FRANCIS BACON, Y LA IDEA
DE ORGANIZAR LA SOCIEDAD EN BASE A LA CIENCIA
Francis Bacon nació en
Londres el 22 de enero de 1561 y murió el 9 de abril de 1626. Filósofo y
político, su padre era un alto magistrado en el gobierno de Isabel I, y fue
educado por su madre en los principios del puritanismo calvinista. Estudió en
el Trinity College de Cambridge y en 1576 ingresó en el Gray's Inn de Londres
para estudiar leyes, aunque pocos meses después marchó a Francia como miembro
de una misión diplomática. En 1579, la muerte repentina de su padre lo obligó a
regresar precipitadamente y a reemprender sus estudios, falto de recursos para
llevar una vida independiente.
En 1582 empezó
a ejercer la abogacía, y fue magistrado cuatro años más tarde. En 1584 obtuvo
un escaño en la Cámara de los Comunes por mediación de su tío, el barón de
Burghley, a la sazón lord del Tesoro; durante treinta y seis años se mantuvo
como parlamentario y fue miembro de casi todas las comisiones importantes de la
cámara baja. La protección de Robert Devereux, segundo conde de Essex, le
permitió acceder al cargo de abogado de la reina.
Su situación
mejoró con la subida al trono de Jacobo I, quien lo nombró procurador general
en 1607, fiscal de la
Corona en 1613 y lord canciller en 1618, además de
concederle los títulos de barón Verulam de Verulam y de vizconde de St. Albans.
Sin embargo, en 1621, procesado por cohecho y prevaricación, fue destituido de
su cargo y encarcelado. Aunque fue puesto en libertad al poco tiempo, ya nunca
recuperó el favor real.
Durante toda su
carrera persiguió una reforma coherente de las leyes y el mantenimiento del
Parlamento y los tribunales a salvo de las incursiones arbitrarias de los
gobernantes; pero, sobre todo, su objetivo era la reforma del saber. Su
propósito inicial era redactar una inmensa «historia natural», que debía abrir
el camino a una nueva «filosofía inductiva», aunque la acumulación de cargos
públicos le impidió el desarrollo de la tarea que se había impuesto, a la que,
de hecho, sólo pudo dedicarse plenamente los últimos años de su vida.
Sometió todas
las ramas del saber humano aceptadas en su tiempo a revisión, clasificándolas
de acuerdo con la facultad de la mente (memoria, razón o imaginación) a la que
pertenecían; llamó a este esquema «la gran instauración», y muchos de los
escritos dispersos que llegó a elaborar, como El avance del
conocimiento (Advancement of Learning, 1605) –superado más tarde por
el De augmentis scientiarum–, estaban pensados como partes de unaInstauratio
magna final.
Criticando el
planteamiento aristotélico, consideró que la verdad sólo puede ser alcanzada a
través de la experiencia y el razonamiento inductivo, de acuerdo con un método
del que dio una exposición incompleta en su Novum organum scientiarum (1620).
El método inductivo que elaboró pretendía proporcionar un instrumento para
analizar la experiencia, a partir de la recopilación exhaustiva de casos
particulares del fenómeno investigado y la posterior inducción, por analogía,
de las características o propiedades comunes a todos ellos. Según Bacon, ese
procedimiento había de conducir, gradualmente, desde las proposiciones más
particulares a los enunciados más generales.
Aun cuando el
método baconiano ejerció, nominalmente, una gran influencia en los medios
científicos, lo cierto es que el filósofo desarrolló su pensamiento al margen
de las corrientes que dieron lugar al surgimiento de la ciencia moderna,
caracterizada por la formulación matemática de sus resultados, a la que él
mismo no concedió la importancia debida. Bacon concibió la ciencia como una
actividad social ligada a la técnica, elaborando una utopía, Nueva
Atlántida (The New Atlantis, publicada póstumamente en 1627), basada
en la organización científica de la sociedad.
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