Apuntes de pintura
ALEA JACTA EST
Ángel Juárez Masares
La
expresión "pasar el Rubicón" significa dar un paso decisivo asumiendo
un riesgo, y proviene de una anécdota histórica. El Rubicón era un pequeño río
que separaba a Italia de la
Galia Cisalpina. El Senado romano, para impedir el paso de
tropas procedentes del Norte, declaró sacrílego y parricida a aquel que con una
legión o con sólo una cohorte se atreviera a cruzar el río. Sin embargo, Julio
César, a quien el Senado había rehusado nombrarle Cónsul y a quien -por
instigación del cónsul Pompeyo- había ordenado dejar el mando y licenciar a sus
tropas, decidió marchar sobre Roma para derribar a Pompeyo.
Cuando
en el año 49 antes de Jesucristo, César llegó a orillas del Rubicón, después de
unos momentos de reflexión acerca del peligro que entrañaba franquear dicho
río, se decidió a vadearlo, diciendo: Alea jacta est (La suerte está echada).
Sabía que este hecho desataría la Guerra Civil contra Pompeyo, pero esa, es otra
historia.
¿Por
qué hacemos referencia a este episodio que parece no tener nada que ver con
“apuntes de pintura”? Porque cuando uno se detiene al borde del caballete (de
la hoja en blanco, del torno de moldear, de la clave de Sol), es como estar a
la ribera de un Rubicón al que hay que atravesar, y cuando la decisión se toma
con responsabilidad: Alea jacta est.
La
historia del arte nos sume en la incertidumbre. No nos muestra en realidad mas
que pequeños instantes en la vida de los grandes creadores, y nada de quienes
–siendo poseedores de gran talento- no pudieron atrapar ese ramalazo de genio
que permitió a Picasso pintar “Guernika”, o trazar las curvas aparentemente
descuidadas de su “Paloma”.
El
arte es lo contrario de las ideas generales, describe solo lo individual, no
desea sino lo único. No clasifica, desclasifica.
Sin
embargo, el paso decisivo en la historia del individualismo se da con el
desplazamiento del centro de interés de la obra, a la capacidad de realización
de la misma, y este paso solo pudo ser posible cuando la forma de expresión
personal se hizo mas significativa que el contenido mismo de la expresión.
Miguel
Ángel es el primer artista moderno solitario, impulsado desde su interior por
una fuerza sobrehumana; no solo porque se hallaba poseído por su idea, sino
porque con él, el individualismo alcanza su forma propiamente moderna y
problemática. Una forma que se ubica mas allá del concepto renacentista de
equilibrio entre obra y personalidad, realización y capacidad de realización,
voluntad artística y logro. Miguel Ángel no siente como una traición el
refugiarse en los “brazos de Cristo” cuando ya no fue capaz de soportar el peso
del conflicto entre los elementos cristianos y paganos del arte renacentista;
todo lo contrario, estaba seguro que solo así podía seguir siendo fiel a si
mismo.
La
historia del arte nos sume en la incertidumbre –dijimos mas arriba- y quizá
podamos agregar que tal incertidumbre surge de la intención del hombre por
entender la historia.
La
misma dificultad de entender cabalmente a los demás, obliga al artista a
refugiarse en la individualidad. De ahí que la mayoría de las veces los grupos
o asociaciones de pintores demasiado numerosas estén condenadas al fracaso
–sobre todo al momento de encarar
acciones colectivas- pues invariablemente prima el individualismo. No quiere
decir esto que no sea posible el trabajo colectivo, pero para que ello
prospere, deben darse condiciones muy particulares en la personalidad de
quienes lo aborden, como la relativización del afán de protagonismo (inherente
a la condición humana), la solidaridad genuina entre las partes, y la visión
puesta en un objetivo común. Si esto se logra habrá resultados, mas la obra no
dejará de ser una “unión de individualidades”, antropológicamente inevitables,
y que tampoco estarán ocultas a la vista de quien sepa descubrirlas.
Asumiendo
y admitiendo ser recurrentes, ponemos énfasis en el rigor y la pasión que nos
debemos cuando nos enfrentemos a la tela o tabla. Quien aspire a ser llamado
artista deberá tener presente que una vez decidido a ello; Alea jacta est.
La
pintura es una disciplina dura, y si alguien lo duda que estudie a Leonardo; quien
necesite “terapia” que vaya al psicoterapeuta, quien desee comenzar a pintar
que lo haga sabiendo que nunca aprenderá porque no le alcanzará el tiempo que
viva. Tampoco es necesario ser un genio; para ser digno de llamarse artista
será suficiente buscar el “techo” de nuestra capacidad intelectual, y de cada
uno dependerá saber cuántos escalones tiene su escalera.
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