Detectives de las guerras
La arqueología de campos de
batalla comienza a desarrollarse en Uruguay.
LUIS
PRATS
Seguramente
se llamaba John, aunque su apellido haya sido olvidado. Era un riflero del
Regimiento 95° del Ejército británico y había llegado al Río de la Plata en la campaña de
conquista dispuesta por su corona. En la fría madrugada del 7 de junio de 1807
vadeó con sus compañeros el arroyo San Pedro, en lo que hoy es el departamento
de Colonia, a la búsqueda de las tropas españolas. Lo esperaba Juan nadie
recuerda cuánto, alistado como voluntario en Buenos Aires para combatir a los
invasores ingleses. Cuando estuvieron frente a frente, John disparó -integraba
un cuerpo de elite que después peleó en Waterloo-. Juan tal vez cayó muerto,
tal vez huyó. Fue casi un fusilamiento. Ciento veinte defensores del Virreinato
quedaron en el campo; apenas cinco invasores corrieron la misma suerte.
El
combate de San Pedro de 1807 encierra una importancia clave para los
historiadores: fue uno de los pocos episodios de las guerras napoleónicas que
tuvieron lugar fuera de Europa y el único en América del Sur cuyo sitio se
encuentra relativamente intacto. Además, es el primer caso de un relevamiento
completo de arqueólogos de campos de batalla en Uruguay.
Diego Lascano,
investigador argentino residente desde hace años en Colonia, especializado en
historia militar y en arqueología de campos de batalla, autor de varios libros
sobre el tema, descubrió hace algunos años que San Pedro no quedaba lejos de su
casa. Lo visitó en 2005 y con una primera mirada encontró vestigios que
ameritaban un relevamiento más profundo. Pese a los dos siglos transcurridos,
el terreno se presentaba casi sin cambios, aunque existía allí una plantación
de sorgo. Los vecinos le contaron que cada tanto aparecían en la zona algunas
balas de cañón y otros objetos muy antiguos.
"Estuve
dos años haciendo prospección visual y aparecieron bastantes cosas en la
superficie. Además, investigamos más de 2.000 documentos, sobre todo en Buenos
Aires. Luego se pidió autorización a la Comisión de Patrimonio y se obtuvo apoyo
financiero de la embajada Británica en Uruguay y de la Fundación Colonia
Antigua-HSBC, antes de dar lugar al trabajo de los arqueólogos de la Universidad de la República , Leticia
García, Virginia Pereira y Ezequiel Fernández Inverzo, responsables del
proyecto de prospección arqueológica ante Patrimonio. También contamos con el
auspicio de la Asociación
de Amigos de los Museos Militares del Ejército", relata.
Los
arqueólogos definieron "corredores", sectores de 100 metros de Este a
Oeste y de 150 metros
de Norte a Sur, por donde se pasó el detector de metales. "Y siguieron
apareciendo cosas, algunas en la superficie y otras hasta unos 40 centímetros de
profundidad", recuerda.
Se
trabajó hasta 2011 y se encontraron 171 artefactos: balas de diverso calibre,
trozos de armas, hebillas de cinturones o calzado, una pipa, una ficha de
juego, un botón de uniforme, un fragmento de una diminuta águila imperial de
cristal, una moneda de plata de medio real español con la efigie de Carlos IV,
entre otros objetos.
Los
objetos hallados en San Pedro están en custodia en la Fundación Colonia
Antigua, a la espera de su exhibición en un museo, y de ninguna manera se
venderán. "Estamos obligados a proteger y conservar el patrimonio
histórico y a crear conciencia al respecto en los particulares", dice
Lascano.
El
combate duró apenas unos 20 minutos, pues los españoles huyeron despavoridos
cuando empezaron los tiros. Sin embargo, hacía tiempo que españoles y británicos
estaban frente a frente, incluso por vía postal. Francisco Xavier de Elío,
veterano de las guerras de África y la península ibérica, había sido enviado
desde Buenos Aires para desalojar a los ingleses de Colonia del Sacramento, que
habían tomado luego de conquistar Montevideo. Pese al fracaso de su primer
ataque, en mayo, Elío mandó una carta repleta de bravuconadas al teniente
coronel Denis Pack, jefe de las fuerzas enemigas en esa zona. Después
estableció campamento en un paraje elevado junto al arroyo San Pedro. Sus
fogatas en la madrugada alertaron sobre su presencia a los ingleses. La tropa
profesional de Pack fue demasiado para los hombres de Elío, en su mayor parte
milicias formadas por voluntarios sin entrenamiento.
LITTLE BIG HORN
La arqueología de campos de batalla es una
disciplina muy reciente. Surgió en 1983, tras un incendio casual en los campos
de Little Big Horn, lugar del famoso enfrentamiento entre las tropas del
coronel George Armstrong Custer y los sioux del jefe Tasunka Witko (Caballo
Loco), en el estado de Montana, Estados Unidos. Los vestigios encontrados
permitieron definir por balística la trayectoria de los combatientes. "En
Uruguay existen más de 200 campos de batalla que han dejado vestigios, aunque
se han ido depredando o los objetos fueron recogidos de forma no
académica", comenta Marcelo Díaz, coordinador del proyecto de San Pedro.
"Un
campo de batalla es un yacimiento. Antes se pensaba que era una colección de
reliquias y nada más. Una batalla es un proceso muy dinámico, que ocurre en
pocas horas o días y deja pocos vestigios, porque todo el material se recoge
enseguida. Solo queda lo oculto, hundido o en la vegetación, y no es fácil
ubicarlo", añade.
"Los
ejércitos que combatieron en nuestro territorio por lo general fueron pobres
-indica Lascano-. En el campo de batalla no se dejaba nada, se retiraban todas
las armas y se llevaban los uniformes. Los muertos se enterraban desnudos en
fosas comunes o se los dejaban a los carroñeros. Se encuentran solo los
desechos, pero son muy útiles porque sirven para ver las características del
combate: municiones, restos de armas, objetos personales como botones o
monedas. Armas enteras es imposible. La madera y lo textil se pierden por la
acidez del terreno".
¿Y qué
pasó con los muertos en combate? "El tema de los restos humanos es muy
delicado. Si llegamos a encontrar esos restos, los marcamos y denunciamos a la Policía ", explica. En
San Pedro se hizo una fosa común en aquel 1807. En Manantiales, otra batalla
que Lascano y Díaz investigan, quedó el cadáver descuartizado del general
Anacleto Medina. Díaz tiene la certeza de que los huesos están allí pero se
necesita un georradar para ubicarlos.
Los
vestigios están sometidos a la acción de la naturaleza, los animales y el
hombre. Por los viejos campos de batalla pasan la erosión y los arados (si no
se edifica arriba, como en Las Piedras). Y existe otro peligro, el huaqueo, que
es el robo de material arqueológico. Incluso un objeto encontrado de
casualidad, sin su registro de contexto, pierde su valor histórico. "El
material le pertenece a todos, no es un souvenir para llevarse a casa",
destaca Lascano.
Por eso,
cuando encuentran algo, los investigadores no lo tocan: primero le toman una
foto en el lugar del hallazgo, con diversos registros, y recién después lo
levantan. Si aparece algo de valor histórico, es un éxito. Pero la mayor parte
de las veces el detector de metales encuentra otra cosa. "Es muy
frustrante escuchar el chirrido del detector y luego ver que es un
tornillo", dice.
PASO DE MORLÁN
Uno de
los trabajos en curso por parte de "Campos de Honor", el proyecto de
Lascano y su equipo interdisciplinario, es la acción de Paso de Morlán, breve
enfrentamiento entre tropas del régimen de Gabriel Terra y fuerzas
revolucionarias integradas por ciudadanos blancos independientes, batllistas,
socialistas y comunistas.
Aquel 28
de enero de 1935 chocaron 72 revolucionarios con 52 soldados y guardiaciviles
en el paso de ese nombre sobre el arroyo Colla, en el departamento de Colonia.
El trabajo no será fácil, porque es una zona inundable y hoy cubierta además
por densa vegetación, pero aparecieroncasquillos de municionesque reflejan
fielmente lo ocurrido en aquel episodio. Hubo tres muertos en filas
revolucionarias y dos en las del gobierno, pero nadie pudo cantar victoria,
pues los hechos se desarrollaron de manera confusa.
Incluso
apareció allí material del siglo XIX, señal de alguna otra acción bélica muy
anterior. El paso era un nudo de comunicaciones, por lo cual resulta lógico que
se haya peleado más de una vez por dominarlo. "Hay que ir entonces a los
archivos de nuevo para descubrir de qué se trató. Hacemos los dos caminos, de
lo documental al terreno y del terreno a lo documental" comenta Lascano.
"Conocimos
al último sobreviviente de Morlán, Leopoldo Pignataro, y no sabía bien cómo
había sido el episodio. Es lógico, los combatientes están más preocupados en
sobrevivir que en ver cómo es el combate. Cada bando hace su parte de batalla a
partir de lo que informa cada jefe. Nosotros cotejamos todas las versiones,
vemos las coincidencias y las contradicciones, vamos al terreno y
comparamos", añade.
Otros
objetivos de este grupo son la batalla de Manantiales, librada el 17 de julio
de 1871, sangriento episodio de la Revolución de las Lanzas, y el combate de Nico
Pérez, el 3 de noviembre de 1910 entre fuerzas nacionalistas y el ejército
gubernista.
Lascano y
su equipo tienen un "pacto de honor" con los propietarios de los
predios: no pueden alterar la dinámica si es un campo productivo y se adaptan
siempre a la estación. "Por eso siempre hay una tarea de coordinación
previa. Buscamos ser lo menos invasivos posible", explica.
Leopoldo
Pignataro tenía 21 años y un fusil que no disparaba, pero aquel día en Paso de
Morlán estaba en la línea de fuego. El jefe notó su nerviosismo y le preguntó
qué le pasaba. Le contó lo del arma, que el superior tampoco pudo hacer
funcionar y entonces lo mandó al campamento para que no arriesgara su vida de
forma absurda. Al llegar se encontró con un rostro familiar en un joven de
traje, corbata y anteojos. Recordó haberlo visto en un comentario de El País
referido ala novela Sombras sobre la tierra, de reciente publicación. Resultó
ser el escritor Paco Espínola, cuyo fusil también era inservible. El alzamiento
de hombres idealistas pero mal armados y sin entrenamiento duró apenas nueve
días y fue aplastado por el régimen. Paco fue hecho prisionero, pero vivió para
contarlo.
CONCLUSIONES
"Del
combate de San Pedro hay poca literatura: un informe muy técnico del comandante
británico, dos relatos de sus soldados muy diferentes entre sí y uno de un
soldado criollo que peleó con Elío. Leyendo los partes uno se hace una idea de
la batalla, que luego coteja en el lugar donde se combatió", dice Lascano.
Los
sitios donde aparecieron vestigios fueron debidamente marcados y señalizados
con Google Earth, para buscar patrones en el desarrollo del combate.
Las
conclusiones del trabajo aún están en una etapa preliminar. "En todo caso,
el material hallado ha servido para ratificar todos los documentos consultados
sobre la acción: posiciones de los contendientes, movimientos de tropas,
direcciones de tiro y sucesos particulares, como la explosión del carro de
municiones de Elío. Asimismo, los hallazgos han aportado valiosísimos datos
sobre unidades que no estaban mencionadas en los `papeles` y detalles muy
específicos sobre el tipo de armamento portátil y artillería utilizados en el
combate, que, en muchos casos, se corresponden con la documentación consultada
sobre los preparativos de la expedición de Elío para contrarrestar la ocupación
británica de Colonia", comenta Lascano. De cualquier forma, ya San Pedro
no es un rincón más del departamento. La Intendencia colocó un cartel señalando el sitio
histórico. En 2007 se instaló un monolito conmemorativo frente al predio, sobre
la ruta 21. Allí, el Regimiento de Patricios del Ejército Argentino tributó un
homenaje a sus caídos.
Pese a la
derrota en San Pedro, Elío mantuvo su influencia militar y política. Fue
designado gobernador de Montevideo y alcanzó bastante prestigio popular. Luego
de la Revolución
de Mayo, la Corona
lo nombró virrey del Río de la
Plata pero el avance de la insurrección le aconsejó regresar
a España. Cuando su país se unió a Gran Bretaña para combatir a Napoleón, Elío
estuvo junto a Packa las órdenes del duque de Wellington en la batalla de
Waterloo, que en 1815 cambió el curso de la historia europea. Allí, Pack venció
al mariscal Ney con su 9a. Brigada Británica, por lo cual fue condecorado. Elío
volvió a los conflictos internos españoles y se puso del lado del absolutismo.
Al final fue destituido, degradado y condenado a muerte mediante el cruel
sistema del garrote vil (1822). Otros combatientes de San Pedro, quizás John y
Juan, están enterrados en una fosa común desde aquella mañana desapacible de
1807, anónimos aunque ahora ya no tan olvidados.
ATRÁS DE LOS MITOS
"La
arqueología de campos de batalla puede destruir mitos o interpretaciones
históricas. Por ejemplo, si un día vamos a Sarandí, y encontramos muchos
vestigios de municiones, no será verdad aquello de `carabina a la espalda y
sable en mano` que ordenó Lavalleja. Pero eso exige un estudio muy
profundo", asegura Marcelo Díaz. En cambio, es improbable que de Masoller
salga algo nuevo, pues el campo donde cayó Aparicio Saravia ha sido ya
depredado, indica.
Extraído
de: www.elpais.com.uy/
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