Copia fiel de las memorias de un siervo halladas en el ático de un
antiguo
y coqueto palacio ubicado a
orillas del gran lago negro
Ángel Juárez Masares
Cierto
es que el estado de deterioro de los pergaminos encontrados no permiten
hilvanar una historia, pero estimado ha este escriba que el contenido dellos
será de interés para las gentes honorables y cultas y fieles a estas crónicas
antiguas. He lo aquí:
“A puesto el Señor pena de vida (de
suprimidla entiéndese) a los cochinos onvres que entrasen en esta casa a hurgar
en lo que no les incumbe, tanto como de muerte a pollos y marranos verdaderos que
osen hollar los patios de palacio.
Ocurre que un día el Noble Ferdinand
D´Vors asomóse a mi humilde aposento y
díjome: -inmundo paje, alza tu sucio culo de la
paja donde lo has depositado y asómate a ver quién gruñe. No sea cosa que ande
por ahí algún espía enviado por el pueblo ha enterarse de los reales asuntos de
palacio-
Y como no estaba de ganas de propiciar
la cólera del alcahuete mayor del Señor, fuíme presto a averiguar el motivo de
su alarma. Pero, ¡oh! envío de los Dioses (no por Time Post, porque el bicho
estaba sano) veo que los gruñidos eran emitidos por un marrano que se regodeaba
osando ozar en un plantío de Can avis (planta que comían los perros y las aves
para sentirse felices, antes que a alguien se le ocurriese quemarla hecha un
rollito).
Tomamos entonces al cochino, con alluda
de otro siervo, y arrastrámoslo a las caballerizas, donde acogotámosle hasta
que el bellaco dejó de existir como cerdo vivo. Una vez bien muerto y comprobado que hubimos su deceso,
procedimos a cortarle el gaznate colocándole en bajo una tinaja para recoger la
sanguis para batir morcillas, mientras mi otro como yo encendía una fogata para
asar el marrano con cuero y sólo quitándole las vísceras.
Pero el cumplimiento de aquella comisión
nos traería problemas, pues al rato apropincuóse el mesmo Señor feudal Don
Guillerme Del Campo Vesozzo y Arroz Cena de los Small Horses, acompañado por
Ferdinand D´Vors (conocido como Mer-Lin, por su arte en hacer desaparecer
grandes montones de monedas de oro), y por el inefable Alex Unvago (como buen plebeyo
sin más apellidos) quien reclamaba el derecho a escribir una obra teatral sobre
la muerte del porcino. Completando la comitiva, Pietro “El Ralo” corría
alrededor del Amo gritando: -¡marcha!... ¡marcha!.. ¡el vil
asesinato de este pobre porcino amerita una marcha de caballería para
reivindicar su memoria!..-
Tanto escándalo atrajo también la
atención de Joan de Las Correas, escriba que solía rondar el palacio para
destacar los aciertos del Señor en las lides de gobierno, pero que ¡oh..! ¡cuanta
pena!... carecía de memoria para relatar los errores.
Finalmente el Señor no tuvo otra alternativa que apelar a
su carácter (bue… de alguna manera hay que llamarlo) asestándole un puntazo con
su bota a Pietro “El ralo” (por imbécil sobre todo), y ordenando callar a Alex,
que ensayaba unos pasos de ballet (torpes, of course).
El episodio finalizóse –como era de
esperar- con el marrano asado en la mesa del Señor, y con mi otro siervo y yo
hambrientos, y limpiando la sanguis derramada en la decapitación del mamífero paquidérmico
doméstico de orejas grandes y jeta cilíndrica.
Como
destacado que hemos en el acápite, el estado calamitoso de los escritos no hizo
posible conocer detalles posteriores a lo antes dicho. Sí pudimos intuir que
los asesinos del cochino invasor fueron sum arriados, es decir, instituyóseles
cargos varios por “mala praxis en carneada clandestina”.
El
resto del documento dice:
…con injusticia ha obrado el Señor hacia
nosotros, pues castigónos con severidad por haber degollado al guarro que
invadió sin permiso su jardín, pese a lo cual él y sus acólitos comiéronse su
carne y relamiéronse con las morcillas elaboradas con su sanguis.
Mientras tanto, mi otro como yo y el
resto de los siervos y lacayos de palacio, vemos sin tener que ver como se
dilapidan los bienes que destinados al pueblo deberían estar.
Así están destrozados los carruajes,
esquimadas las arcas de palacio, llenos de gentes ociosas los pasillos y
scriptoriums, y adquiridos con dádivas los miembros del Sind y Cato (Logia de hombres supuestamente al
servicio de los demás). Y nosotros acusados de chanchicidio con premeditación y
alevosía en reiteración real.
Tuvímosles entonces desta manera mi otro
como yo, y yo, chupándonos como sanguijuelas mientras cumplimos la pena
impuesta por el Señor, que entre otras comisiones obligábanos a matar las
inocentes y emblemáticas palomas que habitaban la abadía, sólo porque al Señor
Abad Charle´s Marie le molestaba que le cagaran la fachada y como el otro
Señor, el más viejo, le impedía matarlas, nos impuso la tarea a nosotros… total…
si los siervos no tienen derecho a comerse un cerdo… ¡cuanto menos a ingresar
al reino de los cielos!...
Pero como todo llega y la justicia es
terrenal…
Tarea
imposible es continuar con la lectura de este pergamino, pero aunque leer mas
historias no nos deja, lo extractado antes nos exime, de acudir a una tonta
moraleja.
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