CALDERÓN DE LA BARCA,
CUANDO LA VIDA ES ALGO
MAS QUE SUEÑO
Pedro Calderón de la
Barca nació en Madrid el 17 de enero de 1600 y murió el 25 de mayo de 1681. Educado
en un colegio jesuita de Madrid, estudió en las universidades de Alcalá y Salamanca.
En 1620 abandonó los estudios religiosos y tres años más tarde se dio a conocer
como dramaturgo con su primera comedia, Amor, honor y poder. Como
todo joven instruido de su época, viajó por Italia y Flandes y, desde 1625,
proveyó a la corte de un extenso repertorio dramático entre el que figuran sus
mejores obras. Tras granjearse un sólido prestigio en el Palacio Real, en 1635
escribió El mayor encanto, el amor, para la inauguración del teatro
del palacio del Buen Retiro.
Nombrado
caballero de la Orden de Santiago por el rey, se distinguió como soldado en el
sitio de Fuenterrabía (1638) y en la guerra de Cataluña (1640). Ordenado
sacerdote en 1561, poco tiempo después fue nombrado capellán de Reyes Nuevos de
Toledo. Por entonces ya era el dramaturgo de más éxito de la corte. En 1663, el
rey lo designó capellán de honor, por lo que se trasladó definitivamente a
Madrid.
Según el
recuento que él mismo hizo el año de su muerte, su producción consta de ciento
diez comedias y ochenta autos sacramentales, loas, entremeses y otras obras
menores. Como todo coetáneo suyo, Calderón no podía por menos que partir de las
pautas dramáticas establecidas por Lope de Vega. Pero su obra, ya plenamente
barroca, tal vez alcance mayor grado de perfección técnica y formal que la de
Lope. De estilo más sobrio, Calderón pone en juego menor número de personajes y
los centra en torno al protagonista, de manera que la obra tiene un centro de
gravedad claro, un eje en torno al cual giran todos los elementos secundarios,
lo que refuerza la intensidad dramática.
A. Valbuena ha
señalado que en su estilo cabe distinguir dos registros. El primero consiste en
reordenar y condensar lo que en Lope aparece de manera difusa y caótica y en
estilizar las notas de su realismo costumbrista. Así, reelabora temas
originales de Lope en varias de sus obras maestras.
En ellas
aparece una rica galería de personajes representativos de su tiempo y de su
condición social, todos los cuales tienen en común un tema del siglo: el honor,
el patrimonio del alma enfrentado a la justicia de los hombres, caso de El
alcalde de Zalamea, o las pasiones amorosas que ciegan el alma, cuestión
que aborda en El mayor monstruo, los celos o en El
médico de su honra. Pero no es ése,
desde luego, el principal motivo de su obra. En su segundo registro, el
dramaturgo inventa, más allá del repertorio caballeresco, una forma
poético-simbólica desconocida antes de él y que configura un teatro
esencialmente lírico, cuyos personajes se elevan hacia lo simbólico y lo
espiritual. Calderón destaca sobre todo como creador de esos personajes
barrocos, íntimamente desequilibrados por una pasión trágica, que aparecen
en El mágico prodigioso o La devoción de la cruz.
Su personaje más universal es el desgarrado Segismundo de La vida es
sueño, considerada como la cumbre del teatro calderoniano.
Esta obra,
paradigma del género de comedias filosóficas, recoge y dramatiza las cuestiones
más trascendentales de su época: el poder de la voluntad frente al destino, el
escepticismo ante las apariencias sensibles, la precariedad de la existencia,
considerada como un simple sueño y, en fin, la consoladora idea de que, incluso
en sueños, se puede todavía hacer el bien.
Con él
adquirieron así mismo especial relevancia la esc
enografía –lo que él llamaba
«maneras de apariencia»– y la música. La carpintería teatral se convirtió en un
elemento clave en la composición de sus obras y el concepto de escena se vio
revalorizado de una manera general, en la línea del teatro barroco. En cuanto a
su lenguaje, se puede considerar que es la culminación teatral del
culteranismo. Su riqueza expresiva y sus complejas metáforas provienen de un
cierto conceptismo intelectual, acorde con el temperamento meditabundo propio
de sus personajes de ficción.
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