sábado, 12 de marzo de 2011

Editorial

La inspiración y la transpiración
Aldo Roque Difilippo

Al hacer referencia a los temas que aborda un escritor, críticos y lectores suelen referirse al disparador; es decir, al hecho o situación que generó el texto, calificándolo de acto o estado de “inspiración”. Como si la creación  no le perteneciera y dependiera de elementos externos a su contextura mental, a su sensibilidad, a su percepción del entorno. Algo así como si una voz divina le dictara al oído lo que tiene que escribir.
Según el diccionario, INSPIRACIÓN significa:
“acción y efecto de inspirar. Iluminación divina. Musa, estado en que el artista logra una mayor fuerza creadora. Cosa inspirada”.
Creemos que, por diferentes motivos, el concepto “inspiración” ha sido sobredimensionado, o por lo menos metido en una bolsa que no le corresponde.
Así se llega a afirmar que ante la ausencia del elemento inspirador, el escritor está imposibilitado de plasmar una idea en el papel.
A tal punto  se ha exacerbado esto que algunos creadores aseguran que ante la ausencia de ese motivo; hecho puntual, o circunstancia removedora, carecen de la fuente que lo lleva a sentarse a escribir.
Seguramente existen circunstancias, recuerdos, influencias externas, hechos fortuitos o buscados por el creador que acaban determinando el resultado.
No obstante, si llegamos a ese punto sin las herramientas imprescindibles, seguramente careceremos de la técnica, el estilo, y hasta los más elementales recursos como para poder decir lo que queremos; y cómo  lo queremos.
Sería como si  un carpintero tuviera la madera y el diseño perfecto para fabricar una silla, pero careciera de serrucho, martillo, clavos, formones, y la habilidad manual como para poder utilizarlos.
Sin las herramientas y sin el aprendizaje previo de cómo utilizarlas, indudablemente que poco valdría que el potencial carpintero tuviera la mejor madera posible, y el diseño más primoroso para construir su silla.
El trabajo del escritor es exactamente igual. Sin un manejo adecuado del lenguaje, sin un vocabulario medianamente amplio, y sin un ejercicio diario que lo lleve a conocer sus habilidades y limitaciones, de poco valdrá que se sienta inspirado ante una situación determinada.
Jamás podrá traducirla en palabras y su mensaje será confuso, o lo que es peor, inexistente, porque sin claridad en el discurso no podrá establecer esa comunicación que pretende con el lector.


La inspiración deberá ser entonces sustituida por la transpiración cotidiana procurando afinar su sensibilidad en la lectura; en el contacto con otras personas, en la observación meticulosa del entorno y las situaciones que lo rodean; y en borronear cotidianamente papeles buscando traducir en palabras todo lo que ve, oye, o percibe.
Su fuente de “inspiración” estará en la lectura de todo lo que caiga en sus manos, los clásicos, los escritores desconocidos, el diario más importante, o el más humilde semanario pueblerino.
De todo lo antes dicho -y bastante más-  se compone Hum Bral: 80% de transpiración, el otro 20 de rigor, autocrítica, dedicación (horas), y otros elementos que sería tedioso detallar.
¡Ah!...y que a nadie se le ocurra descartar el amor.
 


2 comentarios:

Alfredo Saez Santos (Charo) dijo...

Muy lindo el comentario y ademas promotor de reflexiones!
Sea o no relevante la "inspiracion", se torna hoy muy dificil por nuestros dias ,la "espiracion" del constructo intelectual que se haya logrado...para que deje al "inspirado" y "transpirado" de pertenecerle y quede acogido en el hogar de un lector;mejor aun de muchos lectores.

Muy bueno "espirar" con frecuencias de todos los dias, cada semana o cadatanto....total! que se puede en multiples veces...que "expirar", solo una y para siempre!

Edgar Cadiac dijo...

Me vienen a la memoria los famosos versos de Jose Hernandez, cuando pone en voca de Marin fierro: "No canta quiena tiene ganas sino quien sabe cantar..."
Pero yo le agregaria, que aunque saber cantar es impesindible para hacerlo bien, si carecemos de las "ganas" dificilmente nuestro canto sonaria bien.
De acuerdo en una cosa, la inspiracion como algo sublime y/o divino ya no tiene tantos adherentes como en el pasado, es que nos hemos hecho "menos creyentes", menos sublimes y si,tal vez un poco mas "frios".
Como artista me sumo a aquellos que comulgan con que "no todo es tecnica y sofisticacion" y "que aquel que solo alardea de su tecnica es porque no tien otra cosa que mostrar".
En resumen: para mi, hay que "saber cantar" pero tambien hay que "tener ganas" o "estar de animo" para hacerlo de lo contrario nuestro canto sera hueco y frio.