Cuentito Medieval
De como el hombre suele confundir el “tener” con el “sentir”, y de
las complicaciones questa industria le
acarrea
Escriba Medieval
Amados Cofrades: hurgando en
antiguos pergaminos encontré una breve historia que hoy deseo compartir con
vosotros: dicen que había una vez (porque así debe comenzar toda historia que
se precie de tal) un Señor feudal muy rico que invitó a un amigo muy pobre a
contemplar su colección de valiosísimas joyas (que si no fuesen valiosísimas no
serían joyas). Al terminar la visita el hombre pobre se despidió diciendo: -os
agradezco hayáis tenido la bondad de compartir conmigo este tesoro-
-¡Cómo compartido!- exclamó el hombre rico- ¡si solamente lo habéis
mirado!-
-¿Y qué otra cosa podéis vos hacer con él?- respondióle el hombre
pobre.
Deste insignificante episodio ocurrido en alguna parte desta pequeña y
lejana comarca, se desprende que existe una clara diferencia entre “tener”, y
“sentir”, y que el día que los hombres pongan énfasis en lo segundo, recién
entonces se podrá considerar que no serán esclavos de sus posesiones
materiales.
Algunos relatos orales aseguran que el hombre pobre solía recoger
algunas rocas en los lechos de los ríos, a las que luego rompía para traer al
presente historias del pasado remoto. Dentro desas rocas el hombre contemplaba
minúsculos caracoles que la presión de milenios de evolución habían tornado en
piedra.
Acaso podéis pensar que el asunto es igual al del hombre rico que
atesoraba joyas, pero no. La diferencia estaba en que el hombre pobre “sentía”
sus piedras, y el rico nada mas las “tenía”.
Quizá uno de los males que nos aquejan en este año del Señor (Feudal)
de 1512, sea la falta de freno para la ambición humana. Los hombres quieren
“tener” todo, y esa ceguera mental les impide darse cuenta que en realidad la
premisa es “sentir” todo.
Prestad atención –gentiles y pacientes integrantes de esta Cofradía-
el hombre suele decir que mas vale ave en
el talego que ciento volando, pero en realidad es una manera de compensar
la frustración de no poder “tener” toda la bandada.
En resumen, el hombre se miente, y no solo cuando de tesoros se trata,
también se miente cuando dice: con lo
poco que tengo soy feliz, pues a lo sumo está contento. En la medida que
aprenda a otorgarle mas valor al “sentir” que al “tener”, quizá pueda
aproximarse a eso que llaman felicidad.
Pero la idea de “posesión” va mucho mas allá, el hombre cree que la
mujer que a su lado duerme, que los hijos que en el patio juegan, que el buey
que su arado arrastra, que el burro que su noria gira, y que el amigo que en su
mesa bebe, le pertenecen. No piensa que todo cuanto le rodea es prestado, y no por
mucho tiempo, solo por ese instante que su vida dura; nada, para la infinitud
del universo. Y el hombre se levanta todas las mañanas empeñado y empeñando las
horas del día en “tener”; y se acuesta cansado para levantarse al otro día (aún
mas cansado) creyendo que su silo tiene mas trigo, su talego mas monedas, su
bodega mas vino, y su mujer mas amor. Claro… el afán por “tener” no le permite
al desdichado “sentir” a la mujer que a su lado duerme, saber que las monedas
del talego no son mas que un objeto de cambio, disfrutar la maravilla de la
espiga mecida por el viento, o dejarse invadir por el perfume del vino en los
toneles.
Y el hombre –Amados Cofrades- se empeña en la lucha por “tener” como si nunca se
fuera a morir. Y no se trata de vivir pensando en la parca, nada de eso; cosa
inteligente es no pensar en Ella, pero ocurre que el hombre vive pensando en lo
que hizo ayer y elucubrando lo que hará mañana, olvidándose que la estrategia
es “ahora”, y que el instante que llaman “presente” es tan efímero que después
de escribir la palabra siguiente, ya es “pasado”.
Ya lo se. Muchos de vosotros dirán (no sin razón) que los humanos
conflictos no habrán de resolverse con fórmulas mágicas, ni chácharas de viejos
escribas medievales, y verdad es que por eso mismo el hombre se resiste a
despojarse del “tener”; unas veces lo hace por capricho, otras veces porque le
resulta cómodo, otras porque pretende “compensar” sus frustraciones, y siempre
por miedo. Es por miedo al futuro que llena su cabeza de creencias, y es por
miedo a la escasez que llena su talego de monedas, su silo de trigo, su tonel
de vino, y es por miedo a caer en el eterno olvido que a su mujer llena de
hijos.
Moraleja:
Quien entienda
la pequeñez de todo lo que es grande, entenderá también la grandeza de todo lo
pequeño.
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