solían salir vehículos con altavoces a
altas horas de la noche propagando las medidas dispuestas para el caso de la
rotura del dique, lo cual no contribuía precisamente a la tranquilidad pública.
De todas maneras eso no
ocurrió, pero quienes vivimos aquellas largas semanas de incertidumbre
aprendimos la lección mas importante de nuestras vidas: dar una mano cuando el
otro la necesita. Por eso decimos hoy; nadie pierda de vista, que las cosas
siempre pueden estar peor.
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