Ángel Juárez Masares
Cada fin de semana, en Fray Bentos, basta solo levantar la
vista al cielo para ver descender suavemente los coloridos paracaídas. No
“caen”. Simplemente navegan por el aire; se deslizan aprovechando las
corrientes y en determinado momento parecen detenerse, y uno aguanta la
respiración tratando de ver de qué hilo invisible se encuentran suspendidos.
Son los integrantes del Grupo Edison Ogliari, pertenecientes a la Brigada “Raúl Cardozo” que
–una vez mas- ejercen su vocación de pájaros.
La curiosidad por conocer las razones por las cuales
algunos hombres prefieren practicar este deporte, nos llevó a conversar con el
Instructor Enrique López Ribolla, quien nos recibió en el Aeroclub de Fray
Bentos donde mantuvimos una amena charla.
“Comencé a saltar cuando tenía 16 años, pero fue en Argentina pues acá no estaba permitido hasta los 18. Hoy llevo 25 años en esta actividad, y tengo alrededor de 1.200 saltos” –dijo López Ribolla al ser consultado sobre sus inicios en esta actividad- “tengo unos 12 años como Instructor, estuve un tiempo radicado en Chile, donde también formamos una Escuela. Actualmente si bien la base está acá en el Aeroclub de Fray Bentos, donde he formado paracidistas, yo estoy radicado por temas laborales en Paysandú, donde armamos allí también una Escuela de Paracaidismo que cuenta ya con tres tandas de alumnos”.
Al solicitarle detalles de los cursos, señaló que tienen
una duración de dos meses y medio, y se imparten en dos clases los fines de
semana.
“Como no vivimos de esto y todos tenemos naturalmente
otras ocupaciones, debemos trabajar acá sábados y domingos. Se les dan clases
teóricas, y se hacen simulacros y entrenamiento para todos los pasos. El curso
tiene un costo de 450 dólares, donde
están cubiertos los primeros saltos del alumno; las plazas que exige la Ley para que el instructor
vaya con ese alumno y todo el material que se le proporciona. Parte de ese
dinero queda para un fondo del Aeroclub para la compra del material que se va
desgastando”.
Enrique López Ribolla |
¿Por qué saltar?
En torno a esta interrogante casi obvia para quienes no
están vinculados al paracaidismo, López Ribolla respondió; “en mi caso
particular, yo hacía gimnasia olímpica con una persona que después resultó ser
mi instructor de paracaidismo. Él ya lo
practicaba en ese momento y yo me empecé a arrimar acá al Areroclub. Veía que
bajaban felices y entonces pensé que no podía ser tan embromada la cosa. Me
interesó tanto que hice el curso, y de ahí empecé a saltar. Hay otra gente que
le gustan los deportes generadores de adrenalina, no solo volar, sino que han
saltado desde puentes”.
Acerca de las posibilidades de un neófito de vivir esa
experiencia, dijo que “hoy existe la opción de hacer saltos en tándem, que antes
no se hacían en el Uruguay. Se trata de saltar con un instructor. Se le pone un
arnés, de le da una charla de diez minutos y tienen cero preocupación. Solo ir,
saltar, y disfrutar a pleno. Claro, los primeros saltos, cuando uno hace el
curso y empieza a saltar solo, toda esa adrenalina es ansiedad, nerviosismo,
pero después es un disfrute total. Todo el nerviosismo inicial se transforma en
una sensación de bienestar. Es como una persona que le encanta le fútbol y está
esperando el fin de semana para ir la cancha. A nosotros nos pasa lo mismo.
Queremos que llegue el fin de semana para saltar, y si estamos sin hacerlo por
diferentes razones, mal tiempo, trabajo, o lo que sea, el cuerpo mismo te pide
hacer algún salto porque uno está acostumbrado a eso. En el caso de los saltos
en tándem, éstos de hacen desde casi 9 mil pies, que es el doble de la altura
que salta el alumno las primeras veces.
Se busca con esto que quien lo hace viva todas las emociones posibles,
teniendo en cuenta que lo hará por una única vez. Tendrá unos treinta segundos
de caída libre, y se le permitirá además manejar el equipo bajo la supervisión
de un instructor, es decir, vive todo lo que es el paracaidismo, en un solo
salto. Si después decide tomar cursos, tendrá que hacerlo con las normas y
reglas establecidas. El costo del salto en tándem es de $ 4.500” .
La muerte de Edison Ogliari
“Después del accidente de Edison Ogliari se hizo un cambio
–continúa relatando López Ribolla- pues
ya no había paracaidistas de la
Brigada “Raúl Cardozo”, aunque en realidad no se le cambió el
nombre a la Brigada.
Ocurre que veníamos funcionando juntos, pero ya prácticamente
no queda gente de la que se inició con Raúl Cardozo. Tenemos mas alumnos que
vienen de Ogliari, y después –a raíz de la relación tan estrecha que había con
él- decidimos funcionar como Grupo Edison Ogliari. Nosotros con Edison teníamos
una relación excelente, muy linda, familiar, digamos, por el tipo de persona
que era. A todo el mundo le llegaba de una manera muy especial, y el accidente
fue un golpe muy duro para todos. Ocurrió en un evento en Paysandú, cuando se
estaba inaugurando la pista asfaltada del aeropuerto. Estaba lleno de gente
pues se estaba haciendo una exhibición, y a Edison se le ocurre probar un
paracaídas nuevo, mas chico, mas rápido del que él estaba habituado a usar, y
que tenía un compañero paracaidista argentino que se lo prestó. Pensamos
después que quizá no era el momento ideal para cambiar de equipo, en una
exhibición…con tanta gente. Edison hizo una maniobra a poca distancia del suelo
con ese paracaídas nuevo que no conocía, muy rápido para lo que él estaba
acostumbrado, y tuvo un aterrizaje…muy fuerte. Quizá estas cosas convienen
probarlas en otro momento, mas tranquilos y en otras circunstancias.
Edison Ogliari era el único de los alumnos de Raúl Cardozo
que estaba en actividad. Cardozo termina los cursos acá, y al otro fin de
semana viniendo para Fray Bentos es cuando tiene el accidente. De ahí ellos,
con todo lo que habían aprendido, y con mucho esfuerzo lograron sacar adelante la Escuela de Paracaidismo y
ponerle como nombre Raúl Cardozo”.
Finalmente preguntamos a López Ribolla acerca del evento
que mas recuerda, y nos dijo lo siguiente: “es el que se hizo en Salto en
setiembre de 2010, con instructores de los Estados Unidos, y participantes de
Argentina, Brasil, y Paraguay. Saltamos de un “Hércules”, avión de la Fuerza Aérea que
lleva fácilmente 90 paracaidistas, y batimos el record Nacional con una
formación de 42 paracaidistas. En esa formación estuvimos tres paracaidistas de
Fray Bentos, y fue una experiencia que jamás olvidaremos, por lo que
aprendimos, y por haber tenido la oportunidad de participar en ese logro”.
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