“La gran poesía, la poesía lograda, encarnada como un ser
vivo en su lengua, es intraducible”
Entrevista
realizada por Rolando Revagliatti
(especial para HUM BRAL)
Rodolfo
Alonso nació
el 4 de octubre de 1934 en la ciudad de Buenos Aires, la Argentina, y
reside en Olivos, provincia de Buenos Aires. Entre 1954 y el
corriente año publicó más de veinte poemarios: “Salud o nada”,
“El músico en la máquina”, “El jardín de aclimatación”,
“Gran Bebé”, “Entre dientes”, “Hablar claro” (Premio
Fondo Nacional de las Artes), “Hago el amor” (con prólogo de
Carlos Drummond de Andrade), “Guitarrón”, “Música concreta”
(Segundo Premio Nacional de Poesía), “El arte de callar” (Premio
Festival Internacional de Poesía de Medellín, Colombia), “Poemas
pendientes” (con prólogo de Lêdo Ivo, Alción Editora, Córdoba,
Argentina, en 2012, y Universidad Veracruzana, Xalapa, México, en
2013),
“En
el aura de Saer”, “A flor de labios”… Éstos son los títulos
de algunas de las antologías de su obra poética: “Poemas
escogidos” (con prólogos de Milton de Lima Sousa y Daniel
Samoilovich, en España, 1992, Segundo Premio Regional de
Literatura), “Antología poética” (Fondo Nacional de las Artes,
1996), “Poesía junta” (con prólogo de Juan Gelman, en Cuba,
2009). Y han sido (o están siendo) editados en otros idiomas los
volúmenes “Elle, soudain” (con prólogo y traducción de Fernand
Verhesen, en colaboración con Roger Munier y Jean A. Mozoyer, en
Francia, 1999), “Antologia pessoal” (bilingüe, con traducciones
de José Augusto Seabra, Anderson Braga Horta y José Jeronymo
Rivera, en Brasil, 2003), “Il rumore del mondo” (bilingüe, con
selección y traducción de Sara Pagnini y prólogo de Juan Gelman,
en Italia, 2009), “Cheiro de choiva” (en idioma gallego, en
España, en prensa), “L’art de se taire” (con traducción de
Bernardo Schiavetta, en Francia, en prensa), “The art of keeping
quiet” (con selección y traducción de Katherine Hedeen y Víctor
Rodríguez Núñez, en Inglaterra, en prensa), “Entre
les dents”
(con
traducción
de Jacques Ancet, prólogo de Juan Gelman, Francia, en preparación),
etc.
En el género ensayo destacamos “Poesía: lengua viva” (1982,
Mención Especial en el Premio Nacional de Ensayo), “No hay
escritor inocente” (1985, Segundo Premio Municipal de Ensayo, y
otras distinciones), “La voz sin amo” (con prólogo de Héctor
Tizón, 2006, Premio Único de Ensayo Inédito de la Ciudad Autónoma
de Buenos Aires). Dos son sus libros de narrativa: “El fondo del
asunto” (1989) y “Tango del gallego hijo” (España, 1995).
Tradujo del francés, italiano, portugués y gallego a muchos
destacados autores: Mário de Sá Carneiro, Dante Milano, Cecilia
Meireles, Salvatore Quasimodo, Guy de Bosschère, Alphonsus Schmidt,
João
Cabral, Mario de Andrade, Aníbal M. Machado, Günter Grass, Vinicius
de Moraes, Paul Celan, Clarice Lispector, João
Guimarães Rosa, Paul Eluard, Gillo Dorfles, António Ramos Rosa,
Marguerite Duras, Eugenio Montale, Machado de Assis, Georges
Schehadé, Lêdo Ivo, André Breton, Pier Paolo Pasolini, Olavo
Bilac, Rosalía de Castro, Umberto Saba, Manuel Bandeira, Antonin
Artaud, Murilo Mendes, Sophia de Mello Breyner Andresen… Le
concedieron, entre otros, el Premio Nacional de Poesía, la
Orden “Alejo Zuloaga” de la Universidad de Carabobo (Venezuela),
el
Premio Konex de Poesía, las Palmas Académicas de la Academia
Brasileña de Letras, el Premio “Rosa de Cobre” de la Biblioteca
Nacional. Mantiene la plataforma http://rodolfoalonso02.blogspot.com.
1
– Sos el primer hijo de inmigrantes gallegos nacido en nuestro
país. Y en una oportunidad declaraste: “Ni mi infancia ni mi
adolescencia fueron agradables, sino más bien lo contrario.” En
varias ocasiones hiciste referencia a tu timidez. ¿Te retrotraerías
para nosotros y nos describirías el clima familiar y su composición
y cómo te defendiste de los factores agobiantes y el clima social de
aquella época?
RA
– Toda memoria es precisa e injusta, a la vez.
¿Recordamos o somos recordados, acaso, por ese mismo recordar? Como
hijo mayor de inmigrantes gallegos, ambos de linaje campesino, a mí
me tocó enfrentar solo, por mi cuenta, sin apoyo de nadie, a la
inmensa Babel que era entonces Buenos Aires. La fui descubriendo a
tropezones, y la recuerdo por fragmentos. El asombro de la primera
lluvia, del primer granizo, el asombro de los primeros libros
(descubiertos en librerías de lance), el primer Arlt, el primer
Vallejo, ¡el primer Macedonio! Y el tango, el tranvía, la radio, el
cine. Y el lenguaje popular, coloquial. Y los matices extranjeros.
¡La canción! Sólo mucho después percibí que mi infancia fue
bilingüe, lo que trae consecuencias. Y a la vez como dos infancias
simultáneas: la metrópoli que me tocaba descubrir, y la memoria de
la aldea de montaña y la pequeña ciudad junto al mar de que aún
hablaban entonces mis padres.
2
- ¿Cómo fue cursar tu bachillerato más o menos entre 1947 y 1951
en el prestigioso y exigente Colegio Nacional de Buenos Aires?
RA
– No por su culpa, claro, mi padre llegó aquí sólo
con segundo grado de la primaria. Y aquí la terminó, por voluntad
propia, en horario nocturno. Pero venía con sus libros. Y a algunos,
como “Don Quijote de la Mancha” o nuestro “Juan Moreira”, los
había interiorizado de tal manera, los había hecho carne de tal
modo, que sus relatos de ello eran tan vívidos como para contagiarle
a uno su sensación de haberlos visto, actuantes, palpables. Fue mi
padre el que eligió el Colegio Nacional de Buenos Aires. Por mi
parte, siempre tuve (y tengo) terror a los exámenes, a la idea misma
de examen. Y no sé cómo logré atravesar, no sólo la primaria sino
todo el bachillerato (que incluía seis años de latín), sin
habérmelo propuesto y sin que pudiera aún hoy explicar cómo lo
hice, sin rendir ningún examen por mis buenas notas y alcanzando
incluso galardones. ¿Puede el miedo empujarnos a tanto? ¿Quién era
yo, quién era ese que hacía (si es que se puede decir hacía) todo
eso? Todavía me lo pregunto. Como era previsible, frente a la
primera mesa de examen para la carrera de Arquitectura, en la UBA, me
di vuelta y me fui, para ya no volver. En Filosofía y Letras fue
peor: sólo logré asistir a una clase de Raúl Castagnino sobre “El
discípulo”, de Ralph Waldo Emerson.
3
– Durante seis años dirigiste en tu juventud un par de revistas de
gran tirada. ¿Cómo te recordás por entonces, asumiendo esas
responsabilidades?
RA
– A mitad de ese bachillerato, no sé bien cómo me
animé, la noche antes de cumplir mis 17 años, me advierto
convertido en el más joven de una revista de vanguardia: “poesía
buenos aires”. Y ya un poco desde antes, pero sobre todo desde
allí, comienzan a sucederse acciones tan espontáneas e inesperadas
como simultáneas, en muy poco tiempo y
a la
vez. Me
descubro escribiendo y publicando poemas, traduciendo de varios
idiomas, amigo de pintores, músicos, escultores, arquitectos,
cineastas, y otros artistas e intelectuales decididamente modernos,
participando en el recién creado Departamento de Cultura de la
Universidad de Buenos Aires (donde todo eso se multiplica y se
potencia), haciendo cine, radio, ediciones, y un paso fugaz -y
definitivo- por la redacción publicitaria, con la que nunca me
involucré. Y de la que me salvó para siempre contestar un aviso de
trabajo, así, sin antecedente alguno en periodismo, sólo por mi
curriculum literario y principalmente por mis varios idiomas: me
transformo en el subdirector (a cargo de la dirección, acéfala) de
la exitosa revista “Claudia” de la editorial Abril. A la que casi
convertí en una revista de arte y de literatura, lo que también
acontecería con la segunda dirección, encomendada por la editorial
Atlántida, de su flamante revista “Karina”.
4
– Tendrías treinta y tres años cuando lanzaste el sello Rodolfo
Alonso Editor, hasta el año -1976- en el que se produjo el último
golpe cívico-militar en estas orillas. Y de inmediato o casi de
inmediato proseguís con el sello Editorial Rodolfo Alonso, hasta
1988.
RA
– Al mismo tiempo que iba ocurriendo lo anterior, a los
veintitrés o veinticuatro años, creí haber formado una familia.
Habiendo concluido por decisión de la empresa la etapa de “Karina”,
me encontré ante una doble situación: la necesidad de mantener a
los míos, y mi experiencia más bien ligada con el arte y la poesía.
Siempre estuve entre libros, ya desde niño, y como persistía el
extra de seis meses por el despido como periodista, pensé en hacerme
editor. Para lo cual sólo se me ocurrió ir visitando, y a veces
consultando, a todos los integrantes de la cadena: imprentas,
linotipias, papeleras, encuadernación, distribuidoras, librerías.
Lo mío nunca fue una empresa propiamente dicha, sino más bien una
actividad de artesano, individual y múltiple, casi sin empleados. El
resultado fueron más de 250 títulos diferentes, muchos de ellos
varias veces reeditados, y que se ha ido convirtiendo en una
referencia “de culto”, con ejemplares buscados y rebuscados por
coleccionistas y bibliófilos, en todo el ámbito de la lengua.
¿Algunos autores?: Marqués de Sade, Jacobo Fijman, Carlos
Marx y Federico Engels, Alfred Jarry,
Leopold von Sacher-Masoch, Herman Melville, Leda Valladares,
Sigmund Freud, Giacomo Casanova, Bram Stoker, Adriana Civita,
Aristófanes, Vladimir Propp, Albert Einstein, Alina Diaconu, Marcel
Schwob, Lucio V. Mansilla, Mary Schelley, Enrique Blanchard, Jean
Cocteau, Francisco (Pancho) Muñoz, Georges
Brassens, Errico Malatesta, Jacques Prévert,
Perla Chirom, León Trotsky, Alonso Barros Peña, Ambrose
Bierce, Rodolfo Modern…
5
– Además de ese texto casi poético para el multipremiado
documental de Humberto Ríos que se tituló “Faena”, ¿cuáles
otros guiones para cine escribiste?
RA
– Vamos a ver si me acuerdo de todos. Son cortos o medio
metrajes, como “Crónica en Maciel”, de Víctor Iturralde;
“Fiesta en Sumamao” y “La ciudad universitaria”, de Aldo Luis
Persano; “De vuelta a casa”, de Ricardo Becher. Se trataba del
promisorio “nuevo cine argentino”, otro de los muchos
emprendimientos culturales ahogados por la dictadura de Onganía.
Justo cuando estábamos por filmar el primer largometraje, “Tierra
roja”, basado en cuentos de Horacio Quiroga y con tres equipos de
trabajo, cada uno con su director y guionista. Pero no pudo ser.
Siempre amé el cine, nací en el cine, ese “instrumento de
poesía”, como tan bien lo definió Luis Buñuel.
6
– Me agradaría que expandiéramos lo concerniente a tu quehacer a
partir de las artes visuales y a volúmenes ilustrados.
RA
– Como ya dije, me encontré conviviendo con artistas
plásticos. Para cuyas exposiciones me fueron pidiendo prólogos,
textos, presentaciones. Mi tercer libro, “El músico en la
máquina”, es fruto de una invitación del escultor Libero Badii,
que quería editar sus dibujos con mis poemas. De allí nació una
profunda y duradera amistad, que testimonian cerca de ocho o nueve
ediciones de arte para bibliófilos, en las cuales seguimos unidos.
Otro de mis primeros libros, “El jardín de aclimatación”,
editado por Julio Llinás, lleva tres dibujos de Clorindo Testa. Y el
sexto, “Entre dientes”, cuenta con diseño gráfico y un dibujo
de Alfredo Hlito. Y me convocan para colaborar en el prestigioso y
ejemplar suplemento literario del diario tucumano “La Gaceta”,
donde se publicaron durante décadas mis poemas, en ocasiones
acompañados con ilustraciones de Josefina Robirosa, Isaías Nougués,
Juan Batlle Planas, Juan Lanosa, Raúl Alonso, Juan Grela, Miguel
Ocampo, y otros. El Instituto Torcuato Di Tella me invitó a prologar
su Primer Premio Internacional de Pintura. Mi libro “Hablar claro”
lleva portada de Rogelio Polesello y cinco dibujos de Rómulo Macció.
Y “Señora Vida”, un trabajo de Guillermo Roux. En fin, no fue
sino mantener viva una fecunda y bella tradición que venía de los
grandes poetas y artistas de fines del siglo XIX y comienzos del
siglo XX, es decir modernos y de vanguardia.
7
– No conozco “en directo” la colección La Gran Poesía, que
con el auspicio de la Editorial Universitaria de Villa María, en
nuestra provincia de Córdoba, vos dirigís. ¿A qué apunta, qué
autores la van constituyendo?
RA
– Es un emprendimiento que me propuso, estando en Xalapa
(México), el sello Eduvim, o “la Eudeba del interior”, como
suelen llamarla. Me ofrecieron dirigir una colección y, de
inmediato, les dije que se iba a llamar La Gran Poesía, que íbamos
a recuperar y volver a poner en circulación, en ediciones cuidadas y
bilingües, los maestros de la modernidad y de la auténtica
vanguardia original. A los pocos meses ya estábamos lanzando los
primeros títulos. Hasta el momento han aparecido antologías
bilingües de Charles Baudelaire (“Mi bella tenebrosa”), Dino
Campana (“Cantos órficos”) y Guillaume Apollinaire (“La razón
ardiente”). Está por aparecer otra de Emily Dickinson (“La joven
asesina”), con la cual comenzamos a reeditar las traducciones de
Raúl Gustavo Aguirre. Y esperan turno Miguel Hernández, “Lluvia
oblicua”, dos tomos de poesía portuguesa de los siglos XIX y XX,
César Vallejo, un volumen de poesía francesa moderna, “Airiños,
airiños aires” de Rosalía de Castro, Ricardo Molinari, todo lo
que queda de Safo de Lesbos, en versiones de Oscar Andriueu…
8
– La Universidad de Princeton se hizo cargo de tu archivo personal
y está en proceso de catalogación.
RA
– El interés vino por un colega
amigo, ex profesor allí. Y las cláusulas me parecieron aceptables.
También contribuyó un poco a decidirme
el hecho de que ya estuvieran viejos y queridos amigos, como Juan
José Saer, por ejemplo. No sólo lo
conservarán en las mejores condiciones, sino que cuando concluyan la
catalogación de ambos archivos, epistolar y fotográfico, la misma
estará a disposición de todo el mundo. La información, porque para
consultar algo hay que hacerlo personalmente allí. A mí sí me
enviarán reproducción de lo que quiera, y ya he tenido buenos
ejemplos de ello. De hecho, el listado me resultará útil incluso a
mí: llegaría a ser tarea ímproba ubicar nada aquí, por mi cuenta.
9
– He leído un par de veces tu primer libro de narrativa (y supongo
que tu otro libro, editado en España, debe ser inhallable). ¿Tenés
textos inéditos suficientes en este género con los que preveas
conformar un tercer volumen?
RA
– No, me temo que esa fuente (que
siempre me costó) se ha secado. Lo que no quita que, como desde un
comienzo, la mayoría de mis libros incluyan poemas en prosa. Que no
son directamente narraciones, por supuesto. Sobre todo en “El fondo
del asunto”, fue la única vez que me PROPUSE sentarme a escribir.
Y le fijé incluso un horario: las mañanas. Me costó, insisto,
sentí como si me estuviera forzando. Y el resultado fue magro, un
libro breve. El segundo, “Tango del gallego hijo”, fluyó con
menor dificultad. Quizás porque es en gran medida autobiográfico,
como un volumen de casi memorias. No creo que me surja, o lo intente,
por tercera vez. Ya pagué mi precio. ¿Pero
quién puede estar seguro?
10
- En “Una temporada con Lacan” de Pierre Rey, leo:
“La cultura es la memoria de la inteligencia de los otros.” Y
unos párrafos después cita a Levi-Strauss: “El día en que
comprendí que tesis, antítesis y síntesis eran el fundamento de la
Universidad, me fui de la Universidad.” Vos también, precozmente,
huiste de la Universidad. ¿Consideraciones, Rodolfo?
RA
– Sería insensato que me atreviera a
evaluar la vida universitaria tan sólo en base a mis fobias. Al
menos soy consciente de eso. Y también que me perdí algunos
beneficios invalorables: aprender griego clásico, leer con un poco
más de orden, conocer gente valiosa. Muy valiosa, me animaría a
decir. Porque me correspondía haber conocido la UBA en su mejor
etapa reformista, desde 1955 hasta el siniestramente eficaz golpe
militar de Onganía. Cuya ominosa dictadura constituyó un
cercenamiento feroz y profundo para nuestra vida cultural, que nunca
volvió a ser la misma.
11
– Después de la página 336 del volumen “El movimiento Poesía
Buenos Aires (1950-1960)” (Editorial Fraterna, 1979), en la
siguiente, sin numeración, se reproducen seis fotografías, y en una
se te advierte conversando (no posando) con Giuseppe Ungaretti en
1967. ¿Cómo hago para no incitarte a que nos trasmitas las
circunstancias de aquel encuentro?
RA
- Siendo muy pero muy joven, Aldo
Pellegrini me encargó (para su legendaria colección Los Poetas, de
Fabril Editora) seleccionar, prologar y traducir, primero a Pessoa,
absolutamente desconocido hasta ese momento, incluso en Portugal. Y
luego a otro grandísimo poeta, Giuseppe Ungaretti. En ambos libros,
cosa hoy inimaginable, y sin la más mínima publicidad, la
repercusión fue tan enorme, en todo el ámbito de nuestra lengua,
que hubo que hacer reediciones sucesivas. Y hasta se dio el caso de
ediciones piratas. Todavía hoy, aquí y allá, en los más diversos
países, me sorprenden recordando y mostrándome aquellos volúmenes.
(Que no hace mucho fueron reeditados bellamente aquí, en la
excelente editorial Argonauta, justamente del hijo de Aldo, Mario
Pellegrini.)
En 1967,
mientras dirigía “Claudia”, me entero que Ungaretti estaba en
Buenos Aires. Felizmente superé mi habitual timidez, y fui a
buscarlo en un cóctel. Estuvo muy afectuoso, me invitó a sentarme a
su lado y, mientras charlábamos, sin que yo lo advirtiera, un
fotógrafo amigo nos enfocó espontáneamente,
por su cuenta. De allí esa foto
inolvidable. E imprevista.
Estuvo en casa, con pocos invitados,
conversamos y me dedicó (con tinta verde) un libro que conservo. Era
tan discreto como intenso, y su carácter era más bien un poco
cascarrabias. Pero conmigo fue muy dulce. Sigue siendo uno de los
grandes recuerdos de mi vida. Como el de
haber estado con Saint-John Perse, Juan L. Ortiz, Oliverio Girondo.
12
– Fue el año pasado cuando en París, a través de Éditions
Gallimard, se publicó con prefacio a tu cargo “Correspondance
(1952-1983)”, la correspondencia entre René Char (1907-1988) y
Raúl Gustavo Aguirre (1927-1983). ¿Qué factores posibilitaron que
sucediera? ¿Ya hay una estimación de cuándo se editará en
castellano?
RA –
La generosidad abierta y la amistad franca que me dispensó Raúl
Gustavo Aguirre, fueron fundamentales para mí. Tanto como el grupo
mismo que entonces lo rodeaba, y el aire de fraternidad y de
exigencia que se vivía en “poesía buenos aires”. Movimiento que
si bien renovó de fondo lo estético, tuvo un eje principal en la
ética, en la dignidad de la poesía. En octubre de 2013 conocí a la
viuda de René Char, mi querida amiga Marie-Claude. Ella traía
consigo las cartas que Raúl intercambiara con Char durante treinta
años, en absoluta discreción, casi secreta, incluso para nosotros,
sus íntimos. Y me pidió que buscara las cartas de su marido. Fue
una cadena de prodigios, y finalmente las encontré. A los pocos
meses, en abril de 2014, Gallimard presentaba el volumen en París,
incluyendo el prólogo que me habían solicitado especialmente. Creo
que Edhasa lo va a publicar en castellano este año, porque además
ellos también me pidieron un epílogo.
13 – E
igualmente el año pasado, en Francia y la Argentina, con tu prólogo
y versión castellana, sendas editoriales publicaron “La lumière
et les cendres / Milonga pour Juan Gelman” y “Las cenizas y la
luz / Milonga para Juan Gelman” de Jacques Ancet. ¿Qué nos
podrías trasmitir sobre esa obra y, lo que acaso sea lo mismo, qué
sesgo sostuvo tu prólogo?
RA –
Fue algo conmovedor, muy hondo. Jacques Ancet no sólo es un gran
poeta y el traductor de Juan Gelman, quien nos puso en contacto, sino
el autor de las mejores versiones en francés de las voces más altas
de nuestra lengua: San Juan de la Cruz o Quevedo, por ejemplo. En
los primeros días de 2014 me hizo llegar ese texto largo de treinta
y cinco breves cantos, que comenzó a escribir el día antes de la
muerte de Juan, de quien, como yo, era muy amigo. Desolados los dos
por la irreparable pérdida, y tocado por la belleza y la transida
humanidad de esos versos, así como su
recuperación de estructuras tradiciones y de riquezas inventivas de
la vanguardia, pronto
aceptó mi inmediata sensación de traducirlos. Y así comenzó un
intercambio vertiginoso, que superó las doce versiones,
prácticamente al mismo tiempo, que Jacques iba escribiendo. Nos
descubrimos de pronto inmersos en una tarea a cuatro manos que, al
encontrarnos con las citas y alusiones de la poesía de Juan, que
incluía, nos hizo percibir que de algún modo estábamos haciéndolo
con él, como a seis manos. Mi prólogo: “Con Juan, sin Juan /
(In)certidumbres de un traductor”, está transido, atravesado
también por todo eso.
14 -
“…hay poetas que no puedo traducir. ¡Están tan encarnados en la
lengua!”, confesaste alguna vez. ¿A que poetas preferiste
abstenerte de traducir?
RA
– No acepté traducir a Bertolt Brecht
del italiano. Considero que la traducción de cada poeta debe ser
intentada de su propia lengua. (Además no sé alemán, y la única
vez que me encontré encarando eso fue porque, cuando todos éramos
tan jóvenes, Klaus Dieter Vervuert vino especialmente a
proponérmelo, aceitó todos mis reparos y se avino a compartir una
larga, larguísima labor.) Tampoco acepté traducir a Leopardi. Ni a
Mallarmé, de quien me propusieron su poesía completa. Aduje que
hubiera necesitado varias vidas. La gran poesía, la poesía lograda,
encarnada como un ser vivo en su lengua, es intraducible. Ya lo
manifestaron Dante, Cervantes, Auden, Vallejo, Unamuno, Valéry,
Mastronardi y otros mil. Pero, al mismo
tiempo, es irresistible la tentación de intentarlo. Por eso pido
siempre que las ediciones sean bilingües. Para que se tenga al lado,
y bien a la vista, el original.
15
- ¿Te ha sucedido en tu transcurrir de
traductor, que pasado algún tiempo de la difusión de uno o más
poemas de un determinado autor, hayas decidido modificar aquellas
versiones, abolirlas, y publicar, o procurar que vuelvan a
publicarse, las nuevas?
RA – No
sólo con la traducción, también con lo de uno mismo. Un poema se
abandona, como bien dijo Valéry, no se concluye. Me pasó desde
siempre, pero cada vez más a menudo. Cuando veo el libro publicado
no puedo dejar de percibir y anotar posibles variantes. Un nítido
ejemplo es Cesare Pavese. Me encargaron sus dos libros en mi
juventud, y pasaron varias décadas sin que dejara de sentir e
intentar, de “oír” nuevas versiones. Y a pesar de que se reeditó
hace poco, no puedo abstenerme de seguir haciéndolo. Perdoná que
deba volver a Valéry, pero nadie lo dijo tan claro como él: el
poema es “una prolongada oscilación entre el sonido y el sentido”.
Y esa oscilación está en el habla coloquial, de cada día, en el
lenguaje que todos usamos, no sólo al escribir.
16 - ¿Un
apunte respecto de leer poesía en voz alta?
RA - Sentí
que alguien había escrito lo que yo intuía cuando leí estas
palabras de Sándor Márai: “La voz es el alma.” Leer poesía en
voz alta es una prueba de fuego, para el poeta y para quien la lee. Y
peor si son el mismo.
17 -
¿Por qué proyectos te “estás dejando llevar”?
RA
- Después de “A flor de labios”, donde
aparecen mis poemas de los últimos años, los más recientes,
hay algunos atisbos de poemas que he ido
anotando, casi a escondidas de mí mismo. Veremos
si conducen a algo, si cuajan, si se sostienen. Uno por uno, claro.
Ya tenía elementos preparados, pero
acabo de terminar algo que creí me iba a resultar más arduo: “El
uso de la palabra”, poesía reunida de 1956 a 1983, que reedita
seis libros. Tengo que juntar coraje y volver a encarar una
antología, por supuesto bilingüe, de René Char, que debería
pulir, pulir, pulir… Y como siempre,
hay demasiadas ideas, demasiados atisbos, demasiados proyectos
abandonados que se resisten a morir, como la viejísima pero cada vez
más empeñosa, casi irrealizable tentación de preparar un volumen
sólo con las citas que me he visto obligado a marcar, a señalar,
que me han tocado, casi siempre a fondo, desde mi adolescencia hasta
hoy. Y pueden ser miles, me temo. Aunque quizá exagere. Es demasiado
trabajo, realmente. Pero nunca me disgustó el trabajo.
*
Rodolfo
Alonso selecciona para acompañar esta entrevista, en febrero de
2015, siete poemas de su autoría:
DAR
DE BEBER
sometidos
a tan vasto encubrimiento
a
tal golpe de suerte
un
hombre muere una frontera se propaga
sosteniendo
hasta el fin un día de olas
(“Salud
o nada”, 1952-1954)
*
LA
VOZ TOMADA
Cuando
se quiebre la lengua del amor, nos quedará todavía esta palabra
ronca.
Cuando
no pueda decir, volverá todavía a mi garganta el eco de tu cuerpo.
(“El
músico en la máquina”, hacia 1956)
*
ELLA
DE PRONTO
Vuelvo
a caer en tus redes.
En
el viento bajo del orgullo, en la marea del odio, vuelvo a
desconocerte.
A
rodar sin perdón hacia tu belleza fácilmente aceptable.
Vuelvo
a caer en la dura nostalgia.
En
tus pantanos ágiles.
En
el olor inmortal que te oscurece y te entrega al hombre que canta en
medio del peligro.
(“El
jardín de aclimatación”, 1954-1956)
*
HIROSHIMA
MON AMOUR
una
mujer desciende envuelta en desesperado orgullo del aire de su casa
como
hija de la lástima feroz de la furia pequeña provincial
el
mundo contento arde quieto a su alrededor
canta
en el interior de esa mujer el mundo como una boca de fuego
un
hombre lejano la contempla con ojos de desesperado amor
ese
hombre es otros hombres es el mismo amor cantando para sobrevivir
el
mundo contento arde veloz a su alrededor
canta
en el interior de ese hombre el mundo como una boca de fuego
cuando
la palabra amor no tenga necesidad de ser pronunciada
amor
en todos los cuerpos desesperados ardiendo tranquilos
el
mundo contento como una boca de fuego
una
mujer y un hombre lentamente a su alrededor
(“Hablar
claro”, 1959-1963)
*
DÉJÀ
VU
Una
mujer se desnuda en mi memoria
mientras
afuera resplandece la ciudad
o
llueve y hace frío
Una
mujer lava su pelo negro con el agua de mi infancia
una
distancia va formándose
Su
piel es lenta y fresca como la mañana que acaricia
su
voz se hace lejana
Una
mujer me alcanza
el
primer seno descubierto
el
primer seno acariciado
Mientras
adentro resplandece la memoria
(“Hago
el amor”, 1963-1967)
*
CREPÚSCULO
DE VENUS
En
el momento
justo
en
que el sol
ávido
y ciego para el cielo
desnudo
aureola
tu silueta
y vuelve discernible
contra un fondo de
espanto
encantado
la línea
frágil y firme
que desde tu talón
ciñe
la aún grácil
pantorrilla
y asciende
decidida
a orillas de tus
muslos,
a la pulpa
bendita de tus nalgas,
a ese vello sagrado,
y luego
comba tu claro vientre
de frescura recóndita,
la gloria de tus senos,
el neto mediodía
de tu garganta
deliciosa y terrible,
el alba de tus sienes
y se desliza
allí
huyendo por tu frente,
cruzas la calle
en el violento
resplandor
del verano
mortal
y tu belleza
oscilante
sobre los tacones
en su precisa
madurez
traspasa un límite,
comienza
a diluirse,
se transforma,
quiebra
su longitud,
no se percibe
pero se muestra
todavía
-cobra feliz-
a
otros
saliendo
de
la luz, entrando
ya
en la sombra,
en
el momento.
(“Jazmín
del país”, 1980-1987)
*
CIRCE,
NO VENUS
(Por
ellas, Ella habla:)
“Derrochaste
mis muslos.
Pero
no sólo eso.
¿O
acaso no me oías
aullar
en la alta noche?
No
te buscaba a ti:
buscaba
tu sustancia
(el
fuego que te habita
o
soñé te habitaba).
Desmedida,
voraz
como
todo lo humano,
me
irritó tu ternura
delicada
y feroz.
Si
la vida te pasa
sin
que la tomes viva,
la
muerte ordena todo
o
todo desordena.
Y
sólo encontrarás
(compréndeme
insaciable)
al
buscar lo que buscas.”
(“El
arte de callar”, 1993-2002)
*
Entrevista
realizada a través del correo electrónico: en las ciudades de
Olivos y Buenos Aires, distantes entre sí 15 kilómetros, 22.2.2015.
*
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